¡Salve, César, los que se van a desengañar te saludan!

Un paralelo entre Barack Hussein y Septimio Severo

Por Jorge A. Pomar, Colonia

La frase más abicueril del primer día de la GREAT LIBERAL ILLUTION en relación con la Isla de las 200 y tantas ergástulas se la ha anotado sin discusión el columnista del ABC Ignacio Ruiz Quintano en "¿Obama... Septimio Severo?", (pinché ahí para acceder al diario). dice así: "Además, el cierre de Guantánamo supone dejar otra vez a toda la isla sin olor a comida". Genial e insólita humorada en boca de un periodista español.

El chero a chilindrón y doner kebap debe de traer mareados noche y día a los hambrientos guantanameros. Y ya que hablamos de la Isla, antes de entrar al trapo, permítanme introducir una breve digresión para trasmitirles un vaticinio halagüeño --por carambola-- sobre los efectos a corto plazo de la legislatura iniciada esta tarde en Washington: al convertirse en el primer mandatario sudamericano que se gana la animadversión pública del todopoderoso Obama (una lata oxidada el discurso inaugunal; ya va siendo hora de que archive la trova populista o cambie de ghostwriter), el Gorila Rojo ha incurrido en un garrafal error de lengua que debe de resultarle fatal en las urnas plebiscitarias el próximo 15 de febrero.

En efecto, si pese al fraude perdió el Referendo sobre la Reforma del 2 de diciembre de 2007, en esta ocasión va de nuevo a por la reelección indefinida con una desventaja de partida mucho mayor gracias a la enorme cantidad de votos que sin duda habrá de restarle la inmensa popularidad de Obama entre su propia clientela electoral.

Su mala cabeza e incontinencia verbal (fué el quien empezó la controversia) han llevado a Hugo Chávez a embromarse de mala manera en una coyuntura crucial para la supervivencia de su esperpéntica "Revolución Bolivariana". La crítica del presidente electo no fue un desliz sino, con toda probabilidad, el resultado de un bien meditado cálculo clintoniano.

A saber, cerradas las demás posibilidades de debutar punteando fuerte en otras latitudes, Venezuela se perfila como el eslabón más débil --y a la vez el más importante-- en la cadena de la "izquierda carnívora" al sur del Río Bravo. Sería un triunfo político espectacular en el traspatio y, colateralmente, un aporte a la seguridad energética de Estados Unidos.

Que tanta falta les hace. Sobre todo si la nueva administración no se deja de ecoquijotadas y da luz verde a tiempo a la industria extractiva, porque con molinos de viento, biomasa, paneles solares, etc., van a tener que contratar asesores menonitas, cuáqueros (fueron los primeros en oponerse a la esclavitud; Lincoln militó al menos en una de esas austeras sectas puritanas), o bien, en su defecto a nuestros boyeros y expertos en racionamiento integral y apagones-alumbrones.

Un serio factor coadyuvante: Fidel Castro, su Padre Espiritual, no está de mente presente para dar la voz de ataja a tiempo, obligando al bocazas de su Ahijado a hacer las paces con Obama en aras de, por un lado, salvar al chavismo del barranco y, por el otro, mantener fluyendo el maná petrolero hacia las refinerías insulares, que en el fondo es lo que realmente interesa a La Habana.

Por descontado que la inteligencia cubana tienen listo un Plan B para darle un golpe de Estado a Chávez y reemplazarlo por una junta cívico-militar leal, pero es harto dudoso que funcione a pedir de boca en ausencia del Magno Paciente. Pero Raúl no es Fidel. Sin contar que el dato cierto de que jamás ha tragado a ese jabao cheo y fanfarrón, que además se atreve a disputarle el liderazgo.

Más claro ni el agua: el veredicto de las urnas plebiscitarias el 15 de febrero (la policía dispersa a los estudiantes con gases lacrimógenos, se agudiza el conflicto con la Iglesia y no suben los precios del crudo) puede desatar la debacle en el Palacio de Miraflores, neutralizando con creces los efectos positivos que pueda tener el anunciado levantamiento inmediato de las restricciones de viaje y envío de remesas a la Isla. "Por la boca muere el pez". ¿Quién lo iba a pensar? (Fin de la digresión.)

Por cierto, un formidable artículo de opinión, basado en un paralelo entre Barack Hussein Obama y Lucio Septimio Severo (Leptis Magna, 146 - York 211), el primer César afrolatino (193-211) de la Roma Imperial. Contiene también una referencia al argentino Borges, quien "ponía [a Lincoln, mentor electivo de Obama] como modelo de demagogo que [...] manifestó en Boston que todo americano nacía libre --expresión contra la esclavitud--, pero cuando habló en Nueva Orleáns le recordaron que había dicho tal cosa, y él rectificó diciendo: "Sí, yo dije tal cosa, pero cuando dos razas tienen que convivir, la raza inferior tiene que estar supeditada a la raza superior".

No me asombra, pero debo confesar que acabo de desayunarme con esa faceta supremacista del héroe de la Guerra de Secesión, que pusiera rodilla en tierra por la unidad nacional y la abolición de la esclavitud. Un giro brusco pero comprensible. Logo: corrían los tiempos mitchellianos del Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó) y urgía reconciliarse con la recién humillada aristocracia sureña a expensas de unos niggers elebrestados que ya habían ganado más de la cuenta. Nada que objetar...

(Nota bene: En Cuba fue mucho peor con la rebelión de los Independientes de Color, que dio pie a aquella drolática guerrita relámpago del 12 en la que el ex general presidente Menocal capitaneara la masacre de unos tres mil nichardos semidesarmados que habían llevado el peso de la gesta independentista y apenas reclamaban parcelas de tierra cultivable o empleos subalternos en las alcaldías donde eran mayoría. No faltaba más. ¿Y entonces cómo iba a poder fumar el mambisado blanco la pipa de la paz fraternal con sus humillados parientes peninsulares, a quienes los crueles ocupantes gringos habían dejado en posesión de la industria y el comercio, mientras que ellos terminaron la devastadora contienda con una mano alante y la otra atrás?. En fin, dondequiera cuecen habas, sólo que las criollas sulen ser más duras y escasas...)

Cambiando lo que haya que cambiar, el parecido es estimable con el chirriante giro al centro-derecha de Obama durante la corrida presidencial. Tambien aquí nada que objetar. Puntual, eficaz pragmática maquiavélica. Pronto sabremos si el fin justificaba ahí los medios o si, como sospecha el Abicú, su cuasiúnica meta era la casa Blanca, lo que ni es bicoca ni necesariamente lo convertiría en un felón peligroso. Al contrario, sería un mal menor comparado con los efectos de cualquier esfuerzo serio de su parte por cambiar las reglas de juego urbe y orbe siguiendo las manecillas zurdas del reloj retroprogre.

Con todo, obviamente al epígono negro de Lincoln (que era republicano y expío alguna vez detrás de la puerta al partido opositor) se le olvidó, o no creyó oportuno, sacar a relucir ese engorroso paralelo y aquel detalle biográfico de su loado paradigma histórico durante el triunfal recorrido en tren tras las huellas del prócer entre Illinois y Washington. Mucho que objetar a ese sospechoso gusto por las simbologías patrióticas...

Interesante chismografía, pero volvamos a nuestro símil. Por obra del azar concurrente, amén de haber nacido en África y conquistar Babilonia y Partia (geográficamente equivalentes más o menos los actuales Irak e Irán), Septimio también fue senex (senador) y orador pasable antes de ceñirse la corona de laureles en Roma.

Adoptando el significativo sobrenombre de "Pío", tras una cruenta guerra civil Lucius Septimius Severus, oriundo del continente de los pieles negras de ensortijado cuero cabelludo (nació en lo que hoy son los predios de Muammar el-Gaddafi), ascendió al trono a los 47 años de edad (Obama a los 48) envuelto en una densa nube de corruptelas y esperanzas de rerum novarum, o sea, de reformador del a la sazón ya decadente Imperio.

Por si fuera poco, el nuevo Imperator, que aunque retaco él tampoco era de mal ver, aplastó a su rival en Siria, recabó el apoyo de las legiones acuarteladas a orillas del Rin, pactó con sus competidores por el trono (como Obama con los Clinton), afrontó una fuerte crisis económica y llevó recio a las sectas judeocristianas que pugnaban por evangelizar al Imperium. Los desobedientes era conminados a maldedir a Jesús y hacer ofrendas a Júpiter, Minerva y demás dedidades del panteón grecorromano, so pena de crucifixión, como mandaba un Rescriptum de los tiempos de Trajano.

Por descontado que le encantaban las pompas orientales y los linajes dinásticos. Tanto que se hizo erigir un Arco de Triunfo en el Foro Romano (foto de arriba) y se ensañó en todos aquellos guasones que hacían chistes sobre sus numerosos nombres. No en balde, a raíz de su muerte por gota en 211, el Senado le concedió post mortem una de las retahílas titulares más largas y ostentosas de la era imperial: Imperator César Lucio Septimio Severo Pío Pertinax Augusto Arábico Adiabénico Pártico Máximo Británico Máximo, Pontifex Maximus, Tribuniciae Potestatis XIX, Imperator XV, Consul IV, Pater Patriae.

Reparen, por favor, en el tríptico "Padre de la Patria", "Potestad Tribunicia" y "Sumo Pontífice". Tres augustos atributos que igual hemos visto reclamar para sí sin rebozo al primer black president de Estados Unidos. En ese sentido, aún detestando visceralmente las profecías a la Nostradamus en boga y catalogando el cotejo de marras como una simple curiosidad histórica, el Abicú coincide sin resquicios con Ruiz Quijano, quien cierra su comentario con la siguiente observación:

Pero la conclusión sobre Severo del incomparable Edward Gibbon [historiador británico del siglo XVIII, autor de una celeberrima historia de la decandencia y caída del Imperio Romano que ennoblece la colección de audiolibros de mi Alter Ego en Colonia] es demoledora: "Prometía para engañar, lisonjeaba para destruir, y por más que viniese a ligarse con juramentos y tratados, su conciencia rendida al interés se avenía siempre a descargarle de sus comprometimientos... La posteridad, que estuvo viendo las aciagas resultas de sus máximas y su ejemplo, fundadamente lo graduó de autor principal en la decadencia del imperio romano".

Para desencanto de los ilusos que sueñan despiertos con un inminente ocaso del American Way of Life y, por ende, gustan de ese tipo de semejanzas históricas, conviene recordar aquí que, como dice un viejo adagio tedesco, Vergleiche hinken ("Las comparaciones cojean"): el Imperio Romano de Occidente no sólo sobrevivió 265 años al deceso de Septimio Severo, sino que marca aún toda la cultura política y jurídica eurooccidental hasta nuestros días; y el Imperio Romano de Oriente perduraría hasta la caída de Constantinopla en 1453. Echen cuentas...

Reverendo negro: "Remember Calígula!"



Por lo demás, a partir de hoy 20 de enero el chamán Obama pasa de la fase de prometer a la de obrar prodigios. Paciencia, pues más transparente no puede haber sido el nuevo Mesías del progrerío occidental: "Las cosas van a empeorar antes de mejorar". (Aunque for sure es justo eso lo que espera de él la izquierda antisistema; quitando el "antes de mejorar", va de suyo.)

En fin: "¡Salve, Obama, los que se van a desengañar te saludan!" Esperemos que así sea y no abunden los morituri. Por el bien de todos, ilusos y perversos incluidos. Por lo pronto, en virtud de esas ironías de la historia viva, cubanos y venezolanos (¡voten para botar, por favor!) podemos calentar in pectore ciertas esperanzas de CHANGE NOW AND YES WE CAN! con mayúsculas.

A través de don Quijano, accedo a la fuente original de este curioso paralelo. Lleva la firma Mary Beard y se títula en inglés Barack Obama and the first 'African-Roman' emperor of Rome. No se pierdan sus elucubraciones históricas, porque se me antoja que es de que, además de leguleyas, nacieron sobradas de hormonas y cacumen.

En verdad, no se puede acusar a Mrs. Beard de exagerar: ni siquiera puede alardear de originalidad, habida cuenta de que en el vídeo de abajo oiremos a un pastor evangélico "afrodescendiente" adelantársele unos meses desde la óptica de la negritud al comparar al president elect nada menos que con el sanguinario Calígula. A continuación, dejo a los lectores que se le cuelen bien al inglés con tres exquisitos párrafos de esta ocurrente profesora de Cambridge con pinta y parla de feminista desaforada:

Like Obama he was of mixed race -- his father from Libya, his mother of European descent. He too had an outspoken and determined. And his first task on coming to the throne in 193 AD was to deal with a military disaster in Iraq (‘Parthia’ as it was then known). The success of his surge was commemorated in the great Arch of Septimius Severus which remains to this day one of the most impressive monuments in the Forum at Rome.

The two little children he took with him to the palace did not fare so well. In fact they grew up to be murderous thugs – even if the elder, Caracalla, did go on to initiate the most daring extension of civic rights in the whole of world history. Once he had got rid of his brother (nastily murdered on his mother’s lap), he gave full Roman citizenship, and the legal privileges and protection that went with it, to all the free male inhabitants of the empire.

...the vast majority of images that survive make him look like any other Roman emperor before him – his whiteness over-emphasised by the shiny white marble in which he was so often portrayed. This was not a black man claiming the imperial throne for himself. This was the Roman imperial machine turning a man of colour into an emperor more or less indistinguishable from all his predecessors. The machine was making sure that race did not show.