Thursday 30 August 2007

El probable chasco del rey de demagogos zurdos alemanes en La Habana

O Dios los criará pero no siempre el Diablo logra juntarlos...

Por Jorge A. Pomar, Colonia


Oskar Lafontaine (nac. 1943) está de visita en La Habana al frente de una delegación de su partido. Según el diario oficial cubano Granma, respondiendo a una invitación del PCC, durante sus 72 horas de estancia en la Isla el actual portavoz de La Izquierda (Die Linke) cumplimentará “una amplia agenda de encuentros con dirigentes del Partido y el Gobierno, sostendrá intercambios con representantes de las organizaciones de masas y sociales, y realizará visitas a centros de producción y de los servicios para conocer los esfuerzos que realiza el país por aumentar la calidad de vida de nuestro pueblo”.

“A su llegada --añade la desabrida nota oficial--, la delegación fue recibida en el aeropuerto por el compañero Oscar Martínez Cordovés, vicejefe del Departamento de Relaciones Internacionales del PCC”. Es decir, no por el ministro del ramo Felipe Pérez Roque, incluido en la agenda de la visita, o al menos un viceministro, sino por un don Nadie, un personaje de tercera o cuarta categoría en la nomenclatura castrista.

A darle la bienvenida en el aeródromo de Rancho Boyeros tampoco acudió otro que figura en la agenda: el presidente de la Asamb
lea Nacional de Poder Popular, Ricardo Alarcón. Ínfimo perfil protocolar para un visitante que encarna como pocos el radicalismo de izquierda en Europa Occidental y ha sido objeto de duras críticas en Alemania. No tanto por criticar el embargo y la ley Helms-Burton, sino por elogiar a caudillos latinoamericanos del “socialismo del siglo XXI” pinche ahí para oír, entre otros, a Lafo sobre el tema), como Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales, en completo descrédito popular y oficial en Alemania.

Por otro lado, Lafontaine había anunciado a los cuatro vientos su propósito de entrevistarse con el convaleciente Máximo Líder, a quien considera su amigo personal. En efecto, Fidel lo había recibido durante su primera visita a la Isla en noviembre de 1988. A la sazón Lafontaine no era más que primer ministro de la pequeña región del Sarre. Al final, se verá el seguro porqué de la frialdad oficial con el huésped alemán.

Hoy, en cambio, tras su aparatosa ruptura con el SPD (socialdemocracia), Lafontaine encabeza junto con Lothar Bisky, ex dirigente comunista de la extinta RDA, la cuarta fuerza electoral de la Alemania reunificada: La Izquierda (Die Linke, pinche ahí para oír nueva versión de la Internacional en el Congreso fundacional y echarle un vistazo al stand de "Cuba Sí"), integrada por el Partido del Socialismo Democrático (PDS), heredero del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, más conocido en Cuba pos su sigla española PSUA) y Alternativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social (WASG).

El PDS cuenta con un considerable potencial electoral en Alemania Oriental, mientras que WASG es un desprendimiento minoritario del SPD en la antigua RFA. “... el corazón aun no cotizará en bolsa, pero si ocupa un lugar: late a la izquierda", consignó este histrión populista alemán, inasequible al papelazo, en sus memorias (El corazón late a la izquierda, Verlag Ekon, 1999; edit. esp. Paidos, 2000), publicadas a raíz de su sorpresiva renuncia a la jefatura del SPD y la cartera de Hacienda bajo el primer mandato del socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005).

En 24 de junio de 2005, aprovechando la impopularidad del paquete de reformas moderadas del canciller federal conocido como Agenda 2010 y Harz IV, el renegado Lafontaine dio un golpe de gran efecto político, letal para las aspiraciones del SPD en las parlamentarias adelantadas de ese mismo año: entregó el carné y, escudándose en el mencionado lema sentimentaloide, anunció la creación de un partido socialdemócrata de izquierda junto con los tránsfugas del ala zurda del descalabrado SPD.

Fue y sigue siendo acusado de cambiacasacas para sus ex compañeros de la dirección del partido. Franz Müntefering (SPD), vicecanciller y ministro federal del Trabajo al influyente semanario Bild am Sonntag: "Lafontaine traicionó al partido y al ideario de izquierda, soc
ialdemócrata. Lo digo así, tajante. Es un populista, la mayor Ego Sociedad Anónima [tipo de empresas unipersonales creadas por Schröder] de nuestra República. De manera que no existe ninguna posibilidad de debate serio con él. Menos aún de colaboración".

Una verdad como una pirámide del viejo "Münte", habida cuenta de que en 1989 el propio Lafontaine había llevado la voz cantante en la elaboración de un nuevo programa del SPD orientado a la economía de mercado libre, o sea, ni siquiera a la economía de mercado social , que es la variante que dice preferir ahora.

En 1990 sufre un atentado grave: una enajenada mental lo acuchilla durante un mitin electoral del SPD aquí en Colonia. Sorprendentemente, una década más tarde el apóstata
del Sarre rompe un segundo tabú para la socialdemocracia germanooccidental al gestionar una primera alianza con los poscomunistas del PDS.

Entre la espada y la pared por el descontento popular y la falta de consenso en el partido, el canciller federal Gerhard Schröder, opta por una apuesta temeraria: someterse a una automoción de censura en el Bundestag (Cámara Baja). Como era de esperar, la perdió, viéndose obligado a cumplir su promesa de adelantar los comicios del 2006.

La debacle: debilitado por la escisió
n, el tándem rojiverde Gerhard Schröder-Joseph Fischer llevó la peor parte frente a la candidata de CDU/CSU (democracia Cristiana) Angela Merkel. (Del tiro "Joschka", como le dicen a Fischer, dejó en la estacada a sus compañeros de Alianza 90/Los Verdes y ejerce hoy como profesor invitado en la Princeton University, EUA.)

En cambio, el nuevo Linkspartei o Partido de la Izquierda (PDS-
WASG, no confundir con Die Linke, La Izquierda actual). liderado por Lafontaine y el erredeano Gregor Gysi, debutó con 54 escaños en el Bundestag, pasando a ser cuarta fuerza política, por detrás de CDU/CSU (226), SPD (222) y FDP (liberales, 61); y por delante de Alianza 90/Los Verdes (51). Si bien la aritmética electoral arrojaba una cómoda mayoría SDP-Linkspartei Partei en el Bundestag, los despechados jerarcas socialdemócratas prefirieron hacer causa común con sus rivales tradicionales democratacristianos para formar la tercera Gran Coalición de posguerra.

Cierto, hasta poco antes del congreso fundacional las encuestas situaban a agrupación izquierdista en tercer lugar, por delante de los liberales de Guido Westerwelle. Pero ya en este segundo aniversario de la Gran Coalición puede decirse que se han cumplido a plenitud los pronósticos del Abicú en "¿Quién le teme a Angie I y II?" (Encuentro en la Red): Angela Merkel es hoy la jefa indiscutible de Alemania e incluso de la Unión Europea en su conjunto, superando de calle al eléctrico Nicolas Sarkozy, quien ha dado zancadas de siete leguas en poco tiempo para enviar al museo de la historia al gaullismo (en parte) y al viscoso imaginario del Mayo del 68 francés (por completo o casi), apostando fuerte por la alianza transatlántica. Pero hasta más ver sigue siendo un debutante en el Palacio del Elíseo.

Además, la economía alemana recién ha dejado atrás las cifras en rojo y, por primera vez en largo rato, registra un discreto superávit macroeconómico, acoplado a un lento pero sostenido descenso del paro. Por si fuera poco, el gobierno rojinegro ha logrado limar asperezas internas y hasta la caída libre del SPD, provocada por el pacto con los democratacristianos, toca a su fin. Aún es temprano para hacer vaticinios. No obstante, todas las agujas apuntan a que en las elecciones de agosto de 2009 triunfaría fácilmente la actual Gran Coalición.

Müntefering, de quien hay que subrayar el hecho de que cuadra de lo más bien la caja con Angie, descarta de antemano cualquier arreglo con el apóstata y sus eufóricas huestes neoprogresistas, caracterizadas por el resto de las facciones políticas germanas como una olla podrida rebosante de nostálgicos de la RDA, poscomunistas, trotskistas, estalinianos, tercermundistas, antioccidentales, antiamericanos, globalofóbicos y ecologetas.

Tanto se ha despejado el camino de la Gran Coalición que en fecha reciente el politólogo Bernhard Wessels, de la Universidad Libre de Berlín, resumió en una entrevista concedida a Der Spiegel-Online el tradicional temor de los expertos a un nuevo matrimonio de conveniencia a largo plazo entre los dos grandes partidos en los siguientes términos: “Es una vergüenza, porque las grandes coaliciones no son buenas para la escena política. Hace falta la rivalidad entre los dos grandes partidos para mantener viva la política”.

La verdad es que sólo una mayoría parlamentaria sólida, con suficiente quórum para aprobar y rechazar proyectos de ley, como es el caso de la Gran Coalición, puede obrar el milagro de sacar a la economía alemana de su largo letargo. Habiendo cesado la erosión marginal de la CDU/CSU y el SPD, a los partidos tampones apenas les queda el recurso al pataleo o, como le ocurre a La Izquierda, que busca desesperadamente oxígeno ideológico en la quimera del "socialismo del siglo XXI" (a los ojos del Abicú no otra cosa que el canto de cisne del marxismo en los albores del tercer milenio). O tal vez más bien de los petrodólares de Hugo Chávez, a quien Lafo no pierde ocasión de ensalzar en público. Pero, ¿quién es realmente Oskar Lafontaine?

Para hacerse una idea, basta con echarle un vistazo al dossier verbal de sus donde-dije-digo-digo-Diego que le han abierto sus compatriotas en el curso de la última década. Nada mejor para ello que cotejar citas de sus discursos y escritos pertenecientes a las dos fases de su exitosa pero contradictoria carrera. Leamos, pues, lo que dijo de 1988 a 1998 y de 1999 a 2007:

Lafontaine 1988-1998

La verdadera solidaridad se siente hacia todas las personas o no se siente en absoluto.

Si las empresas privad
as son capaces de realizar las tareas sociales mejor y de manera más rentable, entonces los ciudadanos tienen derecho a que escojamos la mejor solución para ellos, o sea, la privatización.

Para asegurar los puestos de trabajo existentes y crear nuevos, es preciso reducir a la vez el costo social de la mano de obra.


Frente a expectativas de vida en constante aumento, no podemos reaccionar con períodos de vida laboral cada vez más cortos.

La promesas no realistas no ayudan a nada. Lo digo en relación con algunos partidos competidores. [...] Con exigencias lo más radicales posible se pueden emborronar papeles y, a lo mejor, hasta captar mayorías en congresos del partido. Pero las resoluciones de congresos del partido no resuelven problemas reales.

El PDS es populista y a menudo antioccidental. Existen, por ejemplo, dudas fundadas respecto a la confiabilidad del PDS en política exterior. Basta con recordar su oposición la expansión oriental de la OTAN y al euro. Ya de por sí, eso veta cualquier forma de colaboración con el PDS a nivel federal. La comunidad internacional debe poder confiar en la previsibilidad de Alemania en política exterior.

El PDS se concentra plenamente en el ataque a la socialdemocracia. Con ello se coloca dentro de la tradición del extinto comunismo alemán. Por eso debemos explicar el contenido del programa y la política del PDS. Nuestro objetivo es ganarnos a los electores y electoras del PDS.


Lafontaine 1999-2007

Los nazis no eran xenófobos sino, en pri
mer lugar, racistas, ya que empleaban a extranjeros en el Imperio Alemán.

El Estado debe proteger a sus ciudadanos. Es su deber impedir que cabezas de familia se queden cesantes debido a que trabajadore
s inmigrantes con salarios bajos les quitan los puestos de trabajo.

CDU/CSU es la patrona protectora de los expatriados (alemanes étnicos de Europa Oriental) (...) Entretanto, las tres cuartas partes de ellos ya no poseen raíces [germánicas] ni conocimiento de la lengua. Cobran subsidios de las cajas sociales. Jóvenes expatriados forman pandillas y comenten delitos.

Los ricos no se perjudican con los inmigrantes. Son más bien beneficiarios de la inmigración, porque así pueden contratar mano de obra más barata.

Aboga
[SDP] por salarios más bajos. Y por el desmontaje social, que llaman Harz IV. Además de eso, apoya guerras violadoras del derecho de autodeterminación, como en Afganistán. De ahí que se haya hecho imprescindible fundar un nuevo partido que defendiese aumentos de salarios y pensiones adecuados.

En el último debate presupuestario
FDP, Verdes, CDU y SPD ["charlatanes", "piara de cerdos", llamó en marzo de 2006 a todos los diputados del Bundestag, excepto los de su Partido de Izquierda] se sobrepujaron unos a otros. Como monos amaestrados se encaramaban al podio y repetían: "Si, debemos reducir los costos sociales". Bien, voy a traducir el concepto de costos sociales: Significa dinero para jubilados, enfermos, desempleados...

Colegas, pónganse a la vanguardia del movimiento reformista y rómpanle el hocico a todo el que pretenda exigirles lo que él mismo no aguantaría. Los partidarios de las reformas son la plaga de Alemania.

El alargamiento de la vida laboral equivale a una reducción de pensiones por decreto.

He leído el programa del PDS y puedo firmar cada frase.

No hay que continuar privatizando instituciones públicas. Al contrario, lo que debemos hacer es elevar al nivel europeo las cuotas fiscales y de venta en Alemania. Harz IV debe cesar. Equivale a pobreza por decreto.

La forma actual de la globalización conduce a gran sufrimiento y gran miseria.

EUA (...) pretende imponerle a este país ciertos conceptos políticos, y estabilizar a un gobierno que toma decisiones en interés de ellos.

Queremos participar en la construcción del socialismo del siglo XXI y apoyamos los proyectos socialistas en Sudamérica. ¡Nos dan fe en Europa y en el mundo entero!


Prevalece el craso error de que en los países industrializados occidentales los medios de difusión son democráticos. Pero están en manos de la economía.

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Si el lector albergaba aún alguna duda, supongo que la última cita, extraída del discurso de Lafontaine en el congreso fundacional de La Izquierda (Berlín, 06-2007; piche ahí para ver videoclip y, si tiene buen oído, opinar sobre el fondo musical), se las habrá despejado. Dato adicional a favor de la sobriedad: los delegados --algunos de los cuales, como se aprecia al final del vídeo de You Tube, lucían pulóveres con la efigie del Che-- aplaudieon a sus camaradas invitados del PCC.)

No contento con abogar por el esperpento del socialismo del siglo XXI al gusto de la neobeatería laica pñosmoderna, elogiar la nacionalización de las industrias de petróleo y gas en Venezuela y Bolivia cual ejemplo digno de imitar en el Primer Mundo, y justificar el cierre de Radio Caracas Televisión (“Chávez no cerró ninguna televisora; sencillamente, no prorrogó una concesión”.), Lafo proclamó urbe et orbi la finalidad estratégica de la nueva agrupación: convertir a la República Federal en un “estado del socialismo democrático”.


Pero del dicho al hecho va un largo trecho. Contra los malos augurios, la Gran Coalición se consolida en el poder y la economía alemana empieza a remontar la pendiente. Merma el índice de paro. Bajo la mano dura pero flexible de Angela Merkel, --por quien, según todos los surveys, votaría a mitad de mandato más del 75 por ciento del electorado--, se ha impuesto en Alemania una saludable mentalidad pragmática, favorecida por el triunfo de Sarkozy en Francia y el reforzamiento de los lazos transatlánticos con Estados Unidos.

Para más inri, los alemanes empiezan a percatarse de la afinidad ideológica de Lafontaine con los neonazis. Ni sin razón, pues nadie menos que Jürgen W. Gansel, miembro de la presidencia federal del Partido Nacional de Alemania (NPD, neonazis), ve la única diferencia entre su partido y La Izquierda en detalles insignificantes (no así para los opositores cubanos, desde luego) como el voto de los eurodiputados del PDS André Brie, Gabi Zimmer y Helmuth Markov a favor de una resolución de la Eurocámara reclamando el “respeto irrestricto a las libertades básicas y, en particular, a la libertad de opinión y reunión” en nuestra Isla.


Hasta un Lothar Bisky, copresidente de La Izquierda, se distanció del bocazas del Sarre al confesar en entrevista con Bild am Sonntag su desacuerdo con las loas a Hugo Chávez y Fidel Castro: "Como socialista estoy contra toda restricción de la libertad de prensa, porque es un bien valioso...". En cuanto al ataque de Lafontaine a los trabajadores inmigrantes, en lo que se interpretó como un gruñido de advertencia, Bisky se limitó a comentar: "Eso lo dijo él una sola vez. No volverá hacerlo".


En su artículo “Pataleo en la trampa de los derechos humanos”, el neofascista Gansel concluye: "Mientras animalitos de peluche rojo de la calaña de un Brie, una Zimmer y un Harkov no acaben de descubrir la esencia de la ideología americana de los derechos humanos y caigan en la trampa de esa estrategia moralmente enmascarada del imperialismo , seguirán siendo dóciles aliados de los globalistas, grotescamente además en nombre de la felicidad humana".

Y lo que sigue no tiene desperdicio en boca de un epígono del difunto Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich: "Seamos al menos nosotros los nacionalistas solidarios con Venezuela, Irán e in
cluso Cuba, y luchemos por su derecho a la integridad de sus estatados nacionales. Todo lo que debilita a los globalistas estadounidenses, fortalece a Europa y a su conciencia étnica".

Por tanto, la coincidencia programática entre La Izquierda y el NDP, debida en parte al afán de Lafontaine por robarles votos a la extrema derecha, es casi total. Tan sólo la esporádica defensa de los derechos humanos permite a veces, como en el caso de la moción anticastrista en la Eurocámara, distinguir la retórica de unos y otros.

Pero justamente los derechos humanos son el talón de Aquiles de Oskar Lafonaite, ese flautista de Hamelin tedesco de visita en la Isla de la Ciguaraya: excepto el NDP y los halcones de La Izquierda, todo el espectro político alemán le ha exigido abogar en La Habana no sólo por el respeto a los derechos del hombre sino también, poniéndosela de pico, por la liberación de los presos políticos. No faltaron quienes fueran más lejos y le sugieran al futuro viajero reunirse también con los líderes disidentes.

Peticiones ilusorias a un Palacio de la Revolución donde el horno no está ni siquiera para galletas de la envergadura de Hillary Clinton y Barak Obama, aspirantes demócratas a la Casa Blanca tan pronto como en 2008. Varias fuentes citan a Lafo diciendo antes del vuelo que tenía previsto entrevistarse también con el propio Fidel en persona --cuando ya hacía meses que el Magno Paciente no le daba audiencia ni a Hugo Chávez, que es mucho decir-- , y el Verteidungsminister (ministro de Defensa), o sea Raúl Castro, a quien, ortodoxo como es, maldita sea la gracia que le hacen tales infantes de izquierda".

De ahí, salvo por la mencionada nota, el extraño mutismo del Granma, Juventud Rebelde, Cubavisión y el resto de los medios de difusión oficiales, que ni por guardar las apariencias diplomáticas se han dignado publicar imágenes del recibimiento en el aeropuerto de Rancho Boyeros. Brilla igual por su ausencia --¿o será que el Abicú no ha sabido encontrarla?-- cualquier cobertura al respecto en los diarios y noticieros de radio y TV alemanes. Pero tal vez, pro forma, aquí o allá televisen la despedida o den a conocer al menos una dos entrevistas potables del huésped con sus anfitriones de segundo rango. Esperen sentados.

Tal como van las cosas, esta visita a La Habana --decidida por Lafontaine hace apenas unas semanas a guisa de consuelo al verse obligado por la ira de los suyos a desairar a los obsequiosos ayatolás, que lo habían invitado a Teheran-- pudiera marcar la primera pifia extranjera de La Izquierda.

Con algo de suerte para sus detractores, entre los que figura a mucha honra este servidor, bien pudiera marcar también el punto de declive de la buena estrella de Lafo en su ya viejo rol de apóstata de la socialdemocracia tedesca.
Quizás, víctima de su demagógica incontinencia, se haya embromado en serio esta vez. Porque Dios los criará pero el Diablo no siempre consigue juntarlos, y un chapuzón en Varadero difícilmente valga un chasco tan escandaloso.

En casa le espera el choteo teutón a este socialista de la llamada "izquierda caviar" (gracias a la herencia de su actual media naranja, Lafo es millonario y mora en palaciega mansión). De hecho, ya antes del despegue algunos blogueros liberales lo han cogido para el trajín: “Contra el vuelo de ida no tengo la menor objeción”, escribe uno con envidiable ironía. Otro aún más ocurrente se mofa de él con la frase más adecuada para dar por felizmente clausurado este artículo. Vacílela Usted, amable lector: “Ojala se embulle y se quede por allá por tiempo indefinido como... nuestro hombre en La Habana”. ¡Genial!

Tuesday 28 August 2007

Cuatro breves de Yoani Sánchez

O las virtudes del sano cinismo

Por Jorge A. Pomar (Introducción), Colonia


[Yoani Sánchez (1975)
Licenciada en Filología. Reside en La Habana
y combina su pasión por la informática

con su trabajo en la Revista Digital
Consenso.
E-Mail: yoanisanchez@desdecuba.com]



Introducción

Decididamente, esta chica cae bien, convence al lector. Y es que Yoani S
ánchez aúna en sus breves textos delicadeza, perspicacia, sentido común y del humor, ironía y un coraje cívico en escaso entre las tan homenajeadas generaciones intelectuales precedentes, en especial, la de los años 50, corresponsable, salvo honrosas excepciones que por una razón u otra jamás comulgaron con el nuevo régimen o rompieron con él de manera inequívoca en algún momento posterior.

En la presentación de su blog Generación Y, que con mil y una vicisitudes mantiene al día desde La Habana, define en estos términos a la generación de los hijos d
e quienes, en los umbrales de la adolescencia en 1959, frisamos hoy la sesentena:

Generación Y es un Blog inspirado en gente como yo, con nombres que comienzan o contienen una “y griega”. Nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escu
elas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración. Así que invito espacialmente a Yanisleidi, Yoandri, Yusimí, Yuniesky y otros que arrastran sus "y griegas" a que me lean y me escriban.

Bello. Hay una cierta nota irónica, un desafío discernible en la descripción de su generación, que identifico, desde el punto de vista culinario, como “generación de la pizza, el espagueti , el arroz de fideo, las hamburguesas McCastro, el preuniversitario en el campo, etc.”. La misma que, atendiendo al retrato colectivo, ha sido acertadamente definida en clave epocal como la del “generación del cinismo".

Desde luego, cualquier clasificación generacional en bloque tiene más de errática abstracción que de realidad palpable. Lo que no se puede negar es el hecho de que, a más tardar a partir del fiasco de la “Zafra de los Diez Millones” en 1970, y con absoluta seguridad a raíz del éxodo del Mariel en 1980, termina la fase “romántica” del castrismo, la revolución misma junto con todas sus expectativas populares

En todo caso, al cerrar en negativo al final del decenio 1970-1980 el ciclo “revolucionario” --las comillas cuestionan adjetivos-- abierto en enero de 1959, en lo adelante sólo les quedaron a los insulares unas seis actitudes posibles: fanatismo, oportunismo, obsecuencia, seu
doapoliticismo, cinismo y disidencia.

Con independencia de la imagen que puedan tener de sí mismos en su fuero interno, por su conducta la inmensa mayoría de los insulares, y aun de los emigrados, entra de lleno en las cuatros categorías situadas entre los polos contrapuestos fanatismo-disidencia, claramente minoritarios. El régimen sobrevive, pues, más bien por inercia.

Histórica e intelectualmente, la “Generación Y” tuvo su bautizo de fuego en la década de los 80 cuando, reflejo del desenca
nto masivo de la población y de la juventud en particular, eclosiona en literatura y artes plásticas un vasto movimiento crítico que cuestiona el imaginario paterno asumiendo casi siempre ese talante cínico que Yoani resume aquí en la concluyente, granítica pregunta: “¿Tanto sacrificio para esto?”

Con el tiempo, muchos de aquellos jóvenes creadores contestatarios sucumbirían a la fatal secuencia protesta-asimilación inaugurada por los cantautores rebeldes de con Silvio y Pablo como personajes galeones, trocando su bien ganado prestigio por prebendas de la “nueva política cultural”, enrocándose definitivamente en el esquema del cinismo acomodaticio, arribista.

No así Yoani quien, además de haberse ido y vuelto sin descafeinarse, cultiva la variante sana, afirmativa, del cinismo. Ni siquiera hay amargura en sus textos, a pesar de la odisea que tiene tras si, del órdago diario que presupone existir a corazón abierto en el “universo concentracionario castrista” (Cabrera Infante). Lo dicho: son las virtudes, el rendimiento intelectual superior del cinismo sano, bien entendido. Otros de su generación han perdido impulso, cuando no se les ha secado del todo esa ambigua, peligrosa fuente de inspiración.


“Vine y me quedé" conmueve sin mover a una compasión que la autora está lejos de pedirle a nadie. La lapidaria frase, emparentada de algún modo con el cesáreo vini vidi vici ("Vine, vi y vencí") denota orgullo, terquedad, el desafío impávido del que regresó sobre el escudo, a sabiendas de que nada había cambiado. Pero, con la loca esperanza y el empeño personal en el cambio como horizonte, nunca da su brazo a torcer.

Con constancia y coherencia, sin incurrir en la malhadada manía criolla del faroleo. Pues, además de no cojear de esa pata, saben por frecuente experiencia ajena que, si algo de realmente admirable tiene el castrismo, es la inexorabilidad con que les apaga el farol a los farsantes del patio.


"Los lemas de la inacción" es un título que no requiere comentarios. Yoani constata aquí una verdad perogrullesca: disentir en la Isla conlleva asumir de antemano el Ego vox clamantis in deserto, la certeza de estar predicando en el desierto. Para seguir con los símiles arcaicos, se me antoja que, con "Metáfora de esto
s tiempos", Yoani le aplica a la era castrista el criterio ultimativo, inapelable, de la arqueología.

En efecto, si dejamos volar la fantasía e imaginamos --pongo los dedos en cruz-- que ahora mismo un terrible terremoto arrasa La Habana y dentro de, pongamos 300 años, un equipo de arqueólogos est
udiase las ruinas, llegaría forzosamente a la conclusión de que su último medio siglo fue un período muerto para el arte arquitectónico que apenas aportó a la otrora hermosa "ciudad de las columnas" otra cosa que precarios edificios prefabricados de pésimo gusto y peor hechura.

Por último, "Pocas canas, muchos sueños" nos da la clave principal del origen de la fuerza de voluntad que, bajo semejantes condiciones de acoso y aislamiento, mantiene en pie de lucha a esta singular pareja de disidentes: un amor que ha resistido la prueba del tiempo y el ostracismo social. Conditio sine qua non para enfrentarse al castrismo por tiempo indefinido dentro de la Isla.

Dada la jocosidad subyacente en estos cuatro textos recientes salidos de su teclado, no desentonan para nada en esta serie chistográfica del Abicú ideada para ayudar a los cubanos a no comerse las uñas apelando al sentido del humor durante esta magna espera que tanto a tantos desespera. Sin más, los dejo a solas con Yoani.

El Abicú

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Vine y me quedé

Por estos días hace tres años que hice mis maletas en Zürich y junto a mi hijo --por aquel entonces de 8 años-- decidí regresar a quedarme en mi país. Hasta ahí puede parecer una simple historia del regreso de un emigrante a su terruño, sino fuera por el detalle de que ambos teníamos salida definitiva. No voy a explicar lo que encierra ese retorcido concepto que empieza a cumplirse una vez pasados los 11 meses de estancia en el exterior, pues todos --los de adentro y los de afuera-- lo conocemos muy bien.

Una vez tomada la decisión de virar la isla, compramos boletos de ida y vuelta, enviamos nuestros pasaportes al consulado en Berna, para que nos colocaran el recién estrenado sellito de la habilitación del pasaporte, y tomamos el avión con escala en París.

En el aeropuerto cubano las consabidas preguntas del motivo del viaje, a las que mi hijo y yo contestamos con el aprendido guión de “venimos por dos semanas a visitar a la familia”. En los escasos 20 kilo
s de cada equipaje venían todas nuestras pertenencias personales, cuidando que ninguna delatara que se trataba de un viaje sin retorno.

Pasaron las dos semanas incluidas en el boleto y de seguro nuestros nombres resonaron en los altavoces del aeropuerto José Martí, sin que llegáramos a ocupar nunca los asientos c
omprados. Comenzó entonces la búsqueda de información, para conocer los riesgos y posibles resultados del “arrebato de quedarnos”.

A todo el que le preguntaba si sabía de algún otro caso que me pudiera servir de guía para actuar, abría los ojos y me decía “tú estás loca”. Pues sí, de una locura inusual, poco vista, raramente documentada… pero delirio al fin.


Mis amigos creyeron que les hacía un chiste, mi mamá se negó a aceptar que ya su hija no vivía en la Suiza de la leche y el chocolate, y mis vecinos creyeron que regresaba de Mata Hari desde Europa. La clave me la dio alguien con quien me topé: “Lo único que tienes que hacer es romper tu pasaporte, sin pasaporte no pueden montarte obligada en el avión”. Con ese acto pude experimentar por unos meses lo que es estar indocumentado en el propio país.

Justo el 12 de agosto de 2004 me presenté en inmigración provincial para anunciar “Soy yo, aunque no tengo documentos que lo prueben y he venido a quedarme”. Tremenda sorpresa cuando me dijeron, pide el último en la cola de los “que regresan” y dile a la teniente Sarahí que te de el modelo para solicitar el carné de identidad. Así que encontré, de pronto, otros “locos” como yo, cada uno con su truculenta historia de retorno.

Un señor que regresaba de España con su esposa e hija, después de cinco años de vivir allá, me dijo: “No te preocupes, van a tratar de forzarte a irte pero tienes que negarte.
Lo más grave es que tengas que estar dos semanas detenida, pero la cárcel es aquí mismo y los colchones est
án de lo más buenos.

Respiré aliviada… al menos lo de dormir estaba garantizado. Me hicieron un expediente de “quedada”, me advirtieron que “nunca más volvería a salir del país” y me aclararon que iban a ser condescendientes porq
ue había un niño de por medio. No llegué a probar los famosos colchones, pues no podían incluir al menor de edad junto conmigo y tampoco dejarlo en la calle.

La clave, para que tod
o “caminara” más rápido la daba el hecho de que nunca había tenido propiedades --que hubieran sido confiscadas con mi salida-- (¿quién de la “Generación Y” tiene alguna propiedad en Cuba?) y que además contaba con la posibilidad de ser nuevamente acogida en el núcleo familiar de donde me había ido.

Cada semana debía presentarme en Inmigración para un control de rutina, así hasta que en octubre del mismo 2004, nos expidieron otra vez nuevos documentos de identidad. La cuota del racionamiento la tuvimos de vuelta a mediados de diciembre… ya todo estaba otra vez como antes.


No quiero con esta historia explicar lo que muchos todavía siguen calificando como un acto insensato, sino decirle a aquellos que alguna vez lo han pensado hacer, que es posible. No es tan irrealizable ni tan inusual como los enmarañados decretos y leyes migratorios quieren hacernos creer. Durante meses --desde Zürich-- navegué en Internet a la búsqueda de un testimonio que me dijera: “se puede”, sólo encontré palabras de extrañeza, suspicacia y negativa. Así que pensando en otros dementes como yo que están barajando la ide
a de arremeter y quedarse he escrito esta “crónica de un regreso.

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Los lemas de la inacción

Cada vez se escucha con más frecuencia aquello de “no cojas lucha” dicho a todo el que quiera plantar cara a lo que no le gusta. Las expresiones de “te va a dar un infarto”, “no le hagas caso” o “con eso no vas a lograr nada” parecen llevarse los primeros lugares en la fraseología po
pular. Un extendido llamado a la inacción, en nombre de una supuesta higiene mental --que no es tal-- se sigue adueñando del accionar de los cubanos.

Como un “bicho raro” parece el que se queja o demanda sus derechos, mientras detrás del silencio se esconde el temor a meterse en problemas. Escasea la solidaridad con el que protesta en una cola, pues el resto de los usuarios teme perder la posibilidad de comprar o adquirir el servicio que tanto tiempo les ha tomado.

Lo más irónico es que frecuentemente el mismo que te impide hacer algo, busca tu complicidad y tu silencio. Eso me pasó hace poco cuando intenté acceder a Internet desde un punto telefónico de ETECSA ubicado en la Calle Obispo y el custodio me dijo “Mami, tú sabes muy bien que no te puedo dejar. No te me pongas bravita pero esto es turistas”. La oportuna voz del conformismo apareció esta vez en boca de una señora que esperaba para pagar su factura telefónica: “Ay mi’ja no te metas en problemas que al final no vas a cambiar nada”.

Entre tantos llamados a “no alterarse”, los cubanos hemos llegado a pensar que la salud cardiaca y la exigencia de los derechos deben estar reñidas o que las isquemias cerebrales son el desenlace inevitable cuando uno demanda un buen servicio. Imagino unas enormes vallas advirtiendo en la carretera: “Criticar, exigir y demandar dañan su salud”.

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Metáfora de estos tiempos

Esta es la historia de un edificio --modelo yugosla
vo- que fue construido en los años 80 por ilusionados microbrigadistas. Estrenaron sus casas y con ellas un montón de nuevas experiencias que le cuelgan al hecho de tener un techo propio (muy pocos de la “Generación Y” hemos experimentado tal sensación). Aquellos constructores improvisados tuvieron que trabajar entre cuatro y siete años para tener su apartamento y posteriormente pagar una cuota, que al cabo de veinte años, les dio la posibilidad de un título de propiedad.

En este edificio que les cuento ya todos los jefes de núcleo son dueños de sus casas. Pasaron de los sueños del constructor --deseoso de habitar un espacio-- a las frustraciones del limitado dueño de una propiedad a medias. Lo que alguna vez fue un ejemplo del auge constructivo que se nos prometió, resulta ahora una ruina moderna; metáfora de la inmovilidad y declive de estos tiempos.

Desde hace cuatro años nadie ocupa la plaza de “encargado” ni de “limpia-pisos”, pues
el salario no resulta estimulante y los catorce pisos, con largos pasillos y escaleras, demandan demasiado trabajo para tan poco dinero. El ascensor sobrevive gracias a los conocimientos de algunos vecinos que en estos años se han visto en la disyuntiva de aprender algo de mecánica o subir por las escaleras. La bomba de agua, por su parte, también tiene su equipo de “bombólogos” que la reparan cada vez que falla. La autogestión logra que no se desmorone el edificio, pero no puede mantenerlo estable.

La cercanía a la Plaza de la Revolución la Revolución hace que este bloque de catorce pisos esté en “zona congelada”, de ahí que los apartamentos que se vacían van a parar a manos de mie
mbros de las FAR o del gobierno. Las rejas proliferan y algunos vecinos se turnan para limpiar los pasillos de sus pisos o los escasos metros frente a la puerta de sus casas. Las áreas sociales sufren de la indeferencia motivada por una forma de propiedad que no deja claro a quién pertenece. En teoría se trata de zonas comunes en manos de todos, pero en la realidad esta comunidad de 144 apartamentos no puede decidir qué hacer con ellas.

No se puede --por ejemplo-- abrir una necesaria cafetería para recaudar fondos que se inviertan en el propio edificio. También está vedada la posibilidad de acceder a un comercio mayorista donde adquirir los cientos de metros de tubería que son necesarios para paliar los abundantes salideros. Los vecinos deben esperar que el Instituto de la Vivienda destine fondos para su necesaria reparación.

Entrampados en un mecanismo vertical y burocrático los ilusos microbrigadistas de ayer ven que a su sueño se le cae el r
epello, se le oxidan las cabillas y se le destiñe la pintura. Sus hijos no arrastran la epopeya de la construcción y el montaje de las piezas prefabricadas, así que les resulta distante la “preocupación de los viejos”. Los más jóvenes se burlan cuando sus padres les cuentan las historias de la grúa o el andamio y concluyen, con el pragmatismo de esa edad: “¿Tanto sacrificio para esto?”


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Pocas canas, muchos sueños

Quiero hacerle un homenaje en este Blog al periodista Reinaldo Escobar, que recién ha estrenado sus 60 años. Unas envidiables seis décadas que en una vida normal darían material para cerca de doscientos años.

Trabajó como periodista, en los medios oficiales, hasta que en el año 1988 lo expulsaron de la profesión porque sus artículos “no se ajustaban con la línea editorial del periódico Juventud Rebelde. De ahí --y dando tumbos-- terminó como mecánico de ascensores para sobrevivir. Los tropiezos los tomó con la misma sabiduría que lo ha hecho consejero de muchos y padre adoptivo de cientos. Con su máxima de “esto nos pasa porque estamos vivos” ha esquivado el ostracismo, la calumnia, las frecuentes visitas y presiones de “los muchachos del aparato” y las sospechas de no pocos.


Macho, como lo llaman sus amigos, vio nacer en su propia casa a una generación de trovadores, en las ya míticas peñas de “Macho Rico” que se hacían los últimos viernes de cada mes en los años más duros del período especial. Sobre la mesa de la sala, un pomo con azúcar daba la bienvenida a todo el que --después de subir catorce pisos por las escaleras-- necesitara energías para cantar, leer o tocar su guitarra.


Con algo de Behique --que sus rasgos taínos confirman-- tiene la envidiable capacidad de poder explicar casi todo. Siempre presto a “meter la cuchareta” en cualquier proyecto, los jóvenes lo buscan para que les sugiera ideas más locas y atrevidas que las que ellos proponen. Reinaldo Escobar colecciona amigos, diccionarios y proyectos, nos recuerda a cada rato que lo importante “no es lo que te pasa, sino cómo lo tomas”.


Macho, con quien comparto mi vida y mis proyectos desde hace 14 años, es el ejemplo --doloroso para muchos-- de que se puede llegar con pocas canas y muchos sueños a los 60.