Friday, 30 January 2009

Secuestrador afroamericano refugiado en Cuba pide clemencia a Obama

William Potts, la excepción que confirma la regla

Por Jorge A. Pomar, Colonia

"En mi ingenuidad revolucionaria --declara William Potts a la entrevistadora-- realmente vine aquí buscando entrenamiento militar". Según le dijo a la reportera de CNN Shasta Darlington, bajo falsa amenaza de bombas, trasmitida vía intercomunicador desde su asiento sólo para impresionar al piloto, el 27 de marzo de 1984 desvió hacia La Habana un jet comercial de Piedmont Airlines en vuelo de Newark a Miami. [Foto: Potts en casa.]

Por fin en la Meca de sus románticos sueños, bajó la escalerilla del avión Infatuated with Cuba's communist way of life, o sea, con el pecho inflado de tanta ansiedad por conocer de cerca una "utopía social y racial que podría recrear en casa". Todavía hoy, debido a aquella temeraria aventura juvenil, pende su cabeza en la Florida sentencia de 20 años de cárcel por un delito de piratería aérea.

A la sazón, usaba el seudónimo de Lt. Spartacus ("Tte. Espartaco"),
a soldier of the Black Liberation Army. Sin embargo, ya en esa fecha alega haber estado lejos de considerarse a sí mismo "a marxist" o de militar en alguna violent sect: "Yo no soy un terrorista --acaba de escribirle al primer inquilino negro de la Casa Blanca--. Ni siquiera en el apogeo de mi idealismo sofomórico [mongólico] habría podido condonar ningún tipo de terrorismo". Baltimore Sun (18 de enero de 2009).


De donde se deduce que desde el principio Potts, que tiene ahora 52 años de edad y llegó a la Isla a los 27, no debía de encajar del todo en la imagen del
black panther como hace falta para ganarse la deferencia interesada y el correspondiente tratamiento de favor concedido a los revolucionarios en la Isla. (No existe un tratado de extradicción entre Estados Unidos y Cuba, donde el FBI tiene ubicados a 70 y tantos reos de delitos de sangre y estafa.) Pese a que en aquel secuestro aéreo de 1984 no hubo que lamentar víctimas y el joven protagonista negro no carga con ningún muerto en su conciencia, pasó sin transición de la cordial bienvenida en el aeropuerto a una jaula.

En el Combinado del Este, la tristemente célebre ergástula capitalina, estuvo alojado durante más de la mitad de sus 25 años en el Mar de la Felicidad Caribeña. En contraste, su "parametrada" paisana y correligionaria Asatta Shakur, fugitiva condenada a cadena perpetua por el asesinato de un policía en New Jersey en 1973.

Tránsfuga recalcitrante con razones de peso para no querer ver ni en pintura cualquier posible trueque de reos entre el Palacio de la Revolución y la White House, Asatta pidió asilo en Cuba un año antes del infeliz arribo de nuestro ingenuo secuestrador. A ella, a diferencia del número ocho hecho a Potts, el Máximo Líder en persona la declaró "verdadera prisionera de conciencia". Magnanimidad que le permitió gozar de entrada de todos los beneficios y garantías de impunidad, siempre en paradero desconocido.

Sin duda, ha de haber tenido sus roces fuertes también con la jefatura de los Panteras Negras en Estados Unidos. Al cabo de un cuarto de siglo en contacto vivo y participante con la cruda cotidianidad de los indígenas de a pie tanto en la cárcel como en la calle, el desencanto, la grisura existencial y la nostalgia exiliar le han llevado a escribirle una petición de clemencia a Obama.

Divorciado por segunda vez, su última media naranja le hizo la usual gracia de largarse del scruffy (mugriento) Havana apartment con casi todo el mobiliario, dejándole apenas la cama, una pila de libros y la computadora con el software), amén de dos hijas menores de 7 y 4 años de edad. [Foto: Poster de solidaridad con Asatta.]

Querido y apreciado por todo el barrio, reside en una de las ciudades dormitorios de edificios prefabricados construidas por el Estado en los suburbios habaneros. Allí, entre otras entradas, "resuelve" facilitándoles a sus vecinos acceso a la Red de Redes en un improvisado Café Internet que le deja al mes unos 110 dólares limpios de polvo y paja. Ingreso que, en medio de la penuria circundante, no está mal para los natives sons pero dista mucho del estándar en Harlem o el Bronx.

Por más que su caso no sea más que la clásica excepción que confirma la regla (el ex revolucionario violento que a la postre aprende la lección) el Abicú y yo no podemos menos que dejar constancia aquí de nuestra profunda empatía con este hombre, así como de nuestro deseo de que Obama comprenda su drama familiar y se apiade del más inocente y penitente de los felones yanquis en el "país de la siguaraya".

Desde luego, eso suponiendo que a su retorno a casa no se tope con la desagradable sorpresa de que el flamante Mesías de la progresía occidental haya avanzado más de la cuenta en su controversial empeño de subvertir el para tanto progre de dientes para fuera "abominable"
American way of life. Ojalá que no, porque sería ése el peor castigo infligible a este revolucionario desencantado. Y a la vez el mejor premio a la incorregible Asatta, que al fin podría cansarse de vivir bien en la Isla del Doctor Castro para irse a vivir mejor en una Yuma de encanto para Panteras Negras y otras alimañas del progreso posmoderno...

1 comment:

Anonymous said...

Excelente post-articulo, Abicu! Excelente. Me cuadra esa solidaridad con este pobre hombre que, pienso, ha pagado de mas por su error.

Un abrazo.