Thursday 23 April 2009

A vueltas con Criterio Alternativo y la Carta de los Diez III

Apogeo, interioridades alamareñas y juicio al autor de la Carta de los Diez

Por Jorge A. Pomar, Colonia

...Pero a la vanidad congénita se asocian en los más la verborrea y la deshonestidad innata. Hablan antes de haber pensado; e incluso cuando después notan que su afirmación es falsa y la razón no está de su parte, ha de parecer como si fuese al contrario. El interés por la verdad [...] cede ahora por completo al de la vanidad.
Arthur Schopenhauer,
El arte de tener razón

Si la memoria no me falla, entre la reunión que cierra la segunda parte de la serie y los dos pogromos de noviembre del 91 en la Zona 8 de Alamar media, a todo reventar, poco más de un mes. Lapso que marca el apogeo de Criterio Alternativo. Llegados a este punto, no huelga aclararle al lector ajeno a las interioridades del grupo que la aparente centralidad del Abicú en lo que va de recuento atañe más bien a su tarea de cronista indeseable. En la vida real, el rol protagónico correspondió a la poetisa, vórtice del acontecer y, por ende, poseedora de la única visión de conjunto.

Del cerebro de María Elena emanaban las decisiones e iniciativas transcendentes. Era ella quien, en su condición de jefa y fuente de inspiración, generaba, asignaba y coordinaba el trabajo de las distintas secciones operativas. Más aún, teniendo en cuenta que, a tenor de una norma cautelar tácitamente consensuada (para evitar filtraciones y proteger a los no directamente involucrados contra posibles consecuencias legales), se compartimentaban al máximo tanto la información como las misiones concretas.

Nadie, excepto ella misma, sabía más de la cuenta. Por ejemplo, habiendo redactado uno de los documentos, el Abicú intuía que la poetisa y Macurán se traían entre manos algún golpe de audacia para saludar el IV Congreso del PCC. Como de costumbre, optó por reprimir aquella curiosidad inútil y peligrosa. Gracias a esa precaución, luego no tendría que mentirle a su interrogador en Villa Marista al alegar ignorancia respecto a quién había deslizado aquellas proclamas apócrifas en las carpetas destinadas a cada delegado oficial a bordo del famoso tren del magno evento partidista.

En realidad, la pregunta inicial del capitán Durán Cobas ya le hizo caer en la cuenta de que debía de haber sido el discreto y eficaz Macurán (negro), único ferroviario del grupo. Pero lo que es saber, nada al respecto sabía el interrogado en concreto. No había sido "encerrado aquí abajo" --repuse cortes días después cuando mi amable (conmigo, repito, se portó el mes entero como sus colegas de la CIA) inquisidor me echó en cara la supuesta desinformación-- "para levantar falsos testimonios ni hacer de detective voluntario".

Durán Cobas se esconde hoy en Miami. Suponiendo que obre con honestidad, nadie mejor que él para contar algún día cuál fue la conducta real de cada reo en el "Todo el Mundo Canta" capitalino. Por lo demás, pocas incógnitas podía despejar el reo, excepto quizás el origen de aquellos volantes que intentaron hacerle tragar a la poetisa. Eran obra del ingenioso y diligente Gabriel Aguado Chávez (blanco).

Aguado pasaba las de Caín para imprimirlos en Alamar con un destartalado rodillo de esténcils. De distribuirlos clandestinamente se encargaban otros dos eficientes colaboradores de la poetisa: los mestizos Elvira Baró y Húbert Luis Matos. Aquí tampoco al Abicú le era difícil intuir la autoría de unos panfletos que le sirvieron para provocar aquella desigual trifulca al pie del balcón de la poetisa, pero de facto desconocía intencionalmente el
modus operandi.

Ahora bien, aunque toma de decisiones, contacto con las agencias de prensa extranjeras "acreditadas" (Reuter, AP,
El País, etc.) y poder de convocatoria incumbían mayormente a la poetisa, no es menos cierto que ella se mostraba invariablemente receptiva a las sugerencias de sus subordinados. En siendo razonables, rechazaba sólo aquellas merecedoras del sambenito de "boberías". Como tal clasificaban también a su entender, para gaudio del Abicú, los usuales despotriques contra Fidel Castro que, a manera de despojos de santería, solían hacer neófitos aparatosos cuyo entusiasmo subversivo se enfriaba por encanto con la primera tarea no verbal encomendada.

Su apartamento de Alamar, insistía la poetisa con sarcástica ironía, era "uno de los pocos sitios del país donde no se habla ni bien ni mal del Comandante. Aquí se viene a actuar". Otra "bobería" capaz de sacarla de quicio consistía en el hábito de ciertos esnobs (abreviatura del latín
sine nobilitate, o sea, "sin nobleza") de la disidencia adictos a pasarse "el santo día en el lleva y trae" por los salones más concurridos de la oposición en la capital. El día menos pensado, para alivio de las orejas del Abicú, se le subió de mala manera a la bella testa la belicosa Palas Atenea que llevaba dentro y puso fin de una vez por todas en Criterio Alternativo al doble vicio castrista de la catarsis puerta adentro y la doble cara puerta afuera.

Con una sentencia lapidaria e inapelable nos libró de quién sabe cuántas lenguas bífidas. Deslumbrante aquella destreza suya para pasar del azafrán al lirio, de la espontaneidad coloquial del verso lírico y el talante cautivador a la gélida racionalidad, la dureza de pico, el trallazo irónico-despectivo de ciertas criollas lorquianas. Todavía me hace sonreír, verbigracia, aquel súbito "¿Cuál es tu secreto?" espetado entre carantoñas a un Luque Escalona recién emergido de su larga huelga de "sólidos y líquidos" en las mazmorras de la policía técnica con unos estragos corporales bastante difíciles de constatar en su habitual anatomía de faquir.

La delicada autora de
Mientras espera el agua (1986), Afuera está Lloviendo (1987), Hija de Eva (1991) y El ángel agotado (1992), cuadernos cuya poética subversiva y originalidad metafórica alabé en Alamar, se revelaba a la vez como una consumada ciudadana dotada de coraje civil y virtudes de estadista. Aparcando palabra, imagen y mito, se había consagrado en alma y cuerpo al ejercicio del liderazgo político.

Adhería, pues, a la relectura del "compromiso intelectual" sartreano intelectual" hecha por Heberto Padilla. Con la loable diferencia de que, lejos de resignarse a quedar "fuera de juego", de aferrarse a la tabla de salvación de la literatura y/o el exilio, María Elena osaba agarrar por los cuernos al Minotauro castrista al interior del laberinto insular, donde no hay escape. Al renunciar a sendos futuros materialmente halagüeños pero espiritualmente mediatizados "en ambas orillas de la cultura cubana", quemaba literalmente las naves. Una vez reconocida como líder carismática de la oposición interna, desde el desafío de la Carta de los Diez no vaciló a la hora de subirle la parada al castrismo.

Colmo de los colmos en la Isla, ahora abandonaba el cepo elástico de los derechos humanos a la Carter para disputarte abiertamente al Comandante en Jefe nada menos que el favor de "nuestro pueblo" con una nueva audacia que estremeció de admiración a mi reaccionario Alter Ego. Tan sui generis fue el ucase emitido por la poetisa que sentó una pauta de coraje civil aún por superar a día de hoy: en lo sucesivo para ser reconocido como miembro pleno de Criterio Alternativo sería requisito indispensable proclamarse públicamente como tal en el barrio, la empresa o el centro de estudios, arriesgándose a las consabidas represalias.

Agallas que se gastaba aquella "guajirita del Laberinto". ¡Sombrero! "¿Sabes lo que estás exigiendo?", pregunté en Alamar a su conciencia. Y a la mía, inquietada por la reacción de los nuestros y, en caso de éxito por ese lado, la de las fuerzas represivas por el otro. Convincente la respuesta. Y es que el proselitismo, otra tarea crucial fuera de las escasas competencias del Abicú, debía su éxito a la fuerza de carácter, encanto personal, don de gentes de aquella fémina de aspecto frágil que, sin embargo, a cada rato desconcertaba a los demagogos con su inveterada manía de no dorarle píldoras a nadie, de madurar y poner en práctica acciones innovadoras de alto riesgo.

A más tardar, entre septiembre y noviembre del 91 el humilde apartamento en Alamar, casi todo el día de bote en bote, había devenido en cuartel general de una organización con centenares de miembros activos y millares de simpatizantes a lo largo y ancho de la Isla. La popularidad de Criterio Alternativo estaba en su cenit. Urgía ganar en calidad, evitar la doble amenaza de penetración y dilución en la "bobería" disidencial. ¿Cómo? Implantando un mínimo común liberal, para lo cual era preciso empezar por separar el grano de la paja, es decir, alentar a seguidores confiables a la hora de la verdad y desalentar a sicofantes y parlanchines.

Muchos, la mayoría quizás, no soportaron la ordalía, acogiéndose al estatus de simpatizantes pasivos o alejándose de aquel peligroso foco de irradiación subversiva. Quienes saltaron aquel listón olímpico pagaron enseguida un precio prohibitivo. Las represalias oficiales abarcaban desde el despido fulminante y cortes radicales de los medios de subsistencia o superación profesional hasta actos de repudio a nivel de Comité de Defensa de la Revolución (CDR) en el barrio, sin excluir el temible chantaje familiar.

Sin duda, nos echábamos sobre los hombros una responsabilidad aplastante. Pero, todo sumado, aquellos insólitos desenmascaramientos voluntarios resonaron en toda la capital, elevando el prestigio de María Elena Cruz Varela y Criterio Alternativo hasta cotas que, a lo sumo, igualarían Martha Beatriz Roque Cabello y la Asamblea Nacional para Promover la Sociedad Civil Cubana (APSC) con aquel sonado congreso del 20 de mayo de 2005, desertado en masa a última hora por agentes provocadores y mercaderes del disenso.

Detrás quedó un Criterio Alternativo más cohesionado, coherente e impermeable; igual, menos intelectualista y más en consonancia con la sensibilidad del hijo de la vecina, el grupo encabezado por la poetisa empezaba a conquistar a la plebe, al incrédulo "cubano de a pie", al populacho extraviado en la picaresca obsesiva del día a día bajo el castrismo, creciendo como la espuma. A la par con la hostilidad oficial, porque ya era obvio que en las altas esferas de la nomenclatura habían desenvainado la espada de Damocles...

Para hacerle justicia a la poetisa y levantarle el ánimo resaltando sus incuestionables méritos, objetivo principal de este desgreñado tercer capítulo de la serie, habría que añadir al constante asedio policial, a las penurias del socialismo tropical y a las complejidades inherentes al aprendizaje de un líder en tales circunstancias, los trastornos y discordias personales en que transcurrió su vida durante el verano del 91.

No me regodearé en esos pormenores más bien chismográficos (¿qué otra cosa son las biografías clásicas desde Plutarco y sus
Vidas paralelas?), insoslayables para todos los asiduos a su casa. Baste con decir que, no contento con haberle interpuesto una querella por la tutela del pequeño Arnold, su ex venezolano le disputaba el usufructo del apartamento. Malvivía los altibajos de sus amores de borrasca con Héctor David, voluntarioso joven "contra" el cual estaba casada a la sazón, de cuyas ansias de jugar un papel en el grupo desconfiaba por distintas razones.

Con todo, varias rayas más que corrientes en la vida de cualquier adulto con sangre en las venas, indudablemente esas cuitas representaban un formidable lastre, una permanente fuente de tensiones adicionales para el sistema nervioso central de una abeja reina criolla súbitamente erigida en Alma Mater del anticastrismo militante.

Consciente de los malestares individuales de la poetisa, puedo decir aquí con satisfacción que no sólo no albergué jamás pretensiones de suplantarla sino que, entonces como hoy, hice cuanto estuvo en mis manos por ayudarla a enfrentarse a sus dificultades personales (y a sus demonios interiores, que también los tiene). De hecho, pese a tener acceso a la prensa extranjera, concedí apenas dos o tres entrevistas. La primera de ellas, en casa de la poetisa, para recabar donaciones de alimentos a fin de paliar las hambrunas que hacía presagiar el Período Especial.

[Nota bene: A propósito, aunque tal vez con más corrección política, hablé entonces ante las cámaras con igual vehemencia que el personaje del vídeo de abajo. Nuestro primer imperativo subversivo es la supervivencia alimentaria de la plebe. El resto es corolario. Contra las imputaciones de alcoholismo esgrimidas por ciertos comentaristas culteranos en Penúltimos Días, como el irreverente roquero rebelde Gorki Águila ("No coma Usted esa pinga, Comandante"), ese otro "negro como Pomar" (Luque) acaba de hacer gala de un espíritu democrático, veracidad, lucidez y coraje civil que ya quisieran nuestros disidentes e intelectuales moderados de la Isla y la Diáspora. Así, como el niño inocente que grita a voz en cuello la desnudez del rey en la fábula, se imaginaban la poetisa y el Abicú al cubano de a pie ideal de Criterio Alternativo. Vulgar, elemental y plebeyo era el clamor de la Carta de los Diez. De caer preso por ese exabrupto político, ¿añadiría Elizardo Sánchez Santacruz su nombre al listado de prisioneros de conciencia de la CCDHRN? Temo que no.]



Por otra parte, polemista nato y practicante del
Nosce te ipsum a rajatabla, siempre me he sentido más a gusto en el disenso que en el consenso. Gracias al conocimiento de mí mismo, sabía que no era el más adecuado para mandar. Por eso, nunca le hice sombra ni coqueteé con la vana ilusión de erigirme en el poder detrás del trono. De hecho, ella bien sabe que me propuse ser uno de sus ángeles de la guardia. A saber porque, en razón de su fama y personalidad, a la poetisa le era dable lo inaccesible para un tipo tan poco diplomático como el que suscribe.

Jamás insistí siquiera en figurar junto a ella en ninguno de los cónclaves opositores. A lo sumo, la acompañaba hasta el lugar de la cita. Como la vez que, contrariando al Palacio de la Revolución, el presidente de Asturias decidió reunirse con los líderes de la oposición. La amenaza de arresto preventivo pendía sobre los invitados. En vista de ello, a petición de la poetisa, tracé un sencillo plan para burlar la vigilancia.

Junto con mi difunta esposa Gipsia Cáceres y yo, partiría a pie desde nuestra casa en Cayo Hueso (donde las vecinas la peinaron y rindieron la debida pleitesía), atravesando el Vedado, hasta las inmediaciones del cine Arenal en Miramar. A esa altura, bajaría hacia 5ta. Avenida en busca de la residencia donde aguardaba en hedor de clandestinaje el humanitario jefe de la taifa cantábrica. Calle desierta, nadie a la vista en el lugar de la cita. Misterio. Pero tan pronto toqué el timbre apareció un funcionario (conocido nuestro cuyo nombre no recuerdo), en cuyas manos quedó la poetisa mientras Gipsia y yo nos despedíamos.

Por cierto, aquellos sigilos diplomáticos me dieron mala espina, pero no quiero salirme del tema... Entre nosotros, afirmo con ahínco y placer retrospectivo, hasta el amargo final con espanto jamás hubo discordias, rencores ni desconfianzas. De la estricta norma de respeto a ella y a su familia que me impuse desde la primera visita son testigos su madre Lázara (con quien el Abicú congeniaba sin resquicios), su hermano Pascual, su ex Héctor David (cuya voluntad de cooperación y desvelos por la poetisa me inspiraban confianza) y sus hijos Mariela y Arnold, así como todos los miembros e intelectuales cercanos al grupo, los poetas Díaz Martínez y Raúl Rivero entre ellos.

La María Elena que conocí ya no gozaba en absoluto de la intimidad del hogar. Sin contar el dato de que sus conversaciones telefónicas eran monitoreadas por un agente que tenía el desparpajo de confesarle su tedio por esporádica falta de actividades que reportar al alto mando. Más que una vivienda, su modesto apartamento de Alamar era un ágora. Para más inri, de repente nos enteramos con asombro y enfado de que el sex appeal de la poetisa ejercía sobre, Fernando Velázquez Medina, su consejero áulico, la irresistible atracción del oscuro objeto del deseo...

[Juicio al redactor de la Carta de los Diez

Han trascurrido apenas unas semanas desde el truene de Luque Escalona, suceso en el que el Abicú debió jugar el papel de perro sangriento por invalidez afectiva de la poetisa y el periodista. De nuevo se recababa con urgencia su presencia en Alamar para zanjar un conflicto entre los fundadores del grupo originario.

Ya hemos visto parte de la estampa tripartita en el balcón acristalado de María Elena y sabemos que el propio infractor habría expulsado sin piedad a sus jueces por semejante desliz. ¿Qué otra desgracia había ocurrido en ausencia del Abicú? Agárrense fuerte: el padre de Fernando Velázquez (foto de al lado) había muerto unos días antes y la noticia se la había dado al hijo un pariente en el apartamento de la poetisa, a donde mi Alter Ego no solía hacer tertulias. De hecho, sólo iba cuando era estrictamente necesario o, como en el caso de marras, por algún motivo imprevisto se solicitaba su asistencia.

Conmovida, María Elena lo había consolado con un abrazo un tanto excesivamente efusivo y duradero. Gesto que ha de haber accionado unos resortes eróticos hasta ahora inconfesos en el huérfano. Recuerdo que no sólo asistimos todos al velorio en la funeraria de la calle "10 de Octubre" en Las Palmas sino que la corona con la cinta de Criterio Alternativo que le pusimos al difunto provocó un discreto revuelo alrededor de la capilla ardiente.


Hasta ahí todo dentro de los confines de la normalidad del obituario criollo. Pero hete aquí que de pronto me convocan a Alamar a la mayor brevedad posible. Total, que en el ínterin, confundiendo cariño fraternal con fuego uterino (alguna brasa de la pretendida ninfomanía de la hija de Eva se inflamó en su volátil cerebro moruno), el mulato del reparto Eléctrico, consorte de una periodista disidente del diario Juventud Rebelde simpatizante de Criterio Alternativo, le había declarado su amor a la jefa, casada contra el celoso y colérico Héctor David, a quien casi le doblaba la edad.


Hasta ahí todavía todo dentro de la procaz normalidad del morbo entre hembras y varones cubanos de distintas razas. La poetisa lo tocó con la punta de los senos debajo de la bata de casa y el moro no sólo se desordenó sino que, ante la gentil pero inapelable negativa de la fruta prohibida, perdió la chaveta al extremo de salir a recorrer salones disidentes de La Habana acusándola de hetaira (según confesión propia, usó un vocablo menos culto) y demás sambenitos uneacistas. Con la quijada de abajo colgando y el pecho sin aire, hube de guardarme los puños en los bolsillos para no estrellárselos en la cara a aquel reo arrepentido.

Me levanté de la silla y contemplé el descampado entre edificios prefabricados. A mis espaldas, silencio sepulcral, manos en el regazo, cuatro ojos tristes fijos en el piso y cabezas gachas. En la sala detrás de la puerta del balcón, un hervidero de gentes a las que días antes habíamos conminado a revelar públicamente su militancia opositora so pena de rebaja al estatus de simpatizantes.
Al volverme ya tenía la solución provisional del entuerto: Fernando merecía con creces la expulsión pero, habiendo defenestrado poco antes a Luque Escalona, no procedía hacer otro tanto con él. Por tanto, se mantendría oficialmente como dirigente sin derecho a voz ni voto hasta que se volviese a ganar el puesto o tomáramos otra decisión. Método de clara raigambre comunista que, sin embargo, tenía la virtud de dejar la ejecución de la salomónica medida disciplinaria a la obsecuencia de la propia ofendida...]

Una cadena de decepciones --recapitulo a fin de que el lector se percate del papel jugado por las flaquezas de la personalidad en este drama grupal--, cuyo segundo eslabón fue la famosa huelga de hambre de Luque Escalona (foto de al lado), que el ensayista decretó por su libre albedrío sin, en mi opinable interpretación, motivos de mayor fuerza que sobrepujar en fama a la promotora de la Carta de los Diez. Ya he hablado del asunto hasta la saciedad en posts anteriores. El primer efecto de Verfremdung (extrañamiento) en el grupo me lo había ya provocado el susodicho con una frase antológica, acuñada por su genialidad literaria para disipar las críticas a sus peligrosas fanfarronadas telefónicas por Radio Martí y otras emisoras de la capital del exilio: "Soy el jefe: se me acata o se me depone".

Sin comentarios. El tercer zarandeo brechtiano lo anoto también a su factura: desechó con absurda altivez la sugerencia abicueril de que, por su honor y vida, y nuestro equilibrio emocional, pusiera fin al ayuno de "líquidos y sólidos" por orden estricta de María Elena. Con el lamentable desenlace urbe y orbe divulgado a la sazón. Por fortuna, Luque Escalona no duraría mucho entre nosotros. Tras su controvertida expulsión, solicitó ayuda para perderse del Morro...

El cuarto efecto brechtiano de envergadura me lo proporcionó el autor de la Carta de los Diez (redactada en efecto al desgaire, por cierto). El mismo día que nos conocimos en Alamar se desinfló mi honesta admiración por su persona. Abrió una carpeta que llevaba consigo a perpetuidad debajo del brazo, extrajo un pliego del
Miami Herald, lo desdobló con mil primores y me mostró la página donde resaltaba un gran retrato suyo en colores encabezando la entrevista concedida al diario.

Días después haría otro tanto con dos sátiras manuscritas contra Fidel y Raúl. Ambas hilarantes y bien escritas, pero lo bastante subidas de tono como para que, metido en el lance en que andaba, amén de astillarle la dentadura, se pudriera en la cárcel. Haciendo de tripas corazón, le advertí sobre la inutilidad del riesgo a que se exponía con aquellas ofensas de lesa majestad. En vano...

De la cuarta Verfrendumg se encargó la poetisa. La Asociación Pro Arte Libre (APAL) se había afiliado días antes a Criterio Alternativo. Una tarde ella y yo teníamos concertada una cita a domicilio con uno de sus dos dirigentes, Gladys González, que vivía en una calle cuyo nombre no recuerdo entre Infanta y Belascoaín. Calculé mal el tiempo y llegué con un cuarto de hora de retraso, para tropezarme con un espectáculo insólito: María Elena sentada al pie a un altar de santería en el cuarto de los santos, donde la anfitriona le estaba "robando la cabeza".

Me desayuné ahí con la noticia de que era creyente practicante. Nada grave en sí. El rito del exorcismo yoruba era lo de menos; lo de más era que apenas conocíamos a esa señora y que, como todo el mundo sabe en Cuba, a imagen y semejanza de la curia católica, los sacerdotes yorubas suelen colaborar con la policía. ¡Alarma! Mi Alter Ego escudriñó de abajo arriba cada una de las repisas y recovecos de aquel altar barroco en busca del lente de una cámara oculta. Falsa alarma, al menos en apariencia.

No obstante, durante el camino de vuelta a Alamar recriminé por primera vez a la incauta poetisa. Nada contra sus creencias metafísicas; desde que tuvo uso de razón, el propio Abicú ha administrado las suyas a título de cuentapropista. Pero, si en lo sucesivo volvía a experimentar apremios espirituales, mejor decírselo a Lázara, su madre, a fin de que le buscara un babalao o santera fiable para menesteres metafísicos de herejes.

Existían razones para no entrar en semejantes intimidades con los miembros de la APAL. Por ejemplo, su fundador y líder Vladimir García Alderete, orgulloso sobreviviente a la friolera de siete huelgas de hambre y organizador de un homenaje público a José Martí en el Parque Central consistente en reunirse bajo los soportales del hotel Inglaterra y desfilar uno por uno para celebrar su natalicio y caída en combate depositando una flor en el pedestal del monumento.

Sin llamar la atención de los circunstantes, para no provocar a las autoridades. Aquello se me antojó irrisorio, una auténtica picuencia patriotera. "¿Acaso crees que 'el Apóstol' toma nota del simbólico homenaje?" El incidente que colmó la copa de la "bobería" mariaelénica, cortando de cuajo el amarre entre el esperpento apalista y Criterio Alternativo, daba ya pie a la suspicacia.

Ocurrió la tarde en que una Gladys desencajada se personó en Alamar pidiendo nuestra intervención para salvar del suicidio a su amado jefe. Encerrado a cal y llanto en su cuarto de Centro Habana, García Alderete, jabao cincuentón con esposa y prole, amenazaba con volarse la tapa de sesos. ¡Con un revólver! Cansada de ser la querida, su joven amante se había propuesto dejarlo y alguno de nosotros debía acudir a disuadirle a él y persuadirla a ella.

Sin comentarios. Por suerte, poco después del juicio al autor de la Carta de los Diez, el filo de la mencionada espada de Damocles cayó brutalmente sobre nuestras cabezas justo a tiempo para hacer obsoleta la dolorosa retirada voluntaria que el Abicú ya tenía in pectore. Cierto, admito sin ambages que, si por ventura Criterio Alternativo hubiese sobrevivido al invierno del 91, a buen seguro yo me habría dado de baja antes de los pogromos de noviembre en Alamar.

Efectivamente, desde el principio mi Alter Ego era un elemento extraño, un "infiltrado" cuya presencia al final estorbaba ya ruidosamente en el seno del grupo opositor. Lo cual se verá en el compendio anecdótico del remate, que es algo así como la descripción de una de una feria de vanidades e incluye el primer desencuentro grave (ya definitivo, si bien el Abicú aún lo ignoraba) con mi entrañable correligionaria.

El primer multitudinario acto de repudio, orquestado contra la poetisa, fue un auto de fe con todas las de la ley: la turba allanó el apartamento y bajó a la anfitriona (foto de abajo) a trancas y barrancas por la escalera. Luego, inmovilizada contra la carrocería de un auto frente al edificio, intentaron hacerle tragar volantes del grupo y, acto seguido, la cubrieron de improperios en presencia de Mariela y Arnold (un escolar a la sazón), sus dos hijos. A continuación, se la llevaron presa.

Cuando Macurán o Aguado (dos de los mejores hombres del grupo sin la menor duda) fueron a avisarme a casa de mi esposa Gipsia Cáceres de la Guardia en Cayo Hueso, ya la habían soltado, pero aún era presa del shock. En vista de ello, estimé conveniente darle tiempo a reponerse e ir a verla a la tarde siguiente para entrevistarla. En efecto, un día después lucía un tanto abatida pero ya estaba bastante mejor de ánimo.

Todo iba bien en la entrevista hasta el instante en que, notándole el desaliento, se me ocurrió la mala idea de decirle que aquello no era más que una de las pruebas de rotura previsible y había que seguir adelante. ¿Qué otra cosa cabía decirle? Reaccionó con un despecho que me dejó estupefacto:
"¡Deja que te pase a ti!" Tragué en seco antes de responderle con el debido aplomo: "Ya me pasará, María Elena, ya me pasará...". Abajo, dio la voz de alarma Héctor David desde el balcón, ya se impacientaba la turba...

Monday 20 April 2009

A vueltas con la Carta de los Diez y Criterio Alternativo II

El secretario ideológico se desencadena

Por tanto, verdad objetiva y validez de una frase son dos cosas diferentes en la aprobación de adversarios y oyentes... ¿A qué se debe eso? A la maldad natural del género humano... Nuestra innata vanidad, sumamente irritable en lo relativo al intelecto, no admite que lo planteado antes por nosotros acabe revelándose falso y cierto lo dicho por el adversario.
Arthur Schopenhauer, El arte de tener razón

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Cuanto el sagaz Luque se imagina es tan exacto como la elaborada insinuación que, entre queriendo y no queriendo, hace María Elena cuando deja entrever en "Carta de ajuste" esa ambigua coincidencia temporal entre nuestro primer cara a cara y el reforzamiento del dispositivo de vigilancia frente a su apartamento en Alamar.

La poetisa soslaya el dato de que el huésped no figuraba entre los diez firmantes originales. Olvida también que a la sazón ya la Carta llenaba titulares de la prensa occidental y centenares de afiliados a la UNEAC eran conminados a rubricar una Contracarta abierta pidiendo sangre. Tampoco aclara al lector las circunstancias en que el histriónico camarada "dejó sobre su humilde mesa el rojo emblema de su militancia" para exponerse a sabiendas al acoso oficial.

Lo cierto es que el Abicú se enteró del aquelarre en casa de Díaz Martínez. A sugerencia de su inolvidable esposa Ofelia Gronlier, mi ex colega y entrañable amiga, el poeta no vaciló un segundo en ponerme al corriente y exhortarme acudir al domicilio de la promotora para estampar mi --para el matrimonio-- nada sorprendente rúbrica marxista al pie de aquella cuartilla en llamas.

Pese a que el texto dejaba que desear, no puse pegas de ninguna clase. A la mañana siguiente, partía el Abicú de la calle San Lázaro a bordo de un ómnibus de la ruta 16 rumbo a la Zona 8 en Alamar, donde ya le esperaba la poetisa. Poner mi nombre debajo de algo más de una docena de firmas me costaría dos años de cárcel, dieciséis de ostracismo y va para diecinueve de calumnias, ninguneos y silencios dolosos. Sin contar, en virtud de esa "natural maldad del género humano" de que habla Schopenhauer en el exergo, la pérdida definitiva o el enfriamiento de la amistad de mis nuevos correligionarios de entonces.

[De cómo encarcelé a mis compañeros de causa

Penúltimo día de encierro preventivo en las asépticas mazmorras del antiguo convento de los Maristas en Santo Suárez. Ya los cuatro reos han sido condenados en segunda instancia a dos años de privación de libertad. El capitán Héctor Durán Cobas ordena a la guardia conducir al Abicú hasta el cubículo de interrogación. Dos sillas con una mesita de medio metro cuadrado de por medio. En una esquina del tablero una carpeta de nilón transparente conteniendo varias hojas verdes deja ver el águila providencial del visado alemán.

Tras el saludo de rigor, el oficial invita al reo a cumplir la promesa de estampar su firma al pie de una especie de declaración jurada donde debía dar fe de una visita con María Elena a la Embajada Española.
Traductor de profesión, el Abicú no la había rechazado de plano antes del primer juicio so pretexto de inexactitudes. Texto inocuo a primera vista. Al parecer, porque alguna razón tendrían para necesitar su firma. Así que ya desde entonces había resuelto no refrendarlo. Ahora, tan pronto lo tuvo delante, lo empujó delicadamente sin siquiera echarle un vistazo de vuelta al lado del interrogador.

Interrogador:
Léelo y verás [me tuteaba con una mezcla de afecto y vergüenza propia] que hice cada una de las correcciones que me pediste. Además, ya María Elena lo firmó...

Reo:
Disculpe. Usted y sus colegas cotejan lo declarado por los reclusos de nuestra Causa y adoptan sus estrategias. Yo no sé qué han dicho los demás. Pero en la celda dispongo de tiempo para cavilar. En cuanto a este documento el resultado de mis cavilaciones arrojó de entrada un veredicto negativo. Ya agoté el recurso de apelación y quiero empezar a cumplir
la condena. Además
, si ya firmó la jefa, ¿qué falta hace la firma del vice? Incluso si su respuesta me convenciera, tampoco firmaría. A propósito (señalando la carpeta a su lado), el juego visual con las visas alemanas sugiere que se trata de un asunto de suma importancia para el gobierno. Lo siento en el alma, por mí y por mis compañeros...

A la mañana siguiente viajábamos los tres a bordo de una furgoneta de la DSE rumbo a sendas prisiones entre Matanzas y Las Villas. Así fue cómo el negro Pomar despachó al liderazgo del grupo opositor al "universo concentracionario" castrista. Como ven, Luque Escalona estaba en lo cierto. Tanto más que el motivo del año de ñapa que nos echaron a los tres por difamación fue el calificativo de "amanuenses" endilgado en un panfleto por el Abicú a los diputados de la Asamblea Nacional de Focas.]

En realidad, los detractores de mi Alter Ego que osan atacar a plena luz del día se cuentan con los dedos de una mano y sobra el índice. Como en el caso de Luque, esa Bestia Blanca mía a la que al menos he de agradecer la sinceridad, los argumentos nunca van más allá de la invectiva sin otro fundamento que el compulsivo afán de usarme como chivo expiatorio de sus propios papelazos al meterse en camisa de once varas.

De hecho, no clasifican ni siquiera como argumentos
ad personae. Burdos o sutiles, esos esporádicos arranques de odio y/o despecho provienen de la disidencia culta. El gobierno y sus tapaderas exiliares, como la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana (AECC), decretaron la conjura del silencio. Una táctica cuyo éxito está de antemano garantizado por la complicidad de unos intereses creados dentro y fuera de la Isla por la Nueva Política Cultural del régimen.

Sus beneficiarios directos o indirectos no deben hablar de Pomar ni en bien ni en mal, so pena de regañina o excomunión. La paradoja es aquí sólo aparente. El insólito mutismo gubernamental obedece a una táctica diversionista opuesta a la habitualmente usada para, por ejemplo, legitimar a la presidencia de la AECC, mediante diatribas en
La Jiribilla y otros medios afines, que la presentan oportunamente ante la opinión pública como una entidad del exilio duro.

En mi caso, las autoridades prescinden también de la estratagema contraria, consistente en deslegitimar a funcionarios o literatos renegados echándoles en cara su pasado de comecandela castristas. O bien, en defecto de evidencias capciosas, orquestando contra el tránsfuga en cuestión una permanente campaña de descrédito moral. Es lo que hacen señaladamente con Zoé Valdés, una escritora demasiado exitosa e irreductible a quien no hay forma humana de ignorar y los testaferros anónimos de la AECC involucran en este debate.

¿Qué finalidad persigue ese sinfín de comentarios cloacales? Elemental, justificar el mutismo de los aludidos rebajando el debate a la categoría de chisme y cochambre. Con todo, como las cataloga Schopenhauer en
El arte de tener razón, esos sofismas figuraban ya en el arsenal retórico del nihilismo ateniense. A día de hoy, contra lo que suele pensarse, no han perdido ni una pizca de su vigencia y eficacia argumental. Igual que en las altas esferas de la nomenclatura castrista, florecen en el caldo de cultivo favorable de un movimiento disidente adscrito al "vale todo" al "no hagan olas".

[Firma de la Carta de los Diez

Apenas días después de firmar la carta, acudo a una segunda cita a domicilio con la poetisa dispuesto a dar bajo su mando el segundo paso, relanzando a Criterio Alternativo como un grupo opositor con todas las de la ley, entiéndase liberal sin más etiquetas. Entre otras cosas, quizás por mi condición de políglota, por la autoridad del recomendante (Díaz Martínez) y porque para informarse acerca de mi persona bastaba con darse una vuelta por el Palacio del Segundo Cabo en la Plaza de Marte o la sede de la UNEAC, previa consulta o no con Luque Escalona y Velázquez Medina, me considera idóneo para las relaciones diplomáticas.

Amén del más común de los sentidos, es dueña de un cáustico sentido del humor y se propone provocar, chocar de frente con el régimen con acciones al borde, romper la rutina cartereana de los derechos humanos para plantear el problema en términos de desafío al poder. Acepto el cargo con una condición: ni crucificada debía retractarse en televisión, como hiciera en fecha reciente Tania Díaz Castro (por cierto, resurgiría de sus cenizas como el Ave Fénix para convertirse en una de las voces más lúcidas y coherentes del periodismo alternativo, fuente de referencia obligatoria del Abicú en
Cubanet).

Había un segundo aspirante a la plaza: un entenado monosilábico de Elizardo Sánchez Santacruz cuya candidatura la poetisa descartó de plano como un torpe intento de penetración por parte del líder la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN). Quiere el azar concurrente que se trate del mismo que, según la poetisa en Carta de ajuste, le recomienda los servicios de mensajería de Francisco Aruca, actualmente el quintacolumnista más rastrero del castrismo en Miami, para sacar al extranjero la Carta de los Diez.

Con Elizardo, intuyo, nace la leyenda negra silente del Abicú.
Malas lenguas de la UNEAC me habían pintado un retrato repelente de María Elena: ninfomaníaca, arrogante, ávida de protagonismo... En balde, por un lado, me ganaron de antemano para su causa el criterio de Díaz Martínez, la calidad tropológica y autenticidad subjetiva de la poética contestataria inherente a dos poemarios suyos leídos de un tirón. Por el otro, la tal ninfomanía sonaba más bien a elogio y gaje del oficio a los oídos de un hombre escarmentado de hembras con yos líricos pero polígamo impenitente él mismo. Sin dejar de ser agresiva y voluntariosa, aquella María Elena del verano del 91 no presumía de heroína ni de víctima; tampoco se planteaba ningún dilema entre poesía y política.

En cuanto al binomio arrogancia-protagonismo, son defectos consustanciales a todo escritor y requisitos sin-los-cuales-no que en los estadistas se llaman voluntad de poder. (El mero hecho de que yo haya tecleado este texto y Usted se lo lea prueba nuestra común inmodestia intelectiva). Y una fortísima voluntad de poder era justo el rasgo que el Abicú percibía encantado en aquella soberbia, agalluda "guajirita del Laberinto".


Merced a su osadía, Criterio Alternativo pasó a ser de inmediato el reto liberal más serio al régimen durante aquel álgido verano del 91. ¿Cuál no sería, pues, mi asombro al colegir que, si no era de su cosecha, estaba muy bien inventado aquel elitista "Prefiero vivir como poeta a morir como política" con que trucidó de golpe y porrazo su gigantesca figura en el imaginario capitalino, provocando de paso la muerte súbita por estampida del Leviatán anticastrista incubado al calor de su coraje y entereza.]

Tabú de lavar los trapos sucios en el ágora que el Abicú se empeña en romper por la sencilla razón de que nada le queda por perder, excepto la autoestima que ahora . Además de no ser un intelectual famoso como Zoé, de haber sido --pese al "rojo emblema"-- un militante "conflictivo" en las filas del PCC igual que en las disidentes, razones anecdóticas que enseguida saldrán a relucir demostrarán al lector por qué, dada la abstinencia de sus opositores al respecto, el antídoto oficioso idóneo contra el virus abicueril en las filas disidentes es la ley del silencio.

Tanto más cuanto que en mi caso, como en el de otros réprobos no prominentes, el ninguneo y la labor denigratoria corren hoy, como en el verano del 91, con mayor eficacia a cuenta de antiguos correligionarios de la oposición que cojean de la misma pata mitológico-autoritaria del Palacio de la Revolución. Vocacionalmente adictos al mito oficial de la heroicidad y, por ende, reacios ellos también a cualquier criticismo mutuo, el choque frontal con las malas pulgas del Abicú estaba programado, como se verá en la siguiente escena:

[El secretario ideológico se desencadena

María Elena Cruz Varela ha sido propuesta como candidata al Premio Nobel de la Paz, circunstancia que el Abicú estima sumamente provechosa para el prestigio del grupo. Sin embargo, Laocoonte vocacional como es, pronto empieza a percartarse del desarrollo de ciertos cambios sutiles en el comportamiento de la poetisa. Teme un trastrueque de prioridades entre fama y liderazgo.

Como por arte de magia, la junta directiva ha crecido con un nuevo miembro inconsultamente electo y puesto por los cielos por María Elena. Es un mulatico simpático, esbelto y fácil de jeta que prologa todos sus planteamientos con un "Como bien dijo María Elena", "María Elena tiene toda la razón cuando afirma que...". ¿Saben ya por dónde voy?

Culto a la personalidad en ciernes con ayuda de advenedizos incondicionales. Halalevas independiente o socorrida táctica de la Seguridad del Estado consistente en explotar la vanidad del jefe a fin de penetrar mejor al grupo. Hasta hoy carezco de respuesta sobre el particular, pero es el caso que la mala espina que me clavó en la corteza cerebral aquellos introitos rastreros se enconó al instante.

A juzgar por la apariencia física del colérico esposo de la poetisa, edad y estampa se me antojaron escogidas especialmente para seducirla. Me puse en guardia. A más tardar al segundo cónclave en que intervino aquel Adonis ceciliano, el ex secretario ideológico de la Editorial Arte y Literatura lo paró en seco a mitad de referencia: "Por una cuestión de orden, aquí hablas cuando tengas algo útil que plantear por cuenta propia. Lo que María Elena (rictus de resignación) haya dicho o dejado de decir, nosotros, que la conocimos antes, lo sabemos mejor que tú. ¿Entendiste?" El quídam (olvidé su gracia) no volvió a incordiarnos, empero fue el único dirigente del grupo que no compareció ante los jueces decembrinos.]

Friday 10 April 2009

A vueltas con la Carta de los Diez y Criterio Alternativo

A propósito del retorno de María Elena Cruz Varela a la vida política

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Ha llovido bastante desde que María Elena Cruz Varela, promotora de la famosa Carta de los Diez en mayo del 91 y líder de Criterio Alternativo, publicó en el número 50 de la revista Encuentro de la Cultura Cubana el texto que motiva esta tardía reacción. Como numerosos relatos anteriores escritos por la poetisa en el exilio, Carta de ajuste, reproducida en el portal digital Encuentro en la RedEER), se esfuerza de nuevo en vano por rememorar el impacto de aquel pliego de reformas sobre la opinión pública nacional e intelectual y el coraje de los pocos intelectuales firmantes. Aguas pasadas no mueven molino…

La autora, cuya centralidad en los acontecimientos subsiguientes es también innegable, destaca con razón el desafío al régimen implícito en el gesto coherente de, lejos de dejar la protesta intelectual en el mero papel, haberla institucionalizado a título alternativo mediante la reconversión de Criterio Alternativo, hasta entonces una especie de club de librepensadores, en un grupo opositor de corte liberal que iba a aportar un modo de operar mucho más frontal al a la sazón más bien cauteloso movimiento disidente.

A juzgar por los comentarios en EER, Carta de ajuste tuvo una favorable acogida entre los lectores. Sospechosamente, demasiados elogios y poca o ninguna crítica. Sin embargo, el texto es endeble desde el punto de vista historiográfico y lógico-racional. Para empezar, a los ojos de este insider, quien fungiera como lugarteniente oficioso de la poetisa desde la temprana expulsión del ensayista Roberto Luque Escalona hasta la disolución violenta de Criterio Alternativo a fines de noviembre del 91, no cumple lo prometido en el título.

Más allá del enfoque hagiográfico de los involucrados, y del reclamo de gratitud, reconocimiento y liderazgo actual para una protagonista que se siente a sí misma irreverentemente ninguneada en el exilio, no siendo un ajuste de cuenta parcial o imparcial, el texto clasifica mal dentro del género testimonial incluso medido por el bajo listón historiográfico posrepublicano. Por más que nos neguemos a admitir las evidencias, como toda la cubanidad contemporánea, castrismo y anticastrismo incluidos, la de Criterio Alternativo es la historia de un fracaso autoinfligido.

Históricamente hablando, al cabo de medio siglo de uno de los regímenes totalitarios más mezquinos de los siglos XX y XXI, en realidad los cubanos poco o nada tendríamos de qué vanagloriarnos. Como a la mayoría de nuestros letrados y semiletrados “de ambas orillas”, esa ineptitud para la crítica interna y la autocrítica, rasgo cuasi filogenético de la especie acentuado entre nosotros por la aparente absurdidad del fenómeno castrista, impide a María Elena siquiera entrever lo obvio.

A saber, que incluso después de aquel infamante mea culpa con que ella misma, enajenándose con una sola frase antológica (“Prefiero morir como poetisa que vivir como política”) a sus leales, echara tierra en mayo del 93 aquel “glorioso” verano disidente del 91, hay a justo título vida y derecho a la preeminencia exiliar para una mujer que ciertamente a la hora del cuajo no dio la talla frente a las sevicias de la Seguridad del Estado pero que, a diferencia de la inmensa mayoría más uno de nuestros compatriotas, tiene a su favor el inmenso mérito de haberse sometido a la ordalía castrista.

En cambio, la abstrusa disquisición en Carta de ajuste sobre si fuimos “héroes o víctimas” y demás prosopopeyas muestran a las claras que la autora de El ángel agotado aún no atina a poner los pies sobre la tierra, a hacerse el harakiri simbólico con tal de exorcizar a esos fantasmas del pasado que le nublan la razón, atormentándole presente y porvenir e impidiéndole volver a levantar el vuelo.

Por un lado, brilla por su ausencia cualquier componente de honestidad subjetiva. Por el otro, revela un alarmante grado de desarreglo mental que a todas luces, lejos de mitigarse, cobra ribetes alucinógenos en la bitácora que acaba de abrir en Wordpress: El descanso de la guerrera, nombre más digno de revistas del corazón que de alguien que alega lo siguiente: “Todavía tengo cosas que decir y... existen quienes necesitan mis palabras”. Ni qué decir de la pose en la foto titular, que encabeza también esta primera entrega de lo que va a ser una serie sobre Criterio Alternativo y la controvertida personalidad de sus fundadores.

En otras palabras, a María Elena Cruz Varela hay que rescatarla de las garras de su monumental ego. En busca de parabienes y aplausos baratos, la poetisa, otrora dueña de una de las metafóricas más originales de la literatura insular, se engaña a sí misma a sabiendas. Mujer talentosa pero de una ambición desmesurada, su afán de notoriedad a toda costa desvirtúa a ojos vistas aquella diáfana, candorosa idiosincrasia liberal que la llevará a desmarcarse con vertiginoso éxito del resto de los líderes opositores en el 91 y ganarse --a la par con el odio y acoso policial-- la admiración de urbe y orbe.

Urge que alguien le aclare a que ese desbordamiento del yo lírico notorio en sus últimos textos está siempre irremediablemente fuera de contexto en la prosaica realidad política en la que ella intenta volver a sumergirse. Peor aún: como puede comprobar cualquiera que lea los dos primeros posts de su flamante blog, la brusca metamorfosis descrita, provocada por una cadena de frustraciones mal asimiladas, le están afectando el estro poético a un ritmo galopante. ¿Y quién mejor que el Abicú para esos ingratos gajes de exorcista indeseable?

Adelanto que, por lo que me atañe, en Carta de ajuste me fastidió cierta alusión retrospectiva que sin duda no ha de haber pasado inadvertida para los involucrados en la breve, dramática saga de Criterio Alternativo. Pero es lo de menos. Por fortuna, los abicúes de nacimiento y vocación tenemos la piel dura.

Lo de más es tratar aquí de hacer que la genial poetisa, a quien llegué a querer como a una hermana y hoy a duras penas logro identificar en su penúltimo avatar, recupere la cordura mediante una suerte de sicoterapia por choque historiográfico y reflexivo.

En general, carezco del desparpajo creativo de los escritores y detesto airear mi propio historial disidente. No obstante, me he propuesto dejar a un lado esa falsa modestia en lo sucesivo. A los efectos de una improbable profilaxis mental de propios y ajenos, describiré la parte de aquel elefante anecdótico que me tocó palpar con mis vivencias, haciendo hincapié en mis relaciones con nuestra jefa tal como han quedado impresas en mi memoria.

La alusión al Abicú en Carta de ajuste tiene que ver con la expulsión de Luque Escalona; se oculta bajo el impersonal “se” en el siguiente pasaje:

Quedan cosas por explicar, razones que ofrecer; por ejemplo, la expulsión de Roberto Luque Escalona de la presidencia de Criterio Alternativo. Estas historias quizá deban esperar por la generosidad de un nuevo espacio en el que ser narradas. Sólo quiero anticipar que, en lo personal, no estuve de acuerdo con la forma en que se expulsó a Luque de la organización. Fue mi primera lección aprendida acerca de las trampas a las que puede dar lugar una mala comprensión de las fórmulas democráticas.

Como recordarán los memoriosos, el delito de Luque Escalona consistía en haber puesto en peligro la existencia del grupo opositor mediante una falsa huelga de “sólidos y líquidos” durante un arresto provocado más bien por su temerario afán de emular la fama adquirida por María Elena a raíz de la Carta de los Diez. Grabado en vídeo mientras engullía un suculento “bistec de hígado del tamaño del plato” en pleno Período Especial, tras su inesperada puesta en libertad tardó una semana en revelarles a sus dos entrañables amigos la existencia del vídeo que sus carceleros habían tenido la rara gentileza de mostrarle antes de ponerle inopinadamente en libertad.

“Sé” soy yo por la razón aritmética de que el improvisado tribunal tripartito de aquel juicio sumarísimo estaba integrado por la poetisa en calidad de presidenta, el periodista Fernando Velázquez, redactor de la Carta de los Diez, y el infrascrito. En vista del comprensible embarazo afectivo del resto del jurado, tocó a este último, ausente en el momento de la confesión del entuerto, dictar el penoso fallo. La intención de la poetisa ahora no es tanto culpar pro forma al Abicú, sino más bien pasarle la mano al cascarrabias de Luque Escalona, a quien conoció primero.

Pero la frase realmente abracadabrante del refinadísimo párrafo de marras es la última, donde me endilga el favor de haberle impartido nada menos que “su primera lección aprendida acerca de las trampas a las que puede conducir una mala comprensión de la democracia”. Remate didáctico tan tremebundo como absurdo en una isla totalitaria. Al parecer, pues remite por vía sinuosa a la teatral escena en que me hace arrojar “sobre la mesa de mi humilde comedor el rojo emblema de su militancia en forma de carné del Partido y pidió firmar la Carta”.

Escena libremente inventada por su florida imaginación, porque ni yo solía llevar el "boniato" encima ni rendirle a ningún mortal semejante pleitesía. Minúscula, sutil filigrana de cuentas inculpatorias que a su vez engarzan sin resquicios con estas otras dos grotescas perlas cultivadas por el despecho de su amigo Luque Escalona (dicho sea de paso, sendos ejemplos del concepto de democracia predominante en el exilio, habida cuenta de que ninguna de las dos fuentes accedió a concederme el derecho de réplica):

La persona que ha escalado más rápidamente en la disidencia es Jorge Pomar, tan negro como Bonne [Carcassés, Félix], quien en mayo de 1991 era miembro del Partido Comunista y tres meses más tarde era parte del ejecutivo de un grupo de oposición. (El Nuevo Herald, 01-12-91)

De los firmantes de la famosa carta fueron a la cárcel María Elena Cruz y Fernando Velásquez. Fueron encarcelados, no por la carta en sí, sino por el hábil trabajo de Jorge Pomar, un infiltrado en Criterio Alternativo, trabajo desarrollado cuando Pujol y yo ya no éramos parte del grupo
. (La Nueva Cuba
, 16-07-2006)

Lo de racista, pase. Sabido es que el Abicú --por cierto, ideológicamente más identificado con su detractor que con cualquier otro miembro del grupo-- no aspira al monopolio de la bondad y la tolerancia. Hube de serenarme y esperar hasta la por entonces imprevisible apertura este blog para dar a conocer mi réplica a Luque Escalona. Ni María Elena ni Fernando Velázquez --como señaladamente tampoco ni uno sólo de los demás intelectuales de renombre cercanos a Criterio Alternativo-- se dignaron abrir la boca para desmentir calumnia semejante. Lo cual da una idea no sólo del aprendizaje democrático en el seno de la Diáspora sino también de la elasticidad de nuestro concepto de la solidaridad humana.

Póngase el lector en mi pellejo: 16 años de exilio sin recibir un email, una llamada, un comentario de una correligionaria a la que me vi obligado a defender desde antes de conocerla (contra las injurias de la UNEAC), al pie de cuyo balcón alamareño me jugué la vida una noche en desigual riña contra las turbas castristas, que no estimó necesario decirme a la cara lo que pensaba de mí antes de dejar caer esa insinuación justo en una revista que me censura. Mentiría si dijese que lamento no haberle podido profesar --ni a ella ni a nadie jamás-- ese "amor incondicional" de sus amigos de hoy.

Tampoco me agradaría ser uno de "mis compañeros de viaje y completarme". Prefiero mil veces seguir perteneciendo al inframundo "de la vulgaridad y la chusmería con que se asocia a los que venimos de la Isla Imposible", como fantasea en "La guerrera". Una vez en mi lugar, evalúe este detalle: no obstante, al rebatir las burdas diatribas de Luque Escalona, tuve a bien hacer de tripas corazón y tragarme todo lo que me venía a la mente.

En balde. Por ende. a partir de hoy contaré aquí, sin pelos en la lengua, acerca de Criterio Alternativo y mis experiencias en general con la oposición interna de la época. Bueno, no todo y con algún que otro pelo enredándome la lengua porque, a pesar de todos los pesares, mi finalidad sigue siendo “constructiva”, para decirlo en la jerga del PCC. Otrosí, en El Abicú liberal el derecho de réplica es ley.

Por el momento, les adelanto dos aspectos de la cuestión abordados en el próximo post sobre el desagradable tema. Los infundios de Roberto Luque Escalona y los respectivos mutismos de María Elena Cruz Varela y Fernando Velázquez se explican por un móvil común. A saber, la raposa complicidad colectiva de haber sido los tres sucesivamente fundadores y sepultureros de Criterio Alternativo.

[Nota bene: Desde luego, la ley de silencio sobre el Abicú data de una fecha anterior, exactamente de cierta reunión plenaria de la UNEAC de 1989 en que se me ocurrió sugerirles a las caras de piedra circunstantes la idea de oponernos al inminente fusilamiento del general Ochoa y sus compañeros de causa. Ese día pasé a ser una espina enconada en el ojo ético de la mayoría de nuestros intelectuales "de ambas orillas". En virtud de ese y otros antecedentes subversivos, yo no era precisamente lo que se dice una página en blanco cuando firmé la Carta de los Diez y la poetisa me encargó la cartera de relaciones exteriores, puesto para él que no había cola.]

Al mencionado papelazo del primero, se suma la deprimente retractación de la segunda. De por medio (Luque Escalona ya está en Miami o haciendo las maletas), otro juicio a seis ojos un par de meses más tarde en el balcón encristalado de la poetisa en Alamar donde, a solicitud del propio reo, al Abicú le tocó de nuevo dictar por defecto --esta vez sí en solitario, dada la involucración en el sumario de los otros dos circunstantes-- inapelable sentencia de expulsión deshonrosa del periodista.

No estoy revelando aquí ningún secreto guardado en una botija con siete sellos, puesto que el acusado, convicto y confeso de antemano, se había encargado previamente de propalar la noticia de su desencuentro con la poetisa por todos los salones opositores de La Habana. Frente a una María Elena cabizbaja, admití que, en efecto, la falta merecía la expulsión pero, dado que éramos tres las figuras públicas del grupo y poco antes había hecho furor en La Habana y Miami el caso Luque Escalona, Fernando debía continuar oficialmente en el cargo sin derecho a voz y voto hasta nuevo aviso.

Finalmente, mala leche aparte, Luque Escalona tocó la flauta: en efecto, de no haber sido por mi Alter Ego, María Elena, Fernando y el Judas negroide de Criterio Alternativo habrían salido de Villa Marista, no rumbo a la ergástula de destino en provincia, sino al aeropuerto internacional de Rancho Boyeros para sobrevolar el Atlántico con visado alemán.

Por lo demás yo, que conozco bien a la poetisa, que desde que una pareja de ancianos sicofantes con cara de garduñas cederistas me lo anunciaron por encargo en medio de un campo de calabazas chinas del correccional modelo de Lagunillas albergué la certeza de que, al abjurar de su brillante pasado contestatario, mi ex jefa acababa de cometer un error que lamentaría durante toda su existencia; yo, que corrí a brindarle todo mi apoyo tan pronto volví a pisar las calles habaneras, que he seguido con creciente desazón buena parte de su inquietante trayectoría insular, sé que la autocompasión agresiva y la lástima ajena no le sientan a esa mujer temperamental y ambiciosa.

Cierto, María Elena Cruz Varela está muy mal, y mis palabras suenan a cueldad. Pero lo cierto es que él único chance real de acercarse alguna vez a su recia personalidad de entonces, o al menos recuperar la paz interior, pasa indefentiblemente por el choque frontal consigo misma. Viabilizarle de algún modo el encontronazo con su fuero interno no es hacer leña del árbol caído, es tenderle una mano firme. Dudo que la poetisa, dueña de un ego peleón, entienda aquella tonada popular que reza: "Quien bien te quiere te hará sufrir...". Pero no hay peor esfuerzo que el que no se hace...

En última instancia, esto no va ser más que una sesión voluntaria de sicoterapia democrática dialógica a pulso exclusiva para disidentes con vocación liberal. Mis ajustes de cuentas a posteriori con Criterio Alternativo y en caliente con la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana (AECC) no fueron sino sendos arranques de coherencia propia y vergüenza ajena. Como el presente alegato, que aspira también a ser un convite al diván freudiano en la sala de estar de la paciente.

Poco o nada tiene de alternativa la AECC; para María Elena en particular caer en esa malla madrileña para la retención de migrantes intelectuales equivale a capitular. ¿Por qué, si acaso se lo ha preguntado, cree que es Annabelle, hija del difunto Carlos Rafael Rodríguez y antigua funcionaria del PSOE quien manda en Infanta Mercedes 43 en lugar de la ex líder de Criterio Alternativo, candidata al Nobel y prisionera de conciencia, periodista, poeta y narradora varias veces laureada dentro y fuera de la Isla?

A buen seguro, trampas por incomprensión de la democracia no descubrirá allí ni con lupa y linterna de Sherlock Holmes. En cambio, suponiendo que aún pueda proponérseleo, sí los más sofisticadas ardides del totalitarismo de izquierda para seducir a intelectuales vanidosos o acomodaticios, que son legión. Una táctica de captación de claras resonancias estalinianas que responde a la ya vieja "nueva política cultural" del MINCULT...

En fin, no hay peor ciego sordomudo que el que no quiere ver, oír ni hablar lo que de antemano sabe o anda sobrado de motivos para barruntar. De similar poliminusvalía virtual adolece casi toda la oposición interna, ávida de dialogar sin condiciones previas con el Palacio de la Revolución y sus rastreros huéspedes pero, en su eterna búsqueda del Unicornio Azul, incapaz de hacerlo con sus correligionarios y alérgica a los líderes cubanoamericanos del Capitolio, que sin embargo son sus únicos valedores confiables en todo el universo conocido.

Parafraseando al dramaturgo René Ariza en el documental Conducta impropia, un par de consultas sicoanalíticas a solas con nuestro ego tal vez obren el milagro de ponerle a tiempo la camisa de fuerza contra las reincidencias del delirio tremendo al "Castro que llevamos dentro"...

(Cont...)

Thursday 2 April 2009

¿Posee Usted una cámara robot?

La CIA y el FBI la usaron para proteger a Obama

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Era de suponer que el 20 de enero pasado, durante la multitudinaria ceremonia de posesión de Obama la CIA y el FBI se las gastarían todas para impedir que el nuevo Mesías progresista hiciera su entrada a la Casa Blanca con los pies por delante. [Maqueta del acto armada con legos. Para ver la portentosa foto real pinche más abajo sobre el adverbio indicado. No se la pierda.]

No era para menos. Sobraban amenazas. Paradójicamente, las más serias no provenían de la ultraderecha local sino de Al Qaida y de personajes o grupos afines capaces de perpetrar el magnicidio con la aviesa intención de achacárselo a los propios sheriffs, provocar una rebelión en los guetos y, último pero no menor, frustrar el ansia de tantos electores anglosajones por sacudirse de una vez por todas la imagen negativa supuestamente empeorada por el presidente anterior, reelecto por ellos mismos pero demonizado por el horror de no haber perdido la guerra de Irak.

Para empezar a desconfiar, ahí estaban los altamente sospechosos malos augurios del Magno Paciente, uno de los posibles instigadores del asesinato de Kennedy. Y como Fidel
(nunca las tuvo todas con un Obama que venía a restregarle en la cara en pleno ocaso de su vida la aterrillante evidencia de que hasta un nichardo telepromptista era capaz de ocupar el trono imperial secretamente codiciado por él) posee, además, la fea costumbre de enunciar en voz alta proyectos que sus secuaces extranjeros calientan entre pecho y espalda, cosa que había hecho en más de una Reflexión ad hoc...

En fin, los jerarcas de la CIA y el FBI no escatimaron en prevenciones, prueba de ello es la increíble panorámica de la ceremonia de marras que, pinchando AQUÍ, el lector podrá estar escudriñando sin agotarla hasta el día en que las trompetas de Jericó anuncien el Juicio Final.

Con suerte y paciencia, va y lo mejor --si por ventura fue invitado-- se descubre a sí mismo, a algún pariente, amigo o conocido. Sin más, los dejo con las instrucciones del colega periodista Ricardo Bada, residente en esta Colonia Agripinensis, a quien debo la cortesía del enlace:

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EN ESTA FOTO SE PUEDE DISTINGUIR CLARAMENTE CADA PERSONA ENTRE LA MUCHEDUMBRE. .. PON EL PUNTERO DEL RATÓN EN CUALQUIER SITIO. HAGA DOBLE CLIC PARA AGRANDAR LA IMAGEN... ESPERA UNOS SEGUNDOS Y VERÁS A LA PERSONA EN PRIMER PLANO. REPITE LA OPERACIÓN CUANTAS VECES QUIERAS...

UNA VEZ VISUALIZADO EN PRIMER PLANO EL ASISTENTE ELEGIDO, MANTENGA APRETADA LA TECLA IZQUIERDA DEL RATÓN PARA DESPLAZARSE A SU ANTOJO POR TODA EL FOTOGRAMA EN FORMA HORIZONTAL O VERTICAL.

ESTA FOTO FUE TOMADA CON UNA CÁMARA ROBOT DE 1474 MEGAPIXELES...295 VECES MÁS POTENTE QUE LAS DE 5 MEGAPIXELES DE NUESTRAS CÁMARAS.

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PD.: A propósito, en Londres se suceden las manifestaciones de protesta con los usuales disturbios y esporádicos actos de anarcovandalismo, como el reality happening (a la hora de sancionar a los infractores, el juez deberá concederles la circunstancia atenuante de que efectuaban una gestión alternativa de creacción de empleos para cristaleros) jaleado por reporteros y transeúntes. Sin embargo, esta vez parece que nadie se ha quejado de molestias ocasionadas por el gigantesco dispositivo de seguridad desplegado para proteger a Obama y su emperifollada consorte. ¿Por qué será?


Descontando a los chinos, tampoco se escuchan los usuales berrinches del populacho en la City londinense contra la previsible hiperinflación mundial a causa de unas medidas proteccionistas de la Casa Blanca que presuponen la acuñación indiscriminada de dólares y el consiguiente traspaso de la deuda a las tarjetas de crédito europeas.

Por lo que nos concierne, llama poderosamente la atención el detalle de que los dialogueros que abogaron con éxito en Washington por el fin de las restricciones de viajes y remesas a la Isla sin exigir al mismo tiempo la correspondiente reducción de las leoninas tarifas de money exchange en Cuba --para no hablar ya de los desproporcionados precios en el mercado paralelo--, tampoco han puesto el grito en el cielo ante la perspectiva de que los emigrados tengamos que girar más dinero para que nuestros parientes allá reciban la misma cantidad de antes o aún menos.

¿Por qué será? Hay, en cambio, un silencio al respecto que ya tiene explicación: el del Palacio de la Revolución, que no vacilará en transferir a los bolsillos plebeyos con moneda convertible (resudada, saben Dios y el Diablo cómo, en la abominable sociedad de consumo de las Magnas Reflexiones) el monto íntegro de la carestía. Con el correspondiente recargo, va de suyo. Entre otras cosas, para agenciarse de estraperlo unas cuantas cámaras robóticas...