Saturday 9 February 2008

El renacimiento religioso en Cuba II

Elementos formadores de la conciencia religiosa del cubano

Por Jorge A. Pomar, Colonia

SEGUNDA PARTE

Una persona puede „hacerse santo“, o sea, ordenarse como sacerdote yoruba, por razones de enfermedad y, a sugerencia del itá (predicción iniciática), no ejercer el sacerdocio. Ibalochas y babalaos detentan también funciones de curanderos; antiguamente eran de hecho los médicos de la tribu. En parte siguen ejerciendo esta función, ya sea por medio de la medicina natural (hierbas, cocimientos) o de recursos mágico-adivinatorios (oráculos, „despojos“, ebós, etc.).


Por lo general, como se deduce del documental de CNN, limítanse a complementar psicoterapéuticamente la labor de los médicos profesionales. En Cuba era y sigue siendo usual que el médico mande al paciente al babalao y, viceversa, que el babalao mande al creyente al médico. En cuanto a las cuitas de la vida cotidiana, más que en sus sistemas adivinatorios y sus virtudes mágico-religiosas, ibalochas y babalaos se apoyan en un hondo conocimiento de la psiquis de sus fieles.

Los orishas se comunican con los hombres por diversos medios: signos, sueños o incidentes numinosos. A través de varios tipos de oráculos: 1) El biagué, que son cuatro obinús (pedazos de coco) que el ibalocha tira al suelo y, según cuántos caigan boca arriba o boca abajo, dan una respuesta positiva o negativa a la pregunta formulada. 2) El dilogún, un juego de 16 cauríes (caracoles) que, según cómo se combinen al caer, responden con un refrán a la consulta formulada. 3) El tablero de Ifá, máximo sistema adivinatorio yoruba y, como tal, prerrogativa absoluta de los babalaos. Se supone que el Altísimo (Olodumare) habla aquí por boca de Orula, orisha de la sabiduría.

Consta de un tablero mágico y de dos métodos adivinatorios: los ikines (16 semillas de palma) y los ekuele (12 collares o cadenas de conchas o semillas). Por supuesto, los odus (vaticinios) de estos sistemas advinatorios pueden interpretarse en distintas formas según el caso. En última instancia, si el „santo se emperra“, o sea, se empecina en dar una „letra“ nefasta, el ibalocha o babalao repite la consulta. El odu puede resultar halagueño (iré) o nefasto(osobo). El iré trae dinero, amistad, amor, salud, prosperidad material o la solución de algún problema. El osobo significa lo siguiente de acuerdo con el odu o letra:


Odu o letra

Significado

Ikú

La muerte

Ona

Castigo

Ofo

Trastornos

Eyó

Líos con la justicia

Areyé

Discordia, odio, envidia

Ogo

Brujería


He aquí algunos refranes del dilogún (sistema de adivinación por cauríes o caracoles):


Odu o letra

Refrán



Obará

“El rey no dice mentiras”

Osa

“Su mejor amigo es su peor enemigo”

Eyioko-Eyeunlé

“Quieren quitar a un rey por la fuerza”

Eyiroso-Oché

“Muerto busca a quién llevarse”

Oché-Obara

“Una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero”

Obara-Odi

“Perro tiene cuatro patas y coge un solo camino”

Ogunda-Odí

“Lo que se sabe no se pregunta”

Okana Sodi-Ofún

“El que mucho abarca poco aprieta”


Así como la Iglesia se sirve del latín como lengua litúrgica, los sacerdotes de la Regla de Ocha se expresan en yoruba, una lengua que muchos dominan en distintos grados y que ha hecho numerosos aportes léxicos al habla popular cubana.

Finalmente, los orishas trasmiten sus deseos por medio de la posesión mediúmnica de sus adeptos en trance. Se dice entonces: „A fulano lo montó el santo“ o: „Mengano se subió“. Y el „montado“ o „subido“ se contorsiona, pone los ojos en blanco y/o ejecuta una danza mimética alegórica que permite reconocer al santo que lo ha montado, al tiempo que repite enfáticamente el mensaje del orisha.

Pero en el aparente desorden de estos espectáculos, donde todos los presentes se mueven al compás de cantos y tambores y a veces varias personas entran simultánea o sucesivamente en trance, todo está sujeto a una especie de coreografía litúrgica. Aparte de en el marco ritual apropiado (no en todos los ritos se debe hacer, o en todo caso no todo el mundo) los creyentes pueden entrar en trance en cualquier momento o circunstancia de la vida. Según la creencia, cada individuo tiene su eledá o ángel de la guarda y su orisha o dios tutelar.

Los yorubas adoran el monte, los árboles y las piedras sacralizadas u otanes, los mares y los ríos, considerados habitáculos de los dioses. Veneran a los difuntos y antepasados casi tanto como a los orishas. Porque, al decir de los santeros: „El muerto parió al santo“. Creen en la metempsicosis o transmigración de las almas de los difuntos, que según ellos reencarnan en objetos, plantas, animales y seres humanos.

La muerte es en este sentido una transición a otra forma de vida. No hay por tanto una concepción del cielo como premio al buen comportamiento en la vida. Todo lo bueno reside en la tierra. La muerte es una desgracia transitoria y los muertos están siempre presentes y pueden hacer bien o mal; es preciso rendirles culto y estar siempre en buenos términos con ellos.

Aunque su origen sea diferente, las Reglas Congas, también llamadas Palo Monte
o
Palo Mayombe, y la Regla Abakuá o Ñañiguismo, presentan numerosas afinidades con la Santería o Regla de Ocha. Los adeptos de ambas no sólo reconocen como propias a las principales divinidades del panteón yoruba y comparten la mayor parte de sus fundamentos, sino que además suelen ser a la vez creyentes yorubas, pudiendo „tener santo hecho“ y ejercer como ibalochas o babalaos.

La diferencia entre Regla de Ocha y Palo Mayombe radica en que paleros o mayomberos —también conocidos como nganguleros— ponen el énfasis en el aspecto satánico, „apropiándose“ del espíritu de los npungus (difuntos) para hacer „daño“ o incluso causar la muerte de un enemigo suyo o de su cliente. „El muerto cierra un pacto con el vivo y hace todo lo que el vivo le manda“, dijo un mayombero famoso.

A tal efecto, la nganga (caldero o prenda mágica del ngangulero), debe contener huesos del muerto con que ellos „trabajan“. De la fortaleza de la personalidad a la que hayan pertenecido los huesos depende el mayor o menor poder de la nganga y del ngangulero, a quien acuden los creyentes para destruir a sus adversarios o resolver algún problema de otra índole. El ngangulero puede haberse iniciado en el llamado „mayombe judío“ o maléfico (nkisi) —nótese aquí el uso del léxico despectivo
católico— o en el „mayombe cristiano“ o benéfico (ndoki).

En el segundo caso las afinidades con la Regla de Ocha, en principio consagrada al bien, son obvias. Por lo demás, el ngangulero es un gran conocedor del monte y de las hierbas y plantas que curan los males del cuerpo y el alma. Una diferencia esencial con la santería es que las mujeres pueden alcanzar el grado máximo de mama-nganga, equivalente al de papa-nganga o taita-nganga en los hombres. Su predilección por el mundo de los difuntos, emparenta a la Regla de Palo Monte con el espiritismo popular. La lengua litúrgica del ngangulero es un kicongo cubanizado.

En otro tiempo, los mayomberos tenían fama de sacrificar seres humanos para dar sangre a sus ngangas. La prensa sensacionalista tejió toda una leyenda macabra alrededor de la Regla de Palo Monte. Y cada vez que desaparecía un niño, se temía que hubiese ido a parar al caldero mágico de un „brujo“ o sea, un mayombero. Sin embargo, nunca se pudo comprobar un hecho semejante.

Por su carácter esotérico, su profusa ritualidad, su culto a la „hombría“, sus tabúes sexuales y alimentarios, su riguroso código de conducta y la presencia de un mito originario y un secreto vedado a los profanos, la Regla Abakuá o Ñañiguismo ha sido comparada con el orfismo y el culto de Eleusis en la antigua Grecia. Aunque, según el mito genesíaco de los abakuás, una joven imprudente (Sikán) revela al enemigo el gran secreto de Tanse, el Pez Sagrado, contaminando para siempre a todo el sexo femenino, en lo adelante considerado impuro y por tanto excluido de los ritos. En el sacrificio del mbori (chivo) se simboliza el holocausto de Sikán.

Descontando este aspecto, el Ñañiguismo es ante todo una cofradía de la sangre, una especie de masonería de socorro y defensa mutua originaria del Calabar, en el sur de Nigeria, y establecida a partir de 1836 en La Habana y Matanzas con fines semejantes, pero en el contexto de la esclavitud. Los ecobios (miembros) de una misma „potencia“ o „juego“ abakuá están unidos entre sí por el pacto de sangre iniciático. Para fundar una nueva potencia se requiere la autorización de alguna de las existentes. Por lo demás, cada potencia es independiente de las demás.

Pese a esporádicos hechos de sangre, el Ñañiguismo adquirió un enorme prestigio entre los esclavos, suscitando a la vez justificados temores en la población. Los requisitos raciales y sociales (al principio sólo los esclavos podían „jurarse“) no tardaron en relajarse y pronto hicieron su entrada en las potencias abakuás los negros libertos y los mulatos.

En 1857, apadrinada por la potencia Bakokó Efor, se fundó el primer „juego“ blanco bajo el nombre carabalí de Akanarán Efó Ecobio Mukarará (Madre Efó de Iniciados Blancos), que pronto apadrinaría a su vez a otras potencias integradas por blancos. Existió incluso una potencia abakuá asiática.

Pese a esporádicos hechos de sangre (el estricto código del honor los ñáñigos exige que las ofensas graves se paguen con la muerte) y la presencia de criminales y matones entre sus miembros, el prestigio de los abakuás llegó a ser tal que muchos políticos de la época republicana (1902-1959), a título de ecobios o de amigos de algún jerarca abakuá, recababan su apoyo en pasquines electorales redactados en carabalí, lengua litúrgica de los ñañigos, que además cuentan con una compleja escritura ideográfica conocida con el nombre de ereniyó.

Originalmente mayomberos y paleros se „rayaban“, esto es, se hacían incisiones alegóricas en la piel —sobre todo en los ritos iniciáticos—, como aún se observa en África. Pero con el tiempo las rayaduras se han ido limitando a trazos de colores o pequeños cortes apenas visibles.

El sincretismo afrocubano

Por lo general se entiende por sincretismo afrocubano la fusión del catolicismo con los cultos africanos, y en particular la identificación espontánea que estableció el esclavo —cristianizado a la fuerza, pero también por afinidad y conveniencia propia— entre sus orishas proscritos y los santos católicos. Veamos algunos de los principales ejemplos de equivalencias entre deidades de las cuatro religiones reseñadas:


Cristianismo

Regla de Ocha

Regla de Palo

Regla Abakuá

Dios

Olodumare

Nsambi

Abasí

Santa Bárbara

Changó

Nsasi (“Siete Rayos”)

Okún

Virgen de las Mercedes

Obatalá

Mamá Kengue (“Tiembla-Tierra)

Obandío

Niño de Atocha

Elegua o Echu

Nkuyu Nfinda (“ Lucero Mundo”)

Efisa

San Pedro

Ogún

Sarabanda

Sontemí

Virgen de la Caridad

Ochún

Chola Wengue (“ Siete Ríos”)

Yarina Bondá

San Lázaro

Babaluayé

Tata Kañeñe (“ Para Llaga”)

Yiniko

Virgen de Regla

Yemayá

Ma Kalunga (“ Madre de Agua”)

Okandé

Virge de la Candelaria

Oyá

Kariempembe (“Centella”)

Onifé

Cuando el cubano rinde culto a alguno de estos iconos católicos, en realidad su mente está más bien en los atributos y virtudes del homólogo africano. De ahí que el sincretismo religioso afrocubano se reduzca más bien a la natural adaptación de los cultos africanos al nuevo entorno humano. El uso del agua bendita y el crucifijo, la práctica de sacramentos católicos como el bautizo y la comunión o incluso la devoción por la Semana Santa o el Día de los Fieles Difuntos, el gusto por la fastuosidad y la iconografía católicas, no son fenómenos orgánicos en los cultos afrocubanos, que en lo sustancial siguen siendo los mismos que se practican hoy día en la actual Nigeria o el Congo.

Refiriéndose a la influencia católica en los cultos afrocubanos, en su monografía Yemayá y Ochún la etnóloga cubana Lydia Cabrera subraya el papel de:

...un catolicismo popular, pagano, fetichero, que a la vez que confiaba en la eficacia de las velas benditas por el cura [...], en reliquias, medallas, escapularios y oraciones, aún confiaba más en amuletos y talismanes. Creía en el diablo, en brujas y duendes, en almas en pena y malos espíritus que como en África se apostaban en las encrucijadas, y en polvos, brebajes, yerbas, fumigaciones y brujerías.

Ni qué decir que el africano, en contacto cotidiano con este catolicismo herético —hoy como ayer predominante en el mundo cristiano— debe de haberse sentido como el pez en el agua. Ni la ortodoxia católica ni su herejía popular han influido cualitativamente en los cultos afrocubanos. Lo que sí han provocado son cambios cuantitativos. De modo que, más que de fusíon sincrética, cabe hablar aquí de adaptación transculturativa, coincidencia y coexistencia.

Si tomamos en cuenta la azarosa vida del cubano en todos los tiempos, la precaria situación de las masas populares, la inestabilidad de la vida cotidiana, la influencia de la cultura del barracón (restablecida en versión moderna por las movilizaciones masivas al agro, las "escuelas al y en el campo, el Servicio Militar Obligatorio por tres años, etc.) y la industria azucarera (literalmente extinguida) con sus alternantes ciclos de trabajo y tiempo muerto (éste hoy pedominante sobre aquél), los igualmente cíclicos y destructores huracanes tropicales, los cambios de gobiernos con su secuela de desempleo cada cuatro años (eliminados por un castrismo que va para medio siglo en el poder) para los pequeños y grandes funcionarios del partido derrotado, la alternancia de dictaduras y democracias corruptas, y un largo etcétera de incertidumbres (hoy condensadas en un único, gigantesco signo de interrogación nacional), no será difícil comprender por qué la concepción mágico-religiosa del africano acabó por predominar en el carácter del cubano típico, que concuerda a la perfección con la tipología y la concepción de la vida y el destino inherentes a los cultos afrocubanos.

Por cierto, de los paréntesis hodiernos en el párrafo anterior se deriva el esperpéntico, cuasi surreal resurgimiento de la cultura de la candonga y hasta de los antiguos cabildos de nación (Santiago de Cuba) de las etnias africanas a comienzos del Período Especial. Junto con la permanencia del vocabulario colonial ("pelo bueno-pelo malo" por rilacio o rizado; "salto alante-salto atrás", dícese aún del bebé que nace con la tez más clara o más oscura; "adelantar-atrasar la raza", etc.), aportan la nota colonial a esta última fase del castrismo. (Los descendientes de los tres pilluelos del cuadro ocupan hoy el mismo peldaño en la escala social castrista, con la salvedad de que sus paisanos blancos y mulatos se hallan hoy por lo general más abajo que sus ancestros coloniales y republicanos. Creencias y prejuicios raciales siguen siendo los mismos.)

Cuando, pongamos por caso, en la isla y en Miami se dice que una persona es „hijo“ de Changó, Ochún, Obatalá, Ogún o Yemayá, no hace falta decir más sobre su carácter y lo que cabe esperar de ella. Asimismo, en el orisha Eleguá, ese diablillo socarrón que abre y cierra los caminos según una lógica disparatada, que lo mismo dispensa el bien al malo que el mal al bueno, encarna la concepción del destino del cubano.

Halagar a los veleidosos orishas, consultar su voluntad mediante los sistemas adivinatorios, „hacerse santo“ o despojarse para alejar los maleficios, recabar el apoyo de los difuntos, proveerse de resguardos y amuletos, recurrir a la magia de los afochés (polvos mágicos) para resolver un problema amoroso, o asociarse a una secta abakuá, son en el fondo formas de enfrentamiento a un mundo lúdicro y real-maravilloso, sin goznes ni puntos cardinales, intentos mágicos de revertir la propia suerte, tan válidos como, por ejemplo, el juego de interés, otra de las pasiones del cubano.

En La Habana —refiere la etnóloga Lydia Cabrera en la obra citada— se gastaba en un mes en buena cera de Castilla lo que en un año en otras ciudades [...]. Como era excesivo también el consumo de barajas. Diez mil docenas de cartas de barajas se importaron el año 1823, lo cual, teniendo en cuenta la población de la isla en aquella época [apenas un millón de habitantes], era una cantidad considerable.

Conclusiones

El afrocubano —y ya aquí incluimos a negros, mulatos, blancos y amarillos—, es decir, el “cubano de cepa”, es culturalmente un mestizo. Pero en materia de religión ese mestizaje se da en forma de una doble, triple, cuádruple y hasta quíntuple filiación religiosa en el mismo individuo, puesto que muchos cubanos son a la vez católicos, santeros, paleros, ñañigos y, por supuesto, espiritistas, amén de creer en el horóscopo y el calendario chino, pero siempre capaces de distinguir entre lo que es de un culto y lo que es del otro.

Y como hemos visto en el caso de los tantos militantes del Partido obligados a negar su fe religiosa, se puede incluso ser ateo en público y creyente en privado. Todo es posible en una isla real-maravillosa cuyos nativos, en materia de fe, son tan abigarrados y barrocos como en el color de la piel.

El actual renacimiento religioso cubano, iniciado como consecuencia del ocaso del interregno de estabilidad política, precaria seguridad material y ateísmo totalitario abierto por la Revolución de 1959 (erigida en credo estatal excluyente e intolerante), alcanzó su apogeo con la crisis del llamado Período Especial a raíz del desplome del campo socialista. Vive hoy una espectacular apoteosis gracias a la apertura religiosa y a las incertidumbres del lento declive castrista. Como en Europa del Este, cuando las “aguas hayan vuelto a coger su nivel” y sobrevenga el inevitable cambio, las iglesias católicas y protestantes volverán a vaciarse como por arte de magia, retornando a su papel de otrora.

Como religiones genuinamente populares quedarán en pie en la Isla —aparte del espiritismo y un cristianismo herético afín— unos cultos afrocubanos fortalecidos, pero a la vez folclorizados por el doble efecto corruptor del “usagaré” (dinero, léase simonía o comercio con los orishas), por un lado; y el aumento del nivel general de instrucción de la plebe. Porque es bien cierto que el “perro religioso” cubano tiene más de cuatro patas y, como todo el país, anda aún confuso (en caída libre como el negrito de la foto el Malecón habanero), en una coyuntura de cambio de vía que tarda en definirse, pero cada vez tira más hacia la encrucijada de la herejía hedonista y el agnosticismo.

6 comments:

Anonymous said...

Dices: "Por lo general, como se deduce del documental de CNN, limítanse a complementar psicoterapéuticamente la labor de los médicos profesionales."
Es cierto pero también utilizan elementos orgánicos-inorgánicos que funcionan por ejemplo como medicamentos.

Anonymous said...

Me encantó el artículo este. aprendí bastante

Anonymous said...

Buá, mucho trabajo. Gracias por el artículo magistral.
Nora en Alemania

Anonymous said...

Felicidades Abicú. El artículo desestragalla uno de los items más empendengados de la agenda de conflictos cubanos hodiernos al año 1959.

Lázaro Buría

Anonymous said...

Con todo el respeto porque soy creyente y por ello mi opinion es otra, le digo que su articulo es exelente y le agradezco que lo publique.
Ayón

Anonymous said...

Oye Lázaro eso que escribes está en un Bantú un poco despeinao, nó?
saludos a tós por aquí.
Embabia