Por Jorge A. Pomar, Colonia
Antes de concretarnos al tema titular, la postura del Vaticano ante el continuismo castrista, conviene situar a los amables lectores extranjeros en las coordenadas históricas, sociales y raciales de una guerra civil evitable desatada a partir del asalto --con alevosía y nocturnidad-- al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1956. (Foto: el cardenal Bertone ayer con Raúl Castro.)
Al igual que el asalto al Palacio Presidencial en la capital por un comando "estudiantil" el 13 de marzo del año siguiente, aquella acción fue condenada en su momento por casi todo el establishment republicano, incluidos los cuatro gatos comunistas del PSP. Lo que no impidió que en menos de dos años las llamadas "clases vivas" echaran el cerrojo a cualquier salida pacífica del batistato, al cual hasta entonces se oponían por razones más bien institucionales.
El batistato era un régimen de facto salido del madrugonazo incruento del 10 de marzo de 1952, encabezado por un mestizo, con un programa social avanzado y demasiados negros, mulatos y blancos de a pie en ascenso para el gusto de la elite blanca. Ésa, y las corruptelas de los gobiernos auténticos anteriores, que también eran de corte socialdemócrata, estaban en la raíz de la manifiesta indiferencia de la plebe ante el cuartelazo de Fulgencio Batista.
Pues, bien, entre las primeras organizaciones de la sociedad civil en abrazar la causa rebelde figuraba, precisamente, esa misma Iglesia Católica que hoy le vuelve a dar la espalda a los humildes para abrazar la causa de la casta dominante. Durante la madrugada del 26 de julio de 1956, recién fracasado el ataque al Cuartel Moncada, el clero católico tomó partido en la práctica por primera vez a favor del movimiento clandestino y guerrillero que en los dos años siguientes llevaría al poder al líder de aquella asonada sangrienta.
Cuenta la leyenda escolar para adultos crédulos que, rendidos por la fatiga mientras intentaban refugiarse en las montañas de la Sierra Maestra, el grupo de fugitivos encabezado por Fidel Castro dormía a pierna suelta en el momento en que, por azar, soldados al mando del "pundonoroso" teniente Pedro Sarría, irrumpieron en el improvisado campamento rebelde, sorprendiendo a los belicosos asaltantes metamorfoseados en bellos durmientes.
De clase media y raza blanca en su inmensa mayoría, los temerarios asaltantes provenían de las provincias occidentales La Habana y Pinar del Río y, vestidos con el uniforme del Ejército, acababan de sorprender a sangre y fuego a una desprevenida guarnición integrada por soldados y oficiales blancos, negros y mulatos, en su mayoría de origen obrero-campesino, mientras dormían la resaca tras una orgiástica noche de carnaval en Santiago de Cuba, capital de la región oriental.
En realidad, ni encuentro ni modalidad de arresto habían sido casuales: con instrucciones de no entregarlos al sanguinario coronel Chaviano --le habría ahorrado gustoso medio siglo de sufrimiento a sus compatriotas-- y de presentarlos cuanto antes a la prensa a fin de forzar al juez a concederles el habeas corpus, el negro Sarría había sido enviado al rescate de aquellos pichones de burgueses por el arzobispo santiaguero Pérez Serantes. Obviamente, el purpurado sólo tenía un modo de conocer con exactitud el sitio donde vivaqueaban los fugitivos: alguien del grupo, presumiblemente Fidel, ex alumno destacado del colegio de los jesuitas en Santiago de Cuba), telefoneó o envió un mensajero.
La luna de miel entre Iglesia y Estado duró pocos meses. Una vez conseguida la apoteótica victoria en enero de 1959 con la bendición espiritual y conspirativa del clero local a todo lo largo de la bizarra contienda, los ingratos guerrilleros en el poder le pagaron a los sacerdotes con la misma moneda que al resto de sus ahora enemigos de clase: expulsándolos del Templo junto con mercaderes (capitalistas) y escribas (intelectuales burgueses inconformistas).
Descontentos con el giro comunista que estaba dando la Revolución, una parte del atónito clero resolvió apoyar a los contrarrevolucionarios alzados, tal como se había hecho hasta poco antes con los revolucionarios. Pero el flamante Gobierno Revolucionario hizo caer sobre sus cabezas todo el peso de la nueva justicia marxista-leninista.
Sin contemplaciones, tierras, conventos, seminarios, escuelas --incluidos el santiaguero colegio de Belén, donde estudiara Fidel, y la flamante Universidad de Santo Tomás de Villanueva en Marianao--, asilos de ancianos, cuentas bancarias, casi todos los bienes y fueros la Iglesia los perdió en un abrir y cerrar de ojos. Simbólicamente, el antiguo convento de Villa Marista en La Habana pasaría a ser el cuartel general de la Seguridad del Estado hasta el sol de hoy.
Ya ruidoso, el conflicto Gobierno-Iglesia registró sus máximos decibeles en marzo de 1966 al ser detenido en la iglesia habanera de San Francisco, donde se acogiera a sagrado después de --según la versión oficial-- "asesinar a sangre fría" al copiloto y al custodio que le impidieron secuetrar un Il-18 de Cubana de Aviación. Durante décadas se boicotearon todos los intentos del Vaticano por reponer o aumentar el número de monjas y sacerdotes.
Y lo que es peor, el triunfo y la veloz expansión del imaginario castrista por Sudamérica trajo en su tren la instalación en la mismísima Basilica di San Pietro de la peor herejía del siglo XX: la Teología de la Liberación, entronizada en la Cittá Santa por las controvertidas bulas de aggiornamento. Mal concebida y oportunista, aquella puesta al día con el mundo moderno impulsada por el Concilio Vaticano II (1962-1965) buscaba en el fondo una doble reajuste de los dogmas eclesiales con la Teoría de la Convergencia, a la sazón en ascenso en el Primer Mundo, por un lado, y con el auge de los movimientos de liberación en el Tercer Mundo, particularmente bajo la tendenciosa batuta de La Habana en América Latina, por el otro.
Pero en eso llegó Karol Woytila y mandó a parar el relajo misional. Con un inapelable golpe de báculo hacia la ortodoxia catolica, restituyó los postulados ideológicamente equidistantes (entre socialismoy neoliberalismo) de la añeja encíclica de Leon XII Rerum novarum (1891) y, so pena de excomunión, llamó a los pastores degaritados de vuelta al redil.
Sin vacilar, purgó a la Compañía de Jesús, plagada de curas de sotana roja; amonestó en público ("Usted tiene que arreglar sus asuntos con la Iglesia") al sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura sandinista; y le cortó las alas al díscolo teólogo brasileño Leonardo Boff, anatematizándolo en dos ocasiones. (Foto de al lado: Woytila amonestando a Ernesto Cardenal en el aeropuerto de Managua en 1983.)
Una vez echado abajo, con su ayuda y la del trío Reagan-Gorbachov-Yeltsin, el Muro de Berlín, yugulado el desafío ideológico del Kremlin y extinguidos los focos guerrilleros en Centro- y Sudamérica, Juan Pablo II vuela a la Isla en enero de 1998. Alberga sin duda la loca ambición de anotarse el mérito adicional de haberle asestarle el tiro de gracia espiritual al último reducto del socialismo real en Occidente.
Las esperanzas subversivas que el Pontífice llevaba in pectore no se cumplieron. Mission impossible en ese aspecto. Empero, su lema de "Que Cuba abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba" --donde tanto él como los lobos y ovejas del rebaño insular sobreentendían que la cerrada a cal y canto era Cuba-- no sólo aumentó el predicamento de la Iglesia, sino que insufló esperanzas a los pastoreados, marcando un antes y un después en su lento proceso de toma de conciencia de la anomalía totalitaria.
Sin contar, desde luego, el tácito concordato en virtud del cual la Iglesia recuperó parte de sus antiguos fueros. A cambio, el castrismo vio remozada su carcomida fachada internacional. Sacando la cuenta en total, el balance final arrojó un saldo decente. Fue aquél un quid pro quo (latinazgo por trueque, toma-y-daca) mutuamente ventajoso, donde acaso por primera vez en política exterior "nuestro pueblo" tampoco salió con las manos vacías.
Amén de que sirvió para romper el hielo, para poner fin con un matrimonio de conveniencia a una ya larga historia de desamor entre el Palacio de la Revolución y la Basílica de San Pedro. Hay que reconocer que Woytila tensó la cuerda, que hizo todo lo que pudo durante su visita pastoral. Y lo que es más digno de encomio: hasta su muerte en 2005 mantuvo el pulso con Fidel Castro, sin ceder el, aunque escaso, precioso terreno ganado en buena lid durante su memorable visita.
Pero, como dice el refrán, "la fiesta en casa del pobre dura poco". Por desgracia, entre la humareda blanca provocada por la incineración de los votos de los 115 cardenales reunidos en clausura para elegir al nuevo titular de la Santa Sede, el 19 de abril de 2005 apareció en la ventana con los brazos abiertos la silueta del cardenal Joseph Ratzinger. Habemus Papam!, clamaron a una voz --no exenta de fina ironía despectiva-- los periódicos laicos alemanes.
Habiendo fungido el elegido hasta ese pintoresco instante como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio), cargo para el que fue designado por Woytila, y personaje constantemente tildado de ultrareaktionär por la odiosa progresía aborigen, creyó el Abicú que él y sus correligionarios también tenía Papa.
Craso error y pronto desengaño. Demasiado empalagosas las sonrisas de Benedicto XVI, pujadas sus caras de mosca muerta, cursis sus esfuerzos por borrar su fama de dogmático. Del "¿Hum..., hum?" con el mentón en la mano fui saliendo a remolque de las primeras señales negativas provenientes de la silla de Pedro.
Para no alargar el cuento, a raíz del autoanuncio de su paso in extremis por el quirófano pasó de castaño oscuro el llamado eclesiástico a "orar por la salud del Comandante en Jefe", hecho por un episcopado que nunca se ha dignado hacer otro tanto por los opositores fallecidos detrás de las rejas, en régimen de libertad vigilada o en el exilio. Por más ser humano que fuese el Magno Paciente, aquella deferencia especial de la curia hacia el poder era irritante.
Y reveladora de una resuelta reorientación diplomática del Vaticano a favor del statu quo en la Isla. Por fin, los términos del nuevo trato con La Habana salieron a la luz pública con el cierre, oficialmente por una pretendida falta de recursos, de Vitral. Editada por la diócesis de Pinar Del Río justo hasta el cambio de obispos en esa provincia, la revista contestataria era una espina en el ojo del Gobierno, pues millares de ejemplares mimiografiados de cada edición eran distribuidos en las iglesias del país.
Cabe recordar aquí también el cordial, cuasi suplicante regaño del clero local por la golpiza y terapia con gases urticantes, previa ruptura de la puerta a patadas, a un grupo de disidentes en el interior de una iglesia santiaguera (Santa Teresita) el pasado 17 de diciembre. Crimen de los disidentes arrestados: solicitarle al párroco mención durante la misa del nombre del preso político Gerardo Sánchez Ortega.
Tal era el panorama antes del reciente paso por la Isla de monseñor Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano. Con su presencia, lo que no pasaba de un discreto escándalo se ha convertido en despelote abierto. Por órdenes del maledetto Benedetto --"maldito Benedito", así le dicen aquí a Benedicto XVI--, el camarlengo en persona ha venido expresamente a darle el espaldarazo de Roma al recién investido heredero al trono castrista.
Y lo ha hecho de manera tan poco diplomática que se diría que el Vaticano apuesta sin reservas por el continuismo castrista. No es del todo así, claro. Lo que ocurre es que Benedicto XVI ha decidido apelar al recurso más socorrido en el mundo occidental para granjearse las simpatías de un progrerío que, como requisito sin el cual no para quererlo, le exige abolir el celibato y el concepto de la infalibilidad papal; permitir el sacerdocio femenino, el aborto, el cambio de sexo a voluntad, el matrimonio homosexual con derecho a adopción...
Tabúes distintivos que el catolicismo no puede romper sin perder su identitaria razón de ser frente al protestantismo. Coherentemente, por intermedio de su camarlengo o ministro del Exterior, Joseph Ratzinger recurre a la panacea diplomática universal de la hora contra el sambenito de "carca": hincar rodilla en tierra por una sucesión castrista sin disturbios y clamar a voz en cuello por el levantamiento del embargo. Nada de incordiar a Raúl exigiendo amnistía para unos prisioneros de conciencia (basta con que La Habana los canjee a discreción con Madrid) que no han asaltado ningún cuartel; o bien invocando sin ambages la primacía de los derechos humanos sobre los económicos, sociales y culturales.
Parecida a nuestra República Socialista, la Iglesia Católica es un Estado piramidal donde el jefe gobierna vitaliciamente por designio de un dios todopoderoso. En Roma el derecho divino proviene de Jehová; en la Isla --como acabamos de ver en la paradójico ucase del nuevo presidente a la Asamblea Nacional--, de Fidel Castro, Guía Espiritual endiosado en vida a quien habrá que consultarle las decisiones trascendentales incluso a título póstumo. Transmitidas por el camarlengo, las instrucciones de Benedicto se acatan en la curia insular por aclamación, igual que las del Magno Paciente a la nomenclatura por unanimidad o casi.
Si no le creen al Abicú, liberal más recalcitrante que aquí como en todas partes da una visión sesgada (a la banda derecha) del acontecer en la Isla, juzguen por la monolítica coherencia de estas citas del jefe de la diplomacia del vaticano, de monseñor Jaime Ortega y del pronunciamiento de los obispos de Cuba ante la elección de Raúl Castro, todas ellas bastante ladeadas también, pero a la izquierda pop:
Obispos de Cuba: En nuestra oración incluíamos una petición a Dios nuestro Señor para que nada perturbara el bien superior de la paz en nuestra nación. Hoy queremos dar gracias a Dios porque esa paz posibilitó, en su momento, que las más altas autoridades del país invitaran a trabajadores, estudiantes y pueblo en general a debatir los problemas más urgentes de toda índole que afectan a nuestro pueblo. El llamado instaba a que esto se hiciera con claridad y valentía.
Bertone: ...mucho desarrollo, he visto relaciones positivas, cordiales, la voluntad de superar las dificultades, de enfrentar los problemas de conjunto.
Cardenal Jaime Ortega: No podemos tener una actitud de espectadores, de meros analistas. [...] Que haya siempre en nosotros amor a la patria, que no haya --a pesar de las diferencias ideológicas y los problemas que esta realidad ha
suscitado, algunos de ellos dolorosos...-- un desentendimiento del
católico de la vida social.
Bertone: La Santa Sede confirma exactamente las palabras de Juan Pablo II [el embargo como "éticamente inaceptable"] es una opresión para el pueblo cubano y una violación de su independencia. El Vaticano hace tentativas de impulsar a Estados Unidos a eliminar este "bloqueo".
Bertone: He encontrado muchísimos jóvenes entusiastas [...] Esos son los hombres del futuro que luchan por la independencia de Cuba, de todo poder opresivo externo, también interno.
Bertone: ...Edificar una civilización en donde la mentira, la injusticia, la opresión o la violencia sean derrotadas por la fuerza del perdón y la verdad. [...] No faltarán contrariedades y problemas. [...] No a devolver mal por mal, sino a ofrecer a nuestros semejantes lo mejor que tenemos [...] Conmoverse ante las desdichas de los demás.
Bertone: Las circunstancias podrán cambiar, lo que debe permanecer inmutable es nuestra identificación con los sentimientos y las actitudes de Jesús.
Bertone: No hemos pedido una amnistía, [sino] gestos buenos como los que se han hecho en el tiempo de Juan Pablo II y como los que se han hecho este mes. [...] La liberación de prisioneros es un acto positivo que ayuda a la futura reconciliación y supone signos de esperanza.
Bertone: Los elegidos en la nueva Asamblea y el Consejo de Estado intentan hacer el bien. [...] Escuchar las aspiraciones del pueblo, sobre todo de los jóvenes, y responder con iniciativas propias, favorables.
Nota de los obispos: Como lo hicimos en Navidad, queremos también ahora renovar nuestros votos de confianza y con esperanza cristiana formular estos deseos al presidente, Raúl Castro, al Consejo de Estado y a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Nota de los obispos: ...tenga [Raúl] la luz de lo alto para llevar a debate con decisión esas medidas trascendentales que sabemos deben ser progresivas, pero que pueden comenzar a justificar desde ahora las ansias e inquietudes expresadas por los cubanos.
Inauguración del monumento a Woytila en Santa Clara, recibimiento por Raúl en persona, paseo por La Habana Vieja, lectura de un comunicado religioso en la tele... Qué duda cabe, el camarlengo ha roto lanzas por la Sucesión, y ha sido regiamente recompensado. El Vaticano pone todas sus esperanzas en el viejo Delfín Coronado. No por gusto, en reciprocidad, Felipe Pérez Roque, homólogo del camarlengo, recalcó en conferencia de prensa conjunta los siguientes aspectos del concordato entre el Palacio de la Revolución y Santa Sede:
La afinidad con el Papado que, haciendo causa común con la alta nomenclatura castrista, heredera de la sacarocracia negrera del siglo XIX, en detrimento de su obstinada feligresía, vuelve a poner sus intereses estatales por encima de los religiosos, apenas puede ser más completa. Para colmo, hoy cuando la opresión en la Isla es infinitamente mayor, cuando no hay sociedad civil ni alternativa pacífica siquiera en lontananza, la curia romana excomulga a priori a cualquier cátaro anticastrista proclive a la violencia, llamando a la concordia y la paz social.
De buenas intenciones están pavimentados los caminos del infierno. Paradójico aprendizaje histórico de la justicia pontificial. A no ser que el Vaticano esté jugando aquí en secreto el as de triunfo dialéctico, axiomático, de la teología cristiana para dejar sin efecto los argumentos de herejes metafísicos como el Abicú. Me refiero al pasaje bíblico que reza así: "¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!"
Apuntémonos heréticamente a esa ultima ratio teologal. A ver si algún día esos pilluelos multicolores que en la foto chapotean en un charco hediondo pueden hacerlo en una piscina pública como Dios manda. Y se resuelve nuestro problema número uno. A saber, el inveterado rejuego de que el Gobierno haga como que paga y la gente como que trabaja, abordado en The Cuba Raul leads (pinche ahí para acceder a la videoteca de CNN).
Por lo visto, oído y leído durante esta tercera estancia del camarlengo Tarcisio Bertone en el feudo insular de los hermanos Castro, es más rentable apostar al lezamiano "azar concurrente" que ponerse a esperar que se cumpla el Odu o Letra de la Sucesión implícito en el mensaje unánime de los nada sibilinos ministros del Espíritu Santo en La Tierra.
5 comments:
Viene al caso recordar la entrega por los jerarcas de la Iglesia a la Seguridad del Estado cubana de los que buscaban asilo en la sede de la Nunciatura Apostólica en La Habana a mediados de los 8o y su posterior fusilamiento sin que nadie chistara.
Oremos todos
amén
Que Dios nos coja confesados...
No me huele bien tu tendencioso enfoque racial y religioso de esta visita, Abicú. Siempre digo que la iglesia católica no es un ente político (por suerte) sino social. Dime qué ganamos de un enfrentamiento en política del Vaticano con la tiranía. ¡NADA! A Dios lo que es de Dios y al "César" lo que es del césar. Entender que ahora mismo nada más podemos hacer por el bien de la iglesia y sus feligreses, que son los más importantes, que tentar pasos para el futuro ayudaría a comprender estas declaraciones de Roma a los que ven nuestro futuro como una chusmería en la que todos nos gritamos culpas y acusaciones sin pudor y en la que todos creemos tener la razón sin acordarnos de que ninguno de nosotros está libre de culpas, así que nadie debe tirar la primera piedra. Cierto, que Dios nos coja confesados a todos.
Oye tú, el de arriba; dime porqué no ganamos (los cubanos)nada de un enfrentamiento en política del Vaticano con la tiranía. No te entiendo.
científico del plátano
No entiendes al de arriba porque es imposible de entender y eso lo sabe hasta el gato que no es ateo pero sí agnóstico
a ver si te enteras
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