A propósito del proyecto de novela biográfica de Zoé Valdés sobre Fulgencio Batista

Comentario abicueril al post "4 de Septiembre de 1933. La verdad como promesa"

Por Jorge A. Pomar, Colonia

[Tomado de Libre, 23-08-2011]

Postura muy valiente, objetiva y lúcida la tuya, Zoé. Propalen lo que propalen a una voz, ex cátedra, prensa, estudio y tribuna, los cubanólogos orgánicos y vicarios (disidencia leal) del régimen y los trasnochados anticastro-batistianos de nuestro mal llamado "exilio duro". Me refiero a ex auténticos y ortodoxos. Sepultureros contumaces de la Segunda República y parteros suicidas de la actual dinastía biránica --a justo título, porque no en balde se bañaron en sangre popular al frente del primer Gobierno Revolucionario antes de desertar en masa--, estos discípulos de Guiteras y Chibás han logrado estamparle su ruinoso sello maniqueo a las generaciones siguientes.

Con respecto al papel rector jugado entre el 33 y el 44 por el sargento de Banes, en cuya denigración no por azar los susodichos veteranos dizque “traicionados” coinciden punto por punto con las falacias historiográficas de los propagandistas del Biranato, lo cierto es que durante aquella década de oro la Cubanidad hizo un serio esfuerzo por romper amarras con el legado sacarócrata del pintoresco interregno fundacional bajo la batuta atrabiliaria de los "generales y doctores" mambises (Loveira).

Rubén Batista Godínez / Discurso en el “Remassaince Banquet Hall”, 09-09-2007.- ...Ese mismo ejército, a veces tan vilipendiado, garantizó la legitimidad de las elecciones de 1939 para la Constituyente, a la que acudieron todos los partidos: los comunistas, los auténticos, los liberales, los conservadores. En un período de seis años se logró llegar, desde un régimen lleno de anarquía, hasta la culminación de un sistema que institucionalizó la república. Ese mismo ejército que garantizó la legitimidad de las elecciones de 1940 en las que fue electo presidente el Coronel Batista, y aunque también siendo vilipendiado, respetó las elecciones de 1944, donde fue electo el Dr. Grau San Martín… 

Ese mismo ejército, que es criticado por el 10 de marzo de 1952, fecha sin lugar a dudas polémica, pero sin tomar en cuenta que la situación existente hizo posible que se realizara este movimiento sin derramamiento de sangre, y que fuera aceptado de inmediato por todas las instituciones, apoyado por la ciudadanía, y en especial por los Veteranos de la Guerra de Independencia…

De hecho, como bien dices, la Isla registraría a lo largo de ese decenio batistiano sus más altas cotas de progreso económico, social, civilizatorio e institucional. Además, con todos los naturales defectos y virtudes inherentes a una república en pañales, en su breve andadura Cuba se perfiló entonces desde el poder como una nación democrática, próspera, hedonista e incluyente.

O sea, cultural y racialmente mestiza, visto que surge a la sazón un movimiento intelectual (Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Ernesto Lecuona, etc.) que, sin caer en la aberración de idealizarlos, acepta por primera vez al negro y al cubano de a pie en general como partes integrantes de la nación a todos los efectos prácticos. Para comprender este último extremo, basta con recordar que el móvil esencial de las primeras luchas sindicales en Cuba. A saber, increíblemente libradas para implantar cuotas nativas en un mercado laboral segregacionista que favorecía arbitrariamente a blancos y peninsulares.

Por si fuera poco, al general --oriental de rancio linaje mambí y hombre hecho a sí mismo en el sentido más literal del concepto gringo, a diferencia del Magno Paciente, criollo de primera generación e hijo legítimo del “bonche” universitario-- le corresponde el indiscutible, y hasta hoy excepcional a nivel planetario, mérito histórico de, por un lado, saber usar a los marxistas (¿quién más se iba a prestar para la tarea?) manteniéndolos todo el tiempo a raya.

Y por el otro, aún más transcendental, hacer otro tanto con Madrid y Washington sin los complejos de inferioridad (con respecto a la cultura anglosajona) heredados de la antigua metrópoli española. Auténticos y ortodoxos, no huelga acotar el dato, se definían a sí mismos en función del legado martiano. En tal sentido, viene a colación aquí el artículo del diario español La Voz (25-02-1928) “La españolización en Cuba del ‘Día de Martí’”.

Recién reproducido en el blog Memorándum Vitae. Hojas de prensa para la historia de Cuba, 02-09-2011, el texto ilustra el delirante grado de demagogia revanchista a que ya por esa temprana época había llegado la instrumentación de la polivalente figura del “Apóstol”. Tirando de ese hilo rojo sin autocomplacencias hagiográficas, no cuesta demasiado trabajo mental dar con la fuente advenediza de la disentería chauvinista que hundió aquella falsa Cubanidad de petulantes hijos de "indianos" revanchistas.

Añádase ahora el significativo detalle diferencial de que tanto nuestro gansterismo político como nuestra polarización ideológica brillaban por su ausencia a la sazón en el "Norte revuelto y brutal", y en cambio hacían furor entre los intelectuales de la en la Isla influyente Generación del 27 (no sólo el antológico Andrés Trapiello dixit en Las armas y las letras) en la convulsa España guerracivilista de su procedencia, donde el liberalismo burgués se consideraba ya un atraso, habiendo que elegir por fuerza entre declararase fascista, trotskista, anarquista o bolchevique, y el cuadro ya está listo para colgar en cualquier museo de historia comparativa.

Aquí internós, mi querida amiga, rato ha que, a grandes rasgos, tengo para mí que en el fondo todos los alborotos terroristas acaecidos a partir de la investidura (1944) de Grau San Martín, y acentuados cuatro años más tarde durante la fatídica legislatura de Prío Socarrás, fueron consciente y/o inconscientemente, el resultado perverso de la fobia de la élites burguesas a la consolidación gradual de un nuevo orden reñido con sus más recónditos ideales clasistas.

Por consiguiente, última instancia, a grandes rasgos, la Segunda República cayó por una oscura razón de clase: en su fuero interno, las mal llamadas "clases vivas" nunca la quisieron bien. Y la reacción violenta al cuartelazo incruento del 10 de marzo, perpetrado por Batista precisamente para estabilizarla, fue el pretexto instintivamente esperado para romper con el orden de cosas indeseable (por su plebeyez) propiciado por el golpe del 4 de septiembre.

Fulgencio Batista, "El peligro del comunismo en Cuba" / La historia a través de los discursos de sus líderes, 15-07-1956.- …Gústenos o no, nuestro régimen de vida peligra, y más vale que nos encaremos con los hechos... ha llegado el momento en que tenemos que encarar el problema, y vamos a tener que aceptar el hecho, mas tarde o más temprano... 

Cuba cree que mientras más rápidamente aceptemos este hecho y mientras más pronto demos los pasos para abatir esa gran calamidad, mejor será la oportunidad que tengamos para sobrevivir como naciones libres y soberanas…

Queramos o no creerlo, el hecho es que el comunismo internacional ha penetrado ya ciertos sectores importantes de nuestras respectivas vidas nacionales... El comunismo es polifacético. Utiliza muchos disfraces. Sus hombres pueden ser personas encantadoras hoy, para convertirse en verdugos mañana. Sin embargo, su objetivo siempre es el mismo...

En suma, que no por gusto ambas legislaturas auténticas, a cada cual más pusilánime, coinciden con el apogeo del gansterismo político. Fue gracias a su temeraria cooperación, incluida la disolución voluntaria de la ortodoxia y el autenticismo --por añadidura ya de suyo en pugna antagónica entre sí-- a la hora del triunfo-derrota en aras de las buenas intenciones del “bueno por conocer”, que a la postre el Magno Paciente acabó llevándose el pato al agua con tan asombrosa facilidad en enero del 59 para enseguida “aplastar a todas las cucarachas juntas”.

Un hecho jamás admitido en público --habrían tenido que empezar por hacer su mea culpa en vez de autoanularse con la doble falacia de la "guerra necesaria" (contra Batista) y la "puñalada en la espalda" (de Fidel) por sus jerarcas que constituye todavía el vórtice centrífugo de todas las sucesivas divisiones endémicas del movimiento anticastrista desde sus orígenes. Y sin el cual, last but not least, los comunistas del PSP, partido minoritario y parásito siempre al servicio del Kremlin que en puridad acabó también autodisolviéndose, jamás habrían podido jugar su funesto papel de amanuenses del castrismo.

Así las cosas, salgo diciendo tanto como que la gran traición, la traición decisiva, la cometieron a sabiendas el propio presidente depuesto Prío Socarrás (al renunciar a sus potestades constitucionales en virtud del Pacto de Caracas, amén de persistir en su error hasta bien entrado el segundo año del Nuevo Régimen), Grau San Martín (fallecido plácidamente en su mansión de Miramar en un año que lo retrata: el 69) y, sobre todo, el inefable liderazgo ortodoxo, que le impuso su cuño sectario a las todas acciones del primer exilio.

No sólo: por las razones apuntadas, hasta hoy sus intelectuales y académicos hacen causa común con la historiografía oficial en la innoble tarea de tapiarles el acceso al pasado a las nuevas generaciones. Para decirlo con Dostoievski: el merecido castigo divino, a manos del Angel Exterminador transfigurado en Máximo Líder, fue a buen seguro excesivo pero también, que duda cabe, proporcional al crimen original irradiante.

Rubén Batista Godínez / Ibídem.- ...Lucharon para que no llegara el comunismo a Cuba. Ese mismo ejército, que cuando luchaba por esa seguridad, para evitar el castro-comunismo, o como quieran llamarle, eran criticados, lejos de ser apoyados. Era combatido por los mismos sectores de la población que debieron respaldarlo, porque estaba luchando por defenderlos... Ese mismo ejército, al que le fusilaron más de 1,000 de sus miembros, que murieron como hombres, como héroes, dando un ejemplo único, mientras se batían las palmas como en un circo romano...

La matanza comenzó en Santiago, fusilando a más de 100, sin juicio, y continuó en toda la república. La sociedad reía y se divertía, sin pensar que también les llegaría a ellos su turno, y los intelectuales que apoyaron la revolución, como decían que era el principio de una nueva Cuba, no dijeron nada. Los hombres que abogaban por los derechos humanos, los hombres que abogaban por la justicia, permitieron la masacre de miles de personas.

Nosotros no queremos ser ni vengativos ni negativos. Lo que deseamos es una Cuba de paz y concordia entre todos los cubanos. No se puede olvidar, que cuando mataron al Coronel Blanco Rico, que fue uno de los mejores oficiales del ejército, lo consideraron como un acto de justicia revolucionaria y sus asesinos se pasearon por Miami…

Sin desdoro de casi toda nuestra voluble intelectualidad republicana, cuyas tendencias nacional-católicas (místicos de Origenes) e izquierdistas (esnobs de todos los pelajes eurocentristas) hicieron las veces de servil Ilustración Biránica. En fin, mi querida Zoé, como de costumbre, pocos te agradecerán semejante herejía retrospectiva. Señal de que acabas de volver a hundir el índice en la llaga más purulenta de nuestra historiografía, de dar otro paso en la dirección correcta. ¡Conque prepárate para lo que te va a caer encima, so “batistiana” y “anexionista”! Con tu venia, reproduzco tu polémico texto en mi también retrógrado blog. Un abrazo solidario desde Colonia...