Monday 16 February 2009

Cuba y Venezuela: "De un pájaro las dos alas"

Hugo Chávez canta victoria pero...

Jorge A. Pomar, Colonia

Tanto da el cántaro a la fuente o al tercer referendo va la vencida... Al fin Hugo Chávez se salió con la suya. Por el momento, hasta que el Diablo --aquel que, según el Goethe del Fausto, "siempre busca el Mal y logra el Bien", o Dios --que por deducción obra al contrario-- le truquen los dados al maniático trilero del Palacio de Miraflores, la democracia venezolana tendrá dictador vitalicio.

Dictador, no tirano, visto que ha sido legalmente ungido por la plebe que amenaza irse por la tangente histórica pero, formalmente, todavía es democrático. Al cabo de apenas un año de la primera plebiscitaria (antes había habido dos, una convocada y perdida por la oposición en 2004 y otra ganada por el gobierno en consulta fallida, acaba de ser legitimado en segunda vuelta por unas urnas plebiscitarias a cuyo veredicto jamás se habría sometido si no hubiese tenido la absoluta certeza de que esta vez todo estaba "bien atado" y las computadoras no le fallarían.

Incautos adversarios se han apresurado a admitir el revés de los "escuálidos". Alegan "ventajismo" y "abuso de poder", como si esta pareja de argumentos por sí sola no fuese bastante para invalidar una victoria chavista que tiene tras sí un preámbulo de incesantes chicanas y violencias infligidas a ellos mismos.

Desde otro ángulo, no existiendo en Venezuela --fuera de la Revolución Bolivariana y la rampante perversión de la psiquis colectiva-- ninguna crisis nacional prolongada de extrema gravedad que amerite la reelección de un histrión que lleva diez años desgobernando al país, administrando el presupuesto estatal como dinero de bolsillo y apenas busca otra cosa que perpetuarse en el poder, es evidente que la reelección presidencial refrendada el domingo subvierte tanto la letra como el espíritu de la Carta Magna, convirtiendo a Venezuela de facto y de jure en una especie monarquía constitucional reformable a discreción. En general, el grueso de la oposición venezolana incurre en el mismo error de principios que buena parte de su homóloga cubana: dar por buenas las sesgadas reglas de juego gubernamentales.

[Excurso anecdótico: De chico solariego en el barrio habanero de Jesús María, el Abicusín, que así le llamaban en el apartamento familiar de una sola pieza, había adquirido el vicio de jugar a las bolas (canicas), las siete y media o al pare o none de las chapas de los autos que bajaban por la calle Corrales. Las apuestas eran en bolas, muñequitos (comics) americanos o calderilla (menudo).

Una mañana de suerte "ruchó" a los dos hijos del farmacéutico de la esquina, ganándoles todas las bolas plus un total de dos "pecuñas" (pesetas, quarters) en efectivo. Enterado el padre, con rara amabilidad en él convidó a mi Alter Ego a jugar con él a la baraja en su casa con puerta a la calle. Entre desconfiado y seducido por la perspectiva de seguir acumulando níqueles (monedas de cinco centavo) y pesetas, aceptó el convite.

El farmaceútico propuso el método más sencillo: darles agua a los naipes y picar el mazo en dos. El punto ganaba si elegía la carta de más valor. "Banquea tú", dijo para inspirar confianza. El pequeño banquero ganó varias manos al hilo, perdiendo luego hasta la última canica de los dos montones que le abultaban los bolsillos del short. Ya sólo le quedaban las dos pesetas.

Momento en que al papaíto se le encendieron los ojos y al Abicusín una lucecita en algún recoveco de la corteza cerebral. Algo no cuadraba. Notándole la duda en el rostro, el tipango se ofreció como banquero. Pero para entonces ya mi Alter Ego había descubierto el infame truco: cada vez que perdía, el otro subía la parada al doble. Y como jugaba con toda la "astilla" de la caja contadora...

Moraleja: Justo eso fue lo que le ocurrió a la oposición venezolana y no al Abicusín, que se largó a las malas apretando sus dos pesetas en el puño y amenazando a aquel "macri" (blanco) ventajista con azuzar contra él a la negrada del solar si no abría la puerta a tiempo. Fin de excurso.]


Habiéndole sido adverso el escrutinio del 2 de diciembre de 2007 aún en plenas vacas gordas, el Gorila Rojo no debe de haberse jugado honestamente el todo por el todo justo cuando el desinfle de la burbuja petrolera da claras señales de ir a peor y la caída de los precios del crudo degolla las vacas gordas que lo habían acompañado durante una década.

Admitamos, sin embargo, que las masas populares son volubles y/o que ayer domingo el SI ganó con fraude igual que perdió con fraude el 2 de diciembre de 2007. El mal ya está hecho. Fraude aparte, con el concurso de la llamada "boliburguesía", la mitad ignara, fabelaria y autoritaria de la nación (53,36%) ha derrotado en las urnas a la mitad culta, residencial y paleodemocrática (45,63%), cuyo éxodo hacia La Florida no tardará en alcanzar proporciones cubanas antes de que Obama decrete el vanvanesco "Miami no aguanta más".

Por tanto, si no ocurre un milagro o truena el camarada Kalashnikov, a partir de hoy cundirán aún más el pánico y el desaliento entre las filas opositoras. El fragmentario movimiento antichavista va a tenerlo aún más cuesta arriba. Conseguido ya lo que necesitaba, o sea, asegurarse la reelección en el 2012, el gobierno se cuidará de arriesgarse a convocar nuevos plebiscitos.

Por un lado, clausurará hasta la asfixia cívica los restantes espacios democráticos, ensanchando sus bases plebeyas a cuenta de una renta nacional que el presidente manejara aún más a su antojo. Por el otro, la trucada victoria dominical le sirve de ensayo para los todos los comicios venideros. Para colmo de males, con Obama en la Casa Blanca la coyuntura continental favorece a las claras al continuismo chavista.

Sin embargo, no es posible achacarle todos los males a la bellaquería política de Hugo Chávez y a la rectoría de sus preceptores cubanos. En el fondo, la tragicomedia en curso viene a ser el resultado congruente del anterior populismo clientelista y despilfarrador de los gobiernos socialdemócratas y demócratacristianos.

Muy en especial, del ex presidente Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática), uña y carne él también del Comandante en Jefe. Habituaron al venezolano de a pie a vivir de las ubres petroleras del estado providencial, desestimularon la iniciativa individual, fomentaron el culto al subsidio, el dispendio y la vagancia (significativamente, el chavismo ha importado de la Isla toda la parafernalia castrista menos las jornadas de trabajo voluntario por amor al arte), crearon un clima de inseguridad pública para las clases medias --que no se sentían a salvo ni siquiera dentro de sus casas y cuyo éxodo data de los años 90-- y la inversión extranjera, etc. [Pinche la foto para leer el mensaje enviado por Fidel a su amigo Carlos Andrés a raíz del frustrado golpe de estado del coronel Hugo Chávez en 1992.]

Tanto se esforzaron en esa voluntaria y/o involuntaria labor de zapa nacional que echaron a perder el capital humano, una pérdida que por su propia índole benéfico-clientelar el chavismo Así surgió la picaresca parasitaria y delincuencial que a la postre engendró y sustenta al Gorila Rojo. De ahí que las inmensas reservas de hidrocarburos, que pasablemente empleadas hubiesen podido aportar capital originario adundante y barato al desarrollo de la industria y los servicios, se estén haciendo agua y sal.

Lejos de haber cumplido esa premisa elemental de El Capital --en ese aspecto Marx no fantaseaba como de costumbre--, Venezuela sigue siendo básicamente un país subdesarrollado monoproductor de materias primas. Y pese a sus costas a ambos océanos, cuencas fluviales, recursos naturales, selvas amazónicas, flora-fauna y espléndidos llanos y montañas, ni siquiera puede aspirar a una expansión turística a mediano plazo a causa de sus altísimos índices de criminalidad.

Para persuadirse de la realidad esos nexos íntimos entre socialdemocracia y Revolución Bolivariana, basta con echar un vistazo al caótico cinturón de indigenciaa que aún se dilata alrededor de Caracas, a las crecientes colas en los supermercados, las estadísticas de violencia y, sobre todo, a las listas de pasajeros que vuelan a Miami Dade sin boletos o intenciones de regreso.

Añádase a todos estos males la manifiesta impotencia de la oposición, la injerencia militar masiva del castrismo y esos efectos psicosociales del igualitarismo socialista tan bien conocidos por nosotros los cubanos (doble cara, reparonería, pasión por la pacotilla, jineterismo, zafiedad, chivatería, etc.) se tendrá una idea aproximada de cuán desoladoras son las perspectivas de Venezuela a largo plazo.



Con todo, en la casilla del optimismo hay que anotar factores capaces de dar al traste a corto plazo con la pesadilla chavista. Uno es el dato incontrovertible de que, cotejada con las agendas totalitarias de los movimientos fascio-comunistas exitosos del siglo XX, desde toma del Palacio de Invierno en San Petersburgo, la marcha de los Camisas Negras en Roma y la quema del Reichstag en Berlín hasta la entrada de los barbudos en La Habana, salta a la vista que la Revolución Bolivariana avanza a paso de caracol.

Verdad que en diez tormentosos años hasta cierto punto Chávez ha conseguido vaciar de contenido al estado de derecho, pero sólo a condición de respetar pro forma el antiguo entramado democrático-burgués. Peor aún, lo poco logrado hasta la fecha ha sido a cuentagotas y por medio de las instituciones que planea desmantelar; vale decir, desvirtuando pero a la vez legitimando todos y cada uno de los peldaños de la escalera constitucional.

De ahí que le sea fácil perpetuarse legalmente en el Palacio de Miraflores pero harto peligroso romper la legalidad burguesa en que se asienta su propio gobierno. Bien miradas las cosas, el régimen chavista no pasa de ser una versión ecléctica del de sus antecesores socialdemócratas con más ínfulas que reales elementos castristas.

Aparte del tempo y el lastre jurídico, existen otros dos indicadores negativos para el chavismo. A saber, (1) la falta de una adecuada combinación de carisma y sagacidad política, dos rasgos bastante deficitarios en él cuando se lo compara con Lenin, Mussolini, Hitler, Tito, Mao o Fidel. Dicho por lo claro: Chávez es un histrión semianalfabeto que, para colmo de males en nuestra cultura machócrata, cometió el imperdonable pecado de, Biblia y crucifijo en mano, apendejarse en público durante aquel torpe conato de putsch del 2002.

Con lo cual pasamos de lleno al segundo indicador: de aquel infamante papelazo ante los oficiales golpistas lo salvó la enérgica intervención de su Padre Espiritual por control remoto desde La Habana. Sabido es de sobra que no llena el requisito sin-el-cual-no del caudillo totalitario: ser al menos jefe omnímodo de sí mismo y de su país.

No ya el ejército y la policía secreta, hasta su escolta personal fue escogida a dedo por la inteligencia cubana. Chávez no ha impuesto en Venezuela el modelo del partido único ni la Gleichschaltung (homogeneización) de la sociedad. Ni siquiera posee un Lebensraum (espacio vital) en Sudamérica, donde predomina cada vez más la izquierda vegetariana de Lula-Kirchner-Bachelet y, salvo Evo Morales ningún mandatario le "para bolas" sin que él haya abierto antes la chequera de los petrodólares. Rafael Correa escarmentó con el sofocón colombiano, al corruptísimo Daniel Ortega hay que pagarle bien, amén de que gasta dogal castrista...

Nuestra Isla le cuesta un ojo de la cara, pero ni de dientes para fuera Raúl Castro se mostrará dispuesto a hacer el paripé de ponerse a las órdenes de un hombre al que desprecia más por bocón que por jabao. Finalmente, la inesperada caída libre de los precios del crudo pone límites cada vez más estrechos a su carnavalesca versión del "internacionalismo proletario", forzándole a recortar gastos dentro y fuera de Venezuela.

Con grave peligro para su, pese al cacareado triunfo digital de ayer, mermante popularidad (en el 99 ganó las presidenciales con un 93% de sufragios) entre una chusma pedigüeña y unos nuevos ricos boliburgueses --nueva clase media parásita que, por cierto, tampoco es un invento bolivariano sino copia al carbón de la amparada por los ejecutivos socialdemócratas desde los tiempos de Rómulo Betancourt y Pérez Jiménez-- que le serán fieles mientras les cuadren las cuentas. Ni minuto más, ni minuto menos...

Fazit: Salvo imponderable cívico-militar que adelante o atrase la fecha de caducidad, la Revolución Bolivariana va a morir del mismo mal que la aupó al poder: una serie de estallidos de descontento popular similares a los disturbios de origen financiero que en el 93 dieron al traste con Acción Democrática (afiliado a la Internacional Socialista) y la segunda presidencia de su líder Carlos Andrés, finalmente puesto a la sombra por malversación y peculado. "La avaricia --reza un refrán muy socorrido entre los chicos de la calle que Chávez tampoco parece haber aprendido de niño en el barrio-- rompe el saco". Igual da que sea con el poder o el dinero, como se aprecia en este ingenioso videoclip:



Otrosí, el azar concurrente llevándose al Hermanísimo por delante del Magno Paciente podría marcar un abrupto
Happy End para Cuba y Venezuela, hoy por hoy, más para mal que para bien, "de un pájaro las dos alas". Aunque el Gorila Rojo cante victoria en Caracas y nuestra alta nomeclarura eche a volar campanas de aleluya en el Palacio de la Revolución. El Abicú no es supersticioso pero, por si acaso, pone los dedos en cruz para estirarle el plazo suficiente la agonía al Magno Paciente...

10 comments:

Anonymous said...

Me gustaría que explicaras en qué sería mejor que el Magno Paciente sobreviva al Hermanísimo. De antemano coincido contigo si resulta en el fin del reino de los dos y los acólitos, pero no entiendo ese razonamiento. Gracias anticipadamente.

Jorge A. Pomar said...

Elemental, Watson: Si Fidel se va primero, Raúl tendría las manos libres para impulsar sus reformas. Si a la inversa, salimos de ambos Castros de una vez por todas y el régimen quedaría acéfalo, dado que el Magno Paciente ya no está física y mentalmente en condiciones de hacerse respetar.

El resultado sería uno de dos: (1) una pugna más o menos abierta y violenta por el poder entre los gerontócratas sobrevivientes; (2) caso de prevalecer el instinto de conservación y mantenerse la cohesión del grupo, más o menos el mismo curso reformista que con Raúl pero sin heredero legítimo.

Considero mil veces preferible cualquiera de esas dos alternativas descastrizantes. Desde luego, dentro del rejuego de probabilidades que abierto de inmediato igual cabe una guerra civil con todas sus consecuencias. Confieso que sueño despierto con semejante escenario. Cualquier cosa menos el continuismo. Mi opinión y deseo personal a la vez, okay?

El Abicú

Anonymous said...

Genial, excelente análisis de la realidad venezolana

Anonymous said...

Okay, gracias. Y de acuerdo. Por cierto, muy bueno el análisis de Venezuela, como todos.

Unknown said...

Asi que el Abicu es de Jesus Maria!!!, compadre yo soy de Atares!!!

Anonymous said...

Y yo soy de Siboney!!!

Güicho said...

Salvajemente bueno ese análisis, Abicú.

El circo venezolano es tan frágil como unipersonal. Si el Macaco se accidenta -por ejemplo, un plomo en la sien-, se jode el bolivarismo.

En cambio, los demás payasos sudacas son todos sustituíbles, desde Lulín hasta Monguichelle.

Iskan el Cubano said...

Muy buen análisis, Abicú. Sólo me queda la duda sobre el segundo oceano...

Güicho said...

Coño, Iskan, el Orinoco es como un mar... El resto es lo que importa.

Iskan el Cubano said...

Eso, Güicho.

¿O será el oceano de pueblo, el baño proletario, la plebe redentora...?

Pal´ cará, pobres venezolanos...