El cardiólogo Norberto Díaz ya es ciudadano español

Concedido el primer pasaporte cubano en virtud de la "Ley de Nietos"

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Desde su exilio suizo mi colega Tania Quintero (¡saludos!) pregunta hoy a Ernesto Hernández Busto en Penúltimos Días si no piensa darle la bienvenida en Barajas al cardiólogo Norberto Díaz, seleccionado por el Consulado España entre 150 aspirantes para ser el primer beneficiario de la estrafalaria Ley de la Memoria Histórica en la Isla.

Como recordará el lector memorioso, a mediados de enero, cuando trascendió la noticia oficial sobre el inicio de los trámites consulares en La Habana y empezó a alargarse la cola frente a la "fábrica de españoles" (así llaman ahora el vulgo capitalino al Consulado General de España), mi Alter Ego especuló acerca de la posibilidad de que la elección de aquel antropológicamente modélico mulato ceciliano con su candoroso "Yo me siento español" no fuese obra del azar.

La española Alexandra Fletcher ibídem: "Según ha sucedido históricamente en Cuba a lo largo de los años de la 'revolución', todo médico que haya solicitado su 'liberación', es inmediatamente removido de su cargo, ubicado en un puesto inferior, se le suspende toda posibilidad de poder ejercer su especialidad y se le 'ubica', en un puesto de médico de urgencias, además de ser tratado a diario como una escoria humana".

¿A qué viene entonces esta extraña obsecuencia del MINSAP con la "salida definitiva" de un cardiólogo? Norberto asegura a su entrevistador de El Nuevo Herald haber cumplido el requisito de solicitar la baja del MINSAP con cinco años de antelación porque le "gusta hacer las cosas legales", pero ¿resarció a "nuestro pueblo" por el dinero invertido en su costosa formación como especialista en cardiología? No consta. Su caso es más que sospechoso en un país donde los comunes mortales ni siquiera pueden mudarse sin permiso no ya de una provincia a otra sino, como ocurre en la capital, ni siquiera de un barrio a otro.

Según el conspirológico Abicú, se trata nada menos que de una operación de marketing previamente concertada con el Palacio de la Revolución, interesada en salvar la cara vendiendo gato por liebre, o sea, haciendo pasar como un ansia natural, apolítica, de los hombres nuevos hispanodescendientes por conocer la tierra de los abuelos blancos. Fenómeno que se perfila como el tercer éxodo masivo después de Camarioca (1965) y el Mariel (1980).



Como en efecto, las primeras palabras del alborozado tránsfuga al recibir el salvoconducto hacia la nauseabunda sociedad de consumo --"¡Que viva España! Hoy es el día más feliz de mi vida"-- harían relinchar de furia a Palmiche, el caballo patriota del héroe mambí de los muñequitos de Elpidio Valdés, la famosa serie televisiva de Juan Padrón que hacía las delicias del pionerito Norberto desde que tuvo uso de razón.

A la espera de que el ubicuo y diligente Hernández Busto siga la sugerencia de Tania y ausculte al recién llegado en el aeródromo madrileño, ya podemos ir haciéndonos una idea de lo que escucharemos salir de sus labios mestizos por el moratinesco desatino que acaban de proferir al alimón en La Habana sobre el feliz acontecimiento la consulesa adjunta Raquel Gómez: "De los nuevos españoles, no todos han solicitado el pasaporte todavía, y a lo mejor algunos no lo hacen en años porque no lo necesitan", y el cónsul general Pablo Barrios: "Este pasaporte les permitirá viajar, pero nuestra evaluación es que para nada esto signifique un éxodo de cubanos".

¿A santo de qué "nuevos españoles" si aún no poseen pasaporte? ¿"Porque no lo necesitan"? ¿Y si no "significa un éxodo" qué diantres significa? Eso no pega ni con cola, y en Cuba socialista no se lo cree ni el mismísimo Burro de Bainoa.

En cambio, sí Zapatero y Moratinos, que ya sabrán o no cómo arreglárselas en una Península con cuatro millones de desempleados para persuadir a 150-500 mil cubanos con los papeles en regla de que han venido sólo para ver la aldea natal de sus antepasados, llenar las maletas de pacotilla occidental y enseguida devolverse a su granja antillana. [Cola tumultuaria frente al Consulado General de España a la entrada del puerto habanero.]

Paradójicamente, el único modo de enderezar el entuerto y lograr que los nuevos españoles se embullen a repatriarse consiste en hacer justo lo contrario de lo que la Moncloa y el PSOE han estado haciendo hasta la fecha, a saber, cerrarles a la vez válvula de escape humano y grifo financiero solidario (a expensas del contribuyente) a sus ingratos ahijados tardomarxistas a fin de revertir el flujo migratorio.