...y un garrafal error en la nota necrológica de El País
Por Jorge A. Pomar, Colonia
El diario global El País es célebre por sus distorsiones de la historia de la Revolución Cubana y por cierta sutil, interesada eufemización del purgatorio cotidiano en la Isla bajo el despotismo castrista. Igual de sabidas son las mañas que se gasta Mauricio Vincent, su condescendiente corresponsal en La Habana, para mantener viva contra viento y marea la fe del lector peninsular en la buena marcha de la sucesión raulista. Para los sacrosantos intereses españoles en la "Siempre Fiel", desde luego.
Pero lo cortés no quita lo valiente: mi Alter Ego y yo, "fachas" exiliares adictos a leer de preferencia entre líneas o a la inversa, somos asiduos a la web del periódico más coherente de la retroprogresía occidental. Hábito sadomaso que a ratos nos hace gozar un mazo y, de paso, aprender algo útil de cuando en vez. Pues el diario madrileño, no siempre del todo monocorde, nos mantiene al día con el acontecer mundial.
Y como el Grupo PRISA vela por su ranking, paga bien a sus colaboradores, cuidándose de poner una de cal y otra de arena con tal de que cuele suave el mensaje sociata de la jefatura editorial. Gracias a ese espurio prurito de imparcialidad, el diario da cabida en su plantilla a plumas de renombre de diversas tendencias más o menos afines, e incluso contrapuestas. Sobre todo, nos permite familiarizarnos con los nuevos giros y argucias de la political correctness en el tratamiento del monotema criollo.
Con todo, además de frecuentes picuencias buenistas que debe dejar pasar tales cuales, al censor de casa se le van sus gazapos. Si no hubo otro después, el antepenúltimo despiste hilarante del órgano oficioso del PSOE sobre la otrora "Perla de la Corona" fue aquella chusca alarma escatológica según la cual los telarañados traseros insulares corrían serio riesgo de verse sin papel higiénico.
Debe de haberla redactada alguien que ignoraba el dato sanitario de que "nuestro pueblo" lleva medio siglo rebajando a los meneteres del retrete al Granma, Juventud Rebelde y otros tabloides oficiales. El penúltimo dislate, sin duda el más penoso y garrafal de todos, lo comete esta tarde en la edición digital de El País el distraído --o supino ignaro-- redactor anónimo de la nota sobre el fallecimiento de Juan Almeida Bosques en el siguiente párrafo, digno del Guinnes de gazapos hagiográficos:
"Almeida fue uno de los primeros en sumarse al golpe de estado de 1952 protagonizado por Fidel Castro, hoy también enfermo a sus 83 años y apartado oficialmente del poder desde febrero del año pasado, y 'siempre estuvo en la primera línea de combate junto al Jefe de la Revolución'.
Sin duda, en su semicentenario tráfago a partir de enero del 59 el Magno Paciente ha perpetrado un sinnúmero de autogolpes; el más reciente, en calidad de omnipotente válido oficial convaleciente por decreto fraternal dictado a la Asamblea Nacional por el propio mandatario Raúl Castro, designado a dedo por él, sin previa consulta reglamentaria con los tres Comandantes de la Revolución, horas antes de pasar al quirófano del CIMEQ en 2006.
Mediante el cumplimiento de tamaña arbitrariedad ante la "Asamblea de Focas" --a la que, por cierto, debo uno de mis dos años de reclusión en el penal cienfueguero de Ariza--, el general de cuatro estrellas y otras tantas escaramuzas satisface las arteras expectativas del Abicú al perpetuarse por iniciativa propia en el rol de segundón vitalicio.
El periodista español metió el delicado pie: el autor de aquel madrugonazo incruento del 10 de marzo del 52 no fue Fidel Alejandro Castro Ruz sino su paisano Fulgencio Batista y Zaldívar, a la sazón admirado sin recato por aquél: como se sabe, tuvo a bien personarse en la finca de Cuquines, residencia particular de su futura némesis para obsequiarle un ejemplar castellano de La tecnica del colpo di Stato, del demagogo profesional italiano Curzio Malaparte.
El vídeo de Cubavisión pretende ensalzar a Fidel
a costa de Batista, pero logra el efecto contrario:
De hecho, la historia del castrismo podría describirse como un infinito rosario de usurpaciones de potestades asignadas a otros en la Carta Magna socialista. No voy a bucear en ese pozo sin fondo, pero tampoco me abstendré aquí de especular un poco acerca de la trascendencia de la desaparición física del único negro en la cúspide de la alta nomenclatura.
Más por su tez oscura que por su origen humilde, Almeida era una figura simbólica dentro de la trinidad de comandantes históricos junto con Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías. Sin dejar de ser persona clave, se mantuvo todo el tiempo alejado del ejercicio directo del poder. Por boca de Dariel Alarcón Ramírez, alias "Benigno" en el diario boliviano del Che, hoy exiliado en París (Dariel, no Ernesto, como acotaría aquí sin falta Cabrera Infante), nos consta su marcada propensión al exabrupto.
Documentos desclasificados de la era Kennedy lo involucran en un rocambolesco complot para derribar al clan de los Castro. De ahí aquella consagración forzosa al arte de componer boleros que Fidel, perdonándole --a no ser que en realidad el mulato hubiese jugado doble en el affaire-- un acto de traición que le hubiese costado la cabeza a cualquier otro, le echara en cara en un memorable Mea culpa.
Cuentan que, marginado por Raúl y sus generales de la nómina sucesoria a raíz de la caída en cama del Magno Paciente, él y Ramiro impusieron su jerarquía a punta de pistola en el Punto Cero. Almeida, que sabía hacerse respetar entre sus pares, fue también un represivo. Aún se resuena en la Isla el eco de una tremebunda amenaza suya al populacho descontento: "¡Las huelas yo las reviento a balazos!" Y en su momento, si mal no recuerdo, fue el o uno de los comandantes que denunciaron la supuesta conjura de Húber Matos en Camagüey.
A su avanzada edad de 82 años, su muerte natural pudo haber sobrevenido por cualquier causa. Por tanto, no sería nada descabellado suponer que se la detonaran una serie de insultos (uso el término en sentido facultativo) homéricos por altercados al máximo nivel relacionados con la inaudita rebelión urbe y orbe (en plena Plaza de la Revolución) de su segundogénito, chicaneado y arrestado por reclamar a viva voz su derecho a abandonar la Isla.
No ato aquí cabos sueltos a ciegas: por azar concurrente, el reconocidamente talentoso Juan (Juan) Almeida júnior acababa de hacer publicar en el extranjero un libro que es un contundente, irrefutable alegato de primera mano contra la mística castrista. Motivo suficiente para no dejarlo salir del país a pesar de su linaje y para que su colérico padre llamara otra vez a contar a las malas a quien correspondía.
O sea, Al presidente Raúl, al ministro del Interior Colomé Ibarra (si no leo periódico viejo) y tal vez al mismísimo Magno Paciente cuyo estado de salud, a Dios gracias hasta que fallezca el Hermanísimo, parece haberse estabilizado en forma definitiva. Ducho en heterodoxia cristiana y cultos afrocubanos, Fidel no exoneró a Almeida, que para más coincidencia se llamaba Juan, de aquella presunta deslealtad por un arranque de magnanimidad...
Lo hizo más bien atento a su enorme valor simbólico como el negrito Juan orante a bordo del mítico bote de la Caridad del Cobre. Pues, bien, a cuatro días de la efemérides de la popularísima santa patrona nacional, la ausencia del bardo Almeida rompe al fin la prodigiosa trinidad con los otros dos Juanes plebeyos de aquella endeble chalupa al borde del naufragio: el resolutivo ex buscón habanero, y Guillermo, el arisco guajiro oriental.
No hay relevo conracial a la vista para el parco autor de "La Lupe" y "Dame un traguito ahora, cantinerito" quien, además de ser un símbolo vivo, era dueño de un genio de mil demonios, estaba facultado para manejar la llave de truenos contra cuadros de la alta nomenclatura (como el ex ministro del Exterior Roberto Robaina, a quien ordenó irse a cambiar de ropa en una sede diplomática)... En fin, mandaba mucho más de lo que se supone y probablemente haya tenido algo que ver en la inusitada protesta pública de su hijo homónimo. No en balde el grueso del clan familiar mora desde hace décadas allende los mares.
Sin contar los rumores malignos que empiezan a correr, a estas alturas ya los caracoles de los babalaos deben de estar al rojo vivo, cuenta habida de que el muerto tenía su aché entre la feligresía policroma de los ilés (cuartos de santo) insulares. Va y hasta algún santero desaprensivo asocia numinosamente el asunto con el controvertido concierto de Juanes.
Sea como fuere, Almeida ya no rema, o sea, no reza en el bote. Los que seguirán remando a porfía rumbo a La Florida son los balseros. Con todo, en descargo del difunto, otro jerarca del régimen que escapa a la justicia humana, hay que decir que nunca llegó a ser tan aborrecido en la Isla como sus adláteres. ¿O nota el lector algún rezago de solidaridad racial por parte de mi Alter Ego en ese juicio de valor post mortem?
Pudiera ser, aunque juro que el encumbrado occiso, negroide como nosotros dos, por ese detalle epidérmico era santo de nuestra devoción. Ni siquiera lo es por el dato póstumo de haber iniciado el conteo regresivo de Dios o la biología. Nada personal contra Almeida, tampoco contra el Magno Paciente y su hermano. Agnosticos reacios a cualquier visión maniquea del ser humano, tanto al Abicú como a su Alter Ego les consta por vía introspectiva que el Bien y el Mal se codean también en nuestra enrevesada psiquis. Por eso detestamos el buenismo de Obama y Zapatero, de El País, el New York Times o CNN.
Otrosí, ¡que la tierra le sea leve al difunto Almeida! Aunque sólo sea para que siga velando desde el Más Alla por la suerte, ahora sí negra, de su segundo hijo, ese retoño literario que ha tenido la -- entre los de su principesca estirpe-- hasta la fecha inédita osadía de conocer de primera mano y echar a rodar en blanco y negro verdades que su legendario padre prefirió llevarse consigo a ultratumba...
Saturday, 12 September 2009
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5 comments:
"¡Las huelas yo las reviento a balazos!"
Hermano Abicu, veo que ademas de compartir la contraresabia en muchos temas, tambien ambos fuimos huespedes del hotel Ariza. Quien era el medico del hotel cuando estuviste alli???
Se sabia que desde hace anos Almeida estaba enfermo y sus responsabilidades se limitaban a recibir nuevos embajadores, pasar como presidente de la Asociacion de Combatientes de la Revolucion y hacer acto de presencia en alguna sesion de la Asamblea Nacional.
Las agencias reportan que murio el tercer hombre en la linea del poder y como es frecuente demuestran un absoluto desconocimiento de las claves del poder en Cuba. Almeida era presentado como un simbolo de la unidad revolucionaria de los historicos en torno a Fidel en consonancia con su estatus honorifico de Comandante de la Revolucion, cargo oportunamente creado para no subordinarse a nadie excepto a Fidel. Nada significa para el poder en Cuba la desaparicion de Almeida y si deja un asiento que sera ocupado por uno de los sucesores designados.
El hecho que las honras funebres se limiten a un duelo oficial de medio dia y no a uno nacional, que su cadaver no sea expuesto en la Plaza de la Revolucion y sea inhumado en fecha no senalada aun en un perdido e inhospito lugar de la Sierra Maestra, no es algo que deba pasarse por alto. Conocido como un ¨mediador¨ entre las fracciones en pugna, solo el sabra el precio pagado por ello, asi como por los recientes acontecimientos acontecidos con su hijo Juan Juan.
Con 82 anos cualquiera se muere de cualquier cosa, entre ellas una almohada mal situada que le impide respirar o un desfibrilador portatil sin carga y que se compra en ebay por dos mil dolares.
Cóño Abicú, tú siempre pones el dedo en la llaga, verdad que después de ver los 50 años de atrocidades que el Magno Paciente y su Banda han causado, Batista queda chiquitico y ver sus imágenes no causa más repudio que ver una foto de esta gente, a decir verda, para mi que nací en el 60, no me parece aborrecible, Hugo Chávez debía de morir de envídia ante él, también Fidel Castro, porque de Revolución y de salvar la Patria Batista habló mucho antes que él. Yo leí en una obra de Mario Cuchilán, que Batiste empezó limpiándole las botas a los soldados en un cuartel, creo que en Bayamo, que le daban nalgadas y le decían "mulato lindo", y ese negro, para más desgracia de Fidel Castro, hizo una Revolución se Sargentos y llegó a General...
Hauptsache, uno menos.
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