Monday 28 April 2008

Homenaje a mi paisano Virgilio Piñera

La inundación, Cómo viví y cómo morí, La isla en peso, El cubo...

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Virgilio Piñera (1912-1979), dramaturgo, poeta y narrador cubano; colaborador de las míticas revistas literarias Orígenes y Ciclón, de la que fue cofundador. Entre sus obras destacan: los poemarios Las furias (1941) y La isla en peso (1943); las La carne de René (1952), Pequeñas maniobras (1963) y Presiones y diamantes (1967); y los dramas Falsa alarma (1948) y Electra Garrigó (1948), La boda (1958), Aire frío (1959), El flaco y el gordo (1959) y Dos viejos pánicos (Premio Casa de Las Américas 1968). En 1999 Alfaguara reeditó sus Cuentos completos.

Como la inmensa mayoría más uno de los escritores de su generación, Piñera saluda en estas dos crónicas el triunfo de la Revolución. Pero lo hace en su estilo característico, mezcla de humor negro, teatro del absurdo y pesimismo vital. Por desgracia, pronto empezarían a cumplirse los presagios sombríos que salpican este irónico relato de sus impresiones personales sobre las primeras horas de la era romántica del castrismo.

Homosexual tímido y compulsivamente irreverente a la vez, “el único y auténtico escritor popular que quedaba en Cuba”, al decir de su amigo Cabrera Infante, no encajaba en la mortal seriedad del nouveau régime, que enseguida se ensañó con él (tal vez también por haber sido empleado consular del Batistato en Argentina).

Tras escuchar a Fidel Castro pronunciar sus tremebundas “Palabras a los intelectuales” (junio de 1961), no pudo contenerse y soltó dos lapidarias frases que hasta hoy reflejan el sentir de todos sus colegas honestos en la Isla: “Yo quiero decir que tengo mucho miedo. No sé por qué tengo ese miedo, pero es eso todo lo que tengo que decir”.

Sensación opresiva que hasta entonces, a despecho de su maltratada existencia hasta entonces, jamás había experi
mentado de cara al Estado. Y es que Kein Vergleich!, ¡No hay comparación!, como respondían invariablemente a sus interrogadores de Berlín Occidental los tránsfugas germanoorientales que, habiendo vivido ambas experiencias totalitarias, cruzaban el Muro. Desde luego, huelga decir que el el régimen batistiano distaba mucho de parecerse al nacionalsocialismo. Nuestro Muro --tan temprano como en 1942 lo presentía ya Virgilio en La isla en peso-- sería la maldita circunstancia del agua por todas partes”.

El tragicómico balance de medio siglo de castrismo, y en particular la última opereta congresual de la UNEAC, le están dando la razón a gritos. Puesto que no creo que las versiones audiovisuales de piezas teatrales suyas aquí insertadas, al parecer únicas disponibles en la Red de Redes, le hagan justicia a su genialidad, y tempoco he encontrado grabaciones, incluyo al final (más bien para lectores sudamericanos), el poema
La isla en peso (fragmento), así como los cuentos kafkianos Cómo viví y cómo morí, El cubo y Oficio de tinieblas.

Tanto me fascinó la evidente nota biográfica en el segundo relato (y el reciente descubrimiento, motivo de este homenaje fuera de efemérides, de que el autor, oriundo de Cárdenas, era paisano del Abicú) que --acompañado por el guitarrista Volker Höh, cultor de la música cubana-- leí la versión alemana (ad hoc por Ulli Hansele) en varias ciudades renanas en una actividad cultural llamada
Todos soñaban con Cuba. El autor rinde ahí homenaje en 1956 a las cucarachas.

Pues, en efecto, inquilino permanente de pensiones baratas, esos repugnantes insectos lo acompañarían hasta su muerte, ocurrida en plena miseria y desprecio oficial en 1979. Finalmente, inserto el relato el documental
Caín, donde Cabrera Infante menciona a su amigo Virgilio y traza un balance condenatorio de las relaciones del castrismo con la cultura.


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La inundación (I)
Por Virgilio Piñera
(Crónica publicada en Ciclón, Vol. 4, Nr. 1, La Habana, 1959)

Tomado del blog de Díaz Martínez, Las Palmas

La Habana era un cementerio la noche del treinta y uno de diciembre. Excluyendo a los bien enterados (no creo que muchos) el resto de la Capital no sospechó que Batista huía esa noche. La expectación, (sin duda, fue una noche expectante) no era el resultado de una corazonada, es decir, presuponer que el Gobierno “haría sus maletas”, mas por el contrario el resultado de una interrogación: ¿seguiríamos padeciendo a Batista a todo lo largo del año que ya se nos encimaba? Cinco minutos antes de las doce, dejamos el partido de canasta y abrimos la sidra. Digan lo que digan, el habanero no combatiente descorchó y brindó por el nuevo año. No por ello habrá que anatematizarlo.

El hecho de tomar una copa en circunstancia tan dramática contribuía a hacer más patente el drama que estábamos viviendo. Grité fuerte al hacer mi brindis: ¡Viva la Revolución! No lo hacía tanto por espíritu de bravata como porque en tal grito iban implícitos confianza y esperanza. Entre los que luchaban con exposición de su vida por la libertad de Cuba y los que anhelábamos dicha libertad había la íntima conexión de este grito ¡Viva la Revolución!, que hora más tarde se anunciaría triunfante.

Después, salimos a la calle. El reloj marcaba las doce y media. En 12 y 23 las gentes se mostraban silenciosas, a mil leguas del bullicio que significa una noche de Año Nuevo. Al pasar por la Avenida de los Presidentes, vimos pasar a gran velocidad varios autos del Gobierno. Dijimos: “Esta gente es la única que se divierte esta noche”. Ni por un momento sospechamos que ya estaban huyendo.

De esta huída desenfrenada hay docenas de anécdotas. Sean ciertas o inventadas (para el caso es lo mismo) hay una que con el decursar del tiempo será antológica. La escena tiene lugar en casa del Presidente del Tribunal de Cuentas. Este señor daba una gran fiesta para despedir el siniestro 1958 cubano. Cien parejas invitadas. Ríos de champán y, presumiblemente, pases de cocaína. Rumbas frenéticas y lánguidos calypsos. ¡Después de mí, el diluvio! Es decir, la Revolución. En efecto, a las cinco de la madrugada un amigo telefonea al dueño de la casa para confiarle que Batista acaba de huir.


Pero ocurre que el Presidente del Tribunal de Cuentas está tan borracho que toma la advertencia por broma, la tragedia por comedia. Y vuelve al salón y cuenta el chiste del amigo. Uno de los invitados, menos borracho no toma la cosa tan a broma. A su vez, llama por teléfono, confirma la noticia. “Mane, Theces, Phares” reaparece, al cabo de los siglos, en un palacete del Country. Desbandada general: las mujeres chillan, dejan olvidadas sus estolas y sus capas de visón; todos corren en busca de sus autos, y todo eso a las cinco de la madrugada, es decir, con los restos de la noche y la terrible claridad de un día ominoso para ellos.

Y comenzó la inundación. Al principio, y a pesar del ímpetu avasallador que llevaba en sí misma, se mostró como ese hilo de agua, rápido y zigzagueante, pero que al mismo tiempo el pie de un niño podría desviar de su curso. Cada cual, si no es inhumano, tendrá su opinión sobre las revoluciones. La gama es variadísima. Para éste habrán alcanzado su punto alto en el momento de la lucha clandestina; para aquél, cuando tengan cumplimiento las conquistas sociales por las cuales los hombres lucharon al precio de su vida. Para mí, que no puedo dejar de ser poeta, cuando el pueblo, como río desbordado se lanza a la calle con furia incontenible. A esto se podría llamar la “oportunidad del pueblo”.

Esta oportunidad se caracteriza, de un lado por la fraternización; del otro por el espíritu vindicativo. No bien la radio confirmó que Batista había soltado el Poder (es el verbo que conviene pues hubo que arrebatárselo de las manos) el pueblo se lanzó a la calle. Todo aquello que significó expoliación, es decir, parquímetros, casas de juego, vidrieras de apuntaciones; todo lo que traducía la opulencia insolente de los batistianos: residencias, clubes, fue tirado patas arriba, quemado. Cada treinta, cuarenta o cien años el pueblo es, por unas horas, el dueño absoluto de la ciudad. Durante esas horas el pueblo es amo omnímodo con plenos poderes, con derechos de horca y cuchillo.

Es un espectáculo grandioso por cuanto ve plasmarse inopinadamente ese sueño de Poder que él, también, quisiera detentar. Vi en la esquina de Carlos III e Infanta a dos hombres que desviaban los vehículos a su entero capricho. Había mucho de infantil en este juego pero también la añoranza en pequeño del gigantismo del Estado. Una mujer gritaba como poseída: “Yo hago lo que me sale del…”, y lucía tan majestuosa e imponente como Isabel I mandando a decapitar al Conde de Essex. En el bar “Rock and Roll”, (calzada de Ayestarán) vi a un nuevo Atlas coger la caja contadora y hacerla pedazos contra el suelo.

Billetes y monedas saltaron alocadamente, pero ninguno de esos dioses justicieros osó apropiárselos. He ahí la honradez de un minuto sagrado. Como el cubano no es solemne no pasó, por ejemplo, lo que en Argentina a la caída de Perón. Allí la gente se abrazaba y besaba ceremoniosamente en las calles. Acá la gente se quitó la losa del pecho a grito pelado y no tuvo que llegar al acto de abrazar y besar pues nuestro pueblo está continuamente abrazando y besando con la mirada.

Y de pronto surgieron los milicianos. En este sentido, tuvimos sorpresas que llegaron hasta la estupefacción. Un mecánico que vive en el apartamento contiguos al nuestro bajaba las escaleras con el brazalete del M.26.7 y un revólver al cinto; como siempre lo había visto con otra clase de hierros, no podía dar crédito a mis ojos. Después supe que había expuesto su vida cien veces, que en su casa se confeccionaban brazaletes, tenían lugar reuniones secretas. Yo estaba maravillado. No pasaba un minuto sin que éste u otro “inofensivo” vecino de mi barrio apareciera armado hasta los dientes.

He aquí la hora solemne del darse a conocer: “¿Pero tú también estabas metido en esto? Nunca lo hubiera sospechado… ¿Te acuerdas de mi hermano de quien te dije que estaba en Nueva York? Pues entérate ahora que estaba escondido en casa de mi sobrina…” Y así por este tenor. Como si hubiese llegado la hora del Juicio Final y todos nos reconociéramos. La gente más insospechada, ésa de la que pensábamos que se limitaba a soportar la dictadura con los brazos caídos, surgía de todas parte al conjuro de Revolución –palabra mágica. Se contaban estos milicianos por centenas. La noche del día primero me ocurrió una pequeña aventura con ellos.


Debido a la huelga general, declarada en horas de la mañana, me vi obligado a caminar desde mi casa en Ayestarán hasta el Parque Central. Al llegar a la esquina de San Rafael y Amistad, un miliciano me pone su fusil en las manos y me ruega que tome su lugar hasta tanto el pueda regresar. Me ha confundido con uno de sus compañeros, pues llevo una camisa negra con adornos en rojo. Maquinalmente tomo el fusil y hago mi posta de veinte minutos.

Como parece que las acciones bélicas no están escritas en el libro de mi vida, estos veinte minutos transcurren plácidamente. Sin embargo, yo me sentía en “situación”. Me vino [sic] a la mente los paseos que Hugo cuenta en su Journal con ocasión de la Comuna de París de 1871. Aquí también, en la ciudad de La Habana, en una isla del Caribe, salía a respirar, a pleno pulmón, el aire de la libertad, y por supuesto, el olor de la pólvora.

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La inundación (II)

En La Habana había tanta expectación por ver a los barbudos como aquélla de los siboneyes cuando el desembarco de Colón. ¿Qué es un barbudo? –se preguntaban los habaneros con la misma curiosidad con que un romano de la decadencia se preguntaba: ¿qué es un bárbaro? El día dos de enero La Habana esperaba a sus barbudos, pero a diferencia de la atribulada Roma los esperaba con los brazos abiertos.

¿Qué es un barbudo? habrá siempre que insistir sobre la pregunta. Y la respuesta nos pasma de asombro. Un barbudo –Fidel Castro– no es ni más ni menos que Napoleón durante la campaña de Italia. ¿Y quiénes son Raúl Castro, Camilo Cienfuegos, Ifigenio Almeijeiras, Che Guevara si no pura y simplemente Ney, Oudinot, Lannes, Massena, Soult…? [Virgilio, ¿en su mísera pensión de la calle Ayestarán?

En un siglo de guerras nucleares, los grandes capitanes no son concebibles. Sin embargo, Fidel Castro y sus lugartenientes, aunque parezcan anacrónicos, resultan tan reales y efectivos como la bomba atómica. Fidel, desembarcando en las playas de Oriente es Napoleón mismo desembarcando en el golfo Juan, es decir, el águila, “volando de campanario en campanario hasta París”.

Al mismo tiempo, los barbudos concentran sobre ellos la atención mundial. Para empezar, relegan el yulbrinismo a un plano muy secundario. Abundancia capilar, condottieri, César Borgia, Renacimiento… A propósito de esto: edades del mundo y cuadros de grandes pintores deambulaban por las calles habaneras. Los tiempos bíblicos con Jesús y sus doce apóstoles, juntos o desperdigados, podremos verlos en la esquina del Hilton. Hay también Botticelli, Ticiano, Andrea del Sarto, Piero de la Francesca, Rembrandt y Durero… He visto en San Lázaro e Infanta a uno de los músicos del “Concierto Campestre” de Giorgione; un barbudo que frisa en la cincuentena puede ser perfectamente el autorretrato de Leonardo y ese otro “barbudo” lampiño de apenas quince abriles el de Rafael. Y todo esto al estado puro, sin afectación, con maneras encantadoras y sin nada de la insolencia del “Miles Gloriosus”.


Como era de esperar, esta inundación trajo la otra. Visto la circunstancia en que se produce (y de hecho se produce con cada cambio de gobierno) yo la llamaría la “inundación patética”. Me refiero a los burócratas –posesionados o sin posesionar. Patetismo en los que tratan de retener su cargo; patetismo en los que luchan por encajarse. Común denominador de ambas falanges: guerra de nervios. De paso diré que uno de los “Doce trabajos de Hércules” de la Revolución será el exterminio del monstruo de la Burocracia. Porque sucede que todos esperan todo del presupuesto nacional. Esta guerra de nervios se significa por intrigas, por bajezas, por lo que en lenguaje popular se denomina “empujadera”, y también por humillación, por fracasos y por terrores ante el desempleo.

En sus aguas revueltas la gran inundación burocrática trae la fauna más variada: peces grandes y chicos, pulpos; pirañas devoradoras y ávidos tiburones. También tipos que nos recuerdan personajes célebres: el “Judío Errante”, “Falstaff”, “Tartufo”, “El Buscón”, “El Lazarillo de Tormes”; Juanas de Arco a granel, Madame de Maintenon a medio la docena, Saras Berhnardt a tres por un centavo y Marylines Monroe regaladas. Este el aspecto cómico. El trágico se da en diálogos como el siguiente: “¿Desde cuándo viene usted al Ministerio? Pues vengo desde el primero de febrero”. “¡Qué diré yo entonces, que vengo desde el 10 de enero!” “¿Tiene esperanzas? No crea, las estoy perdiendo: todos los días lo mismo, es decir: “vuelva mañana, lo suyo camina…

¿Y qué decir de las caras? Reflejan atroces sufrimientos. Ese mismo sufrimiento de quien estando en un barco a punto de hundirse, no cuenta entre los elegidos a ocupar un espacio en los botes. Un viejo burócrata acostumbra pararse horas enteras debajo del arco de una escalera. Como el arco es demasiado bajo, el pobre viejo debe mantenerse encorvado, y esta posición parece la definición de la culpabilidad. Se comprenderá que altas razones de estrategia lo fuerzan: frente al arco de la escalera se ve una puertecita por la que saldrá, en el momento oportuno (Dios mío, ¿cuándo es el momento oportuno?) el personaje que tiene en sus manos (o que el pobre viejo se figura que está en ellas) su salvación. También escucho cuando una jovencita dice con cara despavorida a una amiga: “Te juro que hoy es el último día que piso este Ministerio”.

Y todo este juramento y otros mil para volver al día siguiente, a las mismas sonrisas serviles, a las mismas puertas, a las misma desesperación. Este ejército encogido, este ejército con el arma precaria de la imploración defiende una causa, que las más de las veces, está perdida de antemano. Y detrás de todo esto: de la pulcritud de las ropas, lograda, Dios sabe a qué precio; de la falsa sensación de seguridad; de la obstinación de no darse por vencido, está el Hambre, el desamparo, la frustración y a veces, hasta el suicidio.

En estos días del triunfo revolucionario –mitad paradisíacos, mitad infernales– no podían faltar en la gran inundación los escritores. Me sorprendió grandemente que en vez de una gota de agua aportaran Nilos y Amazonas… No podía dar crédito a mis ojos. ¡Cómo! ¿Donde yo contaba diez o doce habría que contar doscientos, acaso quinientos o quién sabe si mil? La inundación ilustrada (o la ilustración inundada, léase como se quiera) anegó en su mar de tinta las planas de los periódicos: en estos días se ha hecho más “literatura” en Cuba que en una década, ¡qué digo! que en cincuenta años de República.

No hay que aclarar que estos escritores son poetas de la Revolución o prosistas de ella, y la clandestinidad de sus escritos (salvo contadas excepciones) data del primero de enero. Y como es de esperar, también son ellos los que más ruido hacen, los que más exigen y los que más poder tienen. Este tipo de escritor, que de hecho es toda una fauna singular, lo es de pasada. Su verdadera personalidad habría que buscarla en el periodista o en el profesor. Dedicación máxima a lo uno o lo otro, y mínima al ejercicio de la literatura.

En tal sentido hemos visto, en estos días de inundación, hechos memorables. En una asamblea tenida en la Sociedad Lyceum llevaron la voz cantante, poniendo de manifiesto que en Cuba significa la misma cosa el escritor con obra hecha que el escritor sin ella; que la audacia es factor decisivo sobre la calidad; que ser escritor y nada más que escritor, es la negación de todo crédito, y que los empeñados en serlo tendrán la más amarga de las muertes: la muerte civil. Y tanto el verdadero escritor no significa nada en nuestro país que en una Mesa Redonda, promoteada (el adjetivo es atroz, pero hay que estar a tono) por el Canal Doce, sus integrantes eran: un profesor, una profesora y cuatro periodistas.

El tema a discutir: Defensa de la Cultura. Revelador, ¿no es cierto? ¿Así que ningún escritor? ¿Pero ni uno solo? Sin embargo, como tenemos fe en esta Revolución pensamos que ella no es niveladora de un plano único, y que las cosas, en el literario se pondrán en su punto. El buen escritor es, por lo menos, tan eficaz para la Revolución como el soldado, el obrero o el campesino. Sépase, pues, de una vez por todas.

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Cómo viví y cómo morí (1956)
Por Virgilio Piñera


Pues viví, salvo algunas satisfacciones de tono menor, como un miserable. Un miserable es un ser humano cuyo trase­ro se encuentra a la disposición de todos los pies; absolutamente de todos los pies, comprendidos los mismos pies de los misera­bles.

Un detalle curioso: si un juez o un periodista me pregunta­se qué animal he visto más en mi vida, le diría sin vacilación que la cucaracha. Más que perros y gatos, animales que siempre ga­narían en un concurso de compañeros del hombre. Y juré, en uno de esos raros días en que mi estómago estaba repleto, que si por un vuelco de la fortuna llegaba a ennoblecer mi vida, en mi escudo aparecería una magnífica cucaracha de oro en campo de azul...


Caín I



Sin embargo, odio profundo, reconcentrado; odio hecho de quejidos y suspiros debería tener por estos animales. Así co­mo en un año más de vida la miseria progresaba, al igual las cucarachas se hacían más numerosas en torno de mÍ. Y como al­gunos, al final del año, son gratificados con dinero, con acciones, con regalos, con palacios y hasta con mujeres, mi regalo, mis ac­ciones, mis dividendos eran cucarachas.


Recuerdo especialmente un final de año, más miserable si cabe que otros, en que al entrar en mi cuarto, desfallecido hasta la extenuación (venía de una de esas reuniones pascuales de empleados de quinta categoría), una bandada de cucarachas, al encender yo la luz, salió revoloteando en todas direcciones, como ese público que estalla en aplausos al paso de su querido soberano ...
Perdón, pero no puedo dejar de mencionar a estos animales.

Además, si no hablo de las cucara­chas, ¿de qué hablaría? De mis lamentaciones, de mi hambre, de mis fracasos, de mis terrores, han sido las cucarachas mudos testigos. Porque uno sale y puede encontrarse a un amigo y con­tarle su hambre; ver a un primo y pedirle un peso prestado; lle­gar, después de tribulaciones sin cuento, hasta la mesa de un ministro e implorar unas migajas, pero ni el amigo, el primo o el ministro son testigos mudos de nuestra vida. Ellos son del momento, y las cucarachas son de siempre.


Caín II



Al principio, quiero decir, en esos años en que todavía el alma espera algo, trataba de exterminadas; después de un fatigoso asalto contra estos insec­tos, me decía que todo iba a cambiar, que la fortuna tendría que sonreírme: si no existía una sola cucaracha en mi cuarto, tampo­co mi vida podría tener el ínfimo valor de una cucaracha.Al­guien, seguramente, ya se acercaba a mi puerta para ofrecerme la sabrosa pulpa de la abundancia; oía claramente sus pasos y hasta veía su mano tendida, plena de dones.

Mas fueron lle­gando, en cambio, esos años en que sólo se escuchan los ruidos siniestros de un estómago vacío; entonces ya dejé de extermi­nadas, comprendí que eran parte de mí mismo, que el resto del mundo me resultaba pura apariencia y ellas la única realidad.Todo me escapaba menos las cucarachas; se impusieron tan fé­rreamente que comencé a ver alas de cucarachas en los brazos de las gentes y patas en sus piernas.

La cosa se resolvió en catástrofe el día que dije a un señor que acababa de regalarme un traje usado: "Dios se lo pague, cucaracha..." Me sumí en abismos. Corrí a mi cuarto y me encerré. Decidí no salir más a la calle. Es­taba perdido: si yo veía al mundo como una enorme cucaracha, ¿qué podía esperar de mis semejantes? No se sabe de ninguna cucaracha que haya hecho algo constructivo; por el contrario, devoran todo lo que se pone a su alcance. Entonces, para qué se­guir luchando ... A los pocos días me estaba muriendo.

No hubo cambio alguno en esto: las cucarachas prosiguieron fielmente yendo y viniendo, revoloteando, despidiendo su olor nausea­bundo, haciendo ese ruido horrendo con sus alas, y como mi postración se acentuaba cada vez más, comenzaron a posarse en mi propio cuerpo; al principio, tímidas, después más audaces, devorando pedacitos de tela en espera de algo mejor; una falan­ge avisaba a la otra, y, en una breve iluminación de mis sentidos, percibí su peso tremendo, como una armadura encima de mis huesos.

¿Será aventurado pensar que la justicia, echando abajo mi puerta, lanza un grito de asombro al contemplar a la cucara­cha más grande sobre la faz de la tierra?

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La isla en peso (fragmentos, 1943)
Por Virgilio Piñera

(Versión completa en Lycos)

La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta.
Mientras los muchachos se despojaban de sus ropas para nadar [Foto: Virgilio con Lezama Lima.]

doce personas morían en un cuarto por compresión.
Cuando a la madrugada la pordiosera resbala en el agua
en el preciso momento en que se lava uno de sus pezones,
me acostumbro al hedor del puerto,
me acostumbro a la misma mujer que invariablemente masturba,
noche a noche, al soldado de guardia en medio del sueño de los peces.
Una taza de café no puede alejar mi idea fija,
en otro tiempo yo vivía adánicamente.
¿Qué trajo la metamorfosis?

La eterna miseria que es el acto de recordar.
Si tú pudieras formar de nuevo aquellas combinaciones,
devolviéndome el país sin el agua,
me la bebería toda para escupir al cielo.
Pero he visto la música detenida en las caderas,
he visto a las negras bailando con vasos de ron en sus cabezas.
Hay que saltar del lecho con la firme convicción
de que tus dientes han crecido,
de que tu corazón te saldrá por la boca.

Las historias eternas frente a la historia de una vez del sol,
las eternas historias de estas tierras paridoras de bufones y cotorras,
las eternas historias de los negros que fueron,
y de los blancos que no fueron,
o al revés o como os parezca mejor,
las eternas historias blancas, negras, amarillas, rojas, azules,
—toda la gama cromática reventando encima de mi cabeza en llamas—,
la eterna historia de la cínica sonrisa del europeo
llegado para apretar las tetas de mi madre.

La noche es un mango, es una piña, es un jazmín,
la noche es un árbol frente a otro árbol sin mover sus ramas,
la noche es un insulto perfumado en la mejilla de la bestia;
una noche esterilizada. una noche sin almas en pena,
sin memoria, sin historia, una noche antillana;
una noche interrumpida por el europeo,
el inevitable personaje de paso que deja su cagada ilustre,
a lo sumo, quinientos años, un suspiro en el rodar de la noche antillana,
una excrecencia vencida por el olor de la noche antillana.

¡No importa que sea una procesión, una conga,
una comparsa, un desfile.
La noche invade con su olor y todos quieren copular.
El olor sabe arrancar las máscaras de la civilización,
sabe que el hombre y la mujer se encontrarán sin falta en el platanal.
¡Musa paradisíaca, ampara a los amantes!

No hay que ganar el cielo para gozarlo,
dos cuerpos en el platanal valen tanto como la primera pareja,
la odiosa pareja que sirvió para marcar la separación.
¡Musa paradisíaca, ampara a los amantes!

No queremos potencias celestiales sino presencias terrestres,
que la tierra nos ampare, que nos ampare el deseo,
felizmente no llevamos el cielo en la masa de la sangre,
sólo sentimos su realidad física
por la comunicación de la lluvia al golpear nuestras cabezas.

Bajo la lluvia, bajo el olor, bajo todo lo que es una realidad,
un pueblo se hace y se deshace dejando los testimonios:
un velorio, un guateque, una mano, un crimen,
revueltos, confundidos, fundidos en la resaca perpetua,
haciendo leves saludos, enseñando los dientes, golpeando sus riñones,
un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo cómo el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus. espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla,
el peso de una isla en el amor de un pueblo.

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El cubo (1954)
Por Virgilio Piñera

Cuando Juan cumplió dieciocho años y se graduó de enfermero, una señora obtuvo para él una plaza en el Hospital Municipal. Con este acto, quiso la señora darle importancia a la vida de Juan, y al mismo tiempo, engrandecer la suya propia con algo edificante.

Pero esta misma vida, sin ninguna importancia, resultó también muy extraña: Juan hizo sus primeras armas como enfermero en el cuerpo de su benefactora. La dama, con sus virtudes, murió aplastada al pasar bajo un balcón ruinoso. Juan llenó ese día su primer cubo de algodones ensangrentados.

Consideró horrible la muerte de su benefactora, y no menos horrible la casualidad que le ponía sus despojos por delante. Pensó renunciar a su puesto, que le pareció un receptáculo de vidas aplastadas, y era tanta su necesidad y tanto su deseo de defender la vida (no olviden, por favor, que no tiene ninguna importancia), que se vio obligado a llenar un segundo cubo.

Así, desde ese momento, organizó sus cubos ensangrentados. De vez en cuando iba al cine o a la playa, se compraba un par de zapatos nuevos o se acostaba con su mujer, pero sentía que resultaban como accidentes: el fundamento de su existencia era el cubo.

A los treinta años seguía desempeñándose como enfermero en la sala de accidentados del Hospital Municipal. Entre tanto, crecía y se transformaba la ciudad. Fueron demolidas viejas casas y otras nuevas y altísimas fueron edificadas. Visitó la ciudad el famoso ayunador Burko y debutó en el teatro de la ópera la celebérrima cantatriz Olga Nolo. Juan, día a día, cumplía con sus funciones. Cosa singular: ni Olga Nolo, ni antes tampoco Burko pudieron evitar que el cubo fuera llenado.

Como a todos, le llegó a Juan la jubilación. Recibió la suya un día después de cumplir sus sesenta años -término prescrito por la ley para dejarlo todo de la mano, incluso el cubo.

Ese mismo día, el notabilísimo patinador Niro comenzó su actuación en el Palacio del Hielo. Patinaba sobre la helada pista con el inmenso coraje de tener el trasero al descubierto. Aunque un patinador con el trasero al descubierto es un acontecimiento importante (vista la poca importancia que tienen las vidas), Juan no pudo verlo.

Cuando salía del Hospital con su jubilación en el bolsillo y dispuesto a asistir a la actuación de un patinador tan original, se detuvo y contempló largo rato la fachada del Hospital, lamió las paredes con la mirada, y acto seguido, al cruzar la calle, se tiró bajo las ruedas de un camión que pasaba.

Al fin estaba en la sala de accidentados. Iba a morir y oyó murmullos sin importancia. Hizo señas al médico de turno y expresó su última voluntad. El médico abrió tamaños ojos, tendió la vista buscando y se agachó. Descubrió el cubo debajo de la mesa de curaciones. Se lo puso a Juan en los brazos.

Con maestría consumada, Juan empezó, sin ninguna importancia, a meter en el cubo los algodones ensangrentados. Bastaba su desasosiego para darse cuenta de que su única aspiración, en los poco minutos que le quedaban, era llenar el enorme cubo hasta los bordes.

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Oficio de tinieblas
(1961)
Por Virgilio Piñera

Papá se ha guedado ciego sin remedio. El oculista ha sido terminante: su edad avanzada no permite una operación. Arriesgaría la vida. Por tanto, papá es un ciego más. Un ciego con la respetable edad de ochenta anos. Una amiga de la casa (famosa por su «franqueza») le dice: «Viejo, saque la cuenta ... Ochenta años con un par de ojos que han visto lo bueno; cinco o diez para no ver lo peor. Usted es un hombre de suerte».

Papá no se consuela con semejante cálculo, pero se dis­trae ejercitando a mi madre en el arte de la ceguera. Desde mi cuarto oigo su risa si mi madre tropieza con un mueble si derrama el café que mi hermana ha puesto sobre la mesa. Oi­go que le dice: «Nunca serás una buena ciega».

Y, en efecto, mi madre, que pone la mejor voluntad en ese aprendizaje, no logra acomodarse a la nueva situación. Ade­más, hace trampas. Al principio, le permitía desplazarse por la casa con los ojos simplemente cerrados. Pronto se dio cuenta de que mi madre lo engañaba. Se enojó. Mi madre se echó a llorar y prometió enmendarse, pero papá, desconfiado, le puso una tupida venda. «Ahora tropiezas --le decía-- y hasta rompes el búcaro que te regalé el día de nuestra boda. No hace todavía una semana gritaste a los cuatro vientos que jamás lo romperías. No, no, María, nunca serás una buena ciega».

En cambio, papá esta encantado con su nieta. ¡Esa sí que es la «ciega» perfecta! Hay que ver sus manos: palpan, tantean las paredes como abriendo camino al resto del cuerpo, que, victoriosamente, atraviesa el dédalo de cuartos, seguida de muy cerca por las manos temblorosas y el cuerpo vacilante de mi padre.

Hoy, finalmente, hemos tenido una pequeña fiesta. Pa­pa cumplía su primer año de ciego. Vinieron familiares y ve­cinos. Papa distribuyó anteojeras. La reunión quedó animadísima, y lo que es más singular: los invitados no hicieron torpezas. Papá apagó dieciséis velas de las ochenta y una puestas en el cake. Después se brindó con champaña y hasta se bailó.

¿Podría decirse que la pérdida de la vista es una desgracia irreparable?

Friday 25 April 2008

La extraña evisceración de Beatriz Porco

Solidaridad cubana con episodios macabros

(Plus ácidos comentarios en Sudamérica)


Por Jorge A. Pomar, Colonia

La última Reflexión de Fidel Castro en Granma, corrobora dos datos: primero, pese a funcionar a media máquina, su cerebro sigue siendo el más lúcido del Gobierno; segundo, es también el mayor lastre para la imagen aperturista del raulismo. (Foto de al lado: Beatriz en Bolivia.)

"Nuestro Espíritu de Sacrificio y el chantaje del Imperio" --así se titula el macrodesvarío de marras-- convierte en escándalo mundial un incidente que, de otro modo, no habría pasado de la fase de malestar pasajero en una América del Sur habituada a tragar toda clase de sapos y culebras castristas sin rechistar.

Sin duda, a la megalomaníaca curiosidad del Magno Paciente no se le han escapado las graves implicaciones del caso para la fama del "internacionalismo proletario". Pero gracias a su grafomanía, Beatriz Porco, la humilde becaria boliviana de la
Facultad "Miguel Sandarán Corzo" (Matanzas), fallecida en La Habana el pasado 28 de marzo, acaba de saltar a la gloria póstuma. Las consecuencias son imprevisibles. Recapitulemos la historia de esta evisceración inconsulta.

Un informe de la Embajada de Cuba en La Paz atribuye la causa de defunción a una "enfermedad cerebrovascular hemorrágica e hipertensión endocraneana”. Por su parte, la cancillería boliviana se emplea a fondo, mueve todos los resortes para echarle tierra al penoso asunto.

En vista de que el escándalo iba en aumento, nuestro embajador, Rafael Dausá, convocó de urgencia a una rueda de prensa para atajar la "vil campaña de mentira y manipulación política" del imperialismo y sus lacayos con argumentos de estos mimbres: (Foto: Beatriz Porco con un condiscípulo en Cuba
.)
,
(1) "El cerebro le fue extraído debido al padecimiento que la mató, pero aseguró que los dientes no le fueron extirpados al cadáver.

(2) "No es práctica en Cuba utilizar a un extranjero como donante de órganos y menos sin consentimiento de la persona en vida. [...] Son competencias médico legales las actuaciones en fallecidos extranjeros que deben ser trasladados a sus países. [...] Para el traslado al exterior se deben cumplir requisitos de conservación, embalsamamiento y preparación de cadáver".

(3)"Se hizo todo lo posible para salvarle la vida y Cuba corrió con todos los gastos para el traslado del cuerpo".

Concedido el beneficio de la duda: Beatriz falleció de muerte natural en La Habana. Ahora bien, Sofía, hermana de la difunta, alega (
La Razón, 23-04-2008) que el embajador había asegurado que el cuerpo llegaría "intacto":

“Un día antes [...] nos reunimos con el embajador de Cuba (Rafael Dausá) y cuando mi papá le preguntó si no le sacarían nada a mi hermana, porque sabía que hacen eso, el embajador nos dijo que estaba intacta. [...] Estaba llena de esponja, también se vaciaron los riñones, los pulmones y los órganos genitales".

Para más inri, la extraña necropsia practicada a Beatriz,
sin consentimiento previo de ella en vida ni a posteriori de sus deudos, viene a llover sobre lo mojado. El escándalo ha desempolvado un precedente boliviano que en su momento levantó revuelo en Cochabamba. Sin mayores consecuencias. Curiosamente, también un estudiante de Medicina becado en La Habana cuyos parientes no se quejaban sólo por la falta de órganos en el cadáver.

Cuestionaban, además, el diagnóstico forense. El joven, revelaron, había recibido amenazas de muerte: La Prensa (19-11-2002) se hizo eco de la noticia en estos términos:

"La familia del estudiante boliviano Mario Vargas Bastos [...] interpuso ayer una denuncia formal contra la Escuela Latinoamericana de Medicina de ese país, en el Ministerio de Relaciones Exteriores. El joven estudiante habría perecido en un accidente de tránsito [...] Su cuerpo retornó a Cochabamba sin 18 órganos internos ni vísceras [...]. Lo que despertó la sospecha de la familia, que piensa que el universitario murió en realidad producto de un asesinato".

Tras practicar una nueva necropsia, médicos forenses bolivianos pusieron en tela de juicio el diagnóstico de sus colegas cubanos formulando (palabras textuales de la representante del Ministerio Público) "una serie de interrogantes que obviamente se deben aclarar". Pero más sospechosa aún fue la evidente complicidad de la Cancillería boliviana. Miguel Ángel Vargas Bastos, tío del finado:

"La Cancillería nos pidió que no levantemos tanta polvareda, mejor es hacer todo (las investigaciones) en forma silenciosa vía Cancillería, porque lo único que estábamos haciendo era poner en riesgo nuestras relaciones (con Cuba)".

Con tales antecedentes, y conociendo el apego de La Habana a los dólares, cabe suponer que la demanda legal interpuesta por los padres de Beatriz Porco, quienes reclaman una indemnización al Gobierno de la Isla, caiga en oídos sordos. (De hecho, la Embajada ya se la ha negado).

Lo mismo que el reclamo a La Habana de los órganos extirpados al cadáver con el fin de someterlos a un análisis independiente en Bolivia y esclarecer las causas del deceso. Sofía, hermana de la difunta, declaró a
La Razón que "el alcalde de Curahuara de Carangas, Rómulo Alcón, les ofreció ayuda, pero 'el Embajador de Cuba [...] le dijo [al alcalde] que si investigaba más, iban a romper los convenios con esa alcaldía'”. (Foto de arriba: cadáver de Vargas Bastos de espalda.)

El extraño caso de Beatriz Porco no es ni mucho menos el único. El 15 de diciembre de 2002 el Bolivia Hoy informaba: "La familia del estudiante boliviano Mario Vargas Bastos, quien murió en Cuba mientras estudiaba medicina gracias a una beca, interpuso ayer una denuncia formal contra la Escuela Latinoamericana de Medicina de ese país..."

Según Luis Felipe Vázquez, entonces embajador cubano en La Paz, Vargas Bastos habría perecido en un accidente de tránsito. Tras haber sido intacto en una morgue habanera por la madre, su cuerpo --lleno de esponja y abierto de arriba abajo por delante y por detrás, como se aprecia en la foto-- arribó a Cochabamba "sin 18 órganos internos ni vísceras". Un misterio forense aún por esclarecer.

Según la novia, quien a la sazón estudiaba también en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) y hoy vive oculta en México, tres días antes de fallecer Vargas Bastos habría recibido amenazas de muerte. ¿Motivo? Estaba involucrado en un delito de tráfico de pasaportes (alquilaba el suyo a delincuentes que lo utilizaban para comprar en las diplotiendas inaccesibles a los nativos).

Gloria Bastos, la madre: "Mi hijo pidió venirse hace tres meses, estaba deprimido por mi enfermedad, tengo cáncer, y reprobó dos materias, solicitó licencia al Rector, pero dijeron que lo perdonaban y que iba a ser un caso excepcional. Hace dos meses le suspendieron su pasaporte y cerraron su cuenta en el Banco Nacional de Cuba, donde tenía unos mil dólares".

Arrestado e interrogado por la PNR, delató a sus cómplices nativos, quienes lo asesinaron en las inmediaciones de la ELAM. Obviamente, tanto el móvil como el lugar del crimen eran susceptibles de proyectar una imagen del régimen infamante en Bolivia. Por lo que es de suponer que las autoridades cubanas se hayan inventado la cortada de la muerte accidental.

Evidencia fuerte en ese sentido es el chantaje posterior a los familiares. El tío a La Prensa: "La Cancillería nos pidió que no levantemos tanta polvareda, mejor es hacer todo (las investigaciones) en forma silenciosa vía Cancillería, porque lo único que estábamos haciendo era poner en riesgo nuestras relaciones (con Cuba)".

Como ya hemos visto, en estos momentos la familia de Beatriz Porco está siendo objeto de presiones similares a fin de que cierren el pico y, de paso, renuncien a la vana esperanza de cobrarle la correspondiente indemnización a La Habana. Pero ahora el escándalo ha entrado en fase de apogeo y, con seguridad, el chantaje afectivo del Magno Paciente apenas servirá para echar leña al fuego. (Cadáver de Vargas Bastos de frente.)

Para que el lector se haga una idea cabal de cómo andan los ánimos andinos, cierro con una muestra de las maledicencias de la vox populi sudamericana. Desde luego, he corregido la grafía e he incluido unos 40 comentarios contrarrevoluciones de un total hasta la fecha de 309 con alrededor de 150 mil pinchazos tan sólo en Noticias 24 Horas (pinche ahí, si le interesa leer el
resto).

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Claro, no le dejaron pruebas… Dios, qué plaga esta la de los terroristas cubanos... ¡Son unas ratas pelúas! Siempre le dan la vuelta a las cosas para salirse con las suyas... Ahí tienen, para que sigan simpatizando con asesinos...

Eso les pasa por estar creyendo en esos retrasados cubanos ignorantes que lo que saben es alabar a Fidel. Y aquí también les ha pasado a algunos, pero no hacen bulla. Hasta donde se llega la estupidez de la gentuza chavistas. Parece que de verdad no tuvieran sesos sino caca. [Tienda de víveres habanera.]

Eso les pasa por seguir creyendo en ese régimen. Ojalá que el analfabeto de Evo Morales le reclame a Cuba tan enfurecido por la muerte de esa muchacha como lo hizo Chorrea por el narcoguerrillero muerto, que lo dudo.

Y Venezuela va por el mismo camino. Dentro de poco nos estaremos comiendo unos a otros a la parrilla, fritos, asados, como sea, para paliar el hambre que nos quieren imponer los chabestias, chaburros, comunistas del demonio...

Bueno aquí los chavistas perdieron el cerebro hace tiempo y nadie dice nada...

¡Que casualidad! Hace una semana a Fidel le dijeron los babalaos que para recuperar la memoria tenía que comer bastantes sesos.

No entiendo de qué se quejan. Así funcionan las cosas en la isla bañada por el mar de la felicidad... Seguramente venderán los órganos en el mercado negro.

¿Hambre en el cielo comunista?

Venezuela debe pedir también una indemnización, ya que nos regresaron al Presidente comandante sin cerebro.

Ellos mandan a su familia al imperio "mesmo", cuando necesitan atención médica de calidad. La misión Barrio Adentro no es para ellos, es para el perraje.

Coño, ¿de qué les puede servir un cerebro boliviano? No jodan, qué hijos de puta.

Jajaja, ese es el "humanitarismo" de los comunistas: secuestran a alguien por seis años y luego "humanitariamente" lo liberan. Dejan morir a una extranjera de una rara enfermedad que su sistema de salud, supuestamente admirable, no detecta, y le hacen el "favor" a la familia de devolvérsela sin órganos.

Pareja de médicos cubanos deserta en Venezuela



Si se fue a "estudiar" a cuba, creo que ya iba sin cerebro.

A un pariente de una ministra de la revolución bolivariana lo llevaron a Cuba para operarle los ojos, porque supuestamente allá es la excelencia en operaciones de los ojos, y resulta que lo dejaron ciego. Pero, claro, como ella está con el proceso revolucionario, se quedó calladita y el pobre hombre totalmente ciego. ¿Qué tal la Operación Milagro?

Así mismo le pasó a uno Venezolano. Hasta la lengua perdió y los familiares lo denunciaron por RCTV en "la entrevista" antes de que los cerraran. [...] El de aquí también era un becado...

Gran vaina… ¿Y qué carajo esperaban? ¿Acaso no tienen ojos para ver que Cuba es una dictadura atroz que no respeta el más mínimo de los derechos humanos?

Recuerdan el escándalo del joven Venezolano, que denuncio el tío (médico) y que fue a Cuba a buscar el cadáver del sobrino y no se lo querían entregar. Él denunció en AloC... que el cadáver llegó sin un órganos... Y le dijeron que habría muerto de una extraña enfermedad.

Cuando Chávez salió de la cárcel, se fue a Cuba de inmediato, ¿lo recuerdan? En ese momento le practicaron la misma operación que le hicieron a esta muchacha Boliviana… Con la mala suerte para los cubanos y nosotros los venezolanos… que el Coñito quedó vivo.

En un artículo del
Messaggero de 1999, escribía Pascualino Tiralasino sobre un grupo de investigadores y experimentadores españoles que compraban órganos de personas fallecidas a una organización cubana para adelantar los estudios. Si mal no recuerdo, se trataba de estudios sobre la detención del envejecimiento de las células.

Pobrecita... Iba buscando el paraíso y encontró el infierno.

Total, no se necesita cerebro para ir a Cuba. Bolivianos pendejos...

La cara fea de la sanidad cubana



Es paradójico que un estudiante venezolano que viajó hasta Cuba a
estudiar Medicina haya muerto en la isla caribeña y en manos de quienes
posiblemente pudieran haberle dictado cátedra. Lo impensable es que sus
familiares se enteraron de la noticia un mes después.

Será que regresó sin los órganos porque cerebro ya no tenia, si se le ocurrió ir para esa mierda de país

Esto no es de extrañar. Acá en Mérida las atrocidades de los pseudomédicos cubanos han dejado un saldo espantoso de personas dañadas por la ignorancia de los farsantes galénicos provenientes de la isla del paraíso. El caso mas reciente sucedió en San Rafael del Páramo, donde a los mediquitos les llevaron una anciana casi centenaria con problemas de pulmonía. A los días la entregaron a sus familiares muda y con una somnolencia crónica...

Pero qué clase de canciller es este que en vez de defender a sus nacionales, defiende a Cuba y dice que han sido muy humanitarios y que la familia está cobrando de más. ¡Que bárbaro!

Yo no se qué quieren reclamar los bolivianos. Si mandaron a esa pobre mujer como "becaria" a Cuba, era para que le "lavaran el cerebro". Lo que pasó fue que durante ese procedimiento de lavado algo falló, y no se lo pudieron volver a ensamblar. Seguramente, se resistió y les tocó aplicarle algún "detergente" muy especial. La mayoría de los que van con esas becas regresan con el cerebro puesto, pero ya no les funciona mas. ¡Que viva el comunismo!

En Cuba las personas no son dueñas de nada, ni de su cuerpo. Por ello, después de muerta una persona sus familiares no tienen derecho sobre los restos sino después que el gobierno le extrae los órganos que necesite para donarlos o para estudios y experimentos. Seguramente le sacaron todo antes de saber que no era cubana. Acuérdense que Chávez quiere imponer una ley que permita lo mismo en Venezuela, pero la paró por ahora.

¿A cuantos venezolanos le habrán sacado órganos y nadie se ha dado cuenta? Hay que revisar a los muertos de Venezuela para ver si están completos.

Y el canciller descarado, al decir "labor humanitaria". Como si fuese humano entregar un cuerpo sin órganos y el cráneo lleno de esponjas... Sin ningún tipo de explicación: "una extraña enfermedad y falleció"... Así de fácil. ¡El que tenga ojos que vea!

En Caripito dicen que un señor fue a operarse de la vista y vino en un cajón sin ojos ni órganos. Misión al infierno directo.

Un caso similar sucedió aquí en Venezuela y no fue investigado: contagiado por una extraña enfermedad. Recuerdo el relato del padre, que tuvo que trasladarse a Cuba para que le entregaran el cadáver... Al final le entregaron el cadáver y, para su sorpresa, cuando llegó a Venezuela los médicos que la revisaron se encontraron que le faltaban los sesos y otros órganos. Según la opinión de alguno de los médicos, eso lo hacen para que no se sepan las causas de la muerte.

Ese fue el propio Jack el Destripador en persona que estuvo en Cuba, enviado por la CIA...

Eso también pasó aquí con un estudiante que fue para Cuba. Creo que la denuncia la hicieron por TV el año pasado... ¡Que hablen esos padres ya!

Estaban haciendo experimentos con la pobre niña y se les murió... Por eso la devolvieron sin órganos, para que no encuentren pruebas... Eso es la revolución, señores. Eso es lo que les espera en Venezuela, si siguen así...

O sea que, si te matan en Cuba, tienes que estar agradecido de que el Gobierno comunista se encargue de trasladarte "vaciado" de vuelta a tu país para que te entierren "y perro a cagá". ¡Qué chévere es el comunismo!

¿Y quién dice que Cuba "corre" con gastos de un carajo? Esa vaina también la pagamos los venezolanos. ¡Cubanos, chuuuulos!

Criminales... El cerebro pa Fidel, los dientes pa Raúl... y la mierda pa ca.

... No recuerdan al joven venezolano que lo entregaron a sus padres en los Andes merideños en las mismas condiciones. Y lo devolvieron sin cerebro y órganos. Ah, y vestido de rojo rojito, con su respectiva boina. Su padre lo enterró, como dizque un mártir de la revolución. Y así quedó todo. Padres alcahuetes...

De Cuba se puede esperar cualquier cosa macabra. Son gente sin escrúpulos ni moral. No creen en Dios y ya con eso todo está dicho.

Por poquito...

Así quedó el Il-62 de Cubana tras aterrizaje
de emergencia en República Dominicana


(Tomado de Los Miquis de Miami)

¿Recuerdan el IL-62 de Cubana de Aviación que tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia el pasado 20 de abril en República Dominicana, después de que una de las turbinas del avión sufriera una explosión y se apagara en pleno vuelo? Pues vean aquí cómo quedó en este video tomado en el aeropuerto dominicano.


Thursday 24 April 2008

Anticipo sobre la lectura de Ponte en la Literaturhaus de Colonia

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Les adelanto que la comparecencia literaria de Antonio José Ponte en Colonia fue un rotundo éxito. Igual que sus respuestas al público. Estuvo las dos horas a gran altura en todos los sentidos por el Abicú deseables.

Lo que se dice un intelectual sincero y veraz. Nada que escamotear, edulcorar o tergiversar. Ni en la temática y ni en lo personal. No doró aspirinas a las puertas de la Bayer, que tiene gigantescas plantas aquí, ni hizo ninguna de las concesiones al uso para dormir pollos de granja occidentales.


Convenció por su honestidad subjetiva, dejando aquí una grata impresión. Pues disertó con conocimiento de causa y sin pelos en la lengua. Corazón en mano pero sereno, certero como un dardo teledirigido, desactivó sin esfuerzo aparente las escasas minas que un par de oyentes --incauto el uno, sutilmente avieso tal vez el otro-- intentaron hacer detonar a sus pies. Como era de esperar en el país de Gutenberg, el inventor de la imprenta, la edición alemana, encuadernada en tela verde, es un primor: preciosa, tipográficamente impecable...

Rara avis exiliar este Ponte. Por principio, de acuerdo o no con mis orejas, me abstengo de hacer preguntas a los escritores del patio de paso por esta villa. Pero esta vez, a diferencia de otras en que me he mordido la lengua para no contradecir al impostor de turno, he quedado complacido con todos los argumentos brotados de la boca del huésped literario criollo. Sobria, magistralmente expuestos, por demás. ¡Sombrero, caballeros!

No sólo: experimenté su breve estancia acá como un soplo de aire fraternal, cuerdo, literalmente a orillas del Rin, que se veía fluír majestuoso detrás de la pared de cristal a sus espaldas. Al final de la lectura, compartimos unas cervezas por cortesía de los gentiles anfitriones de la Literaturhaus (Casa de la Literatura).

Rey Alfonso (lo grabó todo en vídeo con la Camcorde de la Chica de Kubalgie, quien no pudo asistir por estar de guardia en su clínica) y yo, por desgracia, nos habíamos llenado la barriga hasta el tope antes de salir. Por su parte, él se banqueteó con una merecida porción de bacalao a la italiana con papas fritas, ensalada mixta y demás guarniciones. Tan suculento y bien presentado el plato como sobredimensionado, por cierto.

Luego, ya al filo de la medianoche, mitad en el Metro (como no alcanzaba la calderilla ni para un pasaje, le di las monedas que me quedaban a Rey Alfonso para que hiciera como que las echaba en la ranura del autómata durante varias paradas; no fuera a ser que
algún inspector nos pillase en flagrante) y mitad a pie, lo acompañamos en triunfo hasta su hotel en la Plaza Barbarroja.

En fin, fue un placer excepcional escuchar sus ingeniosos símiles con el concepto arquitectónico de "estática milagrosa", que arrancó más de una sonrisa picaresca al selecto público asistente. Alrededor de cincuenta personas, todas ellas del mundillo bibliófilo colonense y con una razonable dosis de sopa de letras cubanas.

Desde luego, en no pocos casos tendenciosamente digeridas. Por obra de poderosas encimas progres predominantes en ciertos ambientes culturizados de estos pagos europeos. En ese aspecto Berlín, donde leerá mañana también bajo el patrocinio de la Kunstmann-Verlag, su editorial alemana, es una plaza mucho más agresiva.

Con todo, madera le sobra para imponerse dondequiera y llegará a la capital federal curado en salud contra el tabú número uno de los indígenas: cualquier equiparación de césares psicopáticos extranjeros con Adolf Hitler o alguno de sus adláteres más connotados.

En fin, me congratulo de haber conocido al famoso Ponte en persona. Y cómo no, sobre todo de no haberme equivocado nunca respecto a su noble, cabal persona. Quedan, pues, sabiendo. Pero ya les contaré en detalle más adelante...


El Abicú

Wednesday 23 April 2008

Misceláneas

Sin duda, tiene razón el Anónimo de las 21/04/08 18:05 cuando, refiriéndose al vídeo de Dacia-Renault, afirma lo siguiente: "En realidad ni Luther King ni Gandhi pertenecen a ese asilo de ancianos locos". Para ser coherentes, los autores del clip debieron redondear el elenco con una pareja de revolucionarios profesionales de la calaña de, por ejemplo, un León Trotski, profeta del bolchevismo permanente, o un Buenaventura Durruthi, ídem del terror ácrata.

No obstante, seguro estoy de que ese zagaz lector no me tendrá a mal que rompa aquí una lanza por la libertad del arte --incluido el comercial por encargo-- para no hacer distingos hagiográficos a la hora de parodiar a personajes históricos.

Tras insistir en el tema humorístico, haré un breve cotejo más o menos serio entre el guía espititual hindú y el pastor protestante afroamericano, ambos personajes fascinantes con sendas enseñanzas igual de valiosas para los cubanos. Habiendo conectado con el tema de la desobediencia civil, cerraré con un S.O.S. a favor de las Damas de Blanco, que acaban de subirle la parada al Gobierno por ese camino.

Retomemos el tema original. Ignorancia, frivolidad o mala leche diversionista, lo cierto es, estimado Anónimo, que tampoco es cuestión de exigir seriedad a un género tan bochinchero y efectista como la parodia comercial, cuya finalidad es vender un producto apelando a la notoriedad de personajes históricos. El humor, el mejor humor, es casi siempre amoral.

En un plano más general, la parodia contra todo lo excelso o sagrado es un recurso popular de vieja data que en Cuba se llama, o llamaba, choteo. Contra las moralinas de cierta antropólogía burguesa complejista frente a la inveterada propensión al relajo del vulgo criollo, era uno de nuestros rasgos colectivos más sanos. Lamentablemente, aquella profilaxis social ha sido relegada a la clandestinidad por obra y gracia de la mortal seriedad inherente a cualquier socialismo realmente existente.

De lo contrario, de haberse mantenido el choteo republicano en los medios de difusión, nos habríamos desternillado de risa, por ejemplo, con un clip sobre aquel señor de avanzada edad que, a la pregunta de por qué se iba si sólo le quedaba una afeitada, respondió: "Sí, pero quiero dármela con Guillet". O sea, no con una de aquellas cuchillas rusas que, decía otro chiste de los años "románticos" de la Revolución, no requerían agua, jabón y loción para afeitarse, ya que con la sangre y las lágrimas bastaba.

No en balde el clip más hilarante de la TV castrista --un comercial socialista, por cierto-- terminó inconcluso. Me refiero al Escéptico, personaje desgarbado, larguirucho, gandulesco, de fuerte dejo oriental, porque se comía las eses. Caricaturizaba al "desafecto" reacio a la propaganda oficial sobre la famosa Zafra de los 10 Millones de 1970, y aparecía siempre recostado a una mata, diciendo en distintas variantes: "¿Diez millone? Aflojen, compay. No aprieten tanto. Luego son lo corre-corres..." Cumplida la ambiciosa meta, se suponía que el "pueblo trabajador" le daría un "acto de repudio" al Escéptico por embustero y derrotista. Pero no fue así y, de golpe y porrazo, el personaje desapareció para siempre de la pantalla.

Siguiendo el molde del Escéptico, ¿que tal un clip el picadillo texturizado, el pan de boniato, las hamburguesas MacCastro a base de carne de lombriz de tierra o "el desodorante", nombre puesto por la vox populi a las ollas arroceras chinas debido a la cantidad de usuarios vistos por las calles con la suya rota bajo el brazo camino del "Consolidado".

De hecho, el castrismo ha inventado el comercial espeluznante involuntario. Oh, sí, con aquellos programas del Alto Período Especial sobre el incalculable potencial proteico de la carne de lombriz de tierra, que se aprovecharía --o aprovechó realmente-- en la confección de hamburguesas MacCastro.

Verdad o mentira, aunque la despensa estuviese vacía o no pudiera cocinar porque se había pasado el santo día en casa "sin agua, sin lu y singá", como solía decir, mi difunta esposa Gipsia Cáceres jamás se dejó persuadir a hincarles el diente a aquellas tortas de orígenes y colores indefinibles (los gatos de la terraza ya ni siquiera se dignaban oliscarlas). Por mucho que el Abicú insistiera en contarle las horas que había pasado en la cola de 23 y F para traerlas.

A propósito, uno de nuestros mejores comerciales surrealistas del siglo XXI tuvo como protagonista al propio Fidel. Poco antes de iniciarse su actual convalecencia, me deleitó por Cubavisión aquí en Colonia con aquellos programas especiales donde, anunciando su "Revolución Energética", se hacía todo un muestrario de electrodomésticos antediluvianos o improvisados.

Ciñéndonos ya más al tema del clip de Dacia-Renault, existen coñaques "Carlos III" o "Napoleón" y una marca cerveza cubana "Hatuey". Tampoco estaría mal bautizar a un aguardiente o un ron peleón de nombre "Antonio Maceo" o "Titán de Bronce". O una marca de botas de campaña "Baraguá". Asimismo, debería surgir otra de ginebra "Martí".

No por gusto en Tampa apodaban "Ginebrita" al Apóstol, que no era lo que se dice un hombre de paz. ¿Y por qué no organizar un concurso de clips paródicos sobre el grave altercado entre él y Maceo en la finca La Mejorana, cuya hoja en el diario de Martí arrancara inútilmente Máximo Gómez, otro legendario que bien podría darle nombre a una marca de preservativos, sabiendo que iba dejando un rastro de hijos bastardos por todos los bateyes y pueblos por donde pasaba? Después de todo, cazadores de faldas eran todos ellos...

¿Y qué tal poder comprarse un micrófono o una vocina marca "Chivás"? Merecido honor al más fogoso de nuestros demagogos republicanos. Tanta era su histeria que en uno de sus accesos de incontinencia radiofónica calculó mal la zona relativamente inocua del vientre (dicen que era la segunda vez que ensayaba el número) y se pegó un balazo fatal en plena transmisión radial por no haber podido probar el último de sus embustes. Macanudo clip daría el tragicómico episodio...

En fin, una de las (tantas) virtudes didácticas del libre comercio consiste en su implacable capacidad desacralizadora. Además, es una manera eficaz de humanizar un poco a nuestros epónimos, que buena falta les hace. De felicitarse sería que en la Cuba poscastrista se hiciesen menos distingos entre buenos y malos, apeándolos por igual de sus pedestales y picotas de escuela primaria para rasparlos sin piedad contra el guayo del humor popular. Incluso a ciertos y determinados líderes disidentes, entre los cuales hay más de uno con credenciales de sobra para el bufo televisivo.

Por carácter transitivo, estaríamos inmunizando a las generaciones venideras contra la nefasta manía de idealizar a los supuestos héroes al punto de ignorar sus errores y denigrar a los villanos al punto de olvidar sus méritos. Porque, en el fondo y en la superficie, esa modélica hagiografía patriotera, esos panteones de la infamia política, persiguen la maniquea finalidad de, por un lado, endiosar en vida a los ojos colegiales a la élite estatal de turno y, por el otro, demonizar a la oposición. O viceversa.

Por lo demás, en condiciones de libertad el vulgo criollo tampoco tiene paz con nada ni nadie. Y con razón, puesto que a lo largo de nuestra accidentada historia los héroes y sus heroicidades nos han hecho daños a menudo más duraderos que los de los villanos y sus villanías. Prueba de ello es el fiasco absoluto de una cubanidad que ha acabado mordiéndose la cola de cerdo ante la tenacidad del castrismo.

Y sacando la cuenta en total, ¿quienes le han hecho más daño a la cubanidad en más o menos igual lapso histórico: todos los tiranos y presidentes lacayos y corruptos juntos que tuvo la Republica entre 1902 y 1958 o los hermanos Castro y sus acólitos, que pregonan habernos liberado de ellos desde enero de 1959 hasta quién sabe cuándo?

Con la diferencia adicional de que de nuestros humoristas podían burlarse en vida dentro de la Isla con sólo arriesgarse a una terapia con embudo a base de aceite de ricino --más conocido por Palmacristi, nombre comercial del entonces popular curalotodo infantil-- en los calabozos de la estación de policía más cercana. Cuando más y no siempre.

Estamos hablando, huelga aclararlo, de gente de diálogo, humor y paz; no de pistola al sobaco y consigna incendiaria en boca eternamente desencajada.

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Mahatma Ghandi y Martin Luther King

Hecha la primera salvedad, paso a la segunda, no menos aleccionadora. De la vida de Mahatma Ghandi y Martin Luther King se desprenden diversas enseñanzas de validez universal y, por ende, aplicables también a la Isla de Cuba, donde la internacionalmente ninguneada oposición interna e externa libra una batalla estrictamente pacífica contra el totalitarismo castrista y su actual proyecto de continuidad dinástica.

La convincente victoria de Ghandi, profeta de la "resistencia pasiva" o "desobediencia civil" frente al dominio británico en la India, sólo fue posible gracias a la circunstancia de que Gran Bretaña era una monarquía parlamentaria basada en la representatividad formal de la Corona y el predominio ejecutivo y legislativo de las dos cámaras del Parliament, la independencia del poder judicial, el bipartidismo y la libertad de expresión, o sea, en la plena vigencia del Estado de derecho.

La genialidad de Ghandi consistió esencialmente en su confianza en la flexibilidad de una democracia británica cuyo despotismo colonial --por saberlo él, que había estudiado en Derecho por el London University College-- chocaba con sus propios principios democráticos. Como en el siglo XVII las trece colonias de Norteaméricanas, la India era demasiado vasta para el British Empire, un imperio con fecha de caducidad desde la Segunda Guerra Mundial y con tendencia tradicional a resolver por las buenas sus conflictos coloniales por la vía del Commonwealth, como había hecho con Canadá y Estados Unidos.

La independencia de la India era mera cuestión de tiempo y paciencia. No de sangrientas guerras de liberación de desenlace incierto en un país multiétnico y multirreligioso, sino por medio de tácticas de resistencia pasiva y desobediencia civil que a la larga inclinarían la balanza de la opinión pública y parlamentaria británica a favor de la única solución a la vista: indedendencia dentro del Commonwealth.

O sea, Ghandi libra contra los tommies una batalla mediática irresistible con dos fines estratégicos: (1) desembarazarze de los ingleses y (2) de paso, evitar la simultánea o sucesiva desintegración del país, inculcando a los indios la cultura del diálogo y la negociación a través de acciones multitudinarias no violentas.

El primero lo consigue con relativa rapidez y facilidad; en buena medida gracias a la democracia y los medios de difusión en la metropoli colonial. En el segundo, mission impossible: fracasa de manera aparatosa y pierde la vida frente a los afanes separatistas de las elites nacionalistas nativas y el oscurantismo religioso. La India se desmembra en medio de un caos de guerras, degollinas y éxodos masivos.

En resumen, analizando su obra a la luz de La tempestad, enrevesada tragicomedia shakespereana utilizada por diversos ensayistas para interpretar la relación entre colonizadores y colonizados, civilización y barbarie, se llega a la conclusión de que Ghandi resolvió bien el conflicto entre Próspero, el amo colonizador, y Calibán-Ariel, los esclavos colonizados, expulsando al primero a las buenas.

Enredóse de mala manera, sin embargo, en las tinieblas del alma profunda de los segundos. Un drama trágico del que, de una u otra forma, no ha escapado casi ninguno de los países del Tercer Mundo librados del yugo colonial a raíz de la Segunda Guerra Mundial, Cuba incluida. Eso no le resta mérito a este profeta moderno de la no violencia. Pese a sus imperfecciones, la India ha roto la inercia de los siglos y prospera en casi todos los sentidos.

La experienia de Ghandi demuestra que los métodos de resistencia pasiva, desobediencia civil, manifestaciones de protesta, boicots colectivos, campañas mediáticas, etc., son más eficaces allí donde es factible apelar al Estado de derecho y a la prensa libre, una vez planteado el conflicto en términos de derechos civiles. Vale decir, de equiparación individual ante la ley y creciente igualdad de oportunidades.

Esas corajudas mujeres intentan desatar en la Isla una ola de acciones de protesta no violentas a semejanza de las preconizadas por estos días por el Dalai Lama, quien ha insistido en desmarcarse de los pujilatos mediáticos contraproducentes orquestados por facciones tibetanas ajenas sus prédicas de paz.

Monday 21 April 2008

Líderes de la revolución mundial en gag publicitario del consorcio Dacia-Renault

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Maleta en mano, Fidel se dispone a ingresar en una destartalada casa de campo que sirve ya de asilo de ancianos a un grupo de gurús de la revolución mundial. En el portal se topa con Mao Tse Tung quien, al parecer, regresa del mercado con un par de bolsas de plástico. El "Gran Timonel" se vuelve hacia él en silencio.

Dentro, se afana Vladímir IlitshLenin en su despacho computarizado. Gandhi convalece en su lecho, desde donde cambia los canales del televisor por control remoto. Ho Chi Minh, cómodamente sentado en un sillón con los pies sobre un escabel, hojea una revista del corazón.

Luego aparecen Rosa Luxemburg y Luther King disputando una animada partida de futbolín en la sala de recreación. En el jardín del fondo, el recién llegado Comandante en Jefe descubre a Carlos Marx platicando con el Ernesto Guevara de la Serna.

El "Guerrillero Heroico" le anuncia en tono solemne: "Ha llegado la hora de hacer otra Revolución". Cuya finalidad resume enseguida el tristemente célebre, sesudo autor del Manifiesto comunista en la siguiente frase: "Es acerca de lo que el pueblo necesita".



A saber, el nuevo modelo de minipisicorre (combi) de Dacia Logan MCV, puesto a la venta en Alemania por la módica suma de 8.400 euros. Elegidos en el casting a partir de ese criterio excluyente entre numerosos concursantes, los actores impresionan por su notable semejanza fisonómica con los personajes históricos representados.

La didáctica moda de usar a líderes revolucionarios en spots y afiches publicitarios o desacralizantes, único antídoto eficaz contra la tenacidad hagiográfica de sus incorregibles adeptos, no es un fenómeno novedoso. Pero, como en ocurrente gag de Dacia-Renault, a veces sorprende gratamente por el alto grado de elaboración artística.

Ejemplo de ello es el ingenioso póster de abajo. Descubierto por el Abicú hará apenas un mes en una calle céntrica de Niza, parodia la foto más famosa del Che, asociándola irreverentemente al tema sexual en el anuncio de un concurso de sobre el de condomes multicolores CRIPS. Título del afiche: ¡¡¡Hasta la contracepción siempre!!! Advertencia al pie: ¿En qué idioma hay que decírtelo?


Thursday 17 April 2008

Preparados para un nuevo destino

O la leal deslealtad de Eusebio Leal*

Por Juan González Febles, La Habana (tomado de www.cubanet.org)

[Nota bene: Si ya leyó ambos textos, pase de largo al sin duda "ultrareaccionario" comentario del Abicú más abajo. Sin, ídem, perderse los vídeos ilustrativos.]

El recién clausurado VII Congreso de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) se une al tinglado que arma el régimen en busca de supervivencia. Según palabras del Historiador de la Ciudad y exitoso empresario, Eusebio Leal Spengler, el momento será de preparación y despegue. “Preparémonos para el nuevo destino de nuestro país” –dijo.

En este instante
[pinche ahí para leer el discurso de Leal], desde mi corazón, envío al convaleciente [Fidel], que no está porque no quiere, sino porque no puede; yo le envío un mensaje de gratitud, se lo envío. Quisiera ser un bastón como el de Eneas para sostener a aquel que, con su obra, abrió la posibilidad de la nuestra. Eso es lo que creo ahora. Preparémonos para el nuevo destino de nuestro país, creamos que lo que se ha hecho por estos honorables compañeros de la comisión de escrutinio es lo más correcto.

Luego de expresar cosas inusitadas y sorprendentes, Leal se refirió con respeto al presidente Raúl Castro, a quien llamó en un inefable espasmo de guataquería General Presidente. Le comparó con Carlos Manuel de Céspedes, Salvador Cisneros Betancourt y Bartolomé Masó. El historiador soslayó hacerlo con otros generales presidentes como Gerardo Machado Morales y Fulgencio Batista. Estos en mi opinión, andan más cercanos en el tiempo y los procedimientos a su General Presidente.

Leal, quien es poseedor de una vasta cultura, la usa con frecuencia para epatar a su auditorio. Como signo evidente de los tiempos que corren y los que vendrán, citó al abate Sieyes. Este sacerdote, cuando le cuestionaron su actitud durante la revolución francesa y su terror, por supuesto revolucionario, exclamó: “Yo sobreviví a ella”.

Vemos diferencias entre el abate francés y el ex monaguillo cubano devenido empresario-historiador. Sieyes sobrevivió; Leal vivió de eso. Entre vivir de algo y sobrevivir a algo hay sus pequeños desencuentros y éstos no son exactamente de carácter semántico.

Lo que en Sieyes fue tragedia, en Leal es comedia. Luego de despojar a cualquier cantidad de viejecitas y viejecitos de su patrimonio, arrebatado a precios ínfimos, Leal pide respeto y tolerancia. La moda del momento santifica la riqueza lavada y enviada al extranjero. Esa que su hijo y los hijos de otros shogunes como él comercializan. Legitima la riqueza del grupúsculo autorizado por el régimen para gozar de la vida.

Yo no me avergüenzo de los que están fuera, porque mis hijos están fuera, y jamás me avergonzaré de mi condición de padre, ni jamás les quitaré a ellos el nombre de cubanos -ellos decidieron su camino- siempre y cuando no hagan armas contra la patria que los vio nacer o levanten su mano contra el que les dio nombre, ¡siempre y cuando! Porque, de lo contrario, tendría que decir que son hijos míos como todos los que luchan por la independencia de Cuba, como dijo una vez el Padre fundador.

Leal juega a Bonapartista. Los títulos de nobleza concedidos por el emperador han de ser respetados. Hay que respetar a la claque impuesta sobre fusilados, encarcelados, expatriados y balseros.

El juego de los castristas está claro: Van a llenar la escena con su claque. No habrá espacio para más. Los tiempos y las cosas cambian. Ya los macetas dejaron de ser satanizados y pueden dormir tranquilos e incluso hospedarse en la suite valorada en 850 cuc diarios del Hotel Meliá Cohiba en La Habana. Ya no serán acusados de enriquecimiento ilícito.

Fortunas de jerarcas castristas (Leal entre ellos)



En otro orden de cosas, Leal reconoce la cubanía de los emigrados. Para ello se remitió a Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. Pero aclara, que se trata sólo de sus emigrados, los otros no cuentan. Se mantiene el carácter excluyente de siempre. Todos somos cubanos, pero algunos, lo son más que otros. Esos, los más, son los cómplices de siempre.

Leal ante la Eurocámara (septiembre de 2007)



Por Europa andan los niños de los shogunes. Hace tiempo se dan la gran vida en el execrado mundo globalizado y neo liberal. Dan entrevistas y reciben más atención mediática que Antúnez, Chaviano o los presos anónimos que no han clasificado como esposos de blanco.

Un político que respeto mucho me dijo hace algún tiempo que se verán horrores. Leal los preludia. Ese es el nuevo destino.

*Subtítulo del Abicú, plagiado a autor de cuyo no me acuerdo.

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Comentario al artículo de González Febles y abicueril consejo
de ex correligionario al señor Presidente del Consejo Estado


Por Jorge A. Pomar, Colonia

Brillante, lúcida filípica de González Febles: con voluntad de estilo, al grano y concisa. Tal vez, en aras de la brevedad, haya desechado un pasaje de la rastrera perorata de Leal que me hizo sonreír maliciosamente a mí y, por vía del símil paródico, moverá a idéntica ironía al lector con sentido del bufo criollo.

La Isla utópica de Leal



¡Habráse visto guajiro más sagaz! Con todo, a que algún desaprensivo lector se me queda babia. Pero es de lo más fácil; basta con transmutar escenario, época, vestuario retórica... Helo aquí:

No estamos solos, la nación está pendiente de lo que decimos. Está pendiente Fidel, y con profundo respeto lo estuvo ayer, presente físicamente, Raúl. Una vez, con exceso de confianza de mi parte, le dije a aquel que evoco [¿Raúl o Fidel?]: «Usted nos ha condenado a que la nación esté para siempre presidida por un hombre ilustre». [...]

No va a ocurrir como en aquella oportunidad de la Guerra Grande cuando, cabalgando junto al Presidente de la República en Armas —precisamente, Bartolomé Masó— venía una flor [...] jóvenes que formaban parte de su Estado Mayor. Al verlos, el general Modesto Díaz, que no entendía mucho de cuestiones de letras, se molestó tanto que le preguntó: «Yo no sé cómo usted se rodea, Presidente, de estos bandidos». Y entonces, el aludido le respondió: «¿Y por qué tiene usted esa opinión de estos jóvenes?» A lo que el otro dijo: «Yo no lo sé; a mí me han dicho que son unos poetas».

Rien ne va plus à l'Île. Sobre todo, si el Hermanísimo se rodea de semejantes petimetres culteranos, por más cultos y circunspectos que sean. Con sus tecnócratas castrenses, tal vez con un grano de sal y mucha pimienta, la cosa podría ir a medias, puentear materialmente la posterior transición a la democracia y el estado de derecho. Pero... ¿con "poetas" emplantillados en la UNEAC...?

La Isla real del cubano de a pie (vídeo)


No caiga en ese insondable vacío, mon Général: las fotos de familia, rodeado y aclamado por esos halalevas intelectuales, le alejan de "nuestro pueblo". Los de ahora son mucho peores que los de otrora, que al menos se jugaban el pellejo en la manigua redentora.

Verdad evidente que le espetaría también a Usted en la cara --si viviera para ver en que acabó el folletín insurrecional bayamés-- aquel rústico mambí sin letras pero dotado de cacumen natural que en vano alertara al incauto Masó.

Presidente, hágale caso al Abicú: empiece por liberar primero a los intelectuales orgánicos de la UNEAC. Mande desalojarlos, a las buenas o a las malas, de la jaula de oro de su palaciega sede en 17 y K en el Vedado. Fuércelos a procurarse mecenazgos buegueses independientes o a ganarse el pan de lo que den en el mercado pluma, pincel, tablas,
zapatillas y cincel; lengua, manos, pies, cordura y fantasía.

Mientras los trabajadores dispongan de otras opciones recreativas donde invertir ocio y dinero, ya puede Usted dormir tranquilo en el ocaso de su larga existencia. Al proletarizarse, tal vez esos infatuados uneacistas sean menos ególatras y muestren alguna empatía por sus desfavorecidos compatriotas de a pie.

Lo cual cuadraría mejor a la obsesiva cantata socialista recién orquestada por esos eunucos mentales durante su recién clausurado congreso. Y vaya Usted a saber: a lo mejor hasta de pronto, al verse en la necesidad de apearse de su torre de marfil subvencionado, esos plumíferos ya cegatos, que ahora ya no ven sino dólares, pacotilla y galardones, abren sus escleróticos párpados y atinan de una vez a cumplir su carpenteareano rol de cronistas de la realidad insular.

En cuanto a un probable viraje en masa de la grey culta parametrada contra el régimen, nada que temer por ese lado, mi General. Amén de empedernidos en el arte de doblar la cerviz, tan desprestigiados están nuestros veteranos del arte y la literatura que sus ataques verbales o en blanco y negro serían,
a los ojos incrédulos de "nuestro pueblo", si acaso otras tantas pruebas fehacientes de que a buen seguro, bajo su cautelosa batuta, el país marcha por el "camino correcto".

Y al que se pase de rosca, ya Usted sabe: enséñeles los mismos "instrumentos" que hasta hoy no han disuadido a tantos disidentes. Remedio santo para mañosos parásitos intelectuales teatralmente elebrestados. Por lo demás, de acuerdo: hacerse aplaudir a rabiar ante las cámaras por esa
gerontocrática panda de genuflexos, sinecuristas y cambiacasacas blinda al Gobierno de algún modo contra las tentativas de esas cucarachas Maltinas para vestirlo a Usted de chivo expiatorio póstumo al inicio de la era poscastrita.

Pero las represalias literarias más temibles contra su controvertida memoria provendrán de la nutrida pléyade de autores noveles no invitada al cónclave uneacista. Sólo entre esos, los más ariscos, una vez fallecido Fidel y ya con las manos libres para demostrar hasta dónde está dispuesto a llegar, tal vez podría Usted reclutar una nueva falange intelectual en grado de legitimar sus reformas.

Es verdad que el Abicú está más bien por el final con espanto que por el espanto sin final, o sea, por la solución insurreccional. Cruenta eventualidad materializable con o sin reformas. Pero una cosa son mis deseos y otra las realidades. No obstante, hágase cuenta de que le hablo con el corazón en la mano y, llegada su oportunidad, suponiendo que sobreviva a su fraterno Magno Paciente, actúe con presteza. Pues, así como así, tiempo no ha de sobrarle.

En compensación, imagínese el efecto entre la generación joven si, de repente, siguiendo mi consejo, sus medidas aperturistas salpican también a la plebe y logran el milagro de aplacar las iras del rockero rebelde Gorki Águila, hacer titubear a la recién laureada Yoani Sánchez, moderarse a la mismísima Zoé Valdés,
ponerse incondicionalmente a sus órdenes al sociata Cuesta Morúa, aplaudir de júbilo al alicaído Eliécer Ávila, aquel astuto guajirito de Puerto Padre --su coterráneo, por cierto-- que puso en aprietos al "escuálido" chambelán de la Asamblea Nacional del Poder Popular...

El eterno Hermano Menor --que hasta la fecha defrauda a quienes se fiaban de su capacidad de mando en solitario y reafirma a los que siempre le han considerado en el fondo un pusilánime--, pasaría a la historia al menos como el Deng Xiaoping criollo. ¡Qué gloria para Usted! ¡Qué alivio para el elitista Abicú, que no se fía ni atrás ni alante del tal "nuestro pueblo" y,
en señal de respeto y admiración, se quitaría de buen grado el sombrero ante su marcial retrato aquí en Colonia!

Aunque no sea ése el sendero luminoso que más le agrade a este espíritu de contradicción, hasta el historiador de la villa de San Cristobal de La Habana se daría por bien servido. Con tal de que le dejen seguir contando sus historietas de condesas y marqueses a los turistas del casco antiguo.

No en balde malas lenguas andan regando por ahí que los sirvientes que custodian el zaguán de su mansión visten librea y ensayan coloniales reverencias al paso del distinguido caballero y sus alcurniosos huéspedes nacionales y extranjeros...