Saturday 28 July 2007

Razones para la neurosis y la paranoia en la Diáspora

A propósito de la polémica sobre Padilla-Belkis

Por Jorge A. Pomar, Colonia

No poseyó el talento de un profeta [...] el terror con que oían / las noticias y los partes de guerra. [...] y analizó las ruinas, pero no fue capaz de apuntalarlas. [...] No develó ni siquiera un misterio. [...] La Estilística tampoco se ocupará de él. / No hubo nada extralógico en su lengua. / Envejeció de claridad. Fue más directo que un objeto.
(Fuera de juego
, de Heberto Padilla)

Sean cuáles fueren los motivos individuales de cada cual, la querella en el blog Penúltimos días sobre Belkis Cuza Malé, eco de la desatada por la insólita exclusión de la poetisa del homenaje de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana (AECC) a quien fuera su compañero de vida, se va dando ya un aire al melodrama de círculo de tiza caucasiano (Brecht) en torno al niño balsero Elián González. Desde luego, no moverá masas pero, por lo pronto, ya va sirviendo al tercero sonriente para marear la perdiz intelectual a ambas orillas culturales.

Gústeles o no a los querellantes, sean cuales fueren sus intenciones, desvía la atención de dos temas álgidos. A saber, primero: el avanzado grado de “haitianización” (perdón a los haitianos) y bantustanización de la Isla: ...y analizó las ruinas, pero no fue capaz de apuntalarlas. (Citarlo no implica darle la razón sobre sí mismo.) El Período Especial, cuya continuidad el heredero en persona admitió el 26 de julio, no deja lugar a dudas sobre el fiasco de aquel “Yo te invito a creerme cuando digo futuro”, del cantautor oficial Silvio Rodríguez. Dos botones de muestra: las imágenes del "carnaval de la tristeza" de Santiago de Cuba en Cubanet y el impactante documental Buscándote Havana.

Quizás ella misma no lo haya descubierto entre los celajes de su bola de cristal: Belkis, además de médium, dicho sea de paso, excelente don para una poetisa, es también un espíritu de contradicción, una abicú que “hace honor a su estigma empuñando a su vez un gran mazo de escoba amarga para devolver golpe por golpe los fuetazos que merece y a gusto recibe”. Rompo aquí, pues, otra lanza por ella y su derecho al pataleo.

Romperé próximamente una tercera para elaborar, a la luz de la doble experiencia totalitaria alemana, acerca lo que hay de cierto en su tesis sobre los pinos nuevos que llegan al exilio intelectual a imponer virtudes y defectos de una generación crecida al amparo del Ministerio de Cultura de Abel Prieto", creyéndose que "se las saben todas", que están "más allá del mal y el bien", escribiendo "en un lenguaje de entendidos"... Cierto, a veces se le va la mano y le da al que no le dio o quiso darle.

La comparación con Leopoldo Ávila grita al cielo: Pablo De Soria no tira la piedra y esconde la mano desde el anonimato de un seudónimo. Y no es un potentado del régimen, como el José Antonio Portuondo (fallecido) que se ocultaba detrás del tal Leopoldo para arremeter, a nombre del Gobierno, contra Heberto Padilla y sus valedores desde las páginas de la revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) . Sus intenciones, las conocerá él. Pero está en su derecho a escribir cuanto se le antoje, a acertar y errar. Belkis también tiene derecho a replicar e indignarse.

La vehemencia, la rabia, más o menos acentuadas o atenuadas según las diferencias de temperamento, situación y fama, han sido rasgos comunes a otros intelectuales exiliados bajo acoso. Sobran casos: Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, Lorenzo Vega, César Leante, Servando González, María Elena Cruz Varela, Zoé Valdés...

A favor de Belkis en lo fundamental, no me cuento entre los que proclaman que Padilla fue un poeta (usaré el término en el sentido alemán de Dichter, que designa a todo escritor que logre alcanzar cualidades poéticas) “mayor” o “menor”, disquisición bizantina si las hay. Ella fue su amada esposa, y está bien que cante sus amores y airee los agravios sufridos por ambos. Yo no fui amigo ni enemigo del poeta. Pero, además de sus poemas trascendentes, admiro su coraje civil, tan escaso entre intelectuales.

Pese a haberle hecho la cruz a toda poesía etiquetada como “comprometida”, luché un ejemplar y me lo leí de un tirón. De Fuera de juego me dije, tácitamente, al final de la lectura: “¡Buen libro, por el qué y el cómo!” Aquella lectura esparció sus esporas durmientes en el fondo de mi conciencia de estudiante “problemático" en la Universidad de La Habana del año de la Primavera de Praga. No desafecto, sí "conflictivo". Pues, en tanto que animal político, era yo apasionada y críticamente afecto al proceso, como el autor de aquel poemario en llamas.

O sea, aún no estaba maduro para hacer algo más que comprender pasivamente aquel mensaje disolvente. Sin embargo, desconfiaban de mí. A tal punto que, cuando a mediados de los 80 lo emplantillaron como editor o corrector de estilo libre (ambos laborábamos en casa) en Arte y Literatura, no me lo hicieron saber hasta que no se dio de baja para marchar al exilio, a pesar de ser yo el secretario ideológico del PCC. Ahora bien, como no siempre he sido el de ahora, a fuer de sincero he de confesar que no albergo la menor duda de que a la sazón no me habría ni solidarizado ni malquistado con él.

[Para los suspicaces: mi caso no está envuelto en ninguna nebulosa de Andrómeda; pueden indagar en el Palacio del Segundo Cabo o en la sede de la UNEAC. De todos modos, quiero volver a dejar constancia aquí de que yo también, aunque no de los halalevas, fanáticos o "trepamares" (Neruda), tuve que mudar, con dolores y reconcomios, mis dientes de leche castristas. Aunque no del todo. Algo me queda, a mucha honra. Por ejemplo, como el Führer criollo, no soporto las medias tintas donde no quepan. Y amo el riesgo. Por lo demás, el epíteto peyorativo de "castrista", que abarca gatos pardos de todos los pelajes, es casi un piropo aquí en Europa Occidental. No hay que aterrillarse tanto.]

A buen seguro, aquellas esporas hicieron lo suyo en mi piquis, a la par con (hubo vivencias desconchinflantes, claro, pero sigamos con las letras) ciertos dicharachos y graffitis de burda factura que fueron añadiendo estratos al poso de mis incertidumbres. Decían, por ejemplo, “La culpa la tiene el imperialismo”, “El socialismo lo que hay es que saber vacilarlo”, “Antes los blancos estaban arriba y los negros abajo, y ahora los negros están abajo y los blancos arriba, pero todos más abajo”, y un largo etcétera de lacónica protesta literaria callejera.

Si bien el poeta era más refinado y estético, me agradaban en ambos medios el lenguaje más directo que un objeto, ocurrente; el afán de transmitir mensajes inquietantes, de alborotar el hormiguero. Digo más, pintadas y frases populares poseían una capacidad de convocatoria superior a los versos: le hablaban al cubano de a pie en su propio lenguaje de andar por el barrio.
En cambio, la querella que dio inicio al Quinquenio Gris en 1971 no bajó a la calle.

En cambio, el poeta apelaba a su gremio, manejaba el símbolo y la metáfora culta, pareciendo defender licencias verbales. Desde luego, es una comparación a posteriori, hecha mientras recapitulo el debate sobre la reacción de Belkis al artículo Pablo Cuba de Soria en Penúltimos días y tecleo este texto. El poemario de Padilla era, en general, una hábil sinécdoque, el recurso del todo por la parte aplicado al discurso subversivo. Como ven, a la postre aprendí la lección y ahora estoy usando versos suyos como muletillas en este artículo. ¿Qué mejor prueba de que el poeta ya lo había dicho todo en 1968?

Ningún poeta es genial a todo lo largo de su obra. Todos, sin excepción, son unas veces “mayores” y, otras, “menores”. Ya lo decían los latinos sobre el autor, putativo, de la Iliada y la Odisea, Aliquando bonus dormitat Homerus: “De vez en cuando se duerme el buen Homero”. Si difícil es ser invariablemente genial, más difícil aún es innovar sin incordiar y, por ende, enajenarse para siempre al lector sin ínfulas de literato.

Las más de las veces que alguien ha conseguido atar ambos cabos en la modernidad (Joyce, Proust, Pound, Eliot, Montale, Ungaretti, Quasimodo, Jandl, por mencionar a los modelos extranjeros caros a los sofisticados ultravanguardistas del patio) ha sido a expensas de la amenidad, y aun de la legibilidad. Son textos abstrusos, a menudo fascistoides, escritos para colegas, críticos especializados y profesores, y sobre todo para deslumbrar a la secta de los iniciados. Su utilidad poética es, a lo sumo, experimental, de laboratorio literario.

Por definición, tanto más difícil resulta innovar y ser genial a tiempo completo en la lírica con los recursos del coloquio, que es habla armoniosa pero de hijo de vecina. Los poemas contestatarios que catapultaron a Padilla a la fama y el infortunio no están en modo alguno mejor escritos ni son más bellos que los anteriores de alabanza al régimen. Sin embargo, las conocidas contradicciones ideológicas del poeta en el exilio, que hacía gárgaras con el marxismo --en 1995 a mí me desconcertó en Berlín--, prueban que unos y otros eran subjetivamente honestos.

Más allá del sesgo estilístico individual, no hubo ni podía haber nada esencialmente novedoso en sus versos a nivel de forma y mensaje: No poseyó el talento de un profeta [...] No develó ni siquiera un misterio. (No a las enciclopedias, pero sí a los ignorantes como este servidor.) Tal presunción es falsa. No ya porque el bardo haya asimilado algo de sus modelos de Europa Oriental u Occidente, lo cual es de rigor en todo oficio perfectible, sino porque hace rato que no hay nada nuevo bajo el sol en literatura.

En cuanto al contenido, tampoco podía haber nada novedoso en aquel lúcido alegato lírico por la libertad de expresión en 1968: La Estilística tampoco se ocupará de él. / No hubo nada extralógico en su lengua. ¿Por qué entonces, de repente, unos poemas cobran importancia estatal? Elemental: abolida la sociedad civil, suprimida sin fisuras la libertad de palabra en foros públicos, censurada la prensa escrita y audiovisual, aherrojado el teatro bufo, prohibido el humor político, todo ese vasto campo de expresión, devenido peligroso, pasó a ser coto vedado de los literatos con agallas.

Parodia, alegoría, parábola, ironía, sutileza, abstracción, fantasía, sublimación, doble sentido, crítica constructiva o destructiva, en suma, el monopolio de la violación --más o menos abierta-- de tabúes oficiales, constituyen su irresistible baza de triunfo bajo el totalitarismo. Sin duda, el sistema coarta también la expresión literaria, pero no puede evitar abrirle, por defecto, un margen de juego que facilita, tanto al escritor cabal en busca de su verdad como al execrable (que también puede ser talentoso) en busca de fama negociable, la labor altruista o egoísta de hacerse sentir en la comunidad, de adquirir fácil notoriedad por alergia oficial dentro del país y prestigio de inconformista en el extranjero. Todo depende de que sepa manejar con destreza ese formidable arsenal estilístico.

Es como si la asfixia totalitaria compulsara al escritor a buscar a toda costa la excelencia como recurso legitimador de sus transgresiones y/o de su afán de preeminencia internacional. Resumiendo, las democracias, corruptas o no, y las dictaduras autoritarias "duras" o “blandas”, potencian el periodismo, que tiende a contaminar las bellas letras. En cambio, las totalitarias, al ensanchar el diapasón temático y proscribir la provocación abierta, fomentan sin querer la calidad literaria, catapultando al escritor osado a la gran escena pública a expensas de los medios de difusión. Por carambola, los periodistas, como se aprecia en
Granma o La Jiribilla, se tornan cada vez más líricos, delirantes, fantásticos, mientras los literatos pueden medrar usurpando funciones de prensa.

Esa extraña dialéctica explica la paradoja de que --ejemplificando lo dicho con un caso que, como germanista, conozco bastante bien-- la literatura fuera relativamente superior y mucho más importante en la RDA que en la RFA. Da cuenta también de la brusca decadencia de las letras germanoorientales tras la caída del Muro. Sencillamente, la prensa libre ha vuelto por sus fueros, relegando al escritor a los estrechos confines estéticos de su oficio.

De ahí que, para no salirnos del catálogo de Arte y Literatura, un Hermann Kant (
El aula, La estancia), un Erik Neutsch (Dos sillas vacías, En busca de Gatt), un Erwin Strittmatter (Ole Bienkop, El hechicero I), un Dieter Noll (Las aventuras de Werner Holt, Kippenberg) y hasta una narradora fuera de liga, nobelable, como Christa Wolf (Cielo dividido, Casandra), quienes en su apogeo epataban un mes sí y otro también a los “cabezas de hormigón” del PSUA (SED) y tanto daban que hacer a la STASI, se vean hoy opacados en la Alemania reunificada. Un fenómeno común a Europa Oriental del que no escapará la Isla.

Ponerse a especular qué hubiera sido de la obra de Padilla en el supuesto de haberse consagrado a la “poesía por poesía”, o sea, al arte del lenguaje por el lenguaje, sería “irreal”. El poeta, hombre de pasiones e ideas, jamás habría sido un Julián del Casal contemporáneo. Abundan entre nosotros los juglares eremitas encerrados a cal y canto en su torre de marfil, dentro y fuera de la Isla. Pero no se sabe de ninguno que haya rebasado los confines del gremio transitando por semejante laberinto ciego. Además, ese prurito aristocrático merece un concepto peyorativo: evasionismo.

A fuerza de exprimir vocablos, de versificar al vacío cerebral, reinventan quimeras, paraísos artificiales, el unicornio azul de Silvio Rodríguez. Mientras, “la ciudad se derrumba y yo cantando”. Demasiados poetas culteranos en la Isla. Su número supera ya al de los decimistas, que ellos también hoy apenas cortan versos para dormir bueyes. Cualquier burócrata cultural adorna su esterilidad con el título gremial (y la corresponiente boina o gorra de visera) mediante el trámite de hacer valer su influencia para publicar, a veces con la ayuda interesada de algún
ghost writer agradecido, un par de cuadernos repletos de cursilerías neoprogresistas, lugares comunes, parafraseos plagiarios y greguerías edulcorantes

Se echa de menos la sustancia neuronal útil. No obstante, esos poemarios benéficos, de cuota, también puntean. Son “hierros” curriculares para una edición, una beca, un estipendio, una gira de lecturas, un contrato universitario en Occidente... Aquí entra en juego un aspecto maquiavélico de la nueva política cultural de La Habana: facilitarles la adquisición de la codiciada “tarjeta blanca” (documento decisivo para viajar al extranjero) a los autores incómodos mezclados con los dúctiles, los díscolos y los sonsos, que también los hay.

A muchos analistas se les escapa el detalle de que, detrás de la presidencia de la AECC, que sólo hace en Madrid el papel de fideicomiso idóneo, se encuentra una poderosa colusión de fundaciones y partidos “progresistas” que colabora de buen grado con La Habana. Ahí nadie engaña a nadie. El escandaloso silencio de la Asociación obedece a dos causas: no tienen alibí creíble y las espaldas, bien cubiertas. A su vez, el silencio de la gran prensa del exilio guarda relación con el temor a malquistarse con esos mismos mecenas y perder apoyo.

Hacerse molesto en Cuba es ya un
modus vivendi, tanto para contestatarios como para farsantes. A los segundos, para engrosar la quinta columna intelectual en el extranjero. Son los que confunden, los que nos hacen “ver castrismo por todas partes”, los que dan pie a la paranoia, porque están y no están, no están y están. A los primeros, porque una vez fuera de la Isla sus protestas y denuncias pierden solera, legitimidad, desactivándose. O bien, como en el caso de Padilla, que no “envejeció de claridad”, el desarraigo y sus propios conflictos internos les secan la fuente inspiradora. Para ellos la neurosis es la alternativa en una época infame.

No en balde, Reinaldo Arenas, que no escurría el bulto ni doraba la píldora, escribió relatos histéricos, tiradas de insultos y escarnios contra la “madre de los tomates” en el
establishment insular y en La Florida. Habiendo recorrido el laberinto carcelario, del que emergió al borde de la demencia, fue en la comunidad cubano-americana un autor “imperfecto”: insolente, deslenguado, escatológico, solariego...


Tampoco él encajaba en sitio alguno. Enfermo y sin dinero, "marielito", gay and coloured en el pleno período de acomulación originaria del capital, cuando aún escaseaban en Miami las instituciones culturales, lo ningunearon, denigraron y abandonaron a su suerte. Para luego, post mortem, tironeárselo de una orilla cultural a la otra. En la comunidad cubanoamericana de Estados Unidos, esas cosas han cambiado; en Europa Occidental, no.

En su momento, Padilla tuvo la lucidez de percibir la agonía de la cubanidad, la guerra civil latente: ...el terror con que oían / las noticias y los partes de guerra.
Como todos sus colegas y amigos de la UNEAC, por demás. Sólo que él fue el primer poeta que se atrevió a poner en blanco y negro, no sin cierta rudeza didáctica eficaz, la realidad pseudorrevolucionaria, estando dentro de la cueva del león. Se expuso a un zarpazo que le había sido anunciado a cuatro ojos entre las turbulentas jornadas de premiación en 1968 y la orden de arresto en 1971.


Desoyó las advertencias, dejando de ser, ex profeso, uno de los megáfonos eufónicos del castrismo. Su drama personal, como el de otros renegados, consistió más bien en haberse sobreestimado a sí mismo. Premeditó el acto transgresor, previó sus consecuencias. Pero, a la hora de la verdad, no dio la talla. Angustiado por las dudas del disidente que, por afinidad ideológica, no las tiene todas consigo en la frontera liminal que se dispone a cruzar, flaqueó a la vista del horrendo instrumental represivo que le mostraron los carceleros del Estado en los pulcros sótanos eclesiales de Villa Marista.

Su grandeza, su valor paradigmático, no está, pues, tanto en las bondades formales de su poesía como en su coraje civil, en haberse aventurado a sabiendas, a pesar de su temor y de sus dubitaciones, por terreno minado. Acto supremo, de un lirismo existencial comparable al suicidio de Alfonsina Storni adentrándose impávida en las aguas del mar en busca de la muerte.

A él, Heberto Padilla, hubo que enseñarle los instrumentos, salarle la existencia, encasquetarle luego en el exilio el infamante capirote de los apóstatas vacilantes... A otros, entre ellos algún crítico suyo, ni siquiera eso: bastó con mostrarles, en el turbio cristal de las tribulaciones del poeta, las consecuencias de la gran transgresión dentro y fuera de la Isla. Aludo, sin culpar ni singularizar, a todos aquellos que, mirándose en ese espejo, han optado por no correr albures.

El autor de
Fuera de juego, poemario que más que un desafío a las autoridades quería ser una llamada de alerta desde dentro, pecó por incongruencia. Jamás se repondría del todo de las secuelas psíquicas de aquel suplicio. El resto de su vida fue un ajuste de cuentas malogrado consigo mismo, con la impostura de aquella su aparatosa, pretendidamente irónica confesión pública a la que lo arrastrara el vicio de interpretar el mundo en clave retórica. En su descargo, hay que decir que es más fácil ser consecuente absteniéndose de toda acción comprometedora que arriesgándose temerariamente al cognosce te ipsum (“conócete a ti mismo”) en la picota pública, el calabozo o el exilio mondo y lirondo.

También la casi olvidada poetisa María Elena Cruz Varela incurrió en ese, digamos, error de cálculo. La promotora de la famosa “Carta de los Diez” se retractó antes de purgar la sentencia. La frase con que lo hizo, “Prefiero vivir como poeta a morir como política”, sonaba a apostasía. En verdad, la suya fue la reacción enajenante del reo que, percatándose de que su sacrificio apenas encuentra eco, se sientea solas frente a un poder arbitrario.

Por eso, tan pronto salí de la cárcel en noviembre de 1993, a la primera persona ajena a la familia que visité, sola y refugiada en casa de una hermana en el Vedado, fue a ella (la encontré baldeando las escaleras). Demostrativamente. María Elena, quien como Belkis es una personalidad compleja y atormentada, también fue en su momento tildada de “arrebatada” y “radical” en el exilio. De hecho, no encajaba en ningún lado.

Y en verdad la poetisa estaba desquiciada. ¿Se ha visto Usted, lector, sacado de su hogar en medio de la noche por la canalla enfurecida; bajado en vilo de un cuarto piso por las escaleras; asido por ambas manos a un carro patrullero, mientras en la plaza frente al edificio, percianas y balcones están cerrados, aúlla la turba y resuenan por altoparlantes canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Sara González, Osvaldo Rodríguez...?

Imagínese que sentiría si en el trance le plantan delante a sus dos hijos menores y les gritan que su madre es una puta, una agente de la CIA, una traidora a la Patria y a la Revolución... Suponga ahora que, ya en cautiverio, enfermo, lo internan en una sala especial, le inyectan quién sabe qué fármacos, le administran un surtido de tabletas desconocidas y luego se pasa Usted años pesando el doble o el triple de lo normal sin que los médicos sepan a ciencia por qué... Añada que, aprovechándose de que el padre de su hijo menor es un extranjero incondicional al régimen, le retiran a Usted la patria potestad y la custodia de ese niño.

Remate este retablo de espanto con una secuencia en la que se apea Usted del avión en Barajas. Inenarrable sensación de alivio: ha quemado las naves; al fin se encuentra entre los suyos. Pero hete aquí que pronto se topa con la curiosa circunstancia de que, acá en Madrid triunfa ya experimentalmente la sucesión castrista: hijos de jerarcas del régimen, pulcros egresados de sus escuelas de élite, diligentes factotums de la burocracia cultural, intelectuales tránsfugas que jamás han hecho su outing, camaleones uneacistas que estamparon su firma debajo de un contracarta gubernamental donde le pedían a Usted la mollera allá en La Habana, etc., regentan a título vitalicio el negociado del exilio político.

Más aún, con la venia de las autoridades socialistas locales, le exigen a Usted gratitud por sus favores; "talante moderado" todo el tiempo en sus textos; hablar todos a una voz en tiempos difíciles, a fin de no perturbar la "paz social" en la Isla; corear esos lemitas importados de Europa (¡se las sabía todas Heberto!); ser siempre atildado, comedido y obediente bajo una sola batuta... En fin, que se enfrenta Usted, de sopetón, a un estado de cosas similar al descrito por el poeta en Fuera de juego: ...un paso al frente, y dos o tres atrás: pero siempre aplaudiendo. Única diferencia, nada desdeñable, por cierto: poder hacer las compras en Mercadona y el Corte Inglés.

Me valgo del caso de María Elena para no ahondar en el de Belkis, que ella planea contar dentro de poco en sus memorias. Como a Padilla, a la autora del subversivo poemario Hijas de Eva, Premio Nacional de Poesía Julián del Casal 1989 --otorgado, por cierto, por Manuel Díaz Martínez, el mismo presidente de jurado que premió en 1968 Fuera de juego--, le costó más caro hacer algo que no hacer nada. Ahora bien, supongamos que todos fuésemos tan atinados y prudentes, o, lo que viene a ser lo mismo, "políticamente correctos".

Heberto Padilla, como dije, me desconcertó en Berlín. Era un ser traumatizado, contradictorio, confuso. Polemista como soy, apenas lo contradije, limitándome a escucharlo, con asombro, pero igual con el respeto debido a un hombre que lo merecía. En ese sentido, sostengo que es una falta de respeto hablar de sus "quince minutos de gloria", como hace De Soria, llamar a Belkis “loca” o “tonta”. Y una insólita muestra de insensibilidad hacia el dolor ajeno.

Si no la hubiesen sometido a tortura psicológica en Cuba y excluido arbitrariamente del homenaje de la AECC a Padilla, no habría ocasión de gastar bitios en la blogósfera con ella y su historia. Sus improperios, que no son más “truculentos” que los de De Soria y Hernández Busto, son también reactivos. Por si fuera poco, Belkis da en el clavo cuando dice, repito: “No hay quien los descifre. La escritura de ellos es lenguaje de entendidos”.

La frase le viene como anillo al dedo a De Soria, cuyo artículo de marras, amén de abstruso, rebuscado y frívolo, está sobrecargado de citas superfluas. La clasificación escolástica entre poeta "mayor" y "menor" es una extrapolación de las escalas jerárquicas de un régimen de ordeno y mando al campo literario, donde las jerarquías las establece el gusto de cada lector.

¿Por qué versos como Por la orilla florenciente / que baña el río de Yara / donde dulce, fresca y clara / se desliza la corriente [...] / iba un guajiro montado / sobre una yegua trotona (El Cucalambé) habrían de ser "menores" que estos otros de Rubén Darío: La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa, / que ha perdido la risa, que ha perdido el color...? Yo sólo veo una diferencia jerárquica: la alcurnia de la idílica princesa.

Conque, como exhortaría Encuentro en la Red cuando el tema pasa de insustancial: ¡"A debate", señores catedráticos! Construid y desconstruid cuanto se os antoje. Pero, eso sí, sin metalenguajes derridanos ni citas de autoridades poéticas inapelables. Al grano, como en un examen de fin de curso. Bastará con un manual de rima y métrica española de los usados antiguamente en el bachillerato.

Por cierto, si mal no recuerdo, en aquellos tratados de preceptiva literaria la distinción entre "versos de arte mayor" (más de diez sílabas) y "versos de arte menor" (hasta ocho sílabas) se reducía a una cuestión de longitud. Ah, y los preceptores consideraban más difíciles a los "de arte menor".

Pero el dato que le pone la tapa al pomo de las injurias contra la poetisa, es que Jorge Luis Arcos haya tenido el desparpajo de intentar terciar en la disputa a nombre de Encuentro en la Red. Él, que no se ha inmutado en despejar las dudas acerca de su persona y representa a una AECC inasequible al aluvión de críticas de extrema gravedad que se le han planteado, se siente moralmente autorizado a erigirse en juez de Padilla y Belkis, a zanjar el pleito diciendo quiénes se equivocaron en qué, cómo y por qué, situándose, en tono aparentemente conciliador, a mitad de camino entre la pareja y sus críticos. ¡Inaudito!


Para colmo, lo hace con un texto de malabarista signado a la enésima potencia por esa pedantería de catedrático sofisticado que tanto repugna a la poetisa. (Borges ha de estar revolviéndose en su tumba: las sastrerías de ambas orillas del charco cultural cubano lo usan a porfía, igual para un roto que para un descosido.) No haberse evadido, según Arcos, fue lo que, en última instancia, perdió al poeta, que en definitiva sólo estaba aplicando demasiado al pie de la letra los postulados del “compromiso intelectual” sartreano. ¿En qué quedamos, compromiso o evasión? Palos porque boga y palos porque no boga...


Padilla, según él, se estrelló contra la "Historia", no contra el poder concreto, implacable, que todos conocemos. La culpa, insinúa, es del "totalitarismo", que los de la AECC no identifican con la Revolución Cubana y, consecuentemente, hacen todo lo posible porque el sucesor logre insuflarle nueva vida a ese cadáver histórico. Así, entre otras ventajas, nunca serían abiertos al público los archivos de la Seguridad del Estado, como sucedió con los de la STASI en la RDA. Y las actas de la Asociación serían incineradas o coninuarían siendo confidenciales.

Por último, lo de “un escritor que también fue su esposo”, según el comentario de Ernesto en mi blog, sería otro insulto, éste sí “de baja estopa”, si no fuese porque el ofensor parece desconocer la circunstancia de que las asechanzas de la Seguridad del Estado tuvieron mucho que ver en la destrucción de un amor que de otro modo pudo haber durado la vida entera. Sugiero que, si no está en el
insight, como creo, le pida disculpas a la “Brujita”.

El carácter y lenguaje de Belkis son harto frecuentes entre damas criollas. ¿O no? A mí me place así como es: vehemente, temperamental, genio y figura hasta la sepultura. Desde luego, nadie está obligado a compadecerse de ella, lo cual sería añadir alevosía al escarnio y no hago yo aquí por considerarla del todo cuerda, a rendirle pleitesía. Tampoco lo está pidiendo. Simplemente, está reclamando derechos que le asisten.

En efecto, he cargado las tintas con imágenes espeluznantes del acto de repudio a María Elena en Alamar. Con todo, la realidad mental del exiliado recalcitrante es, si cabe, tormento mayor que el paso físico por las "horcas caudinas" ( Diana Álvarez Amellde,
Penúltimos días) de la Isla: rumia cotidiana del calvario vivido, traumas a veces inconfesables por afectar el pudor, conflicto de conciencia e imagen, rechazo de quienes debían brindarle apoyo, sensación de minusvalía y descrédito, perdida del sentido de la vida, impulsos suicidas... Como para enloquecer. Yo aquí, ¿qué remedio?, ya sólo estoy haciendo literatura.

14 comments:

Anonymous said...

Querido Pomar:
Invitado por la foto que ilustra tu blog encendi mi tabaco.Uno bueno,cubano que me mandaron socios de la Isla.Ni siquiera soy literato, pero me resulta vital y no puedo menos que regocijarme disfrutando de la forma tan peculiar que escribes.Me parece que eres un tipo muy correcto discutiendo pero mas me cuadra lo claro que cantas la jugada.Ache para ti.Te mande un saludo el dia de tu cumpleaños pero se me jodio la maquina y lo perdi.Conozco al frivolo poeta Soria, pero veo que no mucho, porque Belkis lo retrato de cuerpo entero.Y se quedo corta.
Siempre he sostenido que desde la vieja Europa el asunto cubano se en una dimension mas completa que desde este turbio Miami.
Nada, que tu escrito esta muy bien equilibrado y que puedo imaginarme los problemas que te debe haber traido en Cuba una opinion tan objetiva de las cosas.

Anonymous said...

Qué pensar de quien pasa por alto la cagada de madre que Belkis Cuza Malé le hace al final de su artículo a Pablo de Cuba Soria?
Te parece bien, Pomar?
Y estás de acuerdo tambien con que lo acuse de agente del gobierno castrista?
Con articulos como el tuyo lo que se fomenta es la incivilidad entre los intelectuales. Belkis Cuza Malé pudo haber discutido con toda la razón del mundo y de mejor modo.

analista said...

Estimado Pomar

Fantástico artículo. Me ha hecho reflexionar (e incluso acudir al diccionario buscando algunas palabras desconocidas). Incluso me hace ver de otra forma la última frase del escrito de Belkis.
El artículo de Soria es como bien dices, no solo una falta de respeto a un autor pasado por las baquetas de Isla, sino una falta potenciada de sensibilidad. Quisiera ver a de Cuba Soria si lo hubieran pasado por Villa Marista y Kilo 8.
Mas lo que más me gustó es la oposición al artículo de Arcos en su papel de advocatus diabolicus.
En fin, tu artículo es, usando una palabra alemana "toll".

Jorge A. Pomar said...

Gracias, Fumador y Analista.

Disculpen las molestias. Es que, como siempre, a la mañana siguiente corrijo y, a veces, amplío. Los links tampoco funcionaban.

En este caso, Fumador, te sugiero echar de nuevo un vistazo, pues hay añadidos de última hora que pudieran interesarte.

Como los dos párrafos que ahora completan la descripción del drama de María Elena en Alamar, una aclaración entrecorchetada sobre mi pasado castrista y algunos detalles más.

Por lo demás, ahora mismo luzco como en la foto: echando humo como una locomotora, igual que tú.

Como ven, he calzado buena parte de mis afirmaciones con citas de versos padillanos resaltadas en cursiva y negrita. El poeta se las sabía ya todas en 1968.

"Cagada" , Anónimo 2,me parece innecesario. Por favor, cómprese, si no lo tiene, un diccionario de antónimos y sinónimos. Por lo demás, es libre de decir aquí cuanto desee.

El Abicú

Anonymous said...

¿Cagada? No. Mentada de madre. Belkis Cuza Malé le dice a Pablo de Cuba Soria que no tiene madre. Se trata de uno de los mayores ataques personales posibles.
A Pomar le molesta una palabrita en su blog, mientras apoya en ese mismo blog los insultos personales.

Anonymous said...

¿Pero si no le gusta la mentada de madre, porqué hace uso de ella?

¿Otro caso de alguien que por odio al torturador, tortura?

Embabia Pérez

Anonymous said...

Pero que tiene que ver este asunto de la Belkis Cusa con lo de Encuentro. Le pido a "Precisa Mente", esa señora tan culta y afisionada a señalar las faltas de ortografia de los demas, que me explique por favor como es la cosa. ¿que relasion hay entre Belkis y Jorge Luis Arcos? ¿Por que Padilla no da su opinion?

Anonymous said...

Atención, lamentablemente Padilla etá ñangueteao. Èl anda ya contándole a Dió la gran queja sobre los miércoles "humanistas" que andan dirigiendo desde hace ratón y queso al revolcadero-desastre su país de origen.

Informo también que este asunto de Belkis tiene que ver con Belquis(?).

Perogruyín Oxiurexado

Anonymous said...

Quise decir: "Informo también que este asunto de Belkis tiene que ver con Belkis(?).

Perogruyín Oxiurexado Corregido y Aumentado

Anonymous said...

Cochinillo lee atentamente (trátalo, please)el articulo de Jorge para q entiendas...d q vá esto

Cuchillo

Anonymous said...

Lo he leido dos veses, pero hay algunas referensias que los que somos menos cultibados no las entendemos bien. Por eso pido ayuda a Precisa Mente.

Anonymous said...

Por que quitaste la carta de Arcos?

Anonymous said...

?

Anonymous said...

Toda esta discusión se puede resumir en una pequeña, pero precisa observación de analista: "Quisiera ver a de Cuba Soria si lo hubieran pasado por Villa Marista y Kilo 8"

No se trata de un conflicto generacional como algunos intentan ver, sino de una cuestión de ética, que de Soria pasa de alto y banaliza en un análisis mediocre. No le deseo a nadie 15 minutos de interrogatorio en el DSE, pero me doy cuenta que para algunos esa experiencia pudiera ser instructiva.