Saturday 27 October 2007

¿"Delira", amenaza Bush a los cubanos... o a sus verdugos?


O rechazar el retrato porque no nos gusta el fotógrafo

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Un discurso conciso, lúcido, irrefutable, elegante, seductor... No se le ha quedado nada en el tintero esta vez. La airada reacción de La Habana y sus apañadores extranjeros revela a las claras el peligro, la potencia subversiva del mensaje presidencial.

Sin dejar de aceptar el capcioso "ramo de olivo" raulista y ofrecer una salida decorosa a la clientela del régimen no involucrada en hechos de sangre, sus
principales destinatarios son la mujer y el hombre corriente en calles y campos de la Isla, especialmente los que aún no peinan canas.

Huelga aclarar que, descontando un par de detalles --tonterías como esa que tres cubanos no se pueden reunir without legal permission (Bush no aclara que se refiere a encuentros antigubernamentales) obviedades aparentes como el falso mantra presidencial de que el futuro de los cubanos está in your own hands--, el Abicú aplaude la coherencia, oportunidad y tino para poner los puntos sobre las íes en la cuestión cubana demostrada esta vez por el Gran Villano de la Aldea Global.

Insidia, si se quiere, hay. Pero la amenaza implícita no es de invasión sino de implosión. Por lo demás, el discurso de Bush no tiene nada de "electorero". No ya porque Bush no se juega personalmente nada en los comicios, de los cuales está excluido por ley, o porque las propuestas de los candidatos republicano y demócrata en punta apenas difieren en matices, sino sobre todo por tratarse en esencia de la misma retórica presidencial de hace años.

Tampoco es verdad que, como alegan algunos rizadores del rizo, las palabras de Bush pongan en peligro la integridad física --de libertad no cabe hablar en su caso-- de los líderes de la disidencia interna, puesto que quien los encarcelaría, cosa que hace a diario, o asesinaría preventivamente es la Seguridad del Estado.

Por otra parte, ¿en qué, si no en el mérito otorgado por la disposición al riesgo personal, se sustentaría el presunto derecho de que habla Bush a que sean los disidentes quienes lideren la futura democracia? Está claro que el Presidente hace aquí proselitismo a cuenta ajena, o sea, exhorta a la población insular a perder el miedo, romper el silencio y engrosar las filas de la maniatada oposición interna.

Pero mucho me temo que en este detalle esté cayendo en el wishfull thinking: salvo que el
a dedo designado Sucesor decida iniciar una revolución desde arriba y recabe su ayuda o en efecto desembarquen los marines, por desgracia nada en la vida real indica que los disidentes vayan a jugar un papel significativo en el proceso de cambio. El pueblo, mi querido y nunca bien ponderado Mr. Bush, no es la solución: es más bien el problema allí donde, no habiendo cambiado el gobierno durante casi medio siglo, el cambiado a la fuerza para mal ha sido el pueblo.

No pasando ambas alternativas de pura hipótesis, lo más probable es que se imponga el lezamiano "azar concurrente" en forma de estallido cívico-militar y que los acontecimientos desborden a la oposición interna. ¿Cuál fue su papel, por ejemplo, en el desencadenamiento y desarrollo de los sucesos del Mariel en 1980 o el "Maleconazo" en 1994? En suma, no están ganando.

Su único chance: aparcar afanes protagónicos y discrepancias ideológicas para cohesionarse alrededor de un programa mínimo de libertad y democracia capaz de inspirar confianza a una ciudadanía descontenta pero harta de retóricas doctrinarias. En política, se sabe, los mensajes han de ser simples, elementales, inequívocos, como el discurso de Bush.

Por otra parte, fuera de Hungría, Polonia, Chequia --por cierto, únicos tres países de Europa Oriental donde, por haber sido siempre masiva, la oposición jugó un papel protagónico en los cambios-- y en contados países más con un peso en la comunidad internacional tendente al cero aritmético, ¿con qué otros valedores cuenta el movimiento anticastrista? ¿España (a la que alude el Presidente sin nombrarla), la OEA, la UE, Naciones Unidas? No bromeen, por favor. Como no sea para acabar de hundirnos...


Las virtudes cívicas de la oposición interna están más allá de toda duda, pero no hay evidencias de que también posea poder de convocatoria de ninguna clase ni magnitud apreciable dentro del territorio nacional. Su influjo es socialmente irrelevante. De hecho, en la opinión pública de la Isla no cuenta para nada, a no ser como incidente de arresto, comidilla del barrio por un rato. En particular,
entre la juventud los disidentes no han logrado calar ni mucho ni poco.

Consta que un 80 por ciento largo de los jóvenes sueña despierto con Miami, planea perderse del Morro cuanto antes y por cualquier vía, arriesgando hasta la vida en el intento. Ha votado ya mentalmente con los pies. Otros, los menos, los que optan por quedarse o, más bien, no se dejan expulsar del terruño, como el Gorki de "Porno para Ricardo" recobran la rebeldía y el sentido común perdidos de sus mayores mediante el curioso, traumático antídoto de la enajenación desenajenante.

La frase suena a antítesis, pero no lo es. Pónganle asunto, lector, a las palabras de Gorki Águila Carrasco en el siguiente vídeo.
Sus furibundas canciones se apoyan en la habitual violencia escénica del género, que en él deja de ser mero artificio gestual para hallar su plena razón de ser en una sociedad sometida a una tiranía tan brutal como metódica. Al antológico alarde de lucidez y coraje civil de este rockero obstinado, se opone el persuasivo contrapunto burocrático-estatal en boca del funcionario y del andrógino, voceros de la "nueva" política cultural del régimen:



La mayoría de los líderes disidentes, personas próximas a la tercera edad, rema, pues, ostensiblemente contra la corriente. Suelen expresarse ante la prensa extranjera como si dirigieran partidos y sindicatos de masas capaces de llenar plazas o desatar huelgas generales. No están contentos ni con el talante claudicante de La Moncloa (algunos sí) ni con el el supuesto radicalismo "irresponsable" de la Casa Blanca.

Sin embargo, lo cierto es que,
"descontruido", como dirían nuestros críticos postmodernos, el discurso de Bush se revela moderado en el sentido más cabal del adjetivo: la suerte de Cuba, ha dicho en sustancia el Presidente, está en manos de los cubanos de la Isla. ¿Qué más podemos pedir?

Si bien, en ese aspecto el difamado Presidente se equivoca de plano: en realidad, los insulares no están en condiciones de decidir su destino. Aunque pululen quienes han hecho un lema del rechazo a cuanto proponga la "derecha reaccionaria" (Bush, Aznar, Havel y todo el que nos tienda la mano para que se la mordamos), nuestros compatriotas están urgidos de todo el aliento y ayuda que se les pueda brindar. El resto es cuento, shakespereana comedia a base de sound and fury ("estruendo y furor").

Y es que, sin contar los efectos del sistemático acoso y penetración policiaca, los disidentes fallan lastimosamente. Amén
de sus notorios déficits en cuanto a cohesión, dotes para el liderazgo y psicología de masas, son demasiado pocos para tamaña Babel doctrinaria. Sus constantes discordias, pruritos de autonomía a ultranza, su divorcio suicida del exilio militante, envían señales negativas.

Olvidan que Miami ha sido siempre el refugio por excelencia de la oposición cubana, el aliado natural de todo movimiento antidictatorial en la Isla desde la era colonial hasta el fin de la Segunda República. Los abstrusos ideologemas y galimatías de factura europea que se gastan ciertos líderes, su notorio hábito de dorar la píldora o escurrir el bulto cada vez que la cosa se pone fea.

Confunden, desorientan, inspiran desconfianza a unos cubanos de a pie demasiado suspicaces, astutos, matreros, que pecan por pasarse de listos, dejando siempre que otros se lancen delante y pongan el muerto, el contuso, el recluso, el proscripto... Hasta que se vire la tortilla y podamos salir todos cuchillo en mano a cortar nuestra cuña sin arriesgar mucho en el empeño, como en el 1898, en 1933, en 1959.

He ahí uno de nuestros defectos principales: todos nos creemos pícaros y, bajo un régimen supuestamente igualitarista que abusa de la retórica humanista y transmuta a la gente en buscones, obligándolos a vivir al día, de la mano a la boca desde la cuna hasta la tumba, ese rasgo oportunista, inasequible al sufrimiento ajeno, ha acabado predominando en nuestro carácter y jugándonos una mala pasada.

Somos incapaces de unirnos en torno a un objetivo común de alto riesgo porque, además, hemos interiorizado la cultura de la delación, la indiferencia y la alegría por el mal ajeno. Por eso, más que por su desaciertos, los disidentes están solos.
El joven Gorki describe magistralmente ese sicodrama de anulaciones mutuas en el vídeo de arriba. Por cierto, se da también en la Diáspora eurooccidental, particularmente la española.

De ahí la trascendencia del reconocimiento oficial, urbi et orbi, de la Casa Blanca. En contraste con su homólogo español, Bush no privilegia a ninguna corriente de pensamiento en particular: las puertas de la Oficina de Intereses en el Vedado están abiertas de par en par por igual a los que no se cansan de poner pegas a la política cubana de Estados Unidos, a los que prenden una vela a Dios y otra al Diablo, y a los que suscriben el programa de Bush y la "mafia de Miami".

Sólo que, inteligentemente y/o de corazón, la Realpolitik de estos últimos desconoce esos complejos de inferioridad interiorizados frente a Estados Unidos que están arruinando a media Humanidad.

Al Abicú le ha encantado, por ejemplo, leer que un ex prisionero de conciencia como René Gómez Manzano, a quien hace poco las autoridades le negaron el permiso para ir a recoger un premio de Derechos Humanos en Bélgica, haya declarado sin ambages como motivo de salida que, de paso, se proponía "saludar personalmente a compatriotas y amigos del exilio". Así se habla, para que entiendan gobierno, criollos y extranjeros, el mundo entero.

De pasar por Colonia, René (saludos), a quien admiro y me honra conocer, no haría un rodeo en torno a mi casa como si yo fuese un apestado. Otros lo han hecho. De seguro, el lector se dirá: "¡Ah, el Abicú es fan del grupo de Martha Beatriz, Félix y René!" Sí, señor. Y digo más: es uno de los pocos grupos opositores que, si uno de mis tres hijos, o los tres juntos, me preguntase acerca de su decisión de incorporarse a él, le contestaría afirmativamente sin pensármelo dos veces y consultarlo otras veinte con la almohada y mi conciencia paterna.


Pongamos los pies en la tierra y démonos con un canto en el pecho mientras contemos con la solidaridad efectiva, el reconocimiento sin etiquetado ideológico del gobierno más poderoso del planeta y una ley de "pies secos-pies mojados" que sigue siendo la única grieta abierta hacia la libertad en el Muro de La Habana, más infranqueable que el berlinés debido a la "maldita circunstancia del agua por todas partes".

Es una ingenuidad pensar que la Casa Blanca y el Congreso, bajo cualquier administración, votarían selectivamente a favor del levantamiento. digamos de las restricciones de viaje a la Isla sin al mismo tiempo derogar la ley de "pies secos-pies mojados". El embargo no ha tumbado al castrismo, pero tampoco lo han hecho el libre comercio con el resto del mundo ni el apaciguamiento o la solidaridad crítica con el régimen.

En Washington, enterémonos de una vez, tales "bagatelas" se negocian de antemano al regate y se votan en paquetes de asuntos de más importancia para partidos y lobbies en la disputa. Ni Cuba es tan importante como algunos parecen creer, ni Bush estará en el poder un día más de los cuatro años previstos por la ley este su segundo mandato, ni su sustituto o sustituta van a cambiar nada esencial en la política cubana de Washington.

Escuche aquí la reacción oficial cubana en boca de los contertulios de la Mesa Retonta y de uno de los Trakatranenführer del castrismo en Miami, el inefable Francisco González Aruca (foto de arriba), director de Radio Progreso Alternativa:



El Abicú acepta, pues, hasta los defectos, inconvenientes y contradicciones que sin duda existen en la actual política de la Casa Blanca. Pero embargo, sanciones a terceros países, restricciones de viaje, límites al monto de las remesas, ventas al contado y todo lo demás son prerrogativas soberanas de la ciudadanía, los dos grandes partidos, el Congreso y el ejecutivo norteamericanos.

A los cubanos nos corresponde exigirle al gobierno de la Isla, no dedicarnos a ladrar como perro fiel a todo lo que se mueva en el políticamente ancho y aperreado patio del vecino norteño. Para criticar al "imperialismo" basta con el Granma, Juventud Rebelde, Bohemia, Radio Reloj, Cubavisión, Kaos en la Red, La Jornada, Rebelión, Le Monde Diplomatique, El País, CNN, The New York Times...

El llantén incesante, el victimismo, el hábito de pedir limosnas con escopeta, ese negativismo compulsivo consistente en buscarle siempre las cuatro patas al gato gringo, se lo dejo a los ilusos e ingenuos (reales o fingidos) de la isla para que lo incluyan en sus "carticas" a los Reyes Magos.

A Santa Claus, si por ventura moran en Estados Unidos, donde muchos cubanoamericanos hacen su agosto con la manía de presentarse, a lo Michael Moore, Al Gore, Chomsky y casi toda la farándula hollywoodense, como los good Americans.

O apelar a la fe yoruba y rezarles a la patrona de Cuba y los orishas, que evidentemente no tienen potestad en ese campo o, deidades machócratas al fin, están con los más poderosos. Hasta que caigan en desgracia, claro está. (Lo cual, traduciendo el lenguaje esotérico de nuestros babalaos a la jerga hegeliana, significa: "Cada pueblo tiene el gobierno que merece y deja de tenerlo cuando deja de merecerlo".) Entretanto, como los tres Juanes del bote de la leyenda del santuario de El Cobre, seguimos naufragando.

Con los católicos y sus vicarios en la Tierra, más vale no perder el tiempo: halan hacia el Vaticano en Roma y la Madrastra Patria. Siempre nos queda el recurso mágico al vaso de agua espírita, el horóscopo, el calendario chino...

Conque a llorar al templo y el que tenga miedo que se compre un perro o se haga a un lado. Es absurdo pretender hipotecar la libertad de la Isla a la seguridad de sus defensores. Todo tiene su precio y está bien que así sea. No en balde, José Martí --a quien, dicho sea de paso, me repugna citar-- abrió oficina cerca de Wall Street.

Y al cabo de treinta años de guerra los mambises aceptaron de antemano los sacrificios de una intervención que sus diplomáticos se empeñaron en forzar.
Puestos a elegir, eligieron el mal menor: Estados Unidos. Enseguida su papel como simples tropas auxiliares del US-Army y los Rough Riders de Teodoro Roosevelt les daría la razón. Escriban lo que escriban los apologetas de la República y del castrismo, lo que vino después, lo sucedido desde el advenimiento a la independencia en 1902 hasta la fecha, tan sólo demuestra lo obvio. A saber, que los cubanos, siempre en busca de la perfección absoluta, de la cuadratura del círculo, aún no sabemos gobernarnos.

Nada ni nadie es ni será jamás perfecto. También en la Cuba del futuro, habrá una sana dosis de "política cómica", desigualdad social, corrupción administrativa y judicial, jineteo (más opcional y mejor pagado), robo, drogas, juegos de azar y delincuencia. (Tienen su glamour, atraen turistas y, en todo caso, son preferibles a la actual asepsia comunista, donde sobra de todo eso.)

Tampoco faltará cierta violencia política, inherente a nuestra belicosidad y veleidades patrioteras, a nuestro "yo puedo más que tú". Desde luego, habrá también algún que otro cuartelazo que en el futuro no deberá desembocar en un nuevo experimento utópico, estando ya vacunados en demasía contra el virus de la ingenería social a pulso.

En compensación, habrá libertad y democracia, división de poderes, pluripartidismo, elecciones periódicas, economía de mercado, igualdad de oportunidades. Y lo más importante, ropa, comida, distracción, sin libreta de racionamiento ni apartheid castrista. Resumiendo: justo lo que pide el rockero Gorki, ni más ni menos.

Si esto le pareciera poco desear, amable lector, le invito a hacer el siguiente ensayo mental. Imagínese que ha logrado reunir Usted a todos aquellos cubanos que le ha tocado en suerte o desgracia conocer a fondo a lo largo de toda su existencia; que los ha embarcado a bordo del Titanic hacia un paradisíaco atolón de la Polinesia, abandonado allí a su suerte con todos los recursos materiales, el know-how y las providencias institucionales imprescindibles para prosperar en paz y concordia bajo el imperio de la ley.

Al cabo de veinte años regresa Usted. ¿Bajo qué sistema socioeconómico vivirán ahora, en su generosa imaginación, aquellos robinsones criollos? A mí, que he hecho esa prueba mental, me da que bajo una democracia corrupta, una dictadura autoritaria o un régimen fascista o comunista.

No es cuestión de ponerse a pedirle peras a un olmo. Somos un pueblo de descendientes de españoles y africanos. Los americanos son quienes son y nosotros también. Ellos están ahí para tratar de exprimirnos el mayor beneficio posible, y nosotros debemos pensar a nuestra vez lo propio de ellos. Todo en beneficio mutuo. Cordialmente, sin complejos de inferioridad por nuestra parte.

En definitiva, el score histórico está a favor nuestro: hemos conquistado --me refiero a los cubanoamericanos; sus compatriotas insulares están libres de Coca-Cola, McDonald y de toda presencia gringa-- prácticamente un estado completo de la Unión; hemos colado en el parlamento y la administración a varios senadores, representantes, altos funcionarios, alcaldes y jueces; hay que contar con nosotros a la hora determinar cuál de los dos partidos triunfará en las elecciones y quién va a ser el presidente; el PIB de la "detestable "Comunidad Cubana es 25 veces superior al de la Cuba castrista, etcétera, etcétera.

En la casilla yanqui, un gran cero. Por tanto, ¿quién ha colonizado o neocolonizado aquí a quién? ¿Ellos a nosotros o nosotros a ellos? Imaginémonos por un instante los decibeles del clamor insular y universal si fuese al revés, si los gringos pudieran proclamar que la colonia yanqui en Cuba decide elecciones, controla provincias y demás.

Por si fuera poco, otro dato incontrovertible: jamás ha sido tan grande la gringomanía en la Isla. ¿Acaso no es allá la palabra "yuma", sinónimo de Made in Usa, el último grito de la moda entre niños, adolescentes, adultos y ancianos, el sello de calidad y distinción por excelencia en todas las cosas del cuerpo y del alma?

¿Ha visto Usted alguna vez, lector, un programa juvenil de Cubavisión? Si es extranjero, sintonice el canal vía satélite para que vea cómo lucen los "hombres nuevos", los "nietos del Che". (Eso sí, trabajo le costará ver una sola escena cotidiana en las calles de nuestras ciudades.)

En fin, que en esta vida siempre hay que escoger. Y puesto a escoger, Jorge A. Pomar escogió en su momento y sigue escogiendo la libertad con todas sus espinas. Y esa libertad, si no lo es, se parece mucho al panorama que nos ha pintado Bush al final del túnel castrista. Juzgue el lector por sí mismo después de tomarse la molestia de leer el discurso completo del Presidente en (seleccione la versión deseada) español o inglés.

Una vez leído el texto de cabo a rabo sin preconceptos, objetivamente, contésteme Usted a mí o a sí mismo si, objeciones de grado o forma aparte, en verdad le agrada el cuadro o prefiere el statu quo bajo el Magno Paciente.

O bien, en su biológico defecto, las reformas esbozadas por Soledad Cruz, el "socialismo del siglo XXI" a lo Heinz Dieterich-James Petras o la vía asiática que, según personas en el insight del Palacio de la Revolución, guarda en el portafolio el Sucesor designado. "De buenas intenciones --dice el refrán-- están pavimentados los caminos del Infierno"...

...Y los caminos de la historia de la izquierda en el "poder absoluto" (en el compartido a veces hace cosas buenas), añade el Abicú, que prefiere el neoliberalismo y la globalización, con todos sus males. Por esa preferencia paga gustoso su precio en el exilio euroocidental, donde desde su llegada le han estado pasando cuenta por ella. Aquí comulgar con Bush es el colmo de la "incorrección política". No se es abicú por amor al repudio, pero se aprende a vivir con él. Se puede.


Por experiencia propia sé que es dificil, políticamente suicida estar de acuerdo con lo expuesto en este blog inconformista y admitir en un comentario que tal vez el Presidente haya dado en el clavo. Vivimos en un mundo en el que, si ahora mismo a Bush se le ocurriese la malhadada idea de comentar que alimenta a las gallinas de su rancho tejano con granos de maíz, al día siguiente todas las aves de corral del planeta morirían atragantadas con garbanzos.

Excepto las gallinas jabadas de ojos rasgados en el Reino del Medio, donde los pragmáticos chinos postmaoístas han entrado en la postmodernidad a todo tren precisamente por haberse despojado, entre otros muchos del marxismo ortodoxo-herético y del tercermundismo, del complejo de inferioridad frente a Estados Unidos y Occidente. Ellos no se mueven mentalmente en esa longitud de onda fatalista.



Pero, insisto, vale la pena atreverse. Concédale por una vez el beneficio de la duda incluso al Gran Villano de la Aldea Global. Al menos dedique unos minutos al vídeo del discuso aquí arriba) Una verdad es una verdad aunque la diga el Maligno y una mentira no deja de serlo aunque salga de los labios del Crucificado.

Y Bush ha dicho, o para ser más exacto, ha vuelto a hacer el inventario de casi todas nuestras miserias y expectativas nacionales. No caígamos de nuevo en el vicio
hispano de rechazar el retrato porque no nos gusta el fotógrafo. Nuestro día, yo le creo, "ya viene llegando". Gracias, Bush.

El Abicú

Wednesday 24 October 2007

La muerte de Castro

Por Gloria Cuenca, Caracas

Hay muchas maneras de morirse. La más común, la tradicional, cuando el cerebro se para, el corazón deja de latir y cesa la respiración. Entonces, el médico de cabecera, declara al paciente clínicamente muerto.

La muerte de los políticos poco o nada tiene que ver con la muerte física. Tanto es así, que en otros tiempos un dirigente de AD [Acción Democrática, partido socialdemócrata de los presidentes Rómulo Betancourt, Jaime Lusinchi y Carlos Andrés Pérez] le dijo al Dr. Jóvito Villalba [1908-1989, profesor de Derecho Constitucional en la UCV y político venezolano]: “Usted es un cadáver insepulto” y éste contestó, “tenga cuidado, que los muertos salen”.

Detrás del “telón de acero” era bastante común la “muerte política”. Los expertos, en “leer” e “interpretar” lo que estaba ocurriendo se basaban en el lugar de los dirigentes en las fotografías. Stalin y Breschnev murieron muchas veces, antes de que fuera verdad.

Es la actitud común del totalitarismo, odian la información “como dato reductor de incertidumbre”, saben que la “información es un poder” y de allí el empeño en manejar todo en secreto.

El problema, es que las mentiras que ellos dicen, al final se las creen. De allí la sorpresa cuando todo se derrumba. No soy una experta en el análisis de la vida y la muerte, sin embargo por mi poca experiencia estoy absolutamente convencida de que Fidel Castro está muerto o en coma.

Fue justamente la última visita del innombrable a la Habana lo que me convenció del hecho sobre el que escribo. Viendo las imágenes antiguas --son del año pasado-- del encuentro entre los comunistas: Castro y el innombrable, me di cuenta de que todo era un montaje.

Por cierto, para quienes no lo saben hay un programa en la computadora que permite hacer maravillas, como colorear camisas, adelgazar, rejuvenecer, arreglar barbas y cambiar un cuadro, entre otras cosas. Al día siguiente por teléfono una voz gangosa, parecida a la de Castro conversó con el innombrable para asegurarnos que estaba vivo. ¿A quien creen engañar? A quienes quieren ser engañados. Cuando los comunistas despiertan de su sueño es por una caída brutal, siempre pasa así.

Con Cuba no será una excepción. Tampoco con Venezuela. Lo que quieren evitar, a toda costa --la toma de conciencia del pueblo cubano--, al salir del horror de la dictadura infame a la que han estado sometidos por casi 50 años, es inevitable. Cuando el pueblo se dé cuenta de cómo han sido manipulados y engañados sentirán una rabia intensa que obligará a los líderes a abrirse a la democracia.



Gloria Cuenca o las armas del sentido común

SEGUNDA PARTE


“Después de mí, el diluvio”


En cuanto a Cuba, por el momento las manecillas del reloj histórico siguen estirando el chicle de media centuria fidelista: todo sigue igual. De paso, acortan la piel de zapa del interludio a cargo del triunvirato Raul-Ramiro-Almeida. Con perspectivas crecientes de que, a falta de voluntad del timonel de relevo, jamás empecemos a transitar por esa vía china que, según algunos cubanólogos, tanto seduce al Hermanísimo.


Espíritu de contradicción al fin, el Abicú confiesa su loca predilección por un desenlace inesperado con inversión de secuencia mortuoria, óbitos simultáneos o en cadena en la cúspide de la pirámide de mando, único desenlace biológico capaz de sacarnos de un tirón, con forcets castrenses y los correspondientes dolores del parto, del laboratorio experimental de las neoprogresías occidentales de todos los pelajes: sueñan despiertos con seguir utilizando a los cubanos como conejillos de India de su irrenunciable utopía social.


Nada personal contra ninguno de los líderes mencionados. Incluso el Abicú aprecia ciertas virtudes de Raúl, y cree que bajo otras circunstancias Almeida, quizás el más humano y modesto de todos ellos, pudo haber dado más de sí. En cambio, Ramiro es un tipo represivo, tal vez corajudo, sin duda arrestado, pero cuyo único móvil es el poder vicario a la sombra del caudillo. De Fidel, que desprecia a los cubanos con furores de colono español resentido, ya he dicho que lo prefiero a José Luis Zapatero. Tranquilos... Sólo quise decir que, puesto a escoger entre maldad y cretinismo, escojo la maldad.


Todos somos futuros difuntos. Ahora bien, si en vez de propiciar los cambios se empeñan en obstaculizarlos, ¿cómo puede este Liborio exiliado ser tan egoísta como para rehusar compartir la recóndita, secreta alegría por el mal ajeno de los cubanos de a pie que, como esos indigentes habaneros, para decirlo en buen criollo, “se están halando un cable” interminable allá en su querida Isla?

Hasta ahí las especulaciones; volvamos a poner los pies en la tierra. Vista, estimados lectores, hace buena o mala fe, según el cristal que se mire. Por un lado, está el renovado ajetreo a la luz pública de amanuenses aferrados por instinto de conservación al lecho del Máximo Líder: Ricardo Alarcón, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y comparsa. Por el otro, Ramiro Valdés desfilando en un jeep decapotable con un Hugo Chávez exultante en Santa Clara y Raúl Castro levantándole el brazo --con la nariz secretamente tapada o no-- en señal de reconocimiento.


No es para menos. Catorce proyectos, todos ellos con petrodólares bolivarianos contantes y sonantes y displicente mano de obra martiana, ha firmado en esta apoteótica ocasión (homenaje al Che en el XL aniversario de su muerte en hedor de fracaso) el rey del despilfarro planetario. A no dudarlo, el generalato tecnócrata de las FAR, con su jefe a la cabeza, detesta al atorrante huésped, por mestizo y por histrión. Pero los dólares no huelen, y tendrían que tendrían que estar locos de remate para prescindir de tan estulta generosidad.


De ahí que, de cara a la galería o cansado de esperar su turno, Raúl se haya lanzado por la calle del medio. Engavetando tirria racial y desaires a una piel y una clase que no son de su agrado hasta que soplen vientos más favorables a la franqueza interestatal, coquetee en público con la descabellada idea de crear una hipotética federación cubano-venezolana de base “socialista democrática”.


Un insulto, una flagrante apostasía para un hombre como él, estalinista de joven, castrista por fraternidad después y últimamente, dicen, hincha de los pragmáticos pupilos de Deng Xiaoping. Lo cual, dicho sea de paso, el Abicú no le tiene del todo a mal al hermanísimo por ser una vía de escape mil veces preferible al llamado socialismo del siglo XXI.


Sin embargo, por un lado, en Cuba brilla por su ausencia una pléyade de tecnócratas colegiados, muchos de ellos corruptos y despóticos tal vez pero sin rastro de complejo de inferioridad tercermundista y en perfecta sintonía con la era de la globalización, como la que ahora mismo acaba de celebrar en tiempo y forma el XVII Congreso del PCCh; por el otro lado, Raúl, hombre sentimental, tierno detrás de la coraza de acero que exhibe en público, ha demostrado ya carecer de la tenacidad, originalidad y luz larga de un Deng Xiaoping.


De todas las dotes de Deng sólo tiene la de organizador obsesivo y la virtud de rodearse de gente de talento. No es poco pero no basta. Daría un magnífico Bush criollo bajo una democracia, si llegara al poder frente a la competencia, cosa que dudo.

Grima da verlo en ciertas fotos, viejo y achacoso --dipsómano además, según su ex cortesano literario Norberto Fuentes--, con los brazos cruzados para tensar la ya fláccida musculatura. En contraste con Fidel, el malo que quiere pasar por noble, Raúl tiene mucho de niño bueno que quiere ser malo, afán comprensible, habiendo nacido en pleno apogeo del gansterismo político y estudiantil en Cuba, cuando ser bueno equivalía a ser bobo.


“El vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo”, reza un refrán republicano hoy más vigente que nunca.) Plagado por un fuerte complejo de inferioridad desde la infancia en un país de machos, formado desde la adolescencia en la ideología filanprópico-victimista del antiguo Partido Socialista Popular (PSP, comunistas), con un hermano inmenso, para más inri, es propenso a la histeria y a los estados depresivos.


Cada día que pasa con Fidel vivo, Raúl debe de angustiarse cual prínce Charles con queen Elisabeth entre el ansia natural de acceder al trono, el amor filial y el pánico a verse solo ante en una coyuntura antimonárquica, a no dar la talla en su probable propósito de saltar por encima de la enorme sombra del hermano.



En su fuero interno, coquetea hoy con la muerte como en otro tiempo, ¿recuerdan?, con un idílico retiro a un bucólico oasis en la campiña oriental. Detalle morboso: su nombre está ya cincelado en letras de bronce junto al de su difunta esposa Vilma Espín en el mausoleo familiar de Oriente.


Como hemos visto, se mostraba más bien propenso a dejar alzarse en el horizonte, en una variante u otra, la sombra herética pero todavía marxista del socialismo del siglo XXI, en vez de la vía china con su galopante deriva neoliberal y riesgos mayúsculos en una Isla de poco más de once millones de habitantes situada a 90 millas de Estados Unidos.


Por fortuna, de propinarle el tiro de gracia en la fase espectral también a cualquier variante del oxímoron praguense del “socialismo con rostro humano” se encargó el propio Comandante en Jefe. El pasado 3 de septiembre en “Los superrevolucionarios”, sin duda una de sus más lúcidas y --para “gusanos” recalcitrantes como el Abicú-- útiles “reflexiones” desde su lecho de enfermo, “llegó y mandó a parar” en seco otra vez. ¡Enhorabuena! ¡Qué alivio! Menos mal... ¡Gracias, Fidel! Le ha quitado un canto del pecho al Abicú para reventárselo en sus cerebros huecos a Heinz Dieterich, James Petras y demás demadogogos occidentales.


Con un ojo lagrimeando y el otro riendo, le deseo de todo corazón, por su bien y el de sus súbditos de a pie (el que espera lo mucho, espera lo poco), que continúe batallando contra la Parca. Uno o dos años más, por lo menos hasta completar el medio siglo en enero de 2009, siempre con sus flamantes tenis Adidas sobre tanta sumisa testa urgida de apurar el cáliz hasta las heces.


Porque, si bien es cierto que, como proclama hasta un George W. Bush en la Casa Blanca, “el destino de Cuba depende de los cubanos de la Isla”, no lo es menos que nada más existen dos circunstancias capaces de propiciar esa decisión popular pendiente: una revolución desde arriba o la implosión del régimen. Sin la una o la otra, no habrá proceso constituyente ni elecciones pluripartidistas, que son la única manera en el que la voluntad popular puede expresarse libremente.


El cambio de régimen desde arriba no se ve venir por ningún lado. La rebelión cívico-militar es una incógnita, pero de nuevo el propio Comandante en Jefe, con habitual genialidad maquiavélica de nuevo se encarga de despejarla. Si alguien lo duda, ahí está su antepenúltima reflexión para sacarle del error.


Citando a Alarcón sobre supuestos planes de invasión de Estados Unidos: “...detrás vendrían los pelotones de fusilamiento de la mafia cubanoamericana con permiso para matar a todo el que huela a militante consecuente del Partido, la Juventud y las organizaciones de masas”. Conoce mejor que nadie los múltiples, imborrables rencores letales que tan laboriosamente ha sembrado entre los cubanos desde que comenzó su carrera política en la Isla en las filas del gansterismo estudiantil.


En la cacareada invasión yanqui, desde luego, nadie en Cuba, ni él mismo cree. Detrás del grito de pastor histérico de “Ahí viene el lobo”, se oculta una intención perversa: pintarles el Apocalipsis en la pared a la cada vez más tambaleante clientela del régimen a fin de inhibirla de cualquier veleidad de cambio serio desde arriba. Y sobre todo, frente a la probabilidad real de guerra civil, única eventualidad en la que el US-Army, comprometido como está en dos frentes, volvería a desembarcar en la Isla. Lo cual haría, en última instancia, para detener un baño de sangre ya en curso. Remember Yakarta!, les ha advertido el Comandante en Jefe a los suyos. No por gusto sino para que se mantengan unidos al enterarse de su tránsito al Más Alla.


Sin ironía, hablo en aras de la gloria de Fidel, que es lo que más cuenta en este mundo para él. ¿Cómo quedaría su figura en las enciclopedias si, apenas inhumado su cadáver, “nuestro pueblo” notase una súbita mejoría dentro de su miseria, digamos, el fin de sus penurias cotidianas? Vía china o socialismo del siglo XXI, efectos del cese del embargo o de reformas de cualquier tipo, calado o signo político-ideológico, esa sonrisa condescendiente con que los chinos actuales observan la omnipresente imagen de Mao en póster y vallas sería una insoportable humillación póstuma para él.


Amén de que los cubanos no somos chinos. En un país de cambiacasacas innatos como el nuestro, a los torrentes de lágrimas sinceras y/o hipócritas durante las Magnas Exequias no tardaría en seguir, en vez de la benigna socarronería confuciana de los asiáticos, el más irreverente, trespatinesco choteo con pública trompetilla y lo demás escarnios tradicionales del populacho criollo. Lo que es peor: sus sucesores, Raúl o quienes sean, se anotarían con razón todos los méritos en exclusiva.


No faltaba más, como si él, nacido en una hacienda, no supiera lo fácil que es, “con embargo y sin embargo”, taparles la boca a once millones de tragones en una isla tropical con tres o cuatro cosechas anuales, orlada por cientos de kilómetros de playas tropicales y rodeada por un mar Caribe repleto de pescados y mariscos. ¿Acaso los discípulos de Mao no se la taparon en 20 años a 1.300 chinos?


Pero ¿dónde ha quedado el Gran Timonel en esta historia de éxito? Donde no quiere quedar él. Hecho comprobado durante la década de Jauja (muy relativa, sólo con respecto a los 60-70, claro está) de los 80: tan pronto la plebe se acomoda en una vivienda de 3-4 habitaciones con un mínimo de confort, mercados paralelo y campesino pasablemente surtidos, plus ciertas facilidades de esparcimiento y una discreta red de transporte público, cuesta Dios y ayuda hacer que se enrole en contingentes obreros y misiones militares o de cooperación en el extranjero.


Además de cogerle el gusto a Miami, como se vio con el éxodo masivo del Mariel, que lo pilló por sorpresa. A decir verdad, pocos calculaban entonces que en un par de semanas se largaran más de cien mil cubanos. Consecuencia aleccionadora de cualquier asomo de prosperidad individual o colectiva más allá del límite de subsistencia sabiamente fijado por el Máximo Líder: bancarrota proporcional del modelo internacionalista.

Por ese motivo, mantener limpio de polvo y paja su sitial en la historia universal, mientras viva y piense, será nuestro máximo garante de que, a su muerte, la Isla se librará de una vez por todas, presumiblemente por vía violenta, de cualquier ensayo utopista. El Abicú está de nuevo como un soldado al lado de Fidel en esa su tajante reafirmación a lo Luis XIV de Après moi le deluge (“Después de mí, el diluvio”). A menos que ocurra un verdadero prodigio, primando la cordura y el sentido común de una Gloria Cuenca entre sus mediocres herederos. No lo creo pero, en fin, tampoco pongo los dedos en cruz...

Tuesday 23 October 2007

Gloria Cuenca o las armas del sentido común

Por Jorge A. Pomar, Colonia


PRIMERA PARTE


Una catedrática caraqueña en lucha contra el modelo castro-chavista


[Gloria Cuenca, Caracas. Licenciada en periodismo (1965), Magíster Scientiarum (1985) y doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Caracas (UCV). Premio Nacional de Periodismo 1990. En la actualidad es profesora titular de las cátedras de Ética y Legislación de Comunicación. Entre otros textos especializados, ha publicado Ética para periodistas; La Enseñanza de la Comunicación y el Periodismo en Venezuela y La formación del criterio público y su relación con los medios de Comunicación Social.]



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(Nota preliminar del Abicú:

Estimados lectores, ignoro si habrá sido por obra del azar o del largo brazo del chavismo alertado desde La Habana, pero es el caso que, como les anuncié en la entrada anterior, afronté insusuales dificultades para corregir la versión anterior de este artículo y subir un cáustico vídeo de Youtube titulado Confusión horaria, sobre el embrollo en "Aló presidente" entre Chávez y su hermano Adán, ministro de Educación y ex embajador en La Habana, a propósito del cambio de hora. Ese vídeo y el programa Duélale a quien le duela se esfumaron de You Tube.

Un espectáculo digno del teatro bufo: Adán insistía todo el tiempo en que había que adelantar media hora el reloj, siendo en realidad todo lo contrario, y el moderador de Duélale a quien le duela, Miguel Ángel Rodríguez los trajinaba a ambos a su antojo. De lo más cómico y, sobre todo, ilustraba a la perfección la puesta en práctica del "socialismo del siglo XXI".

Como resultado del extraño caos que se me armó en Blogger.com, no sólo perdí el fichero sino que además tuve que restaurar el sistema operativo de mi computadora. Para mi asombro, al día siguiente las dos partes de la entrevista con Gloria Cuenca, que yo había subido sin dificultades al blog el día anterior desaparecieron también como por encanto de You Tube las dos partes de la entrevista con Gloria Cuenca, como ha podido constatar el comentarista anónimo de la nota.

Puede ser que Televen, la emisora estatal que reemplazó a la proscripta RCTV, detente los derechos de emisión y se los haya retirado a Youtuve. Dato significativo: en el único vídeo de You Tube aún descargable asociado con la Dra. Gloria Cuenca un comentarista tan comprometido como tedioso habla pestes al final de ella (y del renegado Teodoro Petkoff, entre otros). Se titula "Periodistas de Televen y la libertad de expresión"Véanlo pinchando aquí.

Ignoro si pueda conseguir los vídeos censurados a través de Gloria Cuenca. De veras lo siento en el alma.)

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Lo ha dicho la prensa oficial y esta penúltima vez apenas se puede poner en duda la duración real de la entrevista: Hugo Chávez charló --o más bien, como es costumbre en un mandatario destinado a pulverizar en longitud, mal gusto, destrozo del español, desatinos, improperios, amenazas, descalificaciones, busbusheo (Bush), vaticinios apocalípticos y promesas de “un mundo mejor” por discurso los récords Guiness en maratón oratorio implantados por el anfitrión-- despotricó durante cuatro horas con su aún convaleciente pero asombrosamente recuperado mesías cubano.


Hay Fidel, no para 50 u 80 años más como proclaman sus adeptos, pero sí para un lapso de gracia suficiente como para hacerles una cruz en las expectativas a amigos y enemigos, para deshauciar a los que peinan canas y abrir un compás de espera a la juventud de a pie en la Isla. (Pinche aquí para ver un vídeo de You Tube que no admite embedding.) De modo que el compás de espera para los que apostamos al cambio democrático será, cuando menos, igual a los plazos de sobrevida sucesivos de Fidel y los Comandantes de la Revolución Raúl Castro-Ramiro Valdés-Juan Almeida, suponiendo que no se invierta la secuencia luctuosa.


En medio de la incertidumbre sobre la salud del Magno Paciente, queda en limpio una certeza: en lugar de transición democrática o vía china, habrá más de lo mismo, con o sin la rutilante etiqueta de “socialismo democrático”. Pues, entre lo propuesto por la periodista Soledad Cruz en su polémico artículo “El revolucionario riesgo de la verdad”, y las sugerencias del sociólogo James Petras en “Cuba: Revolución permanente y contradicciones contemporáneas”, texto que desató las iras de Fidel, media apenas una diferencia de grado en una común intención de humanizar el socialismo a fin de sacarlo de la crisis y preservarlo.


Es un secreto a voces que Soledad actúa como portavoz del continuismo raulista. De Petras baste con decir que ha propuesto para el Nobel de la Paz a los cinco espías castristas juzgados y condenados en Estados Unidos. Lejos de atentar contra la esencia del régimen de partido único, ambos proponen aperturas susceptibles de reanimar a la amplia base clientelar del gobierno e insuflar esperanzas unas masas populares descontentas pero --en ausencia de sociedad civil y con una oposición interna en cuarentena-- sin alternativa a la vista.


Sin perjuicio de que, como aconseja sabiamente Paloma Pardo en “Soledad: ¿cara o Cruz?”, lo más inteligente que puede hacer la maniatada oposición pacífica sea subirles la parada, salta a la vista que ambas propuestas buscan “humanizar” al castrismo sin subvertirlo. En suma, una vuelta anacrónica al experimento checo del “socialismo con rostro humano” de Alexánder Dubcek.


Aplicado a nuestra Isla socialista, ambos “cambiar algo para que todo siga igual” clasificarían forzosamente como “socialismo del siglo XXI”. Igual que en Venezuela, donde Hugo Chávez aplica bajo idéntica etiqueta el principio lampedusiano a la inversa: cambiarlo todo para que nada siga igual. Vale decir, desmontar gradualmente el estado de derecho y la economía de mercado para instaurar el modelo en quiebra en nuestra Isla. De este modo ambos países convergerían en un proyecto totalitario común que facilitaría su fusión confederal abierta a nuevos miembros (Bolivia, Ecuador, Nicaragua tal vez).


Así lo intuye nuestra invitada de hoy, la sagaz pedagoga caraqueña Gloria Cuenca, quien a su vez ve en el proyecto chavista de inventar-construir el socialismo del siglo XX un mal disimulado intento de implantar el castrocomunismo en Venezuela condenado al fracaso. Para ella el modelo educacional comunista, calcado del Ministerio de Educación cubano, es "propaganda".


La Dra. Cuenca, a quien, de no haber sido suprimidos, los lectores habrían podido ver y escuchar aquí en dos vídeos de You Tube, donde pone en solfa --sin saña pero con justo enfado-- a los numerosos asesores curriculares cubanos en su país, basa su pronóstico adverso en la tesis de que a la postre las reservas cívicas y hábitos democráticos de la mayoría de sus compatriotas contrarrestarán la seducción ejercida por la piñata de petrodólares chavista sobre los sectores marginados de las favelas.


En efecto, si se comparan los avances de la Revolución Bolivariana en nueve años (1998-2007) con los del castrismo, que en igual período ya había desmontado hacía rato los últimos vestigios del ancien régime republicano, se nota un retraso decisivo en la agenda chavista. Retraso en el que, además del mayor arraigo popular de las tradiciones legalistas en Venezuela, influyen también la caída del muro de Berlín, la actual crisis de la socialdemocracia internacional y, sobre todo, el fiasco de medio siglo de “socialismo realmente existente” en Cuba.



Con todo, aunque, como asegura Gloria Cuenca, el chavismo jamás alcance la meta estratégica que se ha propuesto, a corto plazo su suerte depende también del desenlace de la crisis cubana. De mantenerse el impasse sucesorio en La Habana durante el “rato” supuesto por el Abicú, asistiremos a una continuación por tiempo indefinido de una ficción de unidad sin más consecuencia que la erosión de la chequera chavista.


De fallecer ahora mismo Fidel y no pasar nada, estaríamos abocados a corto plazo a un conflicto de liderazgo entre Hugo y Raúl. De consecuencias imprevisibles, habida cuenta de que el segundo no puede darse el lujo de prescindir de las subvenciones del primero pero, caso de pasarse éste de rosca en sus pretensiones, igual podría ordenarle a la inteligencia cubana montar un golpe de estado en Caracas y reemplazarlo sin más por un mandatario leal.



Los nuestros son veteranos duchos en el arte del golpe de estado en el Tercer Mundo y, además, en tal eventualidad tendrían la ventaja de conocer de antemano el terreno, pues no hay que olvidar que fue Fidel en persona quien dirigió desde la Isla el contragolpe que salvó por un pelo a Chávez en abril de 2002.


Aún así, Gloria Cuenca tendría razón, puesto que, si bien la Seguridad del Estado cubana está en condiciones de recurrir al putsch con éxito, el gobierno que instaurase en Caracas, por fuerza un régimen de facto sin reconocimiento extranjero, duraría menos que un cake en la puerta de un colegio: huelga general, desobediencia civil, protestas masivas, rebelión militar, presiones de Washington, OEA, Unión Europea, Naciones Unidas...


Chávez, si a la postre sale ileso, ya nunca más recuperaría el poder. Pero desembarazarse del molesto mandatario por esa vía equivaldría para los cubanos a una victoria pírrica. Tendrían que decirle adiós a las vitales subvenciones en un rejuego que acabaría agilizando el retorno a la democracia. Un escenario, por ende, irreal en Caracas, a no ser que Raúl y sus generales no tuviesen en mente otra cosa que una vendetta personal.


Sin embargo, con cada día que transcurre con Fidel vivo y consciente aumentan las probabilidades de que el lezamiado “azar concurrente” interponga un escenario imprevisto: muerte anticipada del sucesor, con el consiguiente vacío de poder. Un escenario similar se produciría si, tras el deceso de su hermano mayor, Raúl falleciera o, a causa de un infarto, embolismo o cualquier otra dolencia grave, quedase inhabilitado para ejercer el mando.


Entonces, dado que los comandantes Ramiro Valdés (pocos lo quieren) y Juan Almeida (figura simbólica pero mal de salud) ni mandan tropas ni poseen capacidad de convocatoria autónoma digna de consideración, el Maligno nos coja inconfesados. Sobrevendría con toda probabilidad el temido-deseado final con horror en forma de un azar concurrente con antecedentes en la Isla: rebelión de la baja oficialidad de las FAR seguida de revuelta popular o viceversa. Con la particularidad de que, caso de irse de la mano como ocurrió a raíz de la caída del dictador Gerardo Machado en el 33, sería la insurrección popular más cruenta de toda nuestra sangrienta historia.


Pero no es de ese indescriptible “final con horror” de lo que quiero hablar aquí sino, con ayuda del sentido común de Gloria Cuenca, de un interregno gris que, dada la actual ataraxia insular, se presenta como la hipótesis más plausible en el supuesto caso de que, a la muerte de Fidel, la falange raulista retenga el poder durante un par de años.


Me refiero al “socialismo del siglo XXI”. Bueno para marear la perdiz subdesarrollada en Cuba y Sudamérica, trátase de collage de recortes de ortodoxia y herejías marxistas adecuado, según Heinz Dieterich, padre de la nueva teoría, para construir el socialismo en la era de la globalización.


Tranquilos, no huyan, por favor. Lejos de mí la intención de echarles a perder el día a Ustedes obligándoles a extraviarse en el último campo de lechugas conceptuales de la izquierda occidental. Quienes aún no se hayan hecho una idea de lo que hay detrás del celofán teórico sacien audiovisualmente aquí, gratis y en cuestión de minutos, su curiosidad intelectual.


Si están de vena, pinchen, por favor la flecha en el vídeo de abajo para ver y escuchar las elucubraciones del padre del socialismo del siglo XXI:



Un genuino globo de Cantoya, como diría un asere (socio, amigo, cúmbila en la jerga de barriobajera criolla) que se respete. Abstruso, auténticamente hegeliano en eso de que, como dijera Bertrand Russell, toda la fenomenología de Hegel apenas sirve para obedecer sin rechistar a la policía prusiana.


Tras escuchar las elucubraciones orales de Herr Dieterich, quien sin duda hace su agosto con el jabao con levita que desgobierna Venezuela, se llega a la conclusión de que bajo el flamante socialismo del siglo XXI habrá que seguir obedeciendo a la Seguridad del Estado tanto como bajo el sol de hoy en la Isla.


En realidad, sugiere la doctora Cuenca, se trata de más de lo mismo. Será ella quien en mano a mano con el estelar moderador Miguel Ángel Rodríguez (se complace en pincharla) se encargue de explicarnos sin disquisiciones académicas, a mazazos del menos común de los sentidos, por qué el tan llevado y traído socialismo del siglo XXI chavista no es más que una mal disimulada fase de transición al castrismo puro y duro.


Catedrática de la Universidad Central de Venezuela, Magíster Scientiarum especializada en Ética y Legislación Mediática, Premio Nacional de Periodismo, autora de numerosos artículos y ensayos, así, al primer golpe de vista en la pantalla, Gloria Cuenca encarna en cuerpo y alma a aquellas pedagogas cultas de rancia idiosincrasia burguesa que, a raíz del triunfo castrista en enero del 59, se vieron obligadas a jubilarse antes de tiempo o marcharse al exilio miamense.


Pero las apariencias engañan. Esta apasionada alma mater caraqueña conoce el monstruo por haber vivido en sus entrañas: es desertora del Partido Comunista de Venezuela. Por cierto, la gente a veces escarmienta por cabeza ajena: mirándose en el espejo de sus correligionarios cubanos del antiguo Partido Socialista Popular, PSP, los comunistas venezolanos le han hecho a Chávez el feo de no querer sumarse al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV, homólogo de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS), antecesoras del . O sea, que esta dama de clase media sin pelos en la lengua no está sola en su supina desconfianza.


No hay quien le haga un cuento a Gloria Cuenca acerca de las bondades de la “Isla de la Libertad” y el drama existencial que mueve a nuestros cooperantes. Gracias a esa doble perspicacia que le dan la afinidad de idiosincrasia y la circunstancia de haber sido militante comunista durante largo tiempo, está consciente de que la “audacia” de los asesores curriculares cubanos se debe a que --muero de vergüenza ajena al oír esta frase suya-- “están pasando hambre y vienen a quitársela aquí”:





Me quito el sombrero ante la didáctica elocuencia y el nivel de información de esta abicúa (en el sentido afrocubano de “espíritu de contradicción”) caraqueña: lo sabe todo sobre nosotros y, lo que no, se lo imagina. Una vez vistos los dos vídeos anteriores, nada mejor para el lector extranjero que dedicarle unos minutos a este revelador documental sobre el adoctrinamiento escolar en la Isla para comprender la rabia, temores y argumentos de Gloria Cuenca y su no menos sagaz entrevistador. Las escenas confirman el aserto de la profesora venezolana en el sentido de que los más pequeños son los más vulnerables al lavado de cerebro:





Por lo oído de boca de la doctora Cuenca, se da un curioso cruce de aprensiones entre ambos países: por un lado, los antichavistas venezolanos temiendo que el modelo castrista sea importado a su país; por el otro, los anticastristas cubanos (no todos, claro) recelando que, a la muerte de Fidel, a sus sucesores les dé por seguir ensayando con el socialismo del siglo XXI. Estoy de acuerdo con Gloria Cuenca cuando asegura que las tradiciones democráticas de su país impedirán que Hugo Chávez desmonte el estado de derecho en Venezuela. Sin embargo, dada la polarización extrema del espectro político, es de suponer que antes ha de correr sangre allá también.