Tuesday, 4 September 2007

La obsesión del Mariel

Reseña de Zona congelada, de Roberto Madrigal
(Plus cronología del éxodo y el mejor chiste de la época)

Por Jorge A. Pomar, Colonia


Título: Zona congelada
Autor: Roberto Madrigal, Cinc
innati
Editorial: CBH Books / Cambridge BrickHouse, Inc.
Copyright ©2005 Roberto Madrigal
Library of Congress Catalog Card No TK
ISBN 1-59835-003-X


Según el filósofo alemán Edmund Hu
sserl, padre la fenomenología, ningún objeto o fenómeno puede darse jamás por definitivamente agotado u obvio. Tanto menos, se deduce, si en lugar de un simple objeto material o fenómeno natural, se trata de un suceso contemporáneo protagonizado de forma espontánea por una multitud anónima, como lo fue el éxodo masivo del Mariel en enero de 1980.

No otro es el tema de Zona congelada. Aquí, para seguir con Husserl, cualquier intento de reducción eidética, o sea, de llegar a la esencia del fenómeno prescindiendo de datos superfluos y prejuicios propios y ajenos, conlleva, como paso previo, un inventario mínimo suficiente de vivencias y testimonios individuales.

Roberto Madrigal lo sabe. Por eso, se borra a sí mismo del relato, no da conclusiones, dejando hablar y actuar a sus múltiples personajes sin imponerle al lector ninguna comprensión apriorística -tampoco a posteriori- de los hechos narrados. La denuncia, en la laxa medida en que en efecto la hace, es más implícita que explicita.

En compensación, parece haber hecho algo de mayor provecho para la objetividad del texto: en un experimento eidético consciente con su propio ego, ha intentado despojarse al máximo de la visión retrospectiva --forzosamente integradora-- de veintitantos años de exilio. Su recurso: contar los sucesos desde la óptica de un observador difunto cuyo horizonte visual no va más allá de los personajes (una docena larga), el ambiente y la época descritos.

Para lograr este efecto de distanciamiento, echa mano concretamente de un artificio narrativo tan vetusto como eficaz: el autor como albacea literario de un amigo recién fallecido en el exilio, un tal Leovigildo (“Leo”), que le había encargado la ardua tarea de poner orden en el manuscrito inconcluso e inconexo donde narra como en un mosaico las dramáticas jornadas vividas dentro del recinto diplomático.

Recurso que, desde luego, es a la vez una falsa excusa para contar una historia autobiográfica en la que el autor real, Roberto Madrigal, se reduplica como personaje en el papel de “Polo”, el último minuto en saltar la alta cerca de la Embajada del Perú (pinche ahí para ver vídeo en inglés de Tou Tube). En su desmañado intento, halado por los amigos desde dentro y aporreado por sus perseguidores desde fuera, recibe un batazo que lo deja en coma en lo alto de la alambrada durante un par de angustiosos minutos, hasta que por fin cae del lado de la libertad. Excelente metáfora de la vacilación, por cierto.

Por otro lado, el hecho de que el relato termine sin que sepa si a la postre este Polo logra o no rebasar el estado de coma, es otro ardid del autor para borrarse a sí mismo del relato, matizar el final feliz y, de paso, cancelar la visión retrospectiva, desdramatizadora, desde un exilio que, por lo que le concierne, sin ser de rosa, más bien confirma la veracidad del “sueño americano” con su ideal del self-made-man. Tema tal vez para una segunda novela en ciernes...

“Yo mismo hubiera querido escribir algo así --confiesa de entrada el autor-albacea--. Pero me falta el talento narrativo”. Esta excusa no es, por supuesto, otra cosa que la consabida petición de clemencia del novelista debutante -el autor lo es- al lector atento a las excelencias del oficio y, sobre todo, al crítico, habitualmente implacable con los no consagrados. Por fortuna, en su caso la pretextada carencia de talento narrativo se revela falsa desde las primeras páginas. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos afirmar que Madrigal acierta a resolver al menos cuatro problemas básicos de la narrativa:

Caracterización. Elige jóvenes desarraigados que, en su conjunto, reflejan bien el desencanto con el régimen y el impacto de las primeras visitas de la llamada “comunidad cubana en el exterior” a fines de los 70. En realidad, quienes vivimos la época en ese medio podemos atestiguarlo, no sería erróneo definirlos como “personajes típicos en situaciones típicas”.

Al extremo de que los motivos de fuga de los personajes de Madrigal (ansias de pensar y vivir a su manera, de escapar de la miseria material, de forjarse un futuro a suerte y verdad) coinciden, no ya con los de los marielitos de carne y hueso en general, sino incluso con los alegados por los protagonistas de otra estampida espontánea de proporciones similares en el campo socialista: el éxodo rumbo a Alemania Occidental de unos diez mil veraneantes de la RDA a través de Hungría y Checoslovaquia en 1989.

Ambientación. Los historiales, andanzas, intimidades y rollos de estos personajes; sus preferencias, obsesiones, tácticas de supervivencia y diálogos en las citas furtivas del grupo, evocan el entorno semiclandestino en que se mueve en un segmento automarginado de la juventud habanera por la época del Mariel.

Composición o estructura del relato. Consigue hilvanar los “apuntes” y cabos sueltos del manuscrito inconcluso del supuesto difunto en un relato coherente provisto de preludio, desarrollo y un desenlace anunciado que, sin embargo, no rompe el suspense. Además de conciso (algo más de 120 páginas en formato mayor), el relato fluye, se deja leer de un tirón. Gracias a la adecuada dosificación de los datos, hacia el final la acción gana en ritmo y tensión, precipitándose de una escena a la siguiente hasta alcanzar el clímax.

Lenguaje. Utiliza una prosa coloquial, de conversar en la calle o en casa, donde casi todas las voces reproducen esa mezcla de cultismos, dicharachos y hallazgos verbales tan de moda en el habla de la clase media profesional que hace rato peina canas en la Isla y la diáspora. Coherentemente, la estructura sintáctica del párrafo se apoya las más de las veces en una simple concatenación de frases con abundancia del relativo “que”, como corresponde a la oralidad cotidiana.

De ahí la amenidad del relato, en el que sin duda hay mucho del psicólogo profesional y el consumado ajedrecista, que ambas cosas es este compatriota. Se diría que Madrigal estructura su relato como quien juega una partida ensayada con piezas vivientes perfectamente psicoanalizadas que acaban enrocándose en masa ante una situación sin salida.

Por lo demás, quien ha tenido la suerte de conocer en persona a Roberto Madrigal, un cuentista nato, percibe enseguida el timbre inconfundible de su voz. No se puede menos que reconocerle, como una indiscutible virtud, la preservación de ese genuino acento y vocabulario criollos allá en la fría Cincinnati, donde, en contraste con La Florida o Nueva York, el español (ni por suerte el espanglish) es la norma.

Ha hecho, pues, lo que sabe hacer: contar a viva voz, esta vez afortunadamente para nosotros sobre el papel, una obsesión central de su existencia. Suena fácil pero no lo es. Después de haber recapitulado y contado oralmente hasta la saciedad su retacería anecdótica de los sucesos del Mariel, de rumiar mil y una vez sus reminiscencias hasta dejar el asunto en el hueso en su memoria, ha cedido por fin a la tentación de poner en blanco y negro su versión particular de aquellas dramáticas jornadas de desconcierto oficial y desbandada popular.

Zona congelada es, por tanto, algo más que un relato ameno, lo cual ya de por sí se agradece en medio de la actual boga sexista (Madrigal nunca se regodea en las escenas eróticas) y comercial: es un sincero ajuste de cuentas del autor consigo mismo y con su pasado. No en balde comienza con esta frase clave para los habitantes de una Isla que han soportado 46 años de dictadura totalitaria y en su mayoría no han reaccionado de otro modo que con el insilio o votando con los pies: “Los pendejos todo lo hacen tarde en la vida...”.

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Cronología del Mariel

02-04-1980: Un grupo de habaneros obstinados a bordo de un autobús penetra a la fuerza en la Embajada del Perú en Miramar, La Habana. Las postas de la Policía Nacional Revolucionaria reaccionan tarde. En el fuego cruzado, muere uno de los guardias.

04-04-1980: Ante la negativa del gobierno peruano de entregar a los refugiados, las autoridades cubanas retiran las postas de protección a la sede diplomática. En poco más de dos días unas 11 mil personas se hacinan en los predios de la Embajada.

22-04-1980: El Gobierno habilita el puerto de Mariel y autoriza la entrada en aguas territoriales cubanas a cualquier barco de La Florida que atraque allí para recoger familiares y amigos.

27-04-1980: La guardia costera de Estados Unidos monta una operación en gran escala para socorrer al sinfín de naves de diferente calado que cruzan el Estrecho de la Florida cargadas de refugiados cubanos.

01-05-1980: Durante el acto oficial por el Primero de Mayo, obviamente desconcertado, Fidel Castro da un paso de consecuencias imprevisibles al declarar públicamente que todo aquel que desee irse, puede hacerlo. Un multitudinario desfile pasa frente a la acordonada sede diplomática insultando a los fugitivos.


02/13-05-1980: Ante la imparable afluencia de fugitivos por las carreteras de la Isla, el gobierno recurre al ardid de liberar a millares de dementes y reclusos peligrosos, obligando a los fletadores de las embarcaciones a convoyarlos con emigrantes normales, so pena de regresar vacíos.

Como parte de esta maniobra de descrédito moral, se ordena priorizar la salida de homosexuales, previa demostración de serlo. Al mismo tiempo, se yugula por todos los medios el torrente migratorio, incluidas la congelación de la zona diplomática y los progromos a domicilio y en el centro laboral contra todo el que insistiera en marcharse. En los altercados resultantes, se reportan muertes violentas y un número indeterminado de personas sufre heridas de diversa gravedad.

14-05-1980: El entonces presidente Jimmy Carter anuncia oficialmente que todos los fugitivos cubanos serían legalmente acogidos en las aduanas de Estados Unidos.

28-09-1980: Fidel Castro decreta el cierre definitivo del Mariel como puerto de salida de emigrantes, poniendo así fin a un éxodo interminable. Según cálculos extraoficiales, alrededor de 3 millones de cubanos deseaban marcharse por esa vía. En total, unos 125 mil cubanos abandonaron Isla. que parecía no tener para cuando terminar.

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Chiste del Mariel

Fidel y Raúl de pie sobre una colina desde donde se divisa el Mariel. Ambos contemplan patidifusos las columnas de cubanos que se acercan a paso doble al puerto para largarse a Miami. Carreteras y caminos de acceso se han convertido en hormigueros humanos.

Caramba, mi hermano --dice Fidel, alarmado--, si esto sigue así como va, pronto no quedarán en toda la Isla más que dos personas.

Respuesta de Raúl:

--¿Tú y quién más?

2 comments:

Anonymous said...

Saludos al Abicú y Kubalgie. Un buen trabajo de Madrigal. Me ha recordado aquel viejo vals, "Ay, Aurora", cantado en Cuba por Barbarito X en arreglo danzonero. Claro, por aquelo de "que sufra mucho pero que nunca muera." Un frase que nunca se me ha olvidado de tanta gracia que me hacía.

Más abajo pongo un fragmentico para recordarles la vieja canción. Felicidades a Madrigal y saludos de, Paloma Pardo

!Ay Aurora¡, me has echado al abandono.
yo que tanto y que tanto te he querido
[........]
castígala, Señor, con toda tu energía;
que sufra mucho, pero que nunca muera
!ay Aurora¡ si te amo todavía.

David Goerge said...

Saludos al Abicú y Kubalgie. Un buen trabajo de Madrigal. Me ha recordado aquel viejo vals, "Ay, Aurora", cantado en Cuba por Barbarito X en arreglo danzonero. Claro, por aquelo de "que sufra mucho pero que nunca muera." Un frase que nunca se me ha olvidado de tanta gracia que me hacía. Más abajo pongo un fragmentico para recordarles la vieja canción. Felicidades a Madrigal y saludos de, Paloma Pardo !Ay Aurora¡, me has echado al abandono. yo que tanto y que tanto te he querido [........] castígala, Señor, con toda tu energía; que sufra mucho, pero que nunca muera !ay Aurora¡ si te amo todavía.