Thursday, 2 August 2007

Historia de una obsesión



Yoani Sánchez (nac. 1975). Licenciada en Filología. Reside en La Habana y combina su pasión por la informática con su trabajo en la Revista Digital Consenso, de cuyo Consejo de Redacción es miembro. Tiene un blog propio llamado Generación Y, donde invita a colaborar especialmente a los "nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración".


Entrevista con un balsero cubano

Por Yoani Sánchez, La Habana

Yo sólo cuento con mi balsa, con mis energías para echarme a la mar, con mi capacidad para orientarme, con mi juventud. No quiero nada más que lo que pueda ganarme con mi esfuerzo. [Carlos Manuel, balsero anónimo]


La relatividad de las distancias obsesiona a los balseros cubanos. Tan cerca pero tan lejos parece decirles la franja de mar que se extiende entre Cuba y los Estados Unidos.

Cuando el Instituto de Meteorología anuncia varios días con buen tiempo, entonces las apartadas costas cubanas ven llegar las balsas con los hombres y mujeres que la nación se pierde, que dejan de emplear aquí su talento, su tiempo y sus vidas. Algunos le cuelgan a esta emigración ilegal el cartelito de “económica”, como si la economía y la política pudieran, en Cuba, ir cada una por su lado.

Carlos Manuel ha hecho tres intentos de salida ilegal, en el primero la delación de uno de los del grupo no lo dejó ni siquiera alejarse de las costas; el segundo lo llevó fuera de las aguas jurisdiccionales hasta ser interceptado por los guardacostas norteamericanos; recién ahora acaba de regresar del tercer viaje con la propela partida y el motor trancado por la falta de aceite. Afirma que este verano sí va a lograrlo, mientras me muestra los planos de un engendro fabricado con tubos de regadío. Acepta compartir sus anécdotas en una entrevista, no sin antes aclararme que no debo poner su verdadero nombre y que tampoco va a contarme desde qué parte de la costa norte piensa salir.


Tú has intentado ya en tres ocasiones alcanzar las costas de los Estados Unidos. ¿Por qué esa obsesión con llegar o, si lo prefieres, con salir?

Yo estoy pensando en esto de salir del país desde hace más de diez años. Al principio quise hacerlo a través de una carta de invitación para Italia, pero no funcionó, porque entre el permiso de salida, el pasaporte y el boleto que tenía que pagar se me montaba en más de mil dólares y no podía asumir yo sólo esos gastos y tampoco conocía a nadie del lado de allá que me ayudara. Así que reflexioné un poco y me dije a mi mismo: “Yo conozco muy bien el mar, desde chiquito estoy metido en el agua”, pues entonces voy a usar el mar para cumplir mi sueño de salir de Cuba.

En un primer momento me daba lo mismo para dónde irme, sólo quería cerrar los ojos y estar lejos de todas las cosas que me molestan cada día. Estar a mil kilómetros de la cola del pan, del Jefe de Sector [PNR, Policía Nacional Revolucionaria], de los problemas del transporte, de las mesas redondas [espacio televisivo de agit-prop conocido popularmente como “La Mesa Retonta”], y también de mi familia, pues ya en la casa no cabemos y la convivencia se hace muy difícil.

Entre mis amigos algunos se fueron para España, otros se casaron con extranjeras y ahora me mandan postales desde lugares increíbles. Otros prefirieron quedarse y la verdad es que no les va bien. Cuando me encuentro con ellos me dicen que siguen viviendo con sus padres y que ahora reciben en su centro de trabajo una jaba de estímulo una vez al mes con jabón y detergente. Yo no quiero eso para mi vida, no quiero llegar a los sesenta y tener una pensión que no me alcanza para nada y tener que vender cigarros para poder sobrevivir, y todo eso en mi propio país. No quiero que mi vida dependa de los caprichos de unos pocos que por allá arriba deciden si este mes debo comer chícharo [guisantes] o lentejas. Quiero experimentar y probar otras cosas y no creo que en los próximos diez años pueda lograr hacerlas aquí.


La segunda vez fuiste capturado por los guardacostas norteamericanos y devuelto a la isla. Nos puedes contar con detalles todo ese proceso desde que la balsa fue iluminada por los reflectores hasta que la policía cubana te dejó en tu casa.

Fue muy duro para todos los que íbamos en la balsa cuando nos dimos cuenta que habíamos sido interceptados. En aquella balsa habíamos invertido el dinero de la venta de todos nuestros objetos personales, así que en unos minutos se fueron a bolina todos esos recursos y el tiempo y la energía que durante muchos meses habíamos empleado para construir el artefacto. La primera reacción que tuvimos fue la de no dejarnos atrapar, pero estábamos muy lejos de la costa y no había escapatoria, tuvimos que entregarnos.

Los guardacostas norteamericanos nos neutralizaron rápidamente, sin violencia, pero con una profesionalidad y autoridad que no nos dejó otra opción que colaborar. Nos montaron en una embarcación mediana y nos llevaron a un gran barco que funciona como albergue de todos a los que van cogiendo en alta mar. Allí van agrupando a la gente que ha sido interceptada y cuando tienen bastante los traen de regreso a Cuba.

Encontré gente muy chévere arriba de aquel barco. Aunque la mayoría eran muy jóvenes, también vi algunas personas mayores y hasta mujeres con niños muy pequeños. Cada uno de nosotros fue entrevistado por un oficial de emigración y nos confiscaron todo lo que llevábamos encima. Por suerte yo pude esconder el GPS [Global Positioning System (GPS) o Sistema de Posicionamiento Global] que era lo más valioso que tenía y con ese mismo hice la ruta la tercera vez.

Tres días después de estar en aquel barco-albergue nos trajeron y nos entregaron a las autoridades cubanas. Allí nos hicieron un expediente con nuestros datos y nos llevaron en un ómnibus cada uno a su casa. En mi cuadra buscaron al presidente del CDR [Comité de Defensa de la Revolución] y le explicaron que yo había hecho un intento de salida ilegal del país. Yo me sentía como un niño al que la maestra estuviera regañando delante de su mamá.


No te ha pasado por la mente desistir de esa obsesión y emplear tus energías y tu talento, aquí, en tu país.

Yo pasé por muchas etapas. En un momento me busqué un trabajo y me propuse seriamente hacer mi vida aquí. Pero después de seis meses desistí. Por un lado tenía al administrador pisándome los talones porque sabía que yo era uno que habían devuelto por querer irse en una balsa; por el otro no encontraba un espacio donde poder decir lo que yo pensaba sobre lo que me rodea, hasta llegué a creer que estaba enfermo, porque todo me molestaba. Sin embargo, hablando con gente de mi edad, me di cuenta de que el deseo de irse del país está muy extendido, quizás más de lo que se piensa. Comprendí que yo no era un bicho raro y pensé que si hay los que luchan por el sueño de estudiar en la universidad, o de ser un artista famoso, yo iba a emplear mis energías en cumplir mi sueño de viajar. Con eso creo que no le hago daño a nadie; es una decisión personal y debería ser respetada como tal.

Intenté también dedicarme a la artesanía para ganar un poco más de dinero e independizarme de mis padres, pero todo terminó cuando me confiscaron un cargamento de caña brava que traía desde el Parque Lenin para hacer unos adornos. Me cayó una apatía tremenda con todo. Pensé en continuar estudiando, pero la opción de involucrarme en el plan de los Trabajadores Sociales no me atraía, tampoco graduarme y tener un salario que no alcanza ni para empezar. Entonces me puse a trabajar como CVP [guarda jurado del Cuerpo de Vigilancia y Protección]. Después de tres meses a prueba, me dijeron que yo no era una persona confiable y tuve que irme.


Tienes apenas treinta años, así que fuiste pionero, dijiste la consigna de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”, perteneciste a la generación que debió ser “el hombre nuevo” y gritaste frases antimperialistas frente a la SINA [United States Interest Section en La Habana], cómo fue que la balsa terminó siendo el camino que escogiste para ti.

Eso mismo me pregunto yo. Porque cuando yo era un niño eso de irse del país estaba muy mal visto. Me acuerdo que mi mamá tiene unas tías que se habían ido en el ochenta por el Mariel y el nombre de ellas no se podía ni mencionar en la casa. Un día le mandaron un jeans a mi papá y tuvimos que esconderlo porque si no todos iban a decir que nos estábamos relacionando con los “gusanos”. Pero como lo que es malo siempre se vuelve muy atractivo empecé a interesarme mucho por todo lo que pasaba fuera de Cuba. Durante mucho tiempo pensé que todo el que se había ido era algo así como un traidor a la patria. Cuando me entró la picazón de irme de Cuba, razoné que los que se habían marchado antes eran los traidores, pero que yo no lo era. Ahora es que me doy cuenta que ni ellos ni yo estamos traicionando a nadie.

Lo que veo en la televisión me despierta más la curiosidad, porque no puede ser que allá afuera todo sea tan malo. Así que me he propuesto averiguarlo por mí mismo. Te advierto que me atrae lo mismo Estados Unidos que México, Finlandia que Australia, yo lo que quiero es salir de aquí.

Normalmente nos pintan a nosotros los balseros como personas de bajo nivel, locos que se arriesgan sin saber qué quieren. Yo no soy ningún tonto, yo estuve a punto de graduarme en una ingeniería sólo que me desestimulé y lo dejé. Todos los que se van ahora conmigo, en este viaje que estamos planeando, son gente con estudios, tenemos hasta un cibernético que es el que va a manejar el timón.


Cuéntanos un poco de la preparación de las salidas.

Normalmente primero hay que decidir que tipo de artefacto se va a hacer. Hay muchas variantes, por ejemplo este que estamos construyendo ahora es de tubos de regadío cortados por la mitad y después convertidos en planchas que se unen con remaches. Como yo sé un poco de ingeniería naval entonces soy muy exigente con los detalles y no me gusta embarcarme en cualquier cosa improvisada. Soy un poco perfeccionista y saco cuentas matemáticas para que después en el mar no haya sorpresas desagradables. Por eso cada salida para mí lleva por lo menos unos seis meses para recopilar los materiales y comenzar la construcción.

Una vez que se tienen los materiales guardados en algún lugar cerca de la costa, entonces viene la construcción, que normalmente no se puede hacer toda en tierra firme porque entonces sería muy pesado de llevar hasta el mar. Con el agua al pecho trabajamos el resto del tiempo en algún lugar donde haya bastante vegetación que nos permita estar escondidos, o en los vericuetos de algún pequeño río. A veces se avanza muy poco y otras la policía descubre la embarcación antes de que esté lista y entonces lo pierdes todo. Eso me pasó una vez.

Comprar un motor es lo más difícil, pues debe ser de petróleo y en buen estado para que pueda estar funcionando largas horas. Hay que empezar a averiguar quién tiene un motor para vender y hacerlo con discreción para que no vayan a delatarte. Después hay que calafatear la estructura que se hizo con los tubos de regadío, y disponer bien el lugar del motor y del timón. La calidad de la propela es muy importante, por culpa de un defecto en ella se me frustró el último intento.

Esta vez quiero llevar también una vela, para cuando estemos llegando apagar el motor y que los guardacostas no nos detecten por el ruido.

También están los suministros, que incluyen --claro está-- petróleo, agua, sales de hidratación y comida que no se eche a perder fácilmente. Pero no se puede sobrecargar mucho la embarcación, así que debemos calcular para estar al máximo cuatro días en el mar. Si la travesía se excede de ese tiempo, ya sea porque se rompió el motor, o porque perdiste el rumbo, entonces hay que aguantar el hambre y la sed y rezar para que te encuentren.


Conoces, aunque eras muy joven, de la crisis de los balseros del año 1994. Cómo crees tú que ha cambiado la forma de “lanzarse al mar”.

Creo que cuando la crisis de los balseros la gente improvisó más las embarcaciones en las que se iban, pero ahora es común que las familias allá afuera les paguen a personas que entran en una lancha rápida y se llevan a los parientes. También están los que como yo construyen su propia embarcación, con calma y con sus propios recursos.

La cosa ha cambiado mucho, porque ahora hay algunos detalles tecnológicos que facilitan el viaje. Por ejemplo están los teléfonos celulares que sirven para avisar si hay algún percance en alta mar o para hacerle saber a la familia en qué situación está uno. Lo mejor son los GPS, esos aparatitos se programan y ya timonear es mucho más fácil si te guías por la ruta que te muestra la pantalla.

También ahora no es obligatorio llegar a tierras norteamericanas, pues en algunos países del Caribe también te aceptan si llegas a sus costas. Es más complicado y no hay Ley de Ajuste cubano, pero al final terminan entendiendo la situación de uno y permitiéndote que te quedes.


¿En medio del mar, con la noche encima, lejos ya de las aguas jurisdiccionales cubanas no sentiste miedo o arrepentimiento?

La verdad es que el mar de noche impresiona. Uno no está seguro si va en la dirección correcta y cualquier pez que pasa cerca de la superficie piensas que es un tiburón. Muchas veces me dije “¿Pá qué me habré metido en esto?” Pero enseguida me sobrepuse, porque sabía que ya en ese punto no había marcha atrás. Creo que la juventud es la etapa de la vida donde uno se arrepiente de muy pocas cosas, pues todavía hay tiempo para volverlas a hacer si salen mal. Estoy seguro que si ya tuviera cuarenta no me metería en esto.


Sé que tus bisabuelos escogieron este país para escapar de los rigores de la España de los años veinte ¿Por qué ahora tú haces el camino en la otra dirección? ¿Por qué crees que Cuba dejó de ser un país de inmigrantes para convertirse en uno de emigrantes?

Bueno, yo no sé mucho de eso, lo que sé es que mis bisabuelos maternos son asturianos y llegaron aquí buscando mejores oportunidades, pero ahora mi familia de aquí depende de la ayuda económica que mandan los parientes --que se fueron-- para poder vivir.

Yo no soy ningún apátrida, como se dice, me gusta mi país y he leído mucho de historia de Cuba y me emociona todo lo que este país ha vivido. Cuando veo cualquier competencia deportiva siempre le juego al equipo cubano. Pero no estoy ciego: el patriotismo no puede ser sólo eso. Se supone que la patria también tiene que darte, tiene que sentirse orgullosa de ti. A veces, cuando voy a una cafetería o me paseo por la Habana Vieja, las personas piensan que soy extranjero, pues tengo los ojos claros y la piel muy blanca. En un primer momento me tratan con mucha amabilidad e inmediatamente que me oyen hablar como cubano cambian totalmente su actitud. Eso me hiere; siento que por ser cubano estoy en el escalón más bajo, y eso no puede seguir siendo así. Sin embargo, veo a mis amigos, también cubanos, que se fueron hace un par de años y que ahora regresan y pueden hospedarse en un hotel, rentar un auto, hablar con más libertad sobre lo que piensan y hasta abrir una línea para un teléfono celular, y la verdad que me siento humillado.

Mis propios bisabuelos me enseñaron desde chiquitico a amar este país, me hablaban de él como si hubieran nacido aquí. Yo quisiera poder tener aquí una vida como la que ellos se labraron siendo inmigrantes.


Una vez interceptado en alta mar recibiste un sobre amarillo de mano de los guardacostas norteamericanos. ¿Qué contenía? y ¿Cómo empleaste su contenido?

En ese sobre las autoridades norteamericanas me invitaban a solicitar legalmente una visa de emigrante. El formulario incluía un número de expediente y me pedía una serie de datos. Lo llené por rutina, porque sé que la cola para obtener una visa de ese tipo ya tiene varios años de espera. Y he escuchado que este año no van cumplir con la cuota que habían prometido, así que yo prefiero hacerlo por mi cuenta de una manera más rápida.


¿Has recibido algún tipo de presión por parte de las autoridades cubanas después de ser regresado?

Después de mi segundo fracaso, cuando las autoridades norteamericanas me entregaron en manos de la parte cubana, he sido presionado por el Jefe de Sector para que me ponga a trabajar. Cada vez que pasa algo, ya sea la Cumbre de los No Alineados o la Operación Caguairán [incluye movilización de vigilancia hasta fines de 2008] me citan a la Estación de Policía y me advierten que no puedo salir de La Habana. Aunque nunca han sido violentos conmigo, me siento controlado y vigilado por ellos. Incluso han visitado los centros de trabajo donde he estado contratado y han advertido a mis jefes de mis intenciones de emigrar. La última vez que me citaron fueron más intimidatorios, y hasta me advirtieron que no podía seguir relacionándome con algunos amigos.


Eres joven y ya has empleado más de diez años de tu vida en un sueño que no has podido cumplir. No querrá decir esto que es mejor reconformar los planes y abandonar la idea de emigrar.

No pienso desistir de esa idea. Ya he empleado mucho tiempo en ese plan y estoy completamente “quemado”, quiero decir, que todo el mundo lo sabe. Es como cuando te pasas media hora esperando en una parada y sabes que si sales caminando lo vas a lamentar cuando veas que la guagua [autobús] te pasa por el lado. Además ¿Cómo puedo “reconformar los planes”? ¿Tratando de trepar dentro del sistema, o metiéndome en la oposición?


¿Qué crees que te espera al otro lado?

Yo no soy de los que se hacen castillos en el aire y piensan que nada más que llegue voy a tener carro y casa. Lo que yo quiero para mi es trabajo, y que lo que gane con mi trabajo me sirva para tener una vida normal sin tener que robar o fingir. La verdad es que yo no pienso tanto en las cosas materiales que hay allá, sino en todo lo que voy a poder hacer. Por ejemplo sueño con poder navegar en Internet, pues creo que en total en todos estos años no he podido estar ni una hora conectado leyendo toda la información que me interesa.

Quiero viajar también y dedicarme a lo que yo quiera, ya sea pintarme el pelo de verde o meterme en un partido ecologista. Cualquier cosa, siempre que pueda decidirlo yo. Eso es lo que más me atrae de vivir fuera de Cuba, la posibilidad de salirme de todos esos controles que tenemos los cubanos encima, de todas esas discriminaciones en nuestro propio país, de toda esa burocracia absurda que cualquier pequeña cosa que uno va a hacer cada día se convierte en un calvario de trámites y limitaciones.

Tengo un amigo que se casó con una alemana y ahora vive en Berlín, me dice que si en un hotel de esa ciudad no dejaran hospedarse a alguien por su nacionalidad, ya sea alemana, turca o iraní, eso sería un escándalo que saldría en la prensa y generaría hasta protestas populares. Sin embargo, aquí cada día nosotros los cubanos no podemos acceder en nuestro propio país a servicios y lugares que sí pueden usar los turistas. Por eso, si logro irme, quiero probar si en otro país me permiten hacer lo que en el mío propio no puedo: comprar lo que necesito con la misma moneda que gano trabajando, expresar mis ideas políticas sin temor y poderme asociar según esas ideas, en fin, ser yo mismo, que es al final lo que estoy buscando.


Me gustaría convencerte de que desistas de tus planes, de que te quedes e intentes cambiar aquí lo que no te gusta, de hacer tu propio espacio; sin embargo, quisiera oír los argumentos que usarías para convencerme a mí de lo contrario.

Aquí no voy a poder cambiar las cosas tal y como yo quiero, porque los ciudadanos no tienen en sus manos ni los recursos ni el tiempo para hacerlo. Me duele dejar mi país, pero lamentablemente mi vida está pasando y no puedo esperar más por el “futuro luminoso” que me prometieron de niño. Éste es el mejor momento de mi vida, cuando más energía tengo para trabajar y llevar proyectos adelante, y no quiero que todas esas ganas de hacer algo se pierdan en la espera.

Si tú quieres quedarte yo respeto tú decisión, pero no veo porque hay que lanzarme insultos a mí de “apátrida”, “gusano” o “vendepatria” sólo porque he decidido hacer mi vida en otra parte. Tampoco entiendo todas esas limitaciones para entrar y salir del país, ese concepto de la “salida definitiva” o de la confiscación de bienes al que se va. Yo recuerdo haber oído de chiquito que la construcción de este sistema era una cosa voluntaria, así que tengo todo el derecho a no querer participar.

Al menos yo soy sincero con lo que quiero y no he fingido durante años para después venir a quedarme durante un viaje oficial, como hacen tantos artistas, funcionarios y deportistas, que hasta ayer mismo estaban jurando fidelidad a la Revolución en la televisión. Yo sólo cuento con mi balsa, con mis energías para echarme a la mar, con mi capacidad para orientarme, con mi juventud. No quiero nada más que lo que pueda ganarme con mi esfuerzo.

Yo regresaré y me gustaría saber entonces que has hecho tú con tu vida que yo no haya podido hacer con la mía.

4 comments:

Anonymous said...

Me he sentido muy impresionado con lo que cuenta el joven en la entrevista. Ya se que esas historias las hay por montones, pero siempre sobrecogen.
Felicito a la entrevistadora. Es un alivio que gente desde Cuba hagan un periodismo tan serio.
Felicidades!!!

Carlos, Viena

Anonymous said...

No tiene que ver con esto pero es curioso, lo encontré en la red que a veces vomita rarezas que uno no espera. Saludos al abicú desde Mülheim
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---- Original Message -----
From: Muestra Joven
Sent: Thursday, May 17, 2007 6:54 PM
Subject: INVITACION - Ciclo de Conferencias Creación Artística.

La oficina de Creación Artística del ICAIC lo invita a la conferencia:
Pavonato: consecuencias de un debate, del escritor Arturo Arango.

Lunes 21, 10:00 AM, Sala Titón (5to Piso-ICAIC)

Contáctenos por: muestrajoven@icaic.cu .
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Anonymous said...

Arturo Arango, buen pez..

Anonymous said...

Yo también deseo felicitar tanto a Yoani Sámchez como a su entrevistado.
Bien hecho.

Me conmovió. Deseo darle las gracias a Jorge Pomar por darle este despliegue.

Diana