
Por Jorge A. Pomar, Colonia
Dio en el clavo Zoé Valdés con el atributo de "sanaco" al Che a propósito de la proliferación de su efigie en camisetas insulares donde debería figurar el autor de Los versos sencillos. Ciertamente, además de "sangrón", despiadado y arrogante como para él solo, el asmático "Guerrillero Heroico" era un energúmeno en toda la extensión del vocablo.
Por recordarme esa palabreja del argot criollo, he dado las gracias a mi amiga, que las merece también por el tono desendado, desacralizante, que se gasta en el post "José Martí y las drogas". Una manera que tiene Zoé de bajarlo del pedestal, darle la mano y salir a andar La Habana con él. (Pero me temo que, no pudiendo voltear de un revés a los hermanos Castro, como le gustaba hacer con déspotas y apóstatas en sus versos, optaría por encerrarse de nuevo en su mausoleo.)
Siendo un tema que me toca de cerca, porque creo ser el único prisionero de conciencia en abordarlo dentro del sistema penitenciario, se pinta solo para desmentir a los tergiversadores profesionales del diversionismo en la blogósfera. Según esos testaferros de la propaganda oficial, mi Alter Ego sería un antimartiano furibundo. Andan (h)errados: aunque crítico con Martí (y sobre todo con la instrumentación apostólica), como con mi entrañable Alter Ego y el resto de los comunes mortales, soy --repito para evitar malentendidos y emplazar a esos sordos que no quieren oír-- lector asiduo de su obra y admirador de los rasgos de su personalidad mencionados abajo. Es más, lo he recitado en español y en alemán por estas comarcas renanas...
Amén de por su virtuisismo literario, está fuera de liga en el panteón intelectual criollo por su entereza y su coraje civil. Como bien dice Zoé, era un "pingúo". La diferencia es más que notoria si se compara su conducta con la de las falanges de pusilánimes enquistados en la UNEAC y la AECC. Con Don Julián sí que se podía robar caballos: que se sepa, jamás dejó a nadie en la estacada, ni a amigos ni mucho menos a correligionarios.
Ése Martí picaflor, morboso y desprejuiciado, me fascina tanto como el de ciertos pasajes de su prosa donde da rienda suelta a esporádicos estados de desencanto suscitados por choques frontales con la condición humana. Me refiero al de la prosa realista que deja a un lado el ditirambo para soltar sin piedad el dardo crítico. El "Santo de América", qué duda cabe, también sabía maldecir. De vez en cuando se desahogaba tanto contra correligionarios individuales como contra la apatía general de la población ante la causa independentista...

Como buen poeta modernista, a buen seguro siguiendo la senda extática de sus admirados Verlaine y Baudelaire, tenía en alta estima hasta los vapores psicodélicos del opio. A saber, por entonces estaba de moda entre los poetas famosos de la Vanguardia, orientalistas en su mayoría, fumarlo entre vates en pipas de agua en locales exóticos. Otrosí, igual que con la ginebra (malas lenguas exiliares de Tampa le apodaban "Ginebrita") debe de haber sido bastante comedido con los estupefacientes. De otro modo, jamás habría podido llenar en sus escasos 43 años de vida los 27 largos tomos de sus Obras Completas.
Otro detalle a anotar entre signos de admiración: Martí asociaba el consumo de drogas a los placeres de alcoba, especialmente con hembras tan conturbadoras como perversas: Te odié por vil y alevosa; / Te odié con odio de muerte: / Náusea me daba de verte /Tan villana y tan hermosa. Todavía me eriza la veracidad de esa estrofa... Las promiscuas encantadoras eran, qué duda cabe, sus favoritas: abejas reinas de sus cuitas amorosas y sus fantasías oníricas.
Para ellas, a condición de que a la vuelta lo resarcieran con creces, siempre tenía el perdón a flor de labios: "Eva me ha sido traidora / Eva me consolará". No así el ama de casa, la esposa (Carmen Sayas Bazán, a quien no le perdonaría ni el desliz de interceder por su suerte ante las autoridades coloniales), la hermana (Don Juan latino él mismo, se desvivía en prodigarle consejos contra los mujeriegos a su fraterna Amelia), de quienes reclamaba fidelidad a toda costa de acuerdo con el riguroso canon romántico. Pecador impenitente, incumplía incluso el mandamiento cristiano que proíbe desear a la mujer del prójimo. Las "craneaba" hasta en los lienzos de las exposiciones:

De los pintores, y ayer
Detrás de aquella mujer
Se me saltó el corazón.
Sentada en el suelo rudo
Está en el lienzo: dormido
Al pie, el esposo rendido:
Al seno el niño desnudo.
Su fantasía erótica no reparaba ni la maternidad. Recuerdo pero no encuentro unos versos memorables, no menos verídicos, donde se describe a sí mismo despertando al amanecer--solo y sin dinero-- con "ansias de mujer" en un cuarto de hotel barato del Viejo Continente. Ahí un "Apóstol" concupiscente, volutpuoso, erotómano al extremo de perder una goleta en el Itsmo (¿Guatemala?) por causa de cierta india seductora, sugiere sutilmente el consuelo onanista. [Maternidad, Picasso.¡Viendo a esa madona, la más fina y seductora salida jamás del pincel del pintor malagueño, cualquiera absuelve sin más al "Apóstol" por el flagrante olvido del Niño Jesús! El lienzo del poema era otro, claro.]
Digresión autobiográfica: Por cierto, al entrar en el sacrílego tema después de haber acometido con soltura los otros temas eróticos, la alusión a la probable "paja" (masturbación) martiana estuvo a punto de malograr mi segunda disertación ante el jefe, el reeducador, el oficial de Trabajo Operativo Secreto (TOS), que no había sido avisado estado en la primera, y los cerca de 90 reclusos del Correccional Modelo de Lagunillas a fines del 92.
La extraña iniciativa de las lecturas partió del joven reeducador Juan Carlos, un ex roquero tartamudo que pretendía anotarse un punto en la emulación con los demás campamentos de la provincia. En realidad, no estaba nada seguro de que yo accediera a darles un círculo de estudio a los presos, mucho menos sobre tema tan escabroso para un disidente: el asalto al Cuartel Moncada (corría el mes de julio).
"¡Hombre, cómo no! --repuse, agradecido a aquel fan de los Beatles y los Rolling Stones que a veces me daba permiso para ir a telefonear en Cienfuegos y, los días de pase, ordenada a la guardia soltarme de madrugada hacia el punto de recogida de los "Amarillos" en la autopista--. Con mucho gusto, si precisamente ésa fue mi especialidad como Secretario Ideológico del núcleo del Partido en Arte y Literatura.
Desde el ingreso en Villa Marista mi interrogador, el capitán Héctor Durán Cobas, quitado de bulla hoy en algún barrio de la capital del exilio, me empezó a tratar como un revolucionario honesto pero equivocado. Y el Abicú, que se había ganado la deferencia liándose a patadas y puñetazos (en realidad, la primera pareja de ambos golpes se la propinó él por sorpresa a uno de los porristas) al pie del balcón de la poetisa María Elena cruz Varela en Alamar), estimó que era saludable seguir la rima.

Al final me regodeé especialmente en los principios democrático-burgueses de La historia me absolverá. Y ahí paré. A fin de disipar la evidente expectativa del auditorio, Juan Carlos: "Ha- hace falta que Us- ted, Ha- bana les ex- ex- plique acá a los reclusos có-cómo se cumplió el pro- programa del Mo-Moncada..." Respuesta del Abicú: "Perdón, compañero reeducador. Será mejor que de esa tarea se encargue Usted mismo, ya que de algún modo el hecho de que yo esté encerrado aquí junto con ellos tiene algo que ver con el asunto. A mí no me lo van creer". [Desnudo: Tina Modotti, de cuyos encantos Martí habría tenido que cuidarse para no morir asesinado en México, como le courrió en el 29 al infortunado Julio Antonio Mella.]
Para evitar situaciones de ese tipo, le propuse dedicar el próximo círculo de estudios a un tema neutro: "Martí como amante". Aceptó, pero entretanto el rumor había llegado, vía informante, a oídos de los agentes del TOS. Total que, al parecer, Juan Carlos nos los había puesto al corriente y una tarde cualquiera Fernando se personó en moto en Lagunillas: no sé opuso a la actividad, pero se llevó mis apuntes.
Ahora, al oír la familia de palabra "onanismo", "masturbación", "paja", seguidas de la pregunta intercalada al ya despelotado auditorio: "¿Qué hacemos nosotros mismos, presos justamente condenados a trabajo forzado como Martí en las canteras de San Lázaro pero mejor tratados que él, cuando nos despertamos de madrugada debajo del mosquitero pensando en mujeres?" Los dos jefes del penal intercambiaron miradas de escándalo.
Para su sorpresa y la mía, "Fernando", alias del agente del TOS y ex director (por truene), encargado de la "atención" a los presos políticos condenados como comunes en la Prisión Provincial de Cienfuegos hizo un leve gesto disuasivo con la mano y ordenó seguir adelante (al ponente y al preso que, por precaución, el reeducador Juan Carlos me había sugerido designar a guisa de lector).
Su mujer y él, me confesaría a cuatro orejas al final, amaban la poesía. Fernando no era mala persona; al menos conmigo se portó decentemente. Huelga aclarar que con otros reos no debe de haber sido tan gentil en sus tiempos de mandamás de la sucursal local de Villa Marista. Habanero, estaba resentido por lo que estimaba una injusticia de los lugareños con su persona.

Para evitar que los hombres de paja de siempre me acusen de haber vivido la dulce vida durante el cautiverio, adelanto que esta digresión es sólo parte del costado risueño de un relato con otros episodios que pronto van a conocer. Cierro el post con una anécdota humorística que refleja fidedignamente la impresión dejada en aquella colonia penitenciaria cienfueguera:
Mediodía siguiente en la plaza de formación frente al comedor a la hora del almuerzo. Danilo, un esquizoide ladino pero de lo más ocurrente alza la mano para pedirle la palabra al reeducador Juan Carlos:
--Permiso, reeducador...
--Da-nilo, ¿qué tiene Uuus- té que decir?
--Reeducar, por más que me rompo la cabeza no acabo de entender este campamento.
--A a ver (picado), qué es lo-lo que no aa-caba de entender Uuus-té? Ha-hable claro...
--Que aquí en el correccional modelo de Lagunillas los estafadores (un oficial de la Capitanía del Puerto sancionado por defalco a cargo del almacén de víveres) administran los recursos; y los asesinos (el viejo eviscerador "Mandoche") curan a los enfermos,..
Mandoche imperaba en la enfermería. Cuando me llegó la "Carta de Libertad" y, entre jubiloso y nostálgico, me puse mis pertenencias, Claudio Ruiz (que así se llamaba aquel temible el "asesino" humanitario, me susurró al oído con una sonrisa de oreja a oreja: "Yo me conformo con heredar el peine", Mi mejor amigo y valedor en el campamento (con un hijo en Alemania) purgaba una larga condena por haber decapitado con un cuchillete forense a su joven y hermosa amante en el Hospital de Cienfuegos.
-- ¡El colmo de los colmos --prosiguió el desquiciado-- es que ahora los contrarrevolucionarios impartan los círculos de estudio! ¡Ehhh...?

--A-así mis-mito es. La la pura verdad. Y le pu-puedo aaasegurar que cuannndo inaugu-guremos uuun ma-manicomio aquí en Lagunillas, a Uuusté, que-que es loco de mierda, le voy a otorgar el honor de ser el di-director. ¿Qué-qué le pa-rece?
En fin, toda esta historieta con final hilarante se armó por culpa del Magno Paciente y su involuntario "autor intelectual del asalto al Moncada".
*****************************************
*Cambié el título a fin de llamar la atención del lector sobre la digresión autobiográfica.