¿Izan las FARC bandera blanca?

O ganar con la paloma de la paz lo perdido con la cocaína y el Kalashnikov

Por Jorge A. Pomar, Colonia

Sueltan las armas , pero no todas las condiciones. A saber, no negociarían con el presidente Álvaro Uribe. ¿Con quién entonces? Pues, con "los presidentes y jefes de Estado de pueblos hermanos en el hemisferio y de los denominados países amigos europeos concurrirán de manera solidaria a apoyar los procesos de diálogo que estamos proponiendo”. No faltaba más.

Sencillamente, las Fuerzas Armadas de Colombia los han puesto contra la pared. El mensaje, firmado por el Secretariado del Estado Mayor Central, detrás del cual se encuentra su actual comandante en jefe Alfonso Cano (foto de abajo; noticias sin confirmar dicen que está herido en un brazo), anuncia que “participaremos de cara al pueblo en un diálogo con amplitud y franqueza, sin dogmatismos, sin sectarismos y sin descalificaciones”.



Sea como fuere, estamos escuchando el canto de cisne del alto mando de las FARC, que en su desesperación se ha aferrado al salvavidas arrojado por la diligente dama del turbante. El suceso marca indudablemente el comienzo de una inminente derrota de las huestes del legendario Tirofijo. Con demasiadas penas y ninguna gloria. Este encubierto "la peste el último" debe de haber sido desatado por la espectacular fuga del senador Oscar Tulio Lizcano.

La taquicárdica gestión de la senadora chavista Piedad Córdoba, promotora de una iniciativa de paz apoyada por "un grupo de políticos, juristas y líderes de opinión" (El Nuevo Herald) busca salvar al menos parte del capital político a fin de invertirlo enseguida en un proceso de negociaciones.

Extrañamente, coincide con un informe (94 páginas) de Amnistía Internacional que, de manera velada pero harto sospechosa, pone en tela de juicio los evidentes éxitos del "Plan Colombia", acusando a Bush y Uribe de nada menos que negar la existencia de "un conflicto armado" en el país sudamericano, que ve con ojos algo más que sombríos:

Colombia sigue siendo un país donde millones de civiles, sobre todo fuera de las grandes ciudades y en el interior, siguen soportando la peor parte de este conflicto violento y prolongado. [...] La impunidad sigue siendo la norma en la mayoría de los casos de abusos a los derechos humanos. [...] Las muertes relacionadas con el conflicto, las ejecuciones extrajudiciales, la muerte de civiles por paramilitares (y) por guerrillas, las desapariciones forzadas de mujeres y las muertes de sindicalistas han ido en ascenso del 2006 al 2007.

O sea, que Uribe, militares y votantes han fracasado o casi. Todo o casi todo está por hacer. Por un nuevo gobierno al gusto de la progresía universal. Por otro lado, con un tan puntual como esperpéntico amago de sublevación popular protagonizado por turbas de indígenas amazónicos. Ya está ahí, otra vez en pie de combate, la inefable Piedad Córdoba. [Foto de abajo.] A continuación, renaciendo de sus cenizas como el ave Fénix (aunque ha jurado más de una vez retirarse de la política) entrará en escena desde París Ingrid Betancourt...

Ha sonado la hora de los demagogos de todos los pelajes y latitudes que, picassiana paloma en boca, intentarán recuperar en la paz el terreno perdido en la guerra y el narcotráfico. ¿Se dejará enredar en sus viscosas mallas pacifistas la obstinada ciudadanía colombiana después de haber derrotado en buena ley a la guerrilla más antigua y poderosa del subcontinente?

No lo creo, pero sin duda comienza aquí la fase más enervante de una lucha iniciada en 1948 con aquel asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, que desató la masacre del Bogotazo y fue el bautizo de fuego y sangre de un hombre que todavía, si le dan el menor chance, con ayuda de los petrodólares de su discípulo Hugo Chávez, puede jugar un papel nefasto en el porvenir de los colombianos: Fidel Alejandro Castro Ruz, desde luego...