Osama Bin Laden: "...bien muerto, pero muy mal matado"

¿Un nuevo estilo para la gestión  neogeneracional (cibernética) de crisis en el Situation Room de la Casa Blanca?

Por Jorge A. Pomar, Colonia

La cita titular corresponde a la lapidaria, cínica pero certera humorada atribuida por la vox populi a Fulgencio Batista al enterarse en Palacio del hallazgo del cadáver del furibundo tribuno ortodoxo y doctorado megáfono castrista Pelayo Cuervo a orillas del Laguito en Miramar.

Eso suponiendo, desde luego, que el fardo arrojado al mar por orden de Barack Hussein hace unos días desde un portaaviones contuviese en efecto, como aseguró el Mesías Negro del Progrerío Rubio de Ojos Azules, el cuerpo del terrorista internacional Osama Bin Laden, a quien no sólo el conspirológico Alter Ego del Abicú daba desde hace años por víctima segura de sus propias agudas insuficiencias renales y mentales.

Demasiado suponer, puesto que de entrada ya de por sí la elocuente presteza con que se hizo desaparecer (según el moderador del vídeo, ahora confiesan que sin ceremonias mahometanas de ninguna clase) el cadáver, plus la inaudita, alucinante cadena de embustes y contradicciones aún en curso en que se está enredando cada día más la Casa Blanca alrededor de la chapuza de Abbottabad son una ofensa incluso para la escasa inteligencia de los más lerdos.

En cuanto a la truculenta instantánea que Obama, no contento con haber borrado todas las huellas en el lugar del linchamiento militar audiovisualmente monitoreado desde la Casa Blanca, se niega a enseñar --tanto por incongruentes motivos piadosos como por temor a desatar la ira ya desatada de los volátiles secuaces islámicos del líder graciosamente desislamizado post mortem por él mismo en su primer eufórico parte presidencial de victoria--, aun dando por válida la ramplona argumentación presidencial para no hacerlo, cabe la siguiente pregunta: ¿por qué, en cambio, no disipar de una vez todas las suspicacias mediante el simple recurso de ordenar la publicación de la secuencia de imágenes inmediatamente anteriores a la sumarísima ejecución extrajudicial, grabadas por la sofisticada cámara de alta resolución en el casco del verdugo humanitario? 

Para no hablar ya de la alternativa de neutralizar al desarmado rufián genocida apuntando de la cintura para abajo o a los brazos --y no al pecho y la frente, como más que al parecer se hizo con los otros tres occisos-- afin de impedirle accionar el botón del imaginario cinturón de bombas con que llevaba puesto durante su último abrazo con su cuarta esposa, el aparato de diálisis portátil o el anestesiante Morfeo a la una de la madrugada. A la postre los dos inapelables disparos de precisión electoral asestados a Bin Laden, junto con los otros tres espeluznantes ajusticiamientos extrajudiciales visibles en las fotos tomadas apenas una hora después por el fotógrafo de la ISI (seguridad paquistaní), acabará sin falta saliéndole por la culata más temprano que tarde al errático Premio Nobel de la Paz (y la political correctness) 2010. Inútil volver a enumerar aquí las flagrantes mentiras y torpezas de Obama y sus halcones mejormundistas. 

Su número crece por día. Otrosí, no está demás subrayar abicuerilmente aquí una pifia obvia todavía muy poco comentada. A saber y recordar, la famosa foto oficial que muestra en el Situation Room la estupefacción general de todo el patidifuso staff presidencial que observaba simultáneamente en vivo y en directo las diversas secuencias audiovisuales del desastroso asalto a la penúltima morada del aventajado émulo sarraceno del Che Guevara en Abbottabad.

Lo que realmente documentan esos rostros es el craso, estrepitoso, alarmante fiasco de un alarde mediático global a buen seguro concebido por el novelero Obama para dejar boquiabiertos de pura envidia a todos sus antediluvianos homólogos eurooccidentales con un nuevo, revolucionario estilo de gestión gubernamental apoyado en las nuevas tecnologías de la información.

A ojos vistas, amén de arma de doble filo, un regodeo lúdico-morboso que recuerda demasiado las frecuentes noticias acerca de adolescentes sádicos cuyo pasatiempo favorito consiste en filmar con sus celulares golpizas propinadas a algún condiscípulo. Y es que la personalidad del engreído President, sin duda autor intelectual de esa genial ocurrencia digital, tampoco está exento de una fuerte faceta pueril dominante. 

Rasgo ampliamente compartido con su (dizque) bestia negra recién acuatizada. Por cierto, si el objetivo de arrojar al mar a Bin Laden era impedir que su sepulcro pasara a ser un concurrido santuario del terrorismo islámico, igual (la sugerencia, si la memoria no me engaña, es de un lector guasón de EL País) hubiera podido hacerlo enterrar en la Base Naval de Guantánamo, único "territorio libre de Cuba" donde no sería ni por asomo de temer que sus apesadumbrados adoradores estén dispuestos a peregrinar  a fin de rendirle pleitesía. Sobre todo arriesgándose a pasar forzosamente, previo desembolso de prohibitivo peaje en fulas, por franco territorio fiel biránico. 

La enorme ventaja para el discípulo del pastor del "God damm America!", ex promotor del cierre inmediato de la cárcel de Guantánamo y candidato de fuerza a cortar la cinta inaugural de la mezquita proyectada en los aledaños del memorial a las víctimas de Bin Laden en Manhattan, habría sido no tener que escudarse en el chiste de mal gusto del DNA para aportar las indispensables pruebas genéticas sobre la identidad entre cadáver y personaje.  

Entre otras, pues no se le acusa de ordenar el justo ajusticiamiento de Osama sino de --metáfora germana-- hacer tambalearse a fuerza de mentiras las paredes del famoso compound de Abbottabad. Por cierto, valorado unánimente por agentes inmobiliarios locales en 20 millones de rupias, como máximo; o sea, un cuarto de millón de dólares y no un millón, como se desinformó a la prensa en Washington. Un detalle curioso que tampoco aparece por ningún lado en las numerosas fotos de la casa: esa tronera, presuntamente abierta por una explosión no reportada, que se ve en la foto de ABC ahí arriba.

También cortesía de un sagaz lector de los bodrios noticiosos del diario del Grupo PRISA. Pero dejemos ahí la guasa ibérica y retomemos el cabo del hilo cibernético cortado ahí arriba. De paso, el esperpéntico experimento neogeneracional en el ya de esa guisa memorable Situation Room surtió el engorroso efecto imprevisto de convertir ipso facto a todos los presentes no sólo en testigos oculares sino en cómplices de al menos cinco asesinatos extrajudiciales. Con las siguientes circunstancias agravantes: alevosía, nocturnidad, abuso de la hospitalidad extranjera, falso testimonio, exceso de violencia en presencia de (nueve en total, menos mal que en el último minuto Barack Hussein descartó la variante del bombardeo quirúrgico) menores de edad... 

Summa summarum, un escandaloso ejemplo de violación múltiple de sacrosantos derechos humanos, both estatal y extraterritorial (con razón, víctimas del inesperado "fuego amigo" intencional, los aliados de Islamabad se les están poniendo alarmantemente farrucos a Washington, según se desprende de las amenazas del jefe de la ISI en el vídeo de abajo) para más inri, que reduce a una majadería las tandas de water boarding (asfixia simulada) en Guantánamo. De hecho, las víctimas colaterales más trascendentales son el derecho internacional, la paz y los cambios de Guatemala para Guatepeor en curso en precisamente en los califatos menos despóticos del convulso Medio Oriente. Pero, sobre todo, la imagen y la seguridad de Estados Unidos en toda nuestra leguleya, intrigante, reparona y envidiosa Aldea Global.

Tan grave es el estropicio universal causado por la chapucería del comando ejecutor de los Navy SEALs (Obama: "Job well done, boys!") en Abbottabad que ya hasta la habituamente sesgada alta comisaría de la ONU a cargo de la puntillosa temática se ha visto en la imperiosa necesidad de salir del armario de las ambigüedades diplomáticas selectivas para exigirle más detalles sobre la Operación "Jerónimo" (el cacique apache debe de estar revolviéndose en su tumba) al modoso y modélico inquilino en la Casa Blanca. 

No en balde, interpelada anteayer en Roma acerca de su involuntario estupor durante la novedosa gestión de crisis en el Situation Room ante ciertas horrorosas imágenes fácilmente imaginables en pantalla, Hilaria (nombre de pila etimológicamente emparentado con el atributo "hilarante") Clinton ha hecho el hazmerreír del día al atribuir ese elocuente gesto reflejo de pánico a tal vez a algún ataque de tos alérgica. Como dice el refrán: "El que con niños se acuesta...".

Según todo parece indicar, la mera vedad es que tampoco era para menos. En fin, Fulgencio Batista y Saldívar (foto de al lado) dixit con ademán admonitorio no menos maquiavélico desde su humilde bóveda exiliar en la isla de Madeira sobre el difunto Bin Laden: "Está bien muerto, pero muy mal matado". 

Y en efecto, todo indica que, fantasma viejo o nuevo, ese otro cadáver infame promete apestar mucho peor que el pico académico de aquel álacre tribuno ortodoxo o la "entraña de intransparencia" del tristemente célebre Chancho de Rosario. 

Para decirlo por lo claro: si navegamos con un poco de suerte en esta azarosa coyuntura, va y al final de esta macabra historieta el diabólico Osama se redime un poco a título póstumo ante la Humanidad ayudando al electorado demócrata gringo a librarnos del divino Infante Obama tan pronto como en las urnas del 2012...

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POSTDATA (07-05-2011).- Pentágono libera un primer lote de vídeos (cinco en total, sin audio y a cada cual menos convincente como prueba de lo que se pretende probar) con un  Bin Laden (siempre visto de perfil) senil, decrépito (luce incluso bastante peor en porte y aspecto que nuestro Magno Paciente), blanco en canas, casi irreconocible, mirándose a sí mismo vía tevé satelital (facility inexistente en todas las versiones anteriores de la Casa Blanca) en su (desordenado y cochmbroso) complejo (millonario) de Abbottabad. ¡¡¡Hummm...,???