Por Jorge A. Pomar, Colonia
Antes de desertar en Bengazhi el pasado 22 de febrero, el mayor general Younis Abdel Fatah (67), ministro del Interior y brazo derecho de Muamar el Gadafi, era sospechoso de jugar a las dos bandas. Su alevoso asesinato junto a otros dos altos oficiales le aliena sin remedio al anárquico --y muy titiritero-- Consejo Nacional de Transición (CNT) las ya de por si menguantes simpatías de los desencantados tránsfugas castrenses. Los improvisados segurosos emboscaron al general y sus adláteres a la entrada del hotel donde debían ser sometidos a interrogatorio.
Acto seguido, como de costumbre, le habrían propinado a cada víctima el clásico tiro en la nuca, chamuscado y desaparecido los tres cadáveres, que al parecer ya han sido localizados. "Están bien muertos, pero muy mal matados", acotaría Fulgencio Batista. Por supuesto, no faltaron los usuales intentos de achacarle el difunto a Gadafi de parte del mitómano presidente del CNT, Mustafa Abdel Yalil, cuyo notorio desgobierno ha recibido el espaldarazo unánime de las principales cancillerías occidentales. En vano, el bulo se vino abajo al instante: según la noticia en el ABC, Abdulla Baio, jefe de la escolta de Yunis se encargó de despejar las dudas: "Fue al frente de Brega para levantar la moral de sus soldados, pero desapareció después de que un coche del CNT viniera a por él".
Para colmo de contradicciones, consta que fue el propio Jalil quien ordenó personalmente el arresto fatal. Las consecuencias no se harán esperar. Por lo pronto, enfurecidos partidarios del mayor general tirotearon el hotel de marras. Y en el diario español El País, desde luego extremosamente parcializado a favor del mando inslofascista de Crenaica, se lee lo siguiente:
Para colmo de contradicciones, consta que fue el propio Jalil quien ordenó personalmente el arresto fatal. Las consecuencias no se harán esperar. Por lo pronto, enfurecidos partidarios del mayor general tirotearon el hotel de marras. Y en el diario español El País, desde luego extremosamente parcializado a favor del mando inslofascista de Crenaica, se lee lo siguiente:
“Fuerzas especiales fieles a Yunis se habían concentrado frente a su casa para exigir su liberación, antes de conocerse su muerte a manos de un grupo de hombres armados... El presidente del CNT, que ha decretado tres días de luto oficial en memoria de los tres infortunados, anunció también que el cabecilla de los agresores ha sido capturado y que ha reconocido su implicación en los hechos, aunque la investigación continúa abierta...”.
Pero, dadas las circunstancias, el recurso al chivo expiatorio difícilmente sirva para otra cosa que echarle más leña al fuego. La suerte está echada. Por el lado siniestro, el triple fratricidio, que viene a sumarse a una larga cadena de edificantes linchamientos de prisioneros de guerra y presuntos mercenarios subsaharianos ante los extasiados camarógrafos de Al Jazeera, promete poner fin de inmediato a los ya famosa "guerrita de los Toyotas" librada por los sedicentes libertadores "demócratas".
Por cierto, su cacareada unidad de propósitos y bretes protagónicos recuerdan de cerca, cambiando apenas los tópicos, el guiñol ultrapacifista de nuestra criollísima olla de grillos leal-disidenciales. Todos ellos tan entusiasmados con la Primavera Árabe como empecinados en conjurar al alimón con el gobierno el estallido de cualquier conato similar de rebelión cívico-militar en la Isla que amenace el estau quo y, de paso, sus premios suecos y subsidios obamitas (los 20 millones de dólares al año en disputa en el Capitolio ya casi los tienen en el bolsillo) a la sombra de la dinastía jurásica de Birán.
Pero, dadas las circunstancias, el recurso al chivo expiatorio difícilmente sirva para otra cosa que echarle más leña al fuego. La suerte está echada. Por el lado siniestro, el triple fratricidio, que viene a sumarse a una larga cadena de edificantes linchamientos de prisioneros de guerra y presuntos mercenarios subsaharianos ante los extasiados camarógrafos de Al Jazeera, promete poner fin de inmediato a los ya famosa "guerrita de los Toyotas" librada por los sedicentes libertadores "demócratas".
Por cierto, su cacareada unidad de propósitos y bretes protagónicos recuerdan de cerca, cambiando apenas los tópicos, el guiñol ultrapacifista de nuestra criollísima olla de grillos leal-disidenciales. Todos ellos tan entusiasmados con la Primavera Árabe como empecinados en conjurar al alimón con el gobierno el estallido de cualquier conato similar de rebelión cívico-militar en la Isla que amenace el estau quo y, de paso, sus premios suecos y subsidios obamitas (los 20 millones de dólares al año en disputa en el Capitolio ya casi los tienen en el bolsillo) a la sombra de la dinastía jurásica de Birán.
Por el otro lado, no menos contraproducente, habida cuenta del origen étnico del linajudo occiso cambiacasacas, el crimen recrudecerá de lo que no hay manera las endémicas pugnas tribales entre las distintas facciones insurrectas, asestándole con toda probabilidad el merecido tiro de gracia popular a la Primavera Árabe en esa hasta ayer próspera y --al decir de los mismos mandatarios occidentales que ahora barren el piso con su payaso favorito de la víspera-- modélica antigua colonia italiana. La tribu de los Obeidi, a la que pertenecía el jefe del Estado Mayor rebelde, es la más influyente y numerosa de Cirenaica.
Inmigrantes africanos maltratados por los rebeldes de Benghasi
Corolario abicueril: Nicolas Sarkozy, Gordon Brown y Barack Husseina, la OTAN y los Hermanos Musulmanes, que ya se estaban frotando las manos en petróleo detrás del halagüeño desbarajuste libio, se han quedado definitivamente con el trasero al aire ante el creciente escepticismo de la opinión pública internacional. Cierto, the Lybian show must somehow go on, pero cómo hacer de aquí a septiembre, mes de Ramadán (agosto) de por medio, cuando venza oficialmente la enésima patente de corso onucista para los bombardeos humanitarios contra Trípoli.
Y terminar el cada vez más embrollado cuento poniendo el cadáver maloliente del Reis (ahora mismo el tercero sonriente) sobre la mesa. Amén de sustituir el elástico Libro Verde por la rígida Sharía que, caso de salirse con la suya, sería la única opción viable sobre el tapete. Para demostrarlo a las claras ahí está el modus operandi, al mejor estilo GESTAPO-KGW-STASI-DGI-VEVAK*, de los asesinos del general veleta como el mejor presagio del ansiado CHANGE we must (NOT) beliebe in...
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* Sigla de la tenebrosa policía secreta del ayatolado iraní.
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