O rechazar el retrato porque no nos gusta el fotógrafo
Por Jorge A. Pomar, Colonia
Un discurso conciso, lúcido, irrefutable, elegante, seductor... No se le ha quedado nada en el tintero esta vez. La airada reacción de La Habana y sus apañadores extranjeros revela a las claras el peligro, la potencia subversiva del mensaje presidencial.
Sin dejar de aceptar el capcioso "ramo de olivo" raulista y ofrecer una salida decorosa a la clientela del régimen no involucrada en hechos de sangre, sus principales destinatarios son la mujer y el hombre corriente en calles y campos de la Isla, especialmente los que aún no peinan canas.
Huelga aclarar que, descontando un par de detalles --tonterías como esa que tres cubanos no se pueden reunir without legal permission (Bush no aclara que se refiere a encuentros antigubernamentales) obviedades aparentes como el falso mantra presidencial de que el futuro de los cubanos está in your own hands--, el Abicú aplaude la coherencia, oportunidad y tino para poner los puntos sobre las íes en la cuestión cubana demostrada esta vez por el Gran Villano de la Aldea Global.
Insidia, si se quiere, hay. Pero la amenaza implícita no es de invasión sino de implosión. Por lo demás, el discurso de Bush no tiene nada de "electorero". No ya porque Bush no se juega personalmente nada en los comicios, de los cuales está excluido por ley, o porque las propuestas de los candidatos republicano y demócrata en punta apenas difieren en matices, sino sobre todo por tratarse en esencia de la misma retórica presidencial de hace años.
Tampoco es verdad que, como alegan algunos rizadores del rizo, las palabras de Bush pongan en peligro la integridad física --de libertad no cabe hablar en su caso-- de los líderes de la disidencia interna, puesto que quien los encarcelaría, cosa que hace a diario, o asesinaría preventivamente es la Seguridad del Estado.
Por otra parte, ¿en qué, si no en el mérito otorgado por la disposición al riesgo personal, se sustentaría el presunto derecho de que habla Bush a que sean los disidentes quienes lideren la futura democracia? Está claro que el Presidente hace aquí proselitismo a cuenta ajena, o sea, exhorta a la población insular a perder el miedo, romper el silencio y engrosar las filas de la maniatada oposición interna.
Pero mucho me temo que en este detalle esté cayendo en el wishfull thinking: salvo que el a dedo designado Sucesor decida iniciar una revolución desde arriba y recabe su ayuda o en efecto desembarquen los marines, por desgracia nada en la vida real indica que los disidentes vayan a jugar un papel significativo en el proceso de cambio. El pueblo, mi querido y nunca bien ponderado Mr. Bush, no es la solución: es más bien el problema allí donde, no habiendo cambiado el gobierno durante casi medio siglo, el cambiado a la fuerza para mal ha sido el pueblo.
No pasando ambas alternativas de pura hipótesis, lo más probable es que se imponga el lezamiano "azar concurrente" en forma de estallido cívico-militar y que los acontecimientos desborden a la oposición interna. ¿Cuál fue su papel, por ejemplo, en el desencadenamiento y desarrollo de los sucesos del Mariel en 1980 o el "Maleconazo" en 1994? En suma, no están ganando.
Su único chance: aparcar afanes protagónicos y discrepancias ideológicas para cohesionarse alrededor de un programa mínimo de libertad y democracia capaz de inspirar confianza a una ciudadanía descontenta pero harta de retóricas doctrinarias. En política, se sabe, los mensajes han de ser simples, elementales, inequívocos, como el discurso de Bush.
Por otra parte, fuera de Hungría, Polonia, Chequia --por cierto, únicos tres países de Europa Oriental donde, por haber sido siempre masiva, la oposición jugó un papel protagónico en los cambios-- y en contados países más con un peso en la comunidad internacional tendente al cero aritmético, ¿con qué otros valedores cuenta el movimiento anticastrista? ¿España (a la que alude el Presidente sin nombrarla), la OEA, la UE, Naciones Unidas? No bromeen, por favor. Como no sea para acabar de hundirnos...
Las virtudes cívicas de la oposición interna están más allá de toda duda, pero no hay evidencias de que también posea poder de convocatoria de ninguna clase ni magnitud apreciable dentro del territorio nacional. Su influjo es socialmente irrelevante. De hecho, en la opinión pública de la Isla no cuenta para nada, a no ser como incidente de arresto, comidilla del barrio por un rato. En particular, entre la juventud los disidentes no han logrado calar ni mucho ni poco.

La frase suena a antítesis, pero no lo es. Pónganle asunto, lector, a las palabras de Gorki Águila Carrasco en el siguiente vídeo. Sus furibundas canciones se apoyan en la habitual violencia escénica del género, que en él deja de ser mero artificio gestual para hallar su plena razón de ser en una sociedad sometida a una tiranía tan brutal como metódica. Al antológico alarde de lucidez y coraje civil de este rockero obstinado, se opone el persuasivo contrapunto burocrático-estatal en boca del funcionario y del andrógino, voceros de la "nueva" política cultural del régimen:
La mayoría de los líderes disidentes, personas próximas a la tercera edad, rema, pues, ostensiblemente contra la corriente. Suelen expresarse ante la prensa extranjera como si dirigieran partidos y sindicatos de masas capaces de llenar plazas o desatar huelgas generales. No están contentos ni con el talante claudicante de La Moncloa (algunos sí) ni con el el supuesto radicalismo "irresponsable" de la Casa Blanca.
Sin embargo, lo cierto es que, "descontruido", como dirían nuestros críticos postmodernos, el discurso de Bush se revela moderado en el sentido más cabal del adjetivo: la suerte de Cuba, ha dicho en sustancia el Presidente, está en manos de los cubanos de la Isla. ¿Qué más podemos pedir?
Si bien, en ese aspecto el difamado Presidente se equivoca de plano: en realidad, los insulares no están en condiciones de decidir su destino. Aunque pululen quienes han hecho un lema del rechazo a cuanto proponga la "derecha reaccionaria" (Bush, Aznar, Havel y todo el que nos tienda la mano para que se la mordamos), nuestros compatriotas están urgidos de todo el aliento y ayuda que se les pueda brindar. El resto es cuento, shakespereana comedia a base de sound and fury ("estruendo y furor").
Y es que, sin contar los efectos del sistemático acoso y penetración policiaca, los disidentes fallan lastimosamente. Amén de sus notorios déficits en cuanto a cohesión, dotes para el liderazgo y psicología de masas, son demasiado pocos para tamaña Babel doctrinaria. Sus constantes discordias, pruritos de autonomía a ultranza, su divorcio suicida del exilio militante, envían señales negativas.
Olvidan que Miami ha sido siempre el refugio por excelencia de la oposición cubana, el aliado natural de todo movimiento antidictatorial en la Isla desde la era colonial hasta el fin de la Segunda República. Los abstrusos ideologemas y galimatías de factura europea que se gastan ciertos líderes, su notorio hábito de dorar la píldora o escurrir el bulto cada vez que la cosa se pone fea.
Confunden, desorientan, inspiran desconfianza a unos cubanos de a pie demasiado suspicaces, astutos, matreros, que pecan por pasarse de listos, dejando siempre que otros se lancen delante y pongan el muerto, el contuso, el recluso, el proscripto... Hasta que se vire la tortilla y podamos salir todos cuchillo en mano a cortar nuestra cuña sin arriesgar mucho en el empeño, como en el 1898, en 1933, en 1959.
He ahí uno de nuestros defectos principales: todos nos creemos pícaros y, bajo un régimen supuestamente igualitarista que abusa de la retórica humanista y transmuta a la gente en buscones, obligándolos a vivir al día, de la mano a la boca desde la cuna hasta la tumba, ese rasgo oportunista, inasequible al sufrimiento ajeno, ha acabado predominando en nuestro carácter y jugándonos una mala pasada.
Somos incapaces de unirnos en torno a un objetivo común de alto riesgo porque, además, hemos interiorizado la cultura de la delación, la indiferencia y la alegría por el mal ajeno. Por eso, más que por su desaciertos, los disidentes están solos. El joven Gorki describe magistralmente ese sicodrama de anulaciones mutuas en el vídeo de arriba. Por cierto, se da también en la Diáspora eurooccidental, particularmente la española.
De ahí la trascendencia del reconocimiento oficial, urbi et orbi, de la Casa Blanca. En contraste con su homólogo español, Bush no privilegia a ninguna corriente de pensamiento en particular: las puertas de la Oficina de Intereses en el Vedado están abiertas de par en par por igual a los que no se cansan de poner pegas a la política cubana de Estados Unidos, a los que prenden una vela a Dios y otra al Diablo, y a los que suscriben el programa de Bush y la "mafia de Miami".
Al Abicú le ha encantado, por ejemplo, leer que un ex prisionero de conciencia como René Gómez Manzano, a quien hace poco las autoridades le negaron el permiso para ir a recoger un premio de Derechos Humanos en Bélgica, haya declarado sin ambages como motivo de salida que, de paso, se proponía "saludar personalmente a compatriotas y amigos del exilio". Así se habla, para que entiendan gobierno, criollos y extranjeros, el mundo entero.
De pasar por Colonia, René (saludos), a quien admiro y me honra conocer, no haría un rodeo en torno a mi casa como si yo fuese un apestado. Otros lo han hecho. De seguro, el lector se dirá: "¡Ah, el Abicú es fan del grupo de Martha Beatriz, Félix y René!" Sí, señor. Y digo más: es uno de los pocos grupos opositores que, si uno de mis tres hijos, o los tres juntos, me preguntase acerca de su decisión de incorporarse a él, le contestaría afirmativamente sin pensármelo dos veces y consultarlo otras veinte con la almohada y mi conciencia paterna.
Pongamos los pies en la tierra y démonos con un canto en el pecho mientras contemos con la solidaridad efectiva, el reconocimiento sin etiquetado ideológico del gobierno más poderoso del planeta y una ley de "pies secos-pies mojados" que sigue siendo la única grieta abierta hacia la libertad en el Muro de La Habana, más infranqueable que el berlinés debido a la "maldita circunstancia del agua por todas partes".
Es una ingenuidad pensar que la Casa Blanca y el Congreso, bajo cualquier administración, votarían selectivamente a favor del levantamiento. digamos de las restricciones de viaje a la Isla sin al mismo tiempo derogar la ley de "pies secos-pies mojados". El embargo no ha tumbado al castrismo, pero tampoco lo han hecho el libre comercio con el resto del mundo ni el apaciguamiento o la solidaridad crítica con el régimen.

Escuche aquí la reacción oficial cubana en boca de los contertulios de la Mesa Retonta y de uno de los Trakatranenführer del castrismo en Miami, el inefable Francisco González Aruca (foto de arriba), director de Radio Progreso Alternativa:
El Abicú acepta, pues, hasta los defectos, inconvenientes y contradicciones que sin duda existen en la actual política de la Casa Blanca. Pero embargo, sanciones a terceros países, restricciones de viaje, límites al monto de las remesas, ventas al contado y todo lo demás son prerrogativas soberanas de la ciudadanía, los dos grandes partidos, el Congreso y el ejecutivo norteamericanos.
A los cubanos nos corresponde exigirle al gobierno de la Isla, no dedicarnos a ladrar como perro fiel a todo lo que se mueva en el políticamente ancho y aperreado patio del vecino norteño. Para criticar al "imperialismo" basta con el Granma, Juventud Rebelde, Bohemia, Radio Reloj, Cubavisión, Kaos en la Red, La Jornada, Rebelión, Le Monde Diplomatique, El País, CNN, The New York Times...
A Santa Claus, si por ventura moran en Estados Unidos, donde muchos cubanoamericanos hacen su agosto con la manía de presentarse, a lo Michael Moore, Al Gore, Chomsky y casi toda la farándula hollywoodense, como los good Americans.
O apelar a la fe yoruba y rezarles a la patrona de Cuba y los orishas, que evidentemente no tienen potestad en ese campo o, deidades machócratas al fin, están con los más poderosos. Hasta que caigan en desgracia, claro está. (Lo cual, traduciendo el lenguaje esotérico de nuestros babalaos a la jerga hegeliana, significa: "Cada pueblo tiene el gobierno que merece y deja de tenerlo cuando deja de merecerlo".) Entretanto, como los tres Juanes del bote de la leyenda del santuario de El Cobre, seguimos naufragando.
Con los católicos y sus vicarios en la Tierra, más vale no perder el tiempo: halan hacia el Vaticano en Roma y la Madrastra Patria. Siempre nos queda el recurso mágico al vaso de agua espírita, el horóscopo, el calendario chino...
Conque a llorar al templo y el que tenga miedo que se compre un perro o se haga a un lado. Es absurdo pretender hipotecar la libertad de la Isla a la seguridad de sus defensores. Todo tiene su precio y está bien que así sea. No en balde, José Martí --a quien, dicho sea de paso, me repugna citar-- abrió oficina cerca de Wall Street.
Y al cabo de treinta años de guerra los mambises aceptaron de antemano los sacrificios de una intervención que sus diplomáticos se empeñaron en forzar. Puestos a elegir, eligieron el mal menor: Estados Unidos. Enseguida su papel como simples tropas auxiliares del US-Army y los Rough Riders de Teodoro Roosevelt les daría la razón. Escriban lo que escriban los apologetas de la República y del castrismo, lo que vino después, lo sucedido desde el advenimiento a la independencia en 1902 hasta la fecha, tan sólo demuestra lo obvio. A saber, que los cubanos, siempre en busca de la perfección absoluta, de la cuadratura del círculo, aún no sabemos gobernarnos.
Nada ni nadie es ni será jamás perfecto. También en la Cuba del futuro, habrá una sana dosis de "política cómica", desigualdad social, corrupción administrativa y judicial, jineteo (más opcional y mejor pagado), robo, drogas, juegos de azar y delincuencia. (Tienen su glamour, atraen turistas y, en todo caso, son preferibles a la actual asepsia comunista, donde sobra de todo eso.)
Tampoco faltará cierta violencia política, inherente a nuestra belicosidad y veleidades patrioteras, a nuestro "yo puedo más que tú". Desde luego, habrá también algún que otro cuartelazo que en el futuro no deberá desembocar en un nuevo experimento utópico, estando ya vacunados en demasía contra el virus de la ingenería social a pulso.

Si esto le pareciera poco desear, amable lector, le invito a hacer el siguiente ensayo mental. Imagínese que ha logrado reunir Usted a todos aquellos cubanos que le ha tocado en suerte o desgracia conocer a fondo a lo largo de toda su existencia; que los ha embarcado a bordo del Titanic hacia un paradisíaco atolón de la Polinesia, abandonado allí a su suerte con todos los recursos materiales, el know-how y las providencias institucionales imprescindibles para prosperar en paz y concordia bajo el imperio de la ley.
Al cabo de veinte años regresa Usted. ¿Bajo qué sistema socioeconómico vivirán ahora, en su generosa imaginación, aquellos robinsones criollos? A mí, que he hecho esa prueba mental, me da que bajo una democracia corrupta, una dictadura autoritaria o un régimen fascista o comunista.
No es cuestión de ponerse a pedirle peras a un olmo. Somos un pueblo de descendientes de españoles y africanos. Los americanos son quienes son y nosotros también. Ellos están ahí para tratar de exprimirnos el mayor beneficio posible, y nosotros debemos pensar a nuestra vez lo propio de ellos. Todo en beneficio mutuo. Cordialmente, sin complejos de inferioridad por nuestra parte.
En definitiva, el score histórico está a favor nuestro: hemos conquistado --me refiero a los cubanoamericanos; sus compatriotas insulares están libres de Coca-Cola, McDonald y de toda presencia gringa-- prácticamente un estado completo de la Unión; hemos colado en el parlamento y la administración a varios senadores, representantes, altos funcionarios, alcaldes y jueces; hay que contar con nosotros a la hora determinar cuál de los dos partidos triunfará en las elecciones y quién va a ser el presidente; el PIB de la "detestable "Comunidad Cubana es 25 veces superior al de la Cuba castrista, etcétera, etcétera.
En la casilla yanqui, un gran cero. Por tanto, ¿quién ha colonizado o neocolonizado aquí a quién? ¿Ellos a nosotros o nosotros a ellos? Imaginémonos por un instante los decibeles del clamor insular y universal si fuese al revés, si los gringos pudieran proclamar que la colonia yanqui en Cuba decide elecciones, controla provincias y demás.
Por si fuera poco, otro dato incontrovertible: jamás ha sido tan grande la gringomanía en la Isla. ¿Acaso no es allá la palabra "yuma", sinónimo de Made in Usa, el último grito de la moda entre niños, adolescentes, adultos y ancianos, el sello de calidad y distinción por excelencia en todas las cosas del cuerpo y del alma?
¿Ha visto Usted alguna vez, lector, un programa juvenil de Cubavisión? Si es extranjero, sintonice el canal vía satélite para que vea cómo lucen los "hombres nuevos", los "nietos del Che". (Eso sí, trabajo le costará ver una sola escena cotidiana en las calles de nuestras ciudades.)
En fin, que en esta vida siempre hay que escoger. Y puesto a escoger, Jorge A. Pomar escogió en su momento y sigue escogiendo la libertad con todas sus espinas. Y esa libertad, si no lo es, se parece mucho al panorama que nos ha pintado Bush al final del túnel castrista. Juzgue el lector por sí mismo después de tomarse la molestia de leer el discurso completo del Presidente en (seleccione la versión deseada) español o inglés.
Una vez leído el texto de cabo a rabo sin preconceptos, objetivamente, contésteme Usted a mí o a sí mismo si, objeciones de grado o forma aparte, en verdad le agrada el cuadro o prefiere el statu quo bajo el Magno Paciente.
O bien, en su biológico defecto, las reformas esbozadas por Soledad Cruz, el "socialismo del siglo XXI" a lo Heinz Dieterich-James Petras o la vía asiática que, según personas en el insight del Palacio de la Revolución, guarda en el portafolio el Sucesor designado. "De buenas intenciones --dice el refrán-- están pavimentados los caminos del Infierno"...
...Y los caminos de la historia de la izquierda en el "poder absoluto" (en el compartido a veces hace cosas buenas), añade el Abicú, que prefiere el neoliberalismo y la globalización, con todos sus males. Por esa preferencia paga gustoso su precio en el exilio euroocidental, donde desde su llegada le han estado pasando cuenta por ella. Aquí comulgar con Bush es el colmo de la "incorrección política". No se es abicú por amor al repudio, pero se aprende a vivir con él. Se puede.
Por experiencia propia sé que es dificil, políticamente suicida estar de acuerdo con lo expuesto en este blog inconformista y admitir en un comentario que tal vez el Presidente haya dado en el clavo. Vivimos en un mundo en el que, si ahora mismo a Bush se le ocurriese la malhadada idea de comentar que alimenta a las gallinas de su rancho tejano con granos de maíz, al día siguiente todas las aves de corral del planeta morirían atragantadas con garbanzos.
Excepto las gallinas jabadas de ojos rasgados en el Reino del Medio, donde los pragmáticos chinos postmaoístas han entrado en la postmodernidad a todo tren precisamente por haberse despojado, entre otros muchos del marxismo ortodoxo-herético y del tercermundismo, del complejo de inferioridad frente a Estados Unidos y Occidente. Ellos no se mueven mentalmente en esa longitud de onda fatalista.
Pero, insisto, vale la pena atreverse. Concédale por una vez el beneficio de la duda incluso al Gran Villano de la Aldea Global. Al menos dedique unos minutos al vídeo del discuso aquí arriba) Una verdad es una verdad aunque la diga el Maligno y una mentira no deja de serlo aunque salga de los labios del Crucificado.
Y Bush ha dicho, o para ser más exacto, ha vuelto a hacer el inventario de casi todas nuestras miserias y expectativas nacionales. No caígamos de nuevo en el vicio hispano de rechazar el retrato porque no nos gusta el fotógrafo. Nuestro día, yo le creo, "ya viene llegando". Gracias, Bush.
El Abicú