Por Jorge A. Pomar, Colonia
Cuando a fines de la década de los años 80 el Abicú, a la sazón jefe de Europa Occidental y América del Norte en la Editorial Arte y Literatura, presentaba en la Habana Vieja las novedades de su redacción, solía cerrar aquellos improvisados lanzamientos al aire libre con esta advertencia colegial, a buen seguro dictada por la pésima impresión causada a su escéptico Alter Ego por la inmensa mayoría de los literatos nativos y extranjeros asiduos a los mentideros de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Palacio del Segundo Cabo, sede del Instituto Cubano del Libro (ICL): "Cada vez que sucumban al encanto de una obra literaria, si les es posible, ahórrense por todos los medios el desencanto de conocer de cerca o a fondo al autor admirado".
Huelga aclarar la intención de aquella impertinente (levantó más de una roncha enconada entre los aludidos del patio) sugerencia abicueril: tan sólo exhortaba al auditorio a curarse en salud a favor del gusto por las bellas por medio de una disyunción preventiva entre el autor y su obra. Como la que, a despecho del desprecio antropológico que le inspiran, pongamos, especímenes de la calaña reptante de un Carpentier o un García Márquez, permite aún a este servidor bibliófilo releer con igual placer clásicos sudamericanos como El siglo de las luces o Cien años de soledad.
Desde luego, no me refería a la personalidad pública de los literatos, casi todos ellos charmantes de oficio bajo las candilejas en la medida en que, como es natural, se esfuerzan por venderle al lector una imagen ideal ficticia de sí mismos lo más congruente posible con su poética, o sea, con la visión del mundo implícita en sus libros. Al lector sagaz medianamente al corriente de la chismografía del gremio raras veces se le escapan las flagrantes contradicciones entre el trasfondo filosófico de la obra admirada, por lo general mejormundista, y los coquetos escarceos del Narciso en cuestión.
Por imperativo existencial, sabido es, hasta los escritores más tozudamente heréticos lo tienen arduo para renunciar a la servidumbre estatal y/o privada y ascender al Parnaso por su cuenta y riesgo. En la vida real, a menos que alguna otra fuente de ingresos los exonere de antemano de las penurias cotidianas, sobre todo los estetas rigoristas con poéticas heréticas vienen obligados a vender sus productos en el leonino mercado editorial. A día de hoy la única forma a su alcance para superar a la competencia (leal y desleal), para poder sustraerse sin perecer en el intento a las moralinas retroprogres del "compromiso intelectual" sartreano y triunfar en la gran escena burlando las trampas de la buena y desafiando a la frivolidad posmoderna, presupone al menos cinco premisas: inteligencia natural, excelencia literaria, fama internacional, solvencia económica y --colofón no siempre indispensable pero canónico-- consagración fundacional al más alto nivel escandinavo.
De hecho, desde mucho antes de su tardía exaltación sueca, Mario Vargas Llosa reunía con creces todas esas condiciones-sin-las- cuales-no, a las que sumaba aquella herejía neoliberal por contumacia correctamente asociada por sus admiradores integrales a la prolongada renuencia del tendencioso jurado sueco a concederle el más que merecido Nobel de Literatura. Y es que el consumado novelista de La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La fiesta del chivo, etc., sobresalía a la vez como el lúcido ensayista cuyos análisis nos deslumbraban sin falta por su erudición, coherencia, equidad, sabiduría y derroche de coraje.
Aunque, como he dicho arriba, el Abicú y su Alter Ego ya estaban ambos curados de espanto desde hace rato contra cualquier idolatría autoral. Más aún, puestos sobre aviso a tiempo por la inquietante sensación de extrañamiento suscitada por ciertas tiradas antisemitas que se venía gastando el celebérrimo arequipeño desde mediados de la década en artículos donde demonizaba al ejecutivo israelí a partir de manidos sofismas propalestinos al uso entre la flor y nata del progrerío eurooccidental. De hecho, hasta el reciente despelote a favor de Ollanta Humala de cara a la segunda vuelta de las presidenciales peruanas preferimos atribuir el desvarío tal vez al recóndito deseo inconfesable pero humanamente justificado de congraciarse con el jurado de Estocolmo a ver si...

Por entonces el Abicú y su Alter Ego compartían de buen grado la opinión generalizada de que lo mejor que le había podido suceder al afamado escritor había sucedido: perder la pugna por una primera magistratura donde difícilmente hubiese dado la talla fujimorista. A todas luces, Vargas Llosa jamás sacó las mismas conclusiones. ¿Por qué, si no, había de creer el más anticastrista de los literatos sudamericanos en la milagrosa transfiguración democrática del sanguinario aprendiz de golpista bolivariano, y no en las virtudes de la hija del dictador electo que no sólo pacificó al Perú sino que puso a la economía nacional sobre la larga senda de prosperidad y desarrollo sostenible que la joven Keiko aspira a ensanchar y profundizar?
¿Qué de así tan funesto habría en que, una vez instalada en el Palacio de Miraflores, esa bella, dulce, encantadora mujer incumpliera su inverosímil juramento forzoso de no hacer cuanto esté en sus manos para indultar a su padre del castigo de la ingratitud burguesa y plebeya, cuenta habida de la cantidad de ex terroristas --reivindicados o no-- actualmente en el poder en Iberoamérica?
En efecto, el enloquecido Vargas Llosa, quien en la tercera edad se ha reciclado al liberalismo a la Partido del Burro, o sea, ha contraído el virus senil de la enfermedad infantil del comunismo, "odia más a Alberto Fujimori de lo que ama al Perú", que ciertamente se volvería a joder sine die en la harto improbable eventualidad de llevarse el guajalote peruano a la olla el demagogo de Humala. Pase lo que pase hoy en las urnas, el tribunal supremo para estas querellas, vale decir, la vox populi nativa, ya dictó sentencia inapelable contra el insigne acusado: "Ni el peor enemigo del Perú...".
Innecesario explayarse aquí tratando de responder a esas preguntas retóricas. Nuestro irreverente Jaime Bayly no deja lugar a dudas en el vídeo: el espectacular bandazo ideológico de Vargas Llosa clasifica, con todas las de la ley, como una involución total, un retorno a la fértil semilla anticapitalista de aquellos años mozos en que el escritor novel tenía vara alta en la Casa de las Américas del Vedado bajo la batuta suicida de la "heroína" guerrillera, tonta útil y víctima emblemática de sus propios desvaríos juveniles Haydée Santamaría Cuadrados.
Finalmente, enseguida empiezan a sobrarnos evidencias de que este CHANGE obamo-vargalloseano, en el que todavía pocos de sus incondicionales hasta la víspera atinan a creer del todo, es de carácter nítidamente sistémico. Ahí está, por ejemplo, esa carta abierta de un centenar de intelectuales peruanos (autoproclamados, incluidos) echada a rodar contra reloj electoral por nuestro Príncipe de las Letras trasmutado en rana criptobolivariana. Proclama que habrían podido rubricar tal cual sin enmiendas de bulto sus homólogos orgánicos de UNEAC.
(O incluso nuestra Santa de las Muletas, quien a raíz de la concesión del Nobel a Vargas Llosa aseguró urbe y orbe --autorreferencialmente, según su inveterada costumbre yoísta-- a través del blog veleta Penúltimos Días, 09-10-2010, haberse atrevido a citar en su inédita tesis de grado pasajes comprometedores de la novela La fiesta del chivo apenas unas semanas antes o después de la primera edición. ¿Aparte de oportunista y jactanciosa, será también adivina Yoani Sánchez?)
Ni qué decir de la prohibición al diario liberal El Comercio de continuar reproduciendo los artículos de su columna "Piedra de Toque" en el diario archirretroprogre El País, poseedor del derecho de copia. La tapa al pomo del despotismo deslustrado y la arrogancia intelectual se la pone con la despectiva respuesta ad hominem que da a los irrebatibles argumentos de Bayly. Vacílenla:
Libertad Digital, 03-06-2011.- ...no voy a contestarle a ese personaje, a quien yo hice que lo publicaran. En mala hora. Fue una de mis grandes equivocaciones. ¿En que se ha convertido desde entonces después de ser un joven que prometía mucho? Primero, en un payaso; y luego, en un verdadero bufón maligno al servicio del fujimontesimismo... Yo le perdí el respeto hace muchos años, su conducta ética me pareció que ha sido muy poco decente, no porque sus opiniones sean distintas. Tengo amigos que no piensan igual que yo... si defendiera a Fujimori por convicción lo podría respetar, pero moler a golpes a Humala todos los domingos por dinero es algo mercenario. Es algo reñido por la ética, es el periodismo de los 90, que hizo mucho daño y que no queremos que regrese nunca más...
Cosas leeredes, pero con esos truenos quién más se atreve a enmendarle la plana en público al irascible magister ludi en vez de halarle la levita ad nauseam o taparse las orejas para no oírlo despotricar. Este Vargas Llosa se me antoja más un cruce de Alberto, el héroe fantasioso y moralista de andar por el cuartel en La ciudad y los perros, y el antihéroe, "El Jaguar", arquetipo plebeyo, rústico y mestizo del brutal dictador sudamericano. En verdad, de este segundo y tercer pase de la varita mágica andina --el primero, auténtico prodigio, transformó a Alan García del ruinoso mandatario aprista (léase socialdemócrata) de antaño en el neoliberal cuasi modélico de hogaño) la única metamorfosis realmente convincente parece ser la del propio Vargas Llosa, porque la de Ollanta Humala no se la cree ni él mismo.
Por fortuna, de cumplirse el vaticinio paradójico de mi Alter Ego, el ahijado dizque pródigo del Gorila Rojo perdería, si no por el estrecho margen en la foto titular, muy probablemente por barrida. Con lo cual la virulenta campaña denigratoria del Nobel --por fuerza contraproducente, visto y comprobado oportunamente en urnas y encuestas que, a pesar del Nobel, él mismo goza aún de escasas simpatías entre sus coterráneos de a pie, mientras que a su vez las clases medias y la oligarquía se inclinan hacia la casilla opuesta-- acabaría sin falta revelándose este domingo como el mejor regalo involuntario hecho a Keiko Fujimori en las urnas.
Pasando ahora, como de costumbre en este blog asociativo, a las conductas al respecto dentro del patio y el extrapatio criollos, no se puede menos que anotar entre signos de admiración el coraje de Zoé Valdés para nadar contra la corriente gremial y, con todo el inmenso respeto y veneración que sin duda siente ella también por el Vargas Llosa político, poner los puntos sobre las íes sin temor a las consabidas represalias gremiales.
No es ni por asomo el caso de Carlos Alberto Montaner quien, lo cortés no quita lo valiente, se decantó temprano por la candidatura de Keiko Fujimori en un post titulado "Peruanos contra Humala" (El Nuevo Herald, 06-05-11). Pero, hete aquí, genio y figura hasta la sepultura, nuestro ex presidenciable "ni se peina ni se hace papelillos", nunca se moja: sin ir más lejos, hoy mismo se nos apea en Diario de Cuba con otro número de malabares sobre la cuerda floja de llamado --¡agárrense fuerte!--: "Raúl es diferente".

¡De apaga y vámonos! Así las cosas, ¿qué de extraño tendría encontrar su firma debajo de la de Vargas Llosa al pie de una Carta Abierta apoyando la vigésimo cuarta huelga esfinteral del Beato Parametrado de la Chirusa? Bien mirado, el hecho de que el Nobel peruano también se haya ido con la de trapo al apoyar en bloque a nuestra disidencia performática de diseño ad hoc made in Villa Marista, obra en la cual sin duda tuvo arte y parte por demasía su influyente amigo Carlos Alberto, tampoco clasifica como apostasía liberal a la gringa...En fin, políticamente el de Vargas Llosa es un caso perdido.
Con todo, puesto que todavía le sobra talento y fantasía literaria, bien podría reivindicarse a medias ante el exilio militante mediante el sencillo desquite de acaudillar al alimón con --suponiendo que no lo haya desahuciado a él también-- Carlos Alberto una nueva campaña en defensa de la transparencia democrática en las filas de la oposición insular. Los suscriptores propondrían lo siguiente a las autoridades cubanas: encerrar a nuestro recordista global absoluto en huelgas de hambre y sed dentro de una celda transparente, provista de todos los adelantos de la reanimatología, personal de terapia intensiva altamente calificado plus la cuota mensual de la OFICODA al alcance de la mano.
