A propósito del reciente conato de linchamiento mediático contra Zoé Valdés en Bayona
Por Jorge A. Pomar, Colonia
No es de extrañar que la Embajada movilizara a sus arrenquines locales para montarte ese enésimo acto de repudio a la novelista Zoé Valdés en Bayona. Lo extraño sería que, a diferencia de la oreja izquierda que suelen taponearse junto con los dos orificios nasales para no tener que soportar los llantenes de nuestros patéticos licenciados extrapenales voluntariamente "desterrados" a la sociedad de consumo, sus ventrílocuos contrainteligentes les hubiesen ordenado cruzarse de brazos.
Por suerte para la connotada heresiarca del “Eje del Mal”, esta vez los organizadores pusieron de su parte para hacer abortar el mal planeado aquelarre en su fase de conato, malogrando así lo que ya se perfilaba a las claras como otro burdo boicot foral contra la cáustica, indomable autora de La nada cotidiana.
Con todo, ya lo dice el refrán: “Una golondrina no hace verano”. Tampoco la reacción elemental de los promotores vascos, loable en sí pero tan lejos de ser la regla general en estos pagos culturales que a buen seguro no hará escuela en el sesgado gremio a cargo de ese tipo de espectáculos culturales. Al contrario, si acaso, ese inesperado tiro por la culata en Bayona servirá a nuestros instigadores diplomáticos y sus amanuenses locales para flexibilizar la metodología del linchamiento foral, elegir con más tino a los extras diseminados entre el público, ensayar previamente cada detalle del guión y, sobre todo, ajustar la mirilla al temperamento específico del ponente a desquiciar.
Cuando vi la sala llena, repleta, algo me olió mal. Porque ayer, en San Sebastián, la sala estaba llena, pero el ambiente era otro. Bien, no más empecé a hablar cuando una mulata, con toda evidencia cubana, sacó un cartel inmenso citando una frase que yo jamás he dicho, pero con mi nombre debajo, apoyando el bloqueo. Le dije que eso no lo había dicho yo, en primer lugar porque el bloqueo no existe, lo que existe es un embargo o boicot comercial, y que yo lo apoyaba, y que incluso la UE lo apoyaba.
Tanto Luisa Etxenique como Brigitte Paulino-Neto intentaron parar la cosa. La mujer siguió diciendo que se iba porque ella tenía que trabajar para poder comer. Parece que ella piensa que a nosotros nos regalan la comida, o no sé. Y Brigitte le gritó: “Usted es une lâche (una puerca), Porque tendría que quedarse para oír nuestra respuesta.” Con la misma, la mulata me agredió verbalmente y se largó.
[Lástima que la ponente no haya podido videograbar las escenas del fallido performance diversionista, pero no descarto que alguno de los presentes lo haya hecho mientras la autora leía y tenga la gentileza de pasarle copia. Pinche AQUÍ para leer el resto de la versión original en el blog de Zoé Valdés. Por cierto, acaba de hacernos la promesa formal de solicitar a los organizadores del evento copia videográfica del meollo del incidente.]
Aunque no seguro, porque son individuos de capilla propensos a la rutina, sí es posible que saquen algún provecho de la lección y diversifiquen sus tácticas de boicot foral. Entretanto, lo normal seguirá siendo que los instigadores cuenten de antemano con la falsa neutralidad del moderador y los promotores para reventar charlas y lecturas protagonizadas por anticastristas militantes. Una de esas puestas en escena se la montaron al Abicú hace dos años en un cine-teatro de Dortmund.
Tema a debate con el Abicú: un docufilme sobre los años felices en la escuela vocacional Lenin de la autora (una joven chilena refugiada en La Habana a raíz del golpe de estado contra Allende) nostálgica de las galleticas de María repartidas en la merienda y otras ñoñerías en el preuniversitario vocacional "Lenin". El show preludió con una lánguida dama chilena de sugerente indumentaria Art Nouveau que, melodramáticamente enervada por las “injuriosas, despectivas, soeces” calumnias de mi Alter Ego, escenificó un regio (caballeroso pelotudo sudaca sujetándole la cola de la bata entre dos hileras de asientos) mutis por el foro tras farfullar con voz de falsete, medio ahogada por un ataque de hipo, sus síncopas descalificatorias.
Después le siguió un tipo, el fotógrafo, que yo creía que era fotógrafo oficial de la actividad por la cantidad de fotos que me hizo, y no lo era. De súbito se paró, y en español, empezó a gritar que yo había sido la ahijada de Alfredo Guevara, que yo había gastado el dinero del pueblo cubano con mis viajes a Francia, y que yo había sido castrista. Yo jamás fui castrista, como bien saben, jamás milité en nada, el dinero de mis viajes lo pagaba la UNASCO, porque a las esposas acompañantes, Cuba no les pagaba nada, es la razón por la que yo no pude seguir con mis estudios universitarios en Francia. Al menos eso era lo que me informaban, y para colmo me pagaban la miseria de 632 francos mensuales, por trabajar como una perra para esos hijos de Lina.
Acto seguido, amagando taparse la nariz de asco, se marcharon dos o tres mojigatos más con caras de yo-no-fui. Desde luego, la intención era arrastrar consigo al resto del público, que sin embargo no se dejó impresionar ni mucho ni poco por la estudiada maniobra escenográfica. Ahí entró en acción un flaco atildadamente trajeado, de aspecto muy académico él como debe ser, que se adueñó del micrófono de tal modo que, cortando en seco la perorata, lo conminé a formular de una vez alguna pregunta, si realmente era ésa su intención.
Visto que no se callaba ni acababa de poner el huevo inquisitorial, recogí mis papeles y, cumplido caballero como soy, en vez de mandarlo a freír espárragos en salsa de soya criolla como me sugería mi ya volado Alter Ego, lo invité cortésmente a ocupar mi lugar en el podio para desenrollar el resto del carrete laudatorio de las bondades del Biranato. No sin antes preguntarle a mi vez si, por azar, no era él Dekapist (miembro del Deutsche Kommunistische Partei).
El tipo sacó un cartel, donde me repudiaba con palabras verdaderamente vulgares, en francés. Ahí mismo me dio un requetrepo y empecé a gritarle tal cantidad de cosas, que ya ni me acuerdo. Me volví una loca. Dije que tenía que respetar a las otras escritoras allí presentes, que respetara nuestro trabajo, que respetara al público. Que si ellos querían, me esperaran fuera y me apedrearan, pero allí dentro, no. Aplausos de la sala. El tipo se fue.
Sarcasmo que, pese a las sonrisas maliciosas de la escasa falange teutoabicueril presente en el auditorio, el susodicho quídam no se dignó confirmar ni negar todas éstas. A todas éstas, el reloj seguía descontándole preciosos minutos a la agenda del cónclave mientras la pusilánime moderadora, políticamente correcta a matarse, como es de rigor entre sus colegas retroprogres, hacía oídos sordos a mis reiterados emplazamientos, dejando al intruso despotricar a su aire. Finalmente, ante el creciente murmullo reprobatorio de los asistentes, al conspicuo personaje no le quedó otra que volver a ocupar su asiento con el rabo entre las piernas. Por fin se pudo seguir adelante con la sesión de preguntas y respuestas.
Aunque a veces les salga el tiro por la culata, como felizmente acaba de sucederles con Zoé allá en la emboscada del Museo Histórico de Bayona, en una medida decisiva el éxito de esas frecuentes puestas en escena depende mucho menos de los designios de nuestra ubicua Embajada --en cuyas sedes consulares operan cuerpos de guardia encargados del rastreo territorial ad hoc-- y de las dotes histriónicas de sus secuaces nativos que del ancestral complejo de culpa socialdemócrata (renuncia programática a los sacrosantos ideales del proletariado) con respecto al marxismo.
Después se paró una vieja flaca, y dijo que ella era testigo de que lo que él decía era verdad. Tanto a la mulata como al tipo les grité lo que me dio la gana, me volví como loca. Pero con la vieja me dio realmente pena, aunque la vieja tenía una cara de singá que no se pueden imaginar. Una de estas viejas enjutas, comunistas que hasta por el pelo se les puede identificar, las mismas canas de Belén Gopégui. La vieja fue interrumpida por el público, pero se quedó hasta que todo acabó. Entonces, después de una brevísima pausa respiratoria, pudimos dar nuestra conferencia, que se desarrolló lo más normal y elegante posible”.
Sin hablar ya de trasnochados ñángaras de línea estaliniana --cuatro gatos hiperactivos--, ecologetas y socialistas democráticos, que igual proyectan (en sentido freudiano) sus frustraciones utopistas al insumergible Paraíso de la Felicidad Caribeña. Por afinidad, unos y otros tienden a comulgar de buen grado con los impostores del anticastrismo, al tiempo que no les pierden ni pie ni pisada a los herejes del Eje del Mal.
Finalmente, añádase a este paquete compacto de afinidades electivas con el Biranato en el Viejo Continente la compra en bulto, al por mayor, de la aquí merecidamente detractada disidencia de diseño por el Partido Popular Europeo, erigido ahora en su principal valedor en todo el Viejo Continente. Peor aún, de un tiempo a esta parte idealizada incluso por los escaldados gobiernos del extinto bloque bolchevique. Doy, pues, por sentado que --aparte de tomar nota del contranatural trueque de afinidades y aversiones entre populares y sociatas registrado en la farsa comunitaria en curso respecto a los pros y contras de la insulsa Posición Común-- hasta los lectores biempensantes más inasequibles al desaliento podrán hacerse una idea cabal de la inhospitalidad general que rodea en el tal "mundo civilizado" a los desafectos de alma y corazón, vida y obra, viscerales como Zoé Valdés.
Ya al final, se paró otra castrista, la trigueña que está sentada a la izquierda, al final, con una especie de cerquillo, y que se esconde, junto a la mulata, en el video. De unos cuarenta y tantos años, empezó haciéndose la fina, dijo que había leído en Wikipedia un título que la había chocado, El dolor del dólar, que por qué yo era tan vulgar en lo que escribía, y enseguida se soltó la peluca: ‘¡Sucia, cochina, estás atacando al pueblo cubano!”. En un español con acento. Ahí la organizadora le dio el parón correspondiente, así como el público. Esto fue algo bien organizado, llevaban pancartas, y las organizadoras están seguras que fue preparado por la embajada castrista. Todos pertenecen a una Asociación solidaria con el castrismo.
Como de costumbre, pocos medios alternativos se han hecho eco del percance en Bayona. Con todo, para quienes sepan mirar, es obvio que algo se mueve enmarañadamente a favor de nosotros los más recalcitrantes en las entretelas de la opinión pública europea. A saber porque, si bien es cierto que a la incómoda escritora anticastrista suelen montarle actos de repudio, puros performances consulares dirigidos por control remoto desde La Habana y orquestados por amanuenses nativos, tampoco es menos fehaciente la formidable avalancha de repulsa general contra nuestros ingratos quejicas extrapenales --de repente, se dicen “traicionados" por el ex canciller Moratinos, el cárdenal Ortega y hasta el de las cejas circunflejas acorralado en el Palacio de La Moncloa--, lógica reacción que en cambio clasifica de lleno como un fenómeno afectivo genuinamente popular y absolutamente espontáneo.
El PSOE en caída libre en todas las encuestas desde mucho antes de su desembarco, la bolsa de valores del país anfitrión hoy mismo al borde del abismo financiero. Pero los "desterrados" --repárese en la expresión de perplejidad y las manos apretadas sobre la mesa de Paneque ("Si desentono en medio de la sonata de embustes que esá tocando estos fanarrones, me cortan el agua y la luz incluso aquí en España por control remoto desde La Habana"), el único licenciado extrapenal con inequívocas secuelas de un largo y cruel encierro real-- y sus sesudas "instancias morales" de la Diáspora como si con ellos no fuese: atracándose de periódicos viejos, abriendo fuego amigo a discreción contra sus valedores del PSOE, quejándose de traición y abandono (por parte de La Moncloa y el cardenal Ortega, quien de visita en Madrid ha declinado oficialmente dejarse besar el anillo por ninguna de esas ovejas malagradecidas) pidiendo limosnas de lujo con escopeta de corcho a las once mil vírgenes celtíberas...
Al tiempo que, con las manos siempre tendidas y/o haciendo eufóricas señales de victoria (¡¡¡???), se echan en brazos de una plana mayor del Partido Popular lo bastante ingenua y matrera a la vez como para codearse en público con los cabestros de esa recua de carneros envenenados sin comprometerse a satisfacer sus berreos. A todas éstas, los usuales actos de repudio de Izquierda Unida y los partidos regionalsocialistas brillan por su ausencia. Enorme signo de interrogación...
Razón de más para seguir adelante, imperturbablemente, con el ruidoso festival de lata y cepillo que viene dándoles, en clave de guateque victimista, toda esa simoniaca panda de pordioseros profesionales a unos obstinados madrileños que, como previeron los originales compositores de la partitura villamaristana, tienden a echar en el mismo saco a todo el movimiento anticastrista en su conjunto. Así las cosas, el aparente enigma no está, pues, exento de una bien calculada dosis de mala fe y diversión, a veces fecalmente subliminal.
Ejemplo antológico, de pasarela: el cuento de horror narrado en el vídeo de arriba por el fantasioso Gálvez sobre su horripilante convivencia carcelaria con "cucarachas, ratas y excrementos". Si ya lo oyó, le aseguro que vale la pena volver a soportarlo para persuadirse de la pertinencia del rebuscado adjetivo ("subliminal": por debajo del umbral de la perecpción consciente) y medir la larga distancia que va del acto de repudio a Zoé en Bayona a la repulsa espontánea que suscitan en el cerebro del espectador español semejantes esperpentos audiovisuales. En fin, lo dicho: una maquiavélica opereta contrainteligente a fin de embutir de paso a toda la oposición en su conjunto bajo una misma carpa de circo ambulante…